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A teatro camaradas dramaturgia militante y politica de masas en colombia

¡A TEATRO CAMARADAS! DRAMATURGIA MILITANTE Y POLÍTICA DE MASAS EN COLOMBIA (1965–1975)

Por Mayra Natalia Parra Salazar*

La relación teatro y política en Colombia durante los años sesenta aparece a menudo reducida en los estudios sobre el tema a una cuestión de compromiso de los artistas con la realidad nacional y limitada a la experiencia de lo que se conoce como Nuevo Teatro. No obstante, los nexos de la práctica teatral con la política durante este período fueron mucho más complejos y amplios, ya que no se redujeron al simple compromiso del dramaturgo con la realidad ni a los grupos constituidos y con sede propia. La noción de compromiso puede utilizarse para explicar las características y reivindicaciones estéticas y políticas de las primeras etapas de experimentación y modernización teatral en el país, a las cuales les preocupaba los problemas sociales y les interesaba contribuir con el desarrollo de la cultura nacional, sin que ello implicase formar parte de un proyecto revolucionario.

Sin embargo, al trasladar esta noción hasta el período de estudio (1965-1975), resulta insuficiente para explicar las características de la práctica teatral en un contexto nacional y mundial de efervescencia revolucionaria, en el que se proponía que los artistas no podían limitarse a denunciar la realidad o a dar testimonio de la misma, sino que debían insertarse en los procesos de transformación política y social. Como se exploró en el primer capítulo, el año 1965 marcó un punto de quiebre en el que la figura del intelectual comprometido se fue diluyendo hasta dar paso al intelectual revolucionario, una figura que ya no se conformó con ser la conciencia crítica de la sociedad, sino que se inclinó cada vez más hacia preocupaciones y posicionamientos políticos. El campo artístico del país fue influenciado en ese momento por las vanguardias extranjeras y por las luchas sociales alrededor del mundo. Desde las instituciones oficiales empezó a emerger un teatro políticamente combativo que tomó posición por la transformación social y se vinculó con aquellas clases, grupos u organizaciones que se autoproclamaron vanguardias de la revolución. El testimonio de Álvaro Ramírez, quien perteneció a un grupo de teatro de la época, ilustra sobre este punto:

En 1970 comencé el primer semestre y al mismo tiempo también me vinculé a un grupo de teatro. El grupo de teatro se llamaba «El Duende», […] que había nacido en el Colegio Santander y que yo lo encontré aquí en la universidad. El grupo de teatro fue un grupo de estudio […] político, también fue un grupo de militancia, en cierta forma, porque aunque no pertenecíamos a ningún grupo, sí teníamos simpatías con grupos políticos, uno o dos siempre estábamos en todos los movimientos sindicales, en los movimientos sociales y en el movimiento estudiantil. Era una época en la que había mucho romanticismo y también en la participación política de nosotros, por ejemplo, hacíamos obras de apoyo al Viet Cong. Salíamos a mostrar en la obra el apoyo al pueblo vietnamita. Es decir, era realmente la frase del Che, entre comillas, de la «participación política.» [1]

Héctor Bayona, actor del Teatro Libre de Bogotá, enfatizó en el hecho de que desde mediados de los sesenta la adscripción de los artistas a algún proyecto político se volvió algo rutinario [2]. Para ese momento, la región era disputada por distintas fuerzas que se hacían llamar revolucionarias y por las consuetudinarias clases dominantes, en su mayoría alineadas con los intereses del imperialismo estadounidense [3], los artistas se inscribían a la organización política cuyos intereses y métodos estuvieran más cercanos a sus propias convicciones, y desde esa instancia política abordaban sus preocupaciones estéticas. Así mismo, Lamus Obregón señala cómo en medio de una atmósfera de revueltas y sobresaltos la práctica teatral se asoció a la acción política de partidos y movimientos, aparejando los planteamientos políticos con las posiciones respecto a la creación y trayendo como consecuencia la fragmentación del sector, debido a las divergencias correspondientes con las divisiones del marxismo internacional. De esta manera, «escoger entre la creación colectiva o la individual, redactar piezas cortas de urgencia para situaciones también de urgencia, retomar uno u otro actor del repertorio clásico, actuar según Stanislavski, Brecht o Grotowski o sin ningún método en favor del activismo», estuvo mediado por la influencia de los idearios políticos [4].
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Debido a las características que asumió la práctica teatral durante este período, conviene emplear la noción de militancia en lugar de la de compromiso, pues la militancia permite denotar la alta politización de aquellos grupos de teatro que se vincularon con la causa del cambio social durante los sesenta y cuyo posicionamiento frente a los asuntos políticos se manifestó en su dinámica de funcionamiento, la postura asumida frente a otros grupos y la búsqueda de unos actores que apoyaran la causa revolucionaria.

La noción de militancia posibilita tender un puente entre la historia de los grupos de teatro y el devenir de las organizaciones de izquierda y sus políticas durante el período de 1965 a 1975, por ello, para comprender la actuación de los grupos militantes resulta conveniente visualizar cómo estaba estructurado el panorama político de la izquierda en Colombia.

Durante el siglo XX en varias partes de América Latina, especialmente en Centroamérica y El Caribe, la tradición revolucionaria y los levantamientos populares estuvieron asociados a la lucha contra el colonialismo y el imperialismo estadounidense. Los movimientos armados que aspiraron a la toma del poder se caracterizaron, por lo general, por tener una fuerte connotación antiimperialista o por surgir de manera directa como forma de resistencia al invasor [5]. Sin embargo, como lo plantea Alan Angell, aunque estos movimientos aparentemente coincidían en los fines, discrepaban profundamente sobre cómo tomar el poder, cuánto respetar los derechos democráticos, cómo organizar la economía, etc., lo que generaba divisiones entre ellos: «dicho de otro modo, no había, ni hay, una sola izquierda, una izquierda unida» [6]. A estas contradicciones entre grupos, partidos y movimientos que reclamaban para sí el carácter de verdadera izquierda, se sumó hacia finales de la década de los cincuenta la división en el interior del movimiento comunista internacional entre los adeptos del Partido Comunista de la URSS (PCUS) y los del Partido Comunista de China (PCCH) [7]. El enfrentamiento entre China y Rusia, países que habían llevado a cabo las únicas revoluciones socialistas triunfantes en la primera mitad del siglo XX, generó gran confusión en el movimiento comunista. A raíz de esto, la cuestión de qué vía debía seguirse para transformar la realidad latinoamericana —el camino de la insurrección (vía Moscú), o el camino de la guerra popular prolongada (vía Pekín)— se puso al orden del día.
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En medio de este contexto, el triunfo de la Revolución Cubana cayó como anillo al dedo. Las organizaciones de izquierda consideraron que la victoria sobre la dictadura de Fulgencio Batista probaba la viabilidad de una revolución socialista adecuada a las condiciones propias de la realidad latinoamericana. Debido a ello restaron importancia a los problemas políticos que planteaba el PCCh en su crítica al pcus, asumieron sin mayor reflexión una posición partidista por alguno de los dos bandos e iniciaron una serie de preparativos y experimentos revolucionarios, que aunque supuestamente estaban inspirados en el marxismo-leninismo —y a veces hasta en el pensamiento de Mao Tse-Tung—, se encontraban lejos del sentido original de estas teorías [8]. Así las cosas, América Latina fue escenario de heterogeneidad política. Cada grupo interpretaba el marxismo a su manera y combinaba a su antojo «las vías a seguir» [9]. No sorprende encontrar organizaciones «maoístas» que participaban en elecciones, partidos pro soviéticos que en medio de una política internacional de coexistencia pacífica mantenían activa la guerrilla, grupos pro chinos que utilizan el foco guerrillero como estrategia militar, e, incluso, «marxistas cristianos» y «curas rojos». Ese fue el caso de las organizaciones de izquierda en Colombia.

Para la década de los sesenta, Colombia era laboratorio de un gran número de experimentos revolucionarios que empleaban la escisión entre chinos y soviéticos para justificar su animadversión hacia otras organizaciones, pero que procedían, en su mayoría, inspirados por la Revolución Cubana. En el curso de diez años (1959-1969), el país presenció el surgimiento y la desaparición de cientos de grupos, organizaciones y partidos de izquierda, entre los cuales se destaca el Movimiento Obrero Estudiantil Campesino 7 de Enero, MOEC (1959-1966), uno de los promotores iniciales en América Latina de la lucha armada como estrategia para la toma del poder, y primera expresión de la Nueva Izquierda en Colombia [10]; las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC (1964); el Ejército de Liberación Nacional, ELN (1964); el Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista, PC–ML (1963-1965); el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR (1969).

Mauricio Archila Neira define la década de los sesenta como un período de surgimiento y consolidación de la Nueva Izquierda en Colombia [11]. Los «nuevos» surgieron en oposición a la izquierda tradicional representada por el Partido Comunista de Colombia (PCC), fundado en 1930 bajo la influencia de la Tercera Internacional [12]. Desde su fundación, el PCC se caracterizó por aplicar la política de frente unido con algunos sectores de la burguesía, sobre todo, con los encabezados por el Partido Liberal. Con la instauración del Frente Nacional (1958-1974), el PCC asumió la «lucha democrática» dentro de la estrategia política de «combinar todas las formas de lucha», concepción consistente en amalgamar la participación electoral con la lucha armada [13]. En el marco de esta estrategia, en 1964 surgieron las FARC, «una organización agraria en armas» que desde sus orígenes contó con una base social esencialmente campesina y con el acompañamiento urbano del PCC [14]. Bajo la dirección del PCC —que durante los sesenta se dedicó a fortalecer la lucha guerrillera para presionar reformas en el «antidemocrático» y «oligarca» sistema del Frente Nacional—, esta guerrilla pasó a ser una de las principales manifestaciones de la izquierda subversiva en Colombia.

En el mismo año que se crearon las FARC surgió el Ejército de Liberación Nacional (ELN) como organización guerrillera de corte foquista. En su construcción, jugó un papel central la juventud proveniente del Partido Comunista (PC), El Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) y el Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC). Una de las figuras más reconocidas de este movimiento fue Camilo Torres Restrepo, sacerdote inspirado por la teología de la liberación.

En 1965 apareció el PC-ML producto de una escisión del PCC. En sus inicios el PC-ML defendió la teoría foquista propuesta por el Che Guevara, promovió focos armados y acciones guerrilleras en el Magdalena Medio, el Valle del Cauca, el Alto Sinú y San Jorge en Córdoba —«Zona flor» [15]—. En 1967, después de una serie de fracasos militares decidió abandonar dicha estrategia y basado en el análisis según el cual la mayoría de la población colombiana estaba en el campo, adoptó la estrategia de la guerra popular prolongada que implicaba rodear las ciudades desde el campo. Para ello formó el EPL, una guerrilla de corte maoísta, y trasladó al campo la dirección nacional [16].
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También en el campo maoísta, por lo menos en teoría, se encuentra el MOIR, organización fundada en 1969 en Medellín producto de la desaparición del MOEC [17]. el MOEC fue el primer hito en la formación de la nueva izquierda, [18] surgió en 1959 como una organización de corte foquista que pretendía realizar acciones guerrilleras y organizar a la clase obrera. Después de fuertes derrotas militares, el MOEC se dividió en dos tendencias: [19] la «izquierdista», que abogaba por la insurrección, y la «marxista» que insistía en la necesidad de organizar al pueblo antes de intentar tomar el poder por la vía armada. Esta última se dividió a su vez en varios núcleos, uno de los cuales, encabezado por Francisco Mosquera, dio origen al MOIR. Al principio el MOIR no fue un partido político, sino una organización que reunió a diferentes agrupaciones sindicales, como el Bloque Sindical Independiente de Antioquia, el Bloque Sindical Independiente de Santander, el Frente Sindical Autónomo del Valle, la Unión Sindical Obrera (USO), la Federación Nacional de Trabajadores de Carreteras (FENALTRACAR) y la Federación de Trabajadores del Petróleo (FEDEPETROL). Sin embargo, poco tiempo después de haberse constituido, se configuró como una expresión partidaria cuyo momento definitivo fue el Pleno de Cachipay, realizado en la finca San José de ese municipio durante los primeros días de octubre de 1970 [20]. A diferencia del PC-ML, el MOIR no practicó la lucha armada y a partir de 1972 decidió participar en elecciones, supuestamente, como una aplicación de la política de frente unido propuesta por Mao Tse-Tung [21].

Eduardo Pizarro Leongómez propone que la expresión del polo popular a través de la lucha guerrillera durante los sesenta se debió a dos razones: primero, a que el Frente Nacional cerró los espacios para que fuerzas diferentes a los partidos tradicionales (liberal y conservador) pudieran expresarse y disputarle su hegemonía; segundo, a que la estructura organizacional de los actores sociales populares era débil. Esto facilitó a las vanguardias armadas actuar en su nombre. Durante la primera mitad de la década siguiente, el fortalecimiento organizativo del movimiento popular (estudiantil, sindical, campesino, e incluso el mismo movimiento teatral) contrastó con el declive de las organizaciones guerrilleras [22], las cuales replantearon el papel de la lucha armada y prestaron mayor atención a desarrollar otros frentes de acción [23]. La decadencia de la lucha guerrillera coincidió (¿incidió?) con el incremento en la politización y vinculación de los dramaturgos con las luchas populares y las organizaciones de izquierda.
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Resumiendo, durante la década de los sesenta, la izquierda tradicional, representada por el PCC, se fraccionó dando origen a numerosas disidencias entre las cuales se destacó el MOEC —cuya posterior fracción dio origen al MOIR— y el PC-ML. En este mismo período, la izquierda, alentada por la Revolución Cubana, se caracterizó por emplear la lucha armada como estrategia revolucionaria: el MOEC se basó en el foquismo, el PCC creó las FARC como su brazo armado, el ELN se erigió como aparato político-militar y el PC-ML fundó el EPL. Hacia el ocaso de los sesenta, los proyectos armados y la lucha guerrillera fueron puestos en tela de juicio y las organizaciones de izquierda prestaron mayor atención a desarrollar otros frentes de acción.

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El presente artículo hace parte del libro «¡A teatro camaradas! Dramaturgia militante y política de masas en Colombia (1965-1975)». Medellín: Fondo Editorial FCSH, Universidad de Antioquia, 2015

NOTAS

[1] Citado en Álvaro Acevedo Tarazona y Diana Crucelly González, «Jóvenes muy rebeldes: una aproximación a la memoria cultural de la juventud colombiana de los años sesenta y setenta», Entornos 24 (2012): 201-10.

[2] Entrevista de Mayra Parra y Sebastián Maya a Héctor Bayona, Bogotá, 3 de octubre de 2011.

[3] Marcelo Carmagnani, El otro occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la globalización (México: El Colegio de México, 2004).

[4] Marina Lamus Obregón, Geografías del teatro en América Latina: un relato histórico (Bogotá: Luna Libros, 2010), 325-28.

[5] Hans-Joachim Konig, «El intervencionismo norteamericano en Iberoamérica,» Historia de Iberoamérica, tomo 3 (Madrid: Ediciones Cátedra, 1992).

[6] Alan Angell, «La izquierda en América Latina desde c.1920», Historia de América Latina, vol. 12, coord. Leslie Bethell (Barcelona: Crítica, 1997), 73.

[7] Las corrientes que reivindicaban el marxismo como ideología habían sufrido una gran escisión que se materializó en el xx congreso del pcus (1956). En ese congreso los soviéticos institucionalizaron la línea de la coexistencia pacífica y atacaron el culto a la personalidad, representada por Stalin y toda su obra revolucionaria. Los chinos, con Mao Tse-Tung a la cabeza, lideraron una fuerte lucha en contra de las posiciones del pcus, las acusaron de revisionistas y las explicaron como producto de la transformación de la Unión Soviética de país socialista en país capitalista-imperialista, aunque siguiera manteniendo la apariencia de baluarte del proletariado. Partido Comunista de China, Desarrollo de las divergencias entre el pcus y el PCCh, tomo 1 (Bogotá: Editorial Arco y Flecha, 1976).

[8] Eduardo Pizarro pone como ejemplo la pretensión de ver en el foquismo un desarrollo de las tesis leninistas sobre el Partido, y manifiesta al respecto que eso solo es una «inversión doctrinaria, que busca probar continuidades aun cuando el sentido original se haya vaciado en su real contenido». Eduardo Pizarro, «La insurgencia armada: raíces y perspectivas», Pasado y presente de la violencia en Colombia, comps. Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda (Medellín: La Carreta Editores/ Universidad Nacional de Colombia, 2009), 323.

[9] Eduardo Pizarro señala tres tácticas guerrilleras que, con diversas variantes, fueron implementadas en América Latina, tales son: el foco insurreccional, que consiste en un pequeño núcleo rural catalizador del descontento popular; la guerra popular prolongada, que implica una firme implantación del poder en zonas rurales con el fin de cercar las ciudades desde el campo; y la insurrección, que privilegia la realización de acciones guerrilleras «audaces» en los centros urbanos para desestabilizar el poder. Pizarro, «La insurgencia armada», 324.

[10] Salvo la presentación del Teatro Escuela de Cali en las gradas del Capitolio Nacional, con la obra Ubu Rey, en el marco del III Festival Nacional de Teatro, el año 1959 no presentó mayores novedades en el ámbito teatral. No ocurrió lo mismo en el terreno político, que registró un incremento en las expresiones de inconformidad contra el Frente Nacional —provenientes principalmente de los estudiantes y trabajadores urbanos— con respecto al año precedente. Mauricio Archila Neira, Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-1990 (Bogotá: icanh/cinep, 2005), 134-35. José Abelardo Díaz Jaramillo señala las protestas contra el alza en las tarifas del transporte urbano en Bogotá, realizadas durante este año, como la coyuntura en medio de la cual surge el MOEC. Asimismo plantea 1966 como el punto de quiebre de la historia del MOEC como expresión política de la izquierda en Colombia. José Abelardo Díaz Jaramillo, «El Movimiento Obrero Estudiantil Campesino 7 de Enero y los orígenes de la Nueva Izquierda en Colombia 1959-1969» (Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, 2010), 10-27.

[11] Archila Neira, Idas y venidas, 277-78.

[12] Medófilo Medina, Historia del Partido Comunista de Colombia, vol. 1 (Bogotá: Editorial Colombia Nueva Ltda., 1980).

[13] Martha Harnecker, Combinación de todas las formas de lucha (Bogotá: Ediciones Suramérica, 1989).

[14] Carlos Medina Gallego, «FARC-ep y eln una historia política comparada (1958-2006)» (Tesis de doctorado Universidad Nacional de Colombia, 2010) 181.

[15] Álvaro Villarraga y Nelson Plazas, Para reconstruir los sueños. Una historia del EPL (Bogotá: Fondo Editorial para la Paz Fundación Progresar, 1994). Fabiola Calvo, Colombia: EPL, una historia armada (Madrid: Ediciones Vosa S.L., 1987).

[16] Entrevista de Mayra Parra a Bellita Gómez, Cali, 27 de marzo de 2012.

[17] Umberto Valverde y Óscar Collazos, Colombia: tres vías a la revolución (Bogotá: Círculo Rojo Editores, 1973).

[18] Archila Neira, Idas y venidas, 278.

[19]  Díaz Jaramillo afirma que fueron tres las expresiones políticas que se derivaron del MOEC: una de ellas dio origen al Movimiento Camilista Marxista Leninista; otra a las Fuerzas Unidas de Liberación (ful), Fuerzas Armadas de Liberación (fal); y una última, al Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR). Díaz Jaramillo, «El Movimiento Obrero Estudiantil», 121.

[20] Díaz Jaramillo, «El Movimiento Obrero Estudiantil», 136-71.

[21] Ver Tribuna Roja órgano del MOIR a partir de 1972.

[22] De acuerdo con Pizarro, el EPL estuvo al borde de la desaparición como consecuencia de dos cercos de aniquilamiento entre los años 1967-1969, y escisiones internas. El eln sufrió un duro revés con la «Operación Anorí», las FARC venían debilitadas desde las operaciones en El Pato y Guayabero. Pizarro, «La insurgencia armada», 324.

[23] Mauricio Archila Neira plantea seis grandes momentos en la creación o desaparición de organizaciones de izquierda en Colombia para el período 1958-1990, a saber: 1958-1965 surgimiento de la «nueva izquierda» (grupos que aparecen en oposición al PCC); 1965-1970 consolidación de esa izquierda; 1970-1975 rEPLanteamiento; 1975-1981 intentos de unidad y reverdecer guerrillero; 1981-1985 diálogos de paz y reagrupamientos; 1985-1990 retorno a la guerra y polarización en torno a la Constituyente. Archila Neira, Idas y venidas, 277-78.

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* Mayra Natalia Parra Salazar (Itagúí, Antioquia) Es Historiadora de la Universidad de Antioquia. Estudiante de Maestría en Sociología en la misma universidad. Obras: ¡A teatro camaradas! Dramaturgia militante y política de masas en Colombia (1965-1975). Medellín: Fondo Editorial FCSH, Universidad de Antioquia, 2015; Medellín (Rojo) 1968. Protesta social, secularización y vida urbana en las jornadas de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Medellín: Planeta / Alcaldía de Medellín, 2012. En coautoría con Óscar Calvo Isaza. no tiene más publicaciones Premio a la investigación estudiantil Universidad de Antioquia, Universidad de Antioquia – Octubre de 2013; Premio Jorge Bernal, Noviembrede 2015. Medellín (rojo) 1968: Una zona de contacto trasnacional en un período revolucionario. Inicio: Junio 2011 Fin proyectado: Diciembre 2011 Fin: Diciembre 2011 Duración 5; Proyecto GOMIAM Fase II. Políticas públicas para el desarrollo de la minería a pequeña escala. Chocó; ¿Territorios en venta? Redes de la minería mecanizada en territorios de exclusión y pobreza. El caso del Alto San Juan chocoano. Inicio: Febrero 2015 Duración Cargo: Coordinadora del Semillero de Investigación del Grupo Medio Ambiente y Sociedad (SIGMAS) Marzo de 2015 a la fecha. Actividades de investigación: Joven Investigador – Título: ¿Territorios en venta? Redes de la minería mecanizada en territorios de exclusión y pobreza. El caso del alto San Juan chocoano Marzo 2015 Febrero 2016 Correo-e: asia_1701@yahoo.com.mx

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