Literatura Cronopio

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El poema «Idilio» es una composición que describe una relación amorosa a través de un diálogo entre dos voces poéticas. En estos versos no vemos los tonos tiernos de la poesía romántica, sino un realismo duro y seco.

—Ella lo idolatró y Él la adoraba…
—¿Se casaron al fin?
—No, señor, Ella se casó con otro.
—¿Y murió de sufrir?
—No, señor, de un aborto.
—¿Y Él, el pobre, puso a su vida fin?
—No, señor, se casó seis meses antes
del matrimonio de Ella, y es feliz.

En este poema, la primera voz introduce la historia e informa a la segunda voz. Según mi interpretación de este ‘diálogo,’ las dos voces representan distintas actitudes ideológicas. Las preguntas planteadas por el segundo interlocutor son muy dramáticas y exageradas; las nociones de morir de sufrir o suicidarse por un amor no correspondido parecen ser desmesuradas y reflejan una actitud romántica. Pero el poeta, a través de la primera voz, rechaza esa actitud sentimental al ofrecer soluciones concretas a las preguntas; y son respuestas cortantes y bruscas: Ella se casó con otro. Murió de un aborto. Y esto no le afectó a él, porque ya se había casado. Lo irónico de este poema es la causa de la muerte de Ella, y la indiferencia de Él frente a esa muerte. Si desentrañamos la cronología de los eventos narrados en el poema, el orden sería: Primero la relación apasionada (con idolatría y adoración); mientras tanto, Él se casa y vive feliz. Seis meses después, Ella se casa y muere de un aborto. Pero, ¿por qué se sometería a un aborto una mujer casada? El poema está dando todos los indicios de una relación furtiva entre los dos sujetos. Aquí Silva ataca a la concepción tradicional del amor y del matrimonio al insinuar infidelidad o adulterio. Podemos deducir que los dos amantes están involucrados en otra relación, y que están engañando a sus respectivas parejas. Esta idea socava la concepción del amor, y podría haber producido disgusto para el lector de la época.

Tanto «Idilio» como los otros poemas aquí analizados demuestran una característica peculiar de Gotas amargas: la supresión del ‘yo’ poético. Para ilustrar esta idea, conviene mirar brevemente los dos poemas más reconocidos de Silva: «Poeta di paso» y «Nocturno III». En ambos, la voz dolorida del poeta resalta de una manera nítida. En el primero, basta mirar dos versos de la última estrofa para advertir la voz íntima y subjetiva del ‘yo’ poético. El poeta canta: «¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!» Y el poema cierra con un alarido apenado: «¡y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!» Al comienzo de la segunda estrofa de «Nocturno III» vemos el mismo sufrimiento íntimo del poeta: «Esta noche / solo, el alma / llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte». Los fragmentos que he puesto en itálicas plasman la tristeza del poeta de tal manera que hasta el lector se compadece de Silva. Pero en Gotas amargas, la voz poética es impersonal, es una voz narrativa, a veces prosaica, que impide entrever el ‘yo’ del poeta.

Para apreciar la exquisita combinación de humorismo, pesimismo y ciencia en la obra de Silva, no podemos prescindir de «Zoospermos». En este poema, que algunos llaman grotesco, el científico Cornelius Van Kerinken se enloquece observando los espermatozoides, y especulando sobre el destino que les habría aguardado si no hubieran estado bajo su microscopio. Se imagina que, si uno hubiera llegado a convertirse en hombre: «hubiera sido un Werther / y tras de mil angustias / y gestas y pasiones / se hubiera suicidado / con un Smith & Wesson / ese espermatozoide». Esta referencia a Werther refleja el «mal del siglo» experimentado por el poeta, y subraya el tema de la muerte y el suicidio en su obra. Aquí, como en otros poemas, el suicidio está presentado como la resolución, como la única solución capaz de ponerle fin a la melancolía y el sufrimiento psicológico. Luego, Van Kerinken se imagina lo que los demás espermatozoides hubieran sido: «el otro, el pequeñísimo, / algún poeta lírico; / y el otro, aquél enorme, / un profesor científico / que hubiera escrito un libro / sobre espermatozoides». Pero esas especulaciones solo son elementos de la imaginación de Cornelius, ya que este poema termina con el leitmotiv de Silva, la muerte:

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Afortunadamente
perdidos para siempre
os agitáis ahora
¡oh puntos que sois hombre!
entre los vidrios gruesos
traslúcidos y diáfanos
del microscopio enorme;
afortunadamente,
zoospermos, en la tierra
no creceréis poblándola
de dichas y de horrores;
dentro de diez minutos
todos estaréis muertos,
¡hola! espermatozoides.

Así el ilustre sabio
Cornelius Van Kerinken,
que disfrutó en Hamburgo
de una clientela enorme
y que dejó un in-folio
de setecientas páginas
sobre hígado y riñones,
murió en Leipzig maniático,
desprestigiado y pobre,
debido a sus estudios
de los últimos años
sobre espermatozoides.

En «El mal del siglo», el bardo bogotano utiliza la forma de un diálogo dramático entre un paciente y un doctor para enumerar todas las aflicciones mentales que aquejaban a las sociedades y a los escritores finiseculares. El enfermo confiesa al doctor su «desaliento de la vida» declarando que es «El mal del siglo… el mismo mal de Werther». (Werther aparece en varios poemas de Silva, no solo en esta colección, sino en otros poemarios también. Es un personaje literario que acaba por quitarse la vida debido al sufrimiento psicológico causado por una frustración amorosa). Informado de estos síntomas, el doctor le ofrece al paciente un remedio que ignora su padecer psicológico. Es como si el doctor estuviera diciendo que no había nada que se podía hacer para curar al paciente, ni tampoco para curar el «mal del siglo». Este concepto refleja la influencia que los simbolistas franceses ejercieron sobre Silva —y en el próximo poema «Cápsulas», el poeta incluso menciona directamente el spleen francés—. «El mal del siglo» demuestra una técnica que se utiliza recurrentemente en Gotas amargas: un final sorprendente. Según Hector Orjuela, «Silva utiliza la ironía para criticar los vicios sociales, las ideas y actitudes de la época y a menudo un toque humorístico al final de un poema produce el efecto deseado» (117). Vemos esta combinación de ironía y humorismo en los dos poemas analizados anteriormente: «Idilio» y «Enfermedades de la niñez».

El tema del pesar psicológico presente en «El mal del siglo» reaparece en el poema «Cápsulas». La prosodia de este poema sigue un patrón bastante tradicional: se compone de tres sextetos con versos heptasílabos, endecasílabos, con un verso alejandrino al comienzo de la segunda estrofa. Los versos impares están constituidos por los endecasílabos y el alejandrino, mientras que los versos pares son heptasílabos. En la primera estrofa Juan de Dios sufre lentamente debido a una relación amorosa frustrada. Pero al final «se curó con copaiba y con cápsulas / de sándalo Midy». Aquí Silva nos está sugiriendo que los males del espíritu pueden ser simples males digestivos. Las cápsulas que curan la mala digestión emocional en la primera estrofa nos preparan para la llegada de las cápsulas que curan de todo al final del poema.

En la segunda estrofa, Juan se enamora otra vez, ahora de «la histérica Luisa», pero ese amor también estaba destinado a fracasar. Juan «se enflaqueció, se fue poniendo tísico / y al año y medio o más / se curó con bromuro y con las cápsulas / de éter de Clertán». Otra vez Juan se cree curado por un remedio medicinal, pero en realidad no existe nada que lo pueda curar del sufrimiento. Las curaciones que él busca no corresponden a su aflicción, pero está convencido de que las cápsula sí funcionan. En este poema se advierte otra vez la proliferación de términos científicos: histérica, tísico, bromuro, cápsulas, éter.

En la tercera estrofa, vemos la culminación del desaliento y la desesperación de Juan de Dios:

Luego, desencantado de la vida
filósofo sutil,
a Leopardi leyó, y a Schopenhauer,
y en un rato de spleen
se curó para siempre con las cápsulas
de plomo de un fusil.

Estructuralmente, el poema plantea una progresión de sufrimiento en Juan de Dios que se puede observar en la cantidad de tiempo que dura en ‘curarse’ de cada arrebato psicológico. En la primera estrofa se curó tras «tres meses de amarguras graves». En la segunda, convalece después de «año y medio o más». Pero luego «el pobre Juan de Dios» se contagia del desaliento de la vida. Este «mal del siglo» emparenta a Silva con los simbolistas franceses, y especialmente con Baudelaire y su spleen, y es evidente que está en esta estrofa. No está desencantado del amor, sino de la vida. Esta vez, no parece haber ningún remedio, y el sujeto toma la decisión final: se quita la vida porque ya no puede aguantar la desilusión. Este poema ilustra la omnipresencia de la muerte en la obra de Silva, y el ansia con que el poeta la esperó. Muchos han leído este poema como una anticipación del suicidio de Silva.

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Para apreciar aun más la distancia filosófica entre Silva y sus antecesores románticos, y para subrayar aun más el pesimismo y el escepticismo del poeta, conviene considerar «La respuesta de la tierra». Con respecto a la versificación, está compuesto de veinticinco versos alejandrinos. La rima es muy variada, con siete combinaciones diferentes de rima consonante. Con esta obra, Silva nos presenta a un gran poeta lírico, quien es un «sacerdote de la tierra». El poeta manifiesta las inquietudes que siente por causa del abandono en que la tierra tiene al hombre:

Nosotros esperamos un cielo o un infierno,
sufrimos o gozamos en nuestras breves horas,
e indiferente y muda tú, madre sin entrañas,
de acuerdo con los hombres no sufres y no lloras».

Luego, el poeta interpela a la tierra, en un esfuerzo de desentrañar los misterios de la vida:

¿Qué somos? ¿A do vamos? ¿Por qué hasta aquí vinimos?
¿Conocen los secretos del más allá los muertos?
¿Por qué la vida inútil y triste recibimos?
¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos?
¿Por qué nacimos, madre, dime, por qué morimos?

Pero sus interrogaciones parecen llegar a oídos sordos. El gran poeta, sacerdote de la tierra, no recibe ninguna respuesta: «La tierra, como siempre, displicente y callada, / al gran poeta lírico no le contestó nada». Este poema representa otro desafío de Silva de la ideología romántica, y nos muestra su verdadero escepticismo y descreencia. Para Silva, el poeta sí es un ser maldito y desdichado, pero no está en contacto con las fuerzas del universo. No vive en armonía sino en disyunción con la naturaleza. Si los románticos se proponían comunicar al lector lo que éste no podía discernir del universo, Silva nos está diciendo que no hay ningún secreto que desvelar. Si no existe ninguna explicación sobre el sentido de la vida, o el destino del hombre, ¿qué es lo que queda? Para Silva, solo existía la ironía y la muerte.

En «Rien du tout», el poeta satiriza otra vez a la sociedad al describir a una joven espectadora del teatro. En términos de la prosodia, el poema es un soneto, pero no está compuesto de versos endecasílabos, sino de eneasílabos. Aquí vemos otra vez la predilección de Silva por este verso. Estructuralmente, el poema sigue el patrón común de un soneto. En la primera estrofa se establece la situación: La espectadora siente una angustia inmensa al ver morir a la protagonista de una ópera. En la segunda, se amplía la situación inicial: El poeta le pregunta a la joven ¿qué fue lo que sintió? Y ¿por qué una reacción tan intensa, si fue tan solo una producción teatral? Parece que el hablante está burlándose de la sensibilidad de la espectadora. En la tercera estrofa hace una elaboración sobre el estado emocional de ella:

Y lloraste y te conmoviste,
y estabas tan pálida y triste
como pocas se ven aquí;

y yo exclamé: ¡Qué cosas raras!…
Mejor fuera que tú lloraras
No por Margarita… por ti.

Al señalar la conmoción exagerada de la joven, el poeta crea suspense para la satírica estrofa final del poema. Se burla de la sensibilidad de la joven, y esta burla, a la vez, sirve como una mofa de cualquiera que sintiera como ella. Vemos otra vez el escepticismo crítico de Silva frente a los temas sentimentales. Parece estar criticando a toda la sociedad por su afición hacia los excesos emocionales.

Al analizar una obra poética siempre resulta necesario separar el contenido de la obra del poeta que la crea. Por eso solemos emplear términos como «la voz poética» o «el hablante» cuando evaluamos lo que se nos comunica en un poema. Pero si consideramos la relación entre poeta y obra que Torres–Rioseco propone, entonces no resulta tan definida la línea divisoria entre poema y artista: «La obra poética no es más que una serie de estados psicológicos del hombre–poeta» (106). En este sentido, Gotas amargas puede interpretarse como la culminación de amargura y pesimismo en la obra, y también en la vida, de José Asunción Silva. A través de su obra, se puede trazar una línea que señala su trayectoria vital. Siempre está presente la angustia; la notamos en sus más célebres composiciones. Pero en Gotas amargas no es la angustia del ‘yo’ que llama la atención. El tono crítico, el cambio estético, y la ambigüedad de la voz son las características que sobresalen de esta colección. En su perspicaz análisis de la obra, Orjuela afirma que «en las Gotas amargas está el Silva conceptual, reflexivo, pesimista, el bardo irónico, el intelectual ‘fin del siglo’ perseguido por la ansiedad y el tedium vitae, y el nihilista escéptico que sonríe burlonamente ante las flaquezas de la sociedad de su tiempo» (114).

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María Dolores Jaramillo afirma que «Gotas amargas es un grupo homogéneo de poesías, en su actitud estética y en su visión ideológica del mundo de final de siglo» (154). Muchos dicen que representa la primera obra anti–poética de la tradición hispanoamericana. Y otros lo consideran una nítida declaración de principios anti–románticos. La angustiosa poesía elegiaca de Silva lo ha consagrado como precursor del Modernismo y como uno de los grandes poetas de la lengua española. Pero, como he señalado aquí, Gotas amargas no parece armonizar con el resto de su producción literaria. ¿Qué podemos concluir, entonces, sobre esta colección? ¿Qué significado debemos extraer de esta poesía? Valdría la pena que nos fijáramos en el hecho implícito que impregna esta obra: para el poeta la muerte es la única cura capaz de borrar la desazón causada por el ‘mal del siglo’. Las gotas amargas de las que Silva habla representan esa solución: la muerte. Para Silva, y por extensión, para el lector, la muerte es la única opción para escapar de la desilusión, la amargura y el sufrimiento. Si ciertos poemas de esta colección pueden leerse como anticipaciones del suicidio de Silva, el poema «Psicopatías» representa su afirmación explícita de que la muerte es el único escape. Como nos indica en el poema, nadie «se curará hasta el día / en que duerma a sus anchas / en una angosta sepultura fría, / lejos del mundo y de la vida loca, / entre un negro ataúd de cuatro planchas, / ¡con un montón de tierra entre la boca!» Este gran poeta buscó la muerte que tanto anhelaba, la que sabía muy bien que sería su único refugio, el día 24 de mayo de 1896, y con una cápsula de plomo se disparó en el corazón, poniéndole fin a su vida atormentada y a su magistral producción literaria.

OBRAS CITADAS

Jaramillo, María Dolores. «Gotas Amargas De José Asunción Silva». Thesaurus 48.1 (1993): 153–64. Print.
Orjuela, Héctor H. «La Angustia Existencial En José Asunción Silva». «De Sobremesa» Y Otros Estudios Sobre José Asunción Silva. Bogotá: Instituto Caro Y Cuervo, 1976. 69–124. Print.
Silva, José Asunción. Obra Poética. Comp. Jesús Munárriz. Madrid: Hiperión, 1996. Print.
Torres–Rioseco, Arturo. Precursores Del Modernismo. Madrid: Calpe, 1925. Print.

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* Sean Cook. Nacido en Binghamton, Nueva York en el año 1985, es profesor de lengua y literatura en Binghamton University (SUNY). Cursó literatura española e hispanoamericana en la misma universidad, donde obtuvo el grado de máster en 2015. Además de realizar estudios sobre escritores latinoamericanos, se dedica a la traducción literaria, especializándose en escritores contemporáneos. En 2015 publicó The Land of the Crazy Trees and Other Stories, una colección de dos cuentos y la novela El país de los árboles locos del escritor colombiano Gustavo Arango.

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