Las carcajadas punzaban su panza, sus ojos, su mente. No paraba de reír con una de las risas más feas que hubiera podido ver nunca en la realidad o en comedias o películas de terror. —¿Me vas a explicar por qué te burlas, así tratas a quien tanto te ama? —Nah. Detuvo su risa y lo miró con una mezcla de ternura y lástima. —Acaso nunca te has dado cuenta que tus polvos y tus pajas, tan imaginarios como reales, no han sido sino fantasías de películas piratas? Él descubrió que en el colmo de su simpleza tenía razón, recordó el primer «Te amo» resultante de la sobredosis de adrenalina y serotonina producidas por el placer fragmentado, recordó la respuesta de ella en la que le decía algo así como que ya lo sabía y constató que en la vorágine de su relación nunca se preguntó por qué ella no dijo amarlo y cómo nunca le pidió que lo dijera porque lo daba por sentado. A fin de cuentas eran las mujeres quienes querían siempre obtener el «amor pronunciado, enunciado, dicho sin necesaria dicha». ¿Qué otra razón habría podido tener ella para convertirse en su Sasha personal?
—Mira gordito. Me has contado en tus delirios postpolvo coitomasturbatorio, que tus dos primeras mujeres eran un remedo de tus fantasías y que luego yo me convertí en tu «fantasía real», cosa que para mí como abogada requiere una apelación, no solo a un mejor gusto sino a la esencia del lenguaje. Si soy real no soy fantástica y si soy fantástica no me importa ser real. El sexo para mí es un objeto de mi inteligencia y por eso me pareció muy tierno que firmaras el contrato a cambio de satisfacer tus deseos de animalito desamparado. Tu segunda me cae muy bien aunque no la conozca. Era una mujer sensata, sin embargo más sacrificada de la cuenta porque te daba lo que no te merecías, prueba de ello es que llegaste a apreciarme a mí por encima de ella; habrías podido explicarle que no eras pedófilo, pero ni siquiera lo intentaste, pusiste tus fantasías por encima de tu mujer perfecta, quisiste convertirla en fantasía y al no poder, la cambiaste por una nueva, la maldita Sasha. Hace tiempo sé que Sasha cambió de vida, era muy inteligente para seguir dejándose dar por el culo por tipos rústicos como tú que no tenían idea de sus ambiciones como ser humano femenino. Pasó de ser usada a usar y aunque con ese buen ejemplo me contradice, le escribí y le propuse que comprara nuestros videos como novedad para su nueva empresa de distribución y realización porno, sobretodo porque el porno casero se ha vuelto más atractivo que esa cosa de coños y pollas excesivamente alumbrados. Shsss ¡no hables! Hemos firmado un contrato por el total de los videos de estos últimos dos años, mi trasero luce tan bien en pantalla como el de ella y los machitos normales se sienten agradecidos con tu cuerpo ovalado que les recuerda a ellos mismos que pueden tener a una parecida a ella, tu panza sacudiéndose sobre mis nalgas divinas les sugiere que «¡sigan soñando papitos!».
—Me estás mamando gallo, además esos videos son míos, yo los hice, yo los edité, solo yo sabía cómo quedarían mejor que los de la productora de Sasha. —Sorry queridito. Nunca debes firmar un contrato en medio de una calentura. Tienes que irte y todo lo que siempre tuviste y creías tener ya no es tuyo; tus chécheres, carrito, apartamentico y lo demás son ahora míos, aunque no los necesite. —Toma lee. —No puede ser, te demandaré. —¿Recuerdas lo que me contaste acerca de cuando la segunda te pilló masturbándote cuando llegó a casa? Yo te hubiera echado de inmediato pero ella no, ella era perfecta y sin embargo la dejaste ir sin mover un dedo como si nosotras fuéramos inagotables, pero ya vas para los cuarenta y ahora en la ruina. Yo no soy como la primera ni como la segunda ni soy mejor que ellas, ése fue tu error. Esas mujeres me producen admiración, hasta amor podrían producirme, fueron geniales. La primera valoró su trasero como tú no pudiste y le dio un bello uso con un hombre adecuado, creativo, divertido. La segunda con todo y lo impresionantemente inteligente que es, según deduzco de tus memorias compartidas, supo darte lo que mucha gente no puede, lo que ella era, podía ser o podía representar; tuvo un miedo sí, pero ¿quién no lo ha tenido? Ni siquiera fuiste capaz de esforzarte para sacarla de su error, porque sin darte cuenta no soportaste que ella se empezase a volver real. Nosotros los abogados jugamos con lo real, volvemos inocente lo culpable o culpable lo inocente, jugamos con los argumentos y al final si no ganamos, no servimos. Eras divertido mientras decías «Sasha, te amo» hasta que me convertiste en tu pornoactriz personal, allí se me acabó el juego. Te di tiempo a ver si me enamorabas, tenías lo necesario, tu cuento, ah, tu cuento; creías en ti y eso hubiera bastado, pero luego ya no creíste sino en mí, hasta tu fantasía de Sasha llevó del bulto. Desde el principio imaginé que podía pasar. Mi conocimiento de las leyes siempre ha estado acompañado de una intuición infalible. Ya no me sirves y lo peor, no me das ni lástima, estás en Babia. —Creo que sigues mamándome gallo, ya deja así. —Toma, es una copia del contrato.
Leyó atentamente mientras el sopor de años de deseos afantasiados se iba diluyendo. En la última cláusula descubrió la punzada definitiva: «La sociedad conyugal será disuelta en su totalidad a partir de la fecha en que Sasha Grey, referencia de los apartados 3 a 7, se retire de su trabajo como actriz pornográfica. Para dar efecto a esta disolución, el suscrito contrayente deberá enterarse por su propia cuenta de tal cambio de estado. Para el reclamo del cumplimiento de la presente cláusula, será considerado principio de razón suficiente, la solicitud de disolución por parte de la contrayente quien para efectos contractuales será reconocida siempre como: la tercera», pero no la vencida.
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* Óscar Ágredo Piedrahíta nació en Cali en 1.965. Es Comunicador Social Periodista egresado de la Universidad del Valle con estudios de Maestría en Literaturas Colombiana y Latinoamericana de la misma universidad. Se desempeña como Profesor del Área de Literatura y Medios de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle. Ha publicado el poemario «Caricias discutibles» y algunos textos sueltos en revistas, sobre todo relacionados con educación. Se considera más un educador que un escritor y sus áreas de trabajo son: la ciudad, el erotismo, lo político y la cultura fúnebre en relación con la narrativa literaria.
El presente cuento hace parte del libro inédito «Relaciones discutibles (cuentos conceptuales)», Universidad del Valle © 2011.