MEDICINA BAJO SOSPECHA, DE EMILIO ALBERTO RESTREPO: MEDICINA EN CUESTIÓN
Por John Jairo Bohórquez Carrillo*
Es un hecho, nos miran con sospecha. Los tiempos han cambiado, hasta hace poco era inconcebible. Pero hoy algunas personas se preguntan: ¿Este médico se vendería a la industria? ¿Trabajará para los intereses de alguna empresa? ¿Será que recibe dinero por lo que me prescribe? ¿Será que está muy amarrado por sus empleadores? ¿Será que piensa en el beneficio del paciente o en el beneficio de un tercero? ¿Será que le ahorra gastos a su patrón? ¿Será que oculta sus malos resultados con esa bata blanca y ese estetoscopio? ¿Sí sabrá hacer eso que dice en su diploma? ¿Sí conocerá los efectos adversos de ese medicamento que prescribe? ¿Cómo sabe lo que tengo sin el resultado de un examen? ¿En verdad sabrá medicina?
La gente se interroga, y lo hace, en muchas ocasiones, con elementos de juicio. Al fin y al cabo, la salud es un tema demasiado importante en la sociedad como para dejarlo únicamente en manos de médicos. Si más personas evaluaran en detalle lo que ocurre en el sistema de atención médica en Colombia o en el mundo, podríamos aproximarnos a construir algo mejor. Si los médicos evaluaran el contexto en que se desenvuelve la medicina, entenderían mejor su labor, harían una mejor medicina, y lograrían que pacientes y sociedad en general comprendieran también ese contexto, azaroso y desafiante. Y propondrían cambios que mejoraran las condiciones.
Los médicos tenemos tantas cosas por decir. Lo que pasa es que no es fácil salir a ventilarlas. Podrían suceder muchas cosas, podrían desatarse furias, malquerencias, malas miradas. Es decir, escribir es un acto de valentía. Es como desnudarse en la mitad de una calle comercial de una gran ciudad en una tarde soleada y concurrida. ¿Cuántas críticas podrían surgir? El pavor a los comentarios críticos paraliza a los más prometedores escritores. El que publica es un valiente, el que remueve con sus libros o con sus versos «el hielo que llevamos dentro» es un valiente. Hay que ser muy valiente para escribir y para publicar, y mucho más valiente aún para escribir y publicar sobre el mundo de la medicina actual, un mundo que a veces se percibe como un ambiente inaccesible, vedado, casi «sagrado», del que no se puede hablar, mucho menos criticar, so pena de ser sometido al escarnio público. El profesor Emilio Restrepo es un valiente.
Ahora, en pandemia, aparte de lo mucho que nos han tratado de «héroes» en los medios, también nos han maltratado. Agresiones en los consultorios, en las mismas unidades residenciales, en la calle, falta de elementos de protección personal, atraso en los pagos de los salarios en algunas instituciones. Los viejos tiempos reverenciales hacia el médico ya son un asunto de la historia, una mera añoranza de algunos.
Y ni hablar de cómo tratan al médico contractualmente. Es decir, cómo nos ven los contratantes, los que dan empleo. ¿Qué proporción de los médicos de hoy son contratados de manera decente? En Colombia somos aproximadamente 123.000 médicos, de los cuales 87.000 son médicos generales y 36.000 médicos especialistas. Los cálculos más optimistas de las múltiples agremiaciones médicas colombianas hablan de que cerca del 70 % de ellos está contratado por prestación de servicios o por otras modalidades picarescas de tercerización laboral, totalmente desventajosas para cualquier profesional. Puro trabajo indecente. Esa es una de las cosas por contar. Y no es fácil, es salir a denunciar que alguien vino a hacer negocios con el trabajo del médico.
Son tan azarosos los caminos que ha tomado la medicina moderna que hasta hizo surgir una nueva clase de abogados, aquellos pendientes del «error médico», que pululan en las afueras de los hospitales, «gallinazos» los llaman, o «litigantes carroñeros», como muy bien los llama y los describe Emilio:
«Y los profesionales del derecho se la pillaron, porque la ley no los castiga por demandar, aunque de entrada sepan que no van a ganar. Porque eso es lo grave, lo tienen muy claro, y aun así demandan, todo por la plata, aunque sepan que lo más probable es que pierdan. En ese asunto de la codicia y la falta de escrúpulos nos llevan años luz. A su lado, todos somos principiantes. Le echan garra a la plata, le venden la ilusión a la familia y embalan al médico».
Así nos ven algunos abogados, alertas ante el más mínimo indicio de error médico para proceder con las demandas, a veces azuzando a familiares y a dolientes para que instauren esos procesos judiciales, o simplemente asesorándolos para hacerlo. No siempre en la historia el médico trabajó bajo la amenaza y el chantaje de las demandas. Eso es nuevo en la historia de la medicina. ¿Demandaría alguien a Hipócrates? ¿A Galeno? ¿A Avicena? ¿A Maimónides? ¿Cuánto dinero les sacarían? ¿Cuántos médicos, en cambio, han sido despojados hoy día o viven bajo esa amenaza? ¿Cuántos superan de manera positiva esos fallos? ¿Cuántos han dejado la medicina por el miedo que les genera esa amenaza? ¿Cuántos han perdido sus patrimonios o sus fortunas? ¿En qué momento sucedió todo eso? Sin embargo, gánese o piérdase el proceso legal, muy bien nos sugiere la pregunta residual el profesor Emilio: ¿quién puede quedar intacto después del desgaste de un pleito judicial?
Pero no solo nos acechan esos gallinazos. La descripción en esta formidable narración, Medicina bajo sospecha, de lo que hacen algunos médicos, es también delatadora. Definitivamente, tenemos nuestro lado raro, parecemos humanos. Esa enorme variedad de actitudes descritas en esta historia, de marrullas, de envidias, de tumbadas, de mentiras… nos dejan muy mal parados… Humanización en medicina no sería solo, entonces, tratar bien y pertinentemente al paciente. Sería también, y bien importante que lo es, tratar bien al colega. Haber estudiado medicina no nos quita lo grotesco de lo humano. Haber logrado una especialización no nos pule moralmente, como bien se lo explica el narrador al joven e ingenuo colega que escucha todas estas historias mientras espera estresado en la entrada a una audiencia en un salón de los tribunales:
«Esas cosas se dan o no se dan, no por ser médicos, sino por ser humanos. Los grupos de personas reproducen a pequeña escala el comportamiento global de la humanidad. Es decir, junte a un grupo de gente y póngala a interactuar… deles la oportunidad y el tiempo necesario para que se expresen como son, y en pocos días va a ver las intrigas, los celos, la envidia, la hipocresía, la traición, la competencia desleal».
Acostumbrados como estamos a leer con frecuencia loas a la medicina, a «la noble profesión», al «apostolado médico», a su «entrega desinteresada», a la descripción de unos ángeles de bata blanca, a la labor estrictamente científica y humanista de los médicos, esta novela es también, y en contravía, «un tratado sobre la perfidia de la especie» médica, tan parecida a la perfidia humana. Un médico denunciando a otro, instigando demandas, haciendo marrullerías en negocios con otros médicos… De lo peor que podemos hacer los médicos. O negocios con la medicina que se prestan para todo tipo de dificultades, especialmente entre colegas-socios.
¡Qué cuentazo nos creímos los médicos! Que íbamos a ser ricos, que la medicina es para hacer plata, que se puede, que no importa lo que haya que hacer… Para llegar a esto que nos cuenta Emilio:
«Imagínese que hay colegas a los que les tienen que llevar a los niños a los hospitales para que por lo menos los vean una vez a la semana, que se mantienen con una maleta de rodachines en el carro con la ropa para cambiarse de clínica en clínica o una bolsa de pan tajado y unas latas de atún para armar de afán emparedados entre cirugía y cirugía, mezclando la leche en polvo que guardan en un tarrito con el café que sacan casi al escondido de las grecas de las salas de descanso médico. Eso es peor que vivir como indigentes, muy “dotores”, sí, con la cuenta de ahorros a reventar, pero malviviendo de manera miserable. Por eso es por lo que se complican, por eso se enferman, o se separan, o se les daña el genio, o les da insomnio o depresión. Es apenas natural…».
Es decir, si usted quiere saber del ficticio mundo en que viven los médicos… Si usted quiere conocer el arribismo en todas sus versiones… Si usted es estudiante de medicina y quiere conocer el mundo en el que se va a meter… Si es médico, y conoce de pasillos y de cafetines de hospital… lea este libro. No es necesario ver en las plataformas digitales «Grey’s Anatomy», ni «Doctor House», ni «Good Doctor». Acá mismo, en Colombia, en Antioquia, en Medellín, ya están esas historias contadas. Y mucho mejor, más claras, más cercanas a nosotros, en nuestro propio idioma, y con el encanto de los viejos cuentos antioqueños, como los de Tomás Carrasquilla o Jesús del Corral. Si usted no tiene ni idea de los riesgos jurídicos del ejercicio médico (y con él, los otros riesgos: económicos, laborales, de salud, patrimoniales y matrimoniales…), debería leerlo para que sepa bien en qué se va a meter o en qué vive usted o en qué vive su terapeuta. Si no lo sabe, acá lo va a entender: esto que estamos viviendo no es medicina, esto es apenas un andamiaje para la supervivencia del médico y una máquina de terceros para hacer plata (que comparten con algunos muy pocos médicos también), esto es marketing industrial, marketing farmacéutico. La medicina moderna es un negocio, pero ese negocio no es del médico.
Leer al profesor Emilio también es un acto de valentía. Algunos no lo leerán por miedo a lo que podrían encontrarse, por las dudas que les podría generar, por miedo a que se encuentren descritos allí, por miedo a ser reconocidos en estas historias, como si hablaran de ellos mismos. Deje ese miedo y lea esta novela. Lo peor que podría pasar es que aprenda. Que aprenda, por ejemplo, acerca de la pérdida de la inocencia del joven, pero sobre todo acerca de la pérdida de la inocencia del joven médico. Que aprenda acerca de los negocios que crecen alrededor del acto médico: la industria farmacéutica, la industria biomédica, la industria del aseguramiento y la industria de las demandas.
Algún día todo deberá cambiar. Ese sistema deberá desaparecer para dar paso a un ejercicio digno de la medicina, sin miedo ni en el paciente ni en el médico. La sociedad debería ponerse de acuerdo y organizarse para quitar esa amenaza que pesa sobre el ejercicio profesional de la medicina en la vida moderna. ¿Cómo pudo permitirlo? No solo hay maltrato contractual, sino que pende en lo alto una guillotina sobre el médico. Hoy día, no solo gana menos dinero, sino que puede perderlo todo a causa de una demanda, y si no la pierde ejerce estresado, «subiendo y bajando escalas» en los edificios de la administración de justicia. ¿Por qué tiene que ser así? ¿No podría ser de otra manera? ¿Y si se organizara todo distinto? ¿Por qué tienen que existir negocios de abogados y de aseguradoras interesados en el error médico? Si el auténtico interés es controlar la negligencia, la inobservancia y la impericia del médico, y cuidar a los pacientes, ¿por qué tiene que ser con esa estrategia? ¿No dispone el Estado de múltiples herramientas para lograrlo? Todas las medidas que contribuyan a aumentar la seguridad del paciente y a reducir los riesgos inherentes a la atención médica, deben ser implementadas, pero no tiene por qué ser a costa del patrimonio del profesional ni excitando el interés pecuniario de terceros en sus eventuales fallas terapéuticas o procedimentales, desconociendo el amplio margen de incertidumbre propio de la medicina.
¿Por qué tiene que terminar el ejercicio de la medicina en los estrados judiciales? Está bien, castiguen al médico negligente, inobservante, que obra sin experticia… Háganle llamados en privado, llamados en público, una suspensión de su licencia y, si es del caso, una suspensión definitiva. Es decir, que los Tribunales de Ética Médica se encarguen de velar por una buena práctica médica, y que el Estado cree las condiciones para garantizarlo. Pero, ¿por qué, además de eso, hay que esquilmarlo? ¿Dejarlo sin título y sin patrimonio? ¿Por qué ese interés en promover una «Medicina a la defensiva»? ¿Por qué? Si a eso vamos, deberían castigar al Estado por haber titulado a delincuentes de semejante calaña, por no haber tenido la precaución de formarlos bien y de vigilarlos para que no cometieran esos actos criminales.
Ojalá que llegue pronto el día en que la medicina deje de estar bajo sospecha.
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El presente texto es el prólogo de la novela «Medicina bajo sospecha», de Emilio Alberto Restrepo, publicada en 2022 por Editorial CES.
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* John Jairo Bohórquez Carrillo es Médico, Magíster en Administración en Salud. Profesor de cátedra de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.