PARA PRESENTAR «HIPÓTESIS DEL SUEÑO»
Por Miguel Iriarte*
Cuando a finales de 1976 vine a estudiar y a vivir en esta ciudad, aquí encontré la estela de lo que Miguel Falquez–Certain** había dejado en la vida cultural de Barranquilla, antes de mudarse a Nueva York a mediados de los años setenta. Y fui beneficiario como todos los de mi generación de la magnífica programación del Cine Club de Barranquilla que él había fundado y que para entonces dirigía y orientaba nuestro amigo común Braulio de Castro. Fue a través de ese cineclub y de los conciertos del mes del profesor Assa que yo empecé a insertarme en la vida cultural barranquillera y, desde luego, el nombre de Miguel Falquez–Certain era una necesaria referencia. Y desde entonces empecé a leer sus poemas y sus cuentos y sus textos sobre cine que se habían publicado, y que se seguían publicando cada cierto tiempo, en las páginas del suplemento del Diario del Caribe, esa publicación que fue uno de los suplementos literarios considerado por algunos como el mejor que se haya editado en algún momento en este país, creado en 1973 y orientado por la célebre comisión coordinadora; un núcleo intelectual y creativo al que pertenecía también Falquez–Certain.
Desde esos años, que eran por cierto mis años iniciales en la poesía, viene entonces mi contacto con la escritura de este creador barranquillero. Y hago tan vanidosa referencia, más anecdótica que histórica, más periodística que literaria, porque legaliza la afirmación que enseguida haré: la de que lo que hoy está plenamente consolidado como voz poética en esta nueva antología personal de Miguel Falquez–Certain que aquí nos concita, Hipótesis del sueño, ya estaba claramente expuesto y declarado, mucho más que sugerido, en sus poemas iniciales; o al menos en los que terminaron recogidos en su primer libro titulado Reflejos de una máscara, de 1986, que yo recibí, aún sin conocernos Miguel y yo, de manos de Ramón Illán Bacca, a raíz de una de las visitas del poeta a Barranquilla, probablemente un año después de su publicación.
Luego vinieron los otros títulos de su poesía y nuestro encuentro en Nueva York, en 1996, en un recital en el Hunter College de la Universidad de Nueva York; y el volumen de Mañanayer que es una primera antología de su trabajo, y Triacas, su colección de cuentos, libros que me llegarían desde Nueva York, enviados especialmente, y el impagable regalo de su traducción a mi libro bilingüe Cámara de jazz.
En todo caso, en aquellos poemas que conocí primero en los suplementos y luego en su primer libro de poesía, estaban ya prefigurados o claramente perfilados los hitos estilísticos y conceptuales de su poesía en la que ya era claramente sensible, a mi juicio, una desconcertante oscilación entre lo clásico y lo contemporáneo, entre lo culto y lo popular, tanto en términos temáticos como formales, y que hoy son una huella distintiva de su discurso poético. Un discurso en el que el ademán lingüístico, culterano y excéntrico, navega sin problemas en una poesía en la que el lenguaje, sin abandonar jamás la elevación poética, planea también con éxito seguro en la modesta llaneza; y en el que se habla, por ejemplo, de la cocina, o del vitalismo del Benny Moré y de Ricardo Ray y Bobby Cruz a la temible certidumbre trascendental de la muerte, en el poema «Tánatos», por ejemplo; del Muelle de Puerto Colombia y de Creta y de Ítaca a la vegetación feraz del Magdalena. Y de súbito el jazz y Janis Joplin. Pero también Platón, Píndaro y Pericles. De un sancocho [1] que marida con un Marqués de Riscal a la pretensión de saber qué hay en la mente de Dios. Lo importante y particular aquí es que esta oscilación lingüística y conceptual que comento no lesiona jamás la densidad del pensamiento poético de Falquez–Certain porque su escritura y sus ideas obedecen a una operación altamente rigurosa del estilo, a una alta fidelidad al poema y a sí mismo y, desde luego, a la poesía como destino, como fatum, en ese sentido baudelaireiano que el mismo poeta invoca, con letra menuda, en el rincón más recóndito del libro, pero como una dedicatoria, que es también una declaración de principios, en el pie de imprenta de Hipótesis del sueño: «para los que piensan que ‘el poeta está atrapado entre el Infierno de su experiencia y el Paraíso de su nostalgia y, de ese desgarramiento no se puede salvar sino por el poema, que es a la vez la confesión y el exorcismo de su condición’».
Situada en las antípodas de lo coloquial y lo conversacional de cierta poesía contemporánea, la que está contenida en este libro hace gala de una manera de poetizar que propone la indagación filosófica, existencial, planteada en el doble tiempo de una tensión intelectual y sensible, de todo cuanto asume su poesía: lo erótico que repta por la superficie, los intersticios y las grietas profundas del libro; el amor en la vivencia del encuentro y el desencuentro; la referencia culta de la experiencia estética y los viajes; la nostalgia de cosas, lugares, personajes; las grandes preguntas, las lecturas, y lo que el prologuista Fabio Rodríguez Amaya llama la «actualización de cosmogonías y mitologías personales».
Si nos preguntáramos ¿por qué esta poesía de Falquez–Certain se nos presenta desde siempre como una voz al mismo tiempo anacrónica y actual, tan ajena a los entornos de lo que pudiéramos llamar la corriente principal de la poesía colombiana y latinoamericana de hoy? Yo me atrevería a arriesgar la idea de que es porque el quehacer poético de él está asistido por la pretensión de un universo totalizador, en el que lo nimio y lo magnífico están expresados con idéntica trascendentalidad en el lenguaje y las ideas y esta vocación no configura una tendencia claramente referenciable entre nosotros.
Además, en Falquez–Certain convergen diversas sensibilidades que son también capacidades que le vienen dadas por su asumida poligrafía que se expresa en la escritura poética; en la narración del cuento y la novela; en la prosa de la crítica y el ensayo; del complejo universo de la traducción como reinvención de lo primero; y de una escritura más: la dramaturgia. De todo ello se nutre su poesía. Con todas ellas se arma su literatura que dialoga con lo dicho y lo no dicho.
Y aquí vuelvo a coincidir con el lúcido prologuista que muy acertadamente encuentra en esta poesía de Hipótesis del sueño ecos y resonancias de voces fundamentales de los herméticos italianos como Ungaretti, Quasimodo, Montale (y Cardarelli, agregaría yo) y de casos excepcionales en lo hispánico, como los del cubano Lezama Lima («voluptuosidad de lo extenso, pero no gigantismo de lo desmesurado»), como dijera de él el gran Virgilio Piñera; y el español Paco Brines, en especial ese poema titulado «Amor en Agrigento», dedicado a Empédocles de Akragas; y un caso único colombiano, sin el expediente místico, claro, pero sí en la indagación profunda de lo pequeño y de lo grande y en las atmósferas evocativas de lo clásico: me refiero al maestro Gustavo Ibarra Merlano, ya sabemos, un caso excepcional en nuestra poesía del Caribe y colombiana.
Pero mi pretensión no es hacer gala aquí de mis conocimientos últimos de toda la poesía reunida en este libro, porque debo decir que no es ella de fácil entrega ni de concesiones efectistas al lector, ni de temas lisonjeros. Yo recomiendo la lectura en voz alta de estos textos porque algo me dice que mucho del teatro, del lenguaje de la dramaturgia, que el autor ama y cultiva, pareciera emerger como una vegetación que crece por las rendijas del poema, y lo eleva y lo pone en una escena en la que debemos saber situarnos.
Termino dejando constancia de mi complacencia por esta oportunidad, que terminó haciendo posible PoeMaRío, luego de que la presencia del poeta se nos convirtiera con los años en una asignatura pendiente, y la provecho para pagar mi admiración y mi respeto hacia él.
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El presente texto fuelaponencia presentada por el autor en el Centro Cultural Cayena de la Universidad del Norte, Barranquilla, 17 de julio de 2019, durante un homenaje a Miguel Fálquez Certain.
NOTA:
[1] Estofado o caldo típico colombiano de verduras, tubérculos y carne. En sentido figurado se refiere a cualquier mezcla ecléctica de ideas o cosas. N. del e.
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*Miguel Iriarte. Poeta, periodista cultural, ensayista y gestor cultural. Catedrático de Teoría y Crítica Literaria de la Universidad del Atlántico y catedrático de Semiótica y Comunicación de la Universidad del Norte (1997-2017). Ha sido Director del Instituto Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla, así como Secretario Departamental de Cultura y Patrimonio del Atlántico. Cofundador y codirector del Festival Internacional de Jazz de Barranquilla, Barranquijazz. Actualmente es director de la Biblioteca Piloto del Caribe desde 1996. Es director–editor de la revista de investigación, arte y cultura Víacuarenta, cofundador y director del Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío y director del programa radial Radio Grafías de la Palabra. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Doy mi palabra; Segundas intenciones; Cámara de Jazz en edición bilingüe (español-inglés); Poemas reunidos, antología personal; y Semana Santa de mi boca. Es autor de una investigación semiótica y cultural sobre las relaciones de Barranquilla y el río Magdalena y coautor del libro Historia del Jazz en Colombia. Prepara un volumen titulado Protextos, una compilación de notas, conferencias, artículos, ensayos y entrevistas sobre temas académicos y culturales, y una novela titulada Leche de tigre. Es columnista semanal del portal colombiano Las 2 orillas desde hace cinco años; y entre 2016 y 2018 fue miembro del Consejo Nacional de Cultura, en representación del sector Literatura.
**Miguel Falquez Nació en Barranquilla (Colombia) y reside en Nueva York desde los años setenta donde se desempeña como traductor en cinco idiomas. Su obra poética, dramática y narrativa ha sido distinguida con numerosos galardones. Licenciado en literaturas hispánica y francesa por Hunter College en 1980. Cursó estudios de doctorado en literatura comparada en New York University (1981-1985). Es autor de seis poemarios, de una noveleta y de seis obras de teatro, así como de cuentos, ensayos y relatos. En Hipótesis del sueño (Nueva York Poetry Press, 2019), antología personal, «el erotismo alienta su poesía: su palabra es robusta, colorida, tentacular» (Fredy Yezzed).