PÉRDIDA DE FE
Por Jairo Roldán-Charria*
Y entonces comenzó la duda: real, devastadora, omnipresente, imposible de disipar.
Inútil parecía lo que había enseñado en sus cursos: que el proceso de inducción y en particular la causalidad no pueden justificarse ni por recurso a la razón, ni por recurso a la experiencia; que desde el punto de vista de la lógica no hay manera de afirmar que una de las dos frases «el sol no saldrá mañana» y «el sol saldrá mañana» sea la correcta; que si se arguye que la experiencia —testimonios personales, de los ancestros, de la historia— demuestra que la segunda es la correcta, se está haciendo una inducción y se cae en un círculo vicioso o petición de principio; y que Hume considera entonces que la causalidad se debe a una costumbre suscitada por la misma naturaleza y, con mayor precisión, atribuye a una especie de armonía preestablecida entre el decurso de las cosas y nuestros procesos mentales el hecho de que, a pesar de no poderlos justiciar, el proceso de inducción y la causalidad «funcionen».
Siempre había señalado que, de acuerdo con los argumentos de Hume, en toda relación causal en la cual se considera que de A se sigue siempre B, surgía la duda, metódica, de que sucediendo A no necesariamente se seguiría B. Por lo tanto, la relación entre todo lo que sucede con la llegada de un automóvil a alta velocidad y aquello que a alguien le acaecería si el automóvil lo atropella, o aquella que relaciona el fuego con la quemadura o la ingesta de un veneno con la muerte, no podían justificarse ni por recurso a la razón ni por recurso a la experiencia.
Nunca había dejado de recalcar a sus estudiantes que el escepticismo de Hume se refiere a la razón y no a la praxis, recordando los a priori de Kant y su rechazo a las tesis humeanas a las cuales agradecía sin embargo el haberlo despertado de su sueño dogmático. Tampoco dejó de mencionar ni la insistencia de Popper en que el problema queda disuelto por su observación de la necesidad de la refutabilidad de todo enunciado científico, ni las tesis de Einstein acerca de los sistemas de conceptos como un libre juego de la mente, algunos de los cuales son siempre validados por la realidad, tesis con las cuales reemplaza la fe en el proceso de inducción por una fe más amplia: la fe en un orden en el mundo y la fe en que la mente puede captarlo.
Muchas veces concluía que, en parte debido a los razonamientos de Hume y algunos otros, podía afirmar, no sin orgullo, que él no creía en nada insistiendo en que cualquier duda práctica sobre el proceso de inducción no era para él sino metódica.
Y así había sido hasta aquel día cuando comenzó la duda omnipresente, devastadora, como una espesa niebla imposible de disipar, transformada en existencial y convertida en angustia no solo metafísica sino vital en el sentido más amplio y más trágico.
Todo comenzó de repente cuando al disponerse a cruzar una calle concurrida se percató de que en toda relación causal en la que se afirma que si sucede A se sigue B, aquella duda que desde el punto de vista de la lógica se tiene acerca de si sucediendo A se sigue siempre B, se había transformado para él de metódica en real, haciendo peligrar su integridad física pues nada le aseguraba la necesidad de preocuparse por lo que le acaecería si lo atropellaba un automóvil a alta velocidad. Incluso dudaba de si en realidad corría peligro alguno al cruzar sin ninguna precaución la calle.
De allí en adelante, el mundo se fragmentó para él a cada instante en imágenes desconectadas por completo de las imágenes en otros instantes. Al despertar lo embargaba el terror al preguntarse si aún tendría cuerpo y si aún habría mundo; pues de tener mente no parecía tener la menor duda al considerar la mente como aquello que resta cuando todo se pone en duda. Sus dudas, antes sólo metódicas como la de Descartes, eran ahora reales y devastadoras para él. Su única certeza al despertar era la de su existencia como ser aterrado.
Comprobó sin embargo con horror que otra posibilidad real surgía, y no como un mero ejercicio de lógica: la de que la transformación de la duda mencionada de metódica en real implicaba el surgimiento de la duda acerca de la existencia de cualquier conexión posible entre eventos, con lo cual pudiera suceder entonces B sin que sucediese previamente A. Nada le aseguraba por tanto que no le acaeciese todo lo relacionado con el atropellamiento de un automóvil sin que automóvil alguno lo hubiese atropellado, o todo lo relacionado con una quemadura sin que hubiese estado expuesto en absoluto al fuego, o la muerte con todos los síntomas de envenenamiento sin haber ingerido veneno alguno.
Su vida se convirtió entonces en una horrenda y continua pesadilla por la que, al parecerle muy débil la palabra castellana para un ensueño angustioso y tenaz, llegó a emplear para su desdichada situación la palabra francesa cauchemar o la inglesa nightmare.
Una mañana sus pasos lo llevaron hacia el puente y al llegar a él, algo en su interior lo indujo a lanzarse al vacío como manera de escapar al continuo cauchemar, al implacable nightmare …
Al comenzar su caída de inmediato tuvo la percepción de que en su misma decisión de lanzarse al vacío para acallar su angustia estaba implícita la confianza en la causalidad y surgieron en su mente una duda y una certeza: la duda acerca de si esa confianza no era un acto implícito de fe, y de si su problema no había sido entonces la pérdida de esa fe sin la cual no se puede vivir y que por tanto no era posible afirmar con sentido que se puede vivir sin creer en nada, y la certeza de que en unos instantes habría de estrellarse contra el suelo de piedra al final del abismo.
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* Jairo Roldán-Charria, nacido en Tuluá, Valle del Cauca, Colombia. Profesor titular jubilado del Departamento de Física, Facultad de Ciencias, Universidad del Valle, Cali, Colombia. Doctor de la Universidad de Paris 1 Pantheon-Sorbonne, Paris, Francia. Elaboró su Tesis de Doctorado bajo la dirección de Bernard d´Espagnat y obtuvo la distinción summa cum laude. Máster en Física de State University of New York at Stony Brook, U.S.A. Físico de la Universidad del Valle, Cali, Colombia. Sus intereses investigativos son: los fundamentos de la Física Cuántica y la Mecánica Estadística, la Didáctica de las Ciencias, la Filosofía de la Ciencia, y la relación entre la Ciencia y la Religión, áreas en las cuales ha publicado diversos artículos. Coautor de los libros La Complementariedad: una filosofía para el siglo XXI, Programa Editorial de la Universidad del Valle, Cali y Donde brilla la luz. La Fe Bahá’i en Latinoamérica, Editorial Nurani, 2011, Cali, Colombia.