Periodismo Cronopio

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UNA OPINIÓN QUE ABRE LAS VENTANAS

Por Jairo Valderrama*

«El derecho a la información es sobre todo del lector, no del periodista»
Álex Grijelmo en El estilo del periodista

La información oculta, tergiversada o añadida, entraña ideas que distorsionan la realidad y provocan efectos similares en la opinión pública. El género de opinión constituye una alternativa para descubrir los datos que la información trillada a veces esconde.

Si en un refrigerador hay una buena cantidad de helados cremosos y muy dulces, y por ahí merodea un niño de cinco o seis años, de quien se sabe responde sólo a la satisfacción de sus inocentes gustos y ningún adulto se halla cerca, nada extraño resultaría que una o varias de estas golosinas desparecieran en la boca del chiquillo. Con base en esta hipotética escena, se puede inferir un determinado acontecimiento próximo. En eso, entre otras opciones, trabajan los columnistas de los periódicos y revistas en Colombia: a partir de los hechos que examinan, ellos intentan pronosticar juiciosamente qué podría suceder más adelante (¿alguien se comerá el helado?), y revelar muchos datos que los medios de consulta frecuente omiten o esconden.

Quizás, estos colegas sean quienes permiten a los lectores cada día (en las versiones impresas y, por fortuna, ahora en Internet) conocer una amplia gama de factores que inciden en las noticias. Por lo regular, los ciudadanos tienden a considerar sólo los enfoques de los noticieros de televisión, radio o prensa, que ellos han elegido y ahí, casi siempre, quedan anclados, porque el facilismo les impide analizar versiones diferentes donde podrían hallar elementos que enriquecen la visión panorámica de la realidad.

La inmediatez, muchas veces, obliga a los periodistas a presentar datos sin un reflexivo ejercicio para identificar sus excesos o sus limitaciones. Para cada receptor, las razones para estancarse en un medio de comunicación determinado varían: la presentadora les resulta atractiva, en éste no hablan mal del gobierno, en aquel jamás informan sobre hechos dramáticos, ese dedica la mayor parte de su espacio a la farándula (lo que no es periodismo), otro más siempre detalla los goles del torneo de fútbol, etc.

La intención ahora y aquí es bosquejar cómo el paupérrimo análisis de una noticia limitará siempre el alcance de las apreciaciones de los lectores, porque no se cita un contexto, porque los datos son escasos y repetitivos, y más si detrás hay muchos intereses distintos al derecho de informar rectamente a los ciudadanos. Sobre ello, el periodista Germán Manga interrogaba al veterano columnista Daniel Samper Pizano acerca de cuáles serían las personas que más daño le han causado al periodismo en Colombia. Y la respuesta fue ésta:

«No tendría que dar nombres. Me referiría a la llamada casta política que ha pretendido manipular nuestro periodismo y utilizarlo en beneficio propio, para lograr acceso a poderes, la defensa de los privilegios y la salvaguarda de todo tipo de prebendas. Esta casta política ha sido el cáncer del periodismo colombiano; ha querido penetrar en el periodismo como Pedro por su casa y lamentablemente en muchas ocasiones lo ha prostituido, dañado y pervertido. Con la complicidad, triste es reconocerlo, de muchos del oficio». Estas palabras fueron publicadas en el Texto «Daniel Samper y José Salgar enseñan periodismo» que publicó la Editorial Oveja Negra en 1986.

En el ejercicio periodístico resulta siempre recomendable establecer diferencias muy claras entre la información (lo que entenderíamos como el simple reporte de los hechos) y la opinión que sobre éstos exponen los profesionales de la comunicación. No obstante, una percepción puntual y reflexiva ayuda a desentrañar una carga de opinión y de valoración en un texto que se presenta sólo como noticia, con la aparente relación escueta de los hechos.

Todos los seres humanos (es natural) formamos una idea muy propia acerca de los acontecimientos; pero éstos en gran medida se concretan a partir de los planos que trazan los arquitectos de la información. De ahí el riesgo de permanecer afiliado sólo a un medio masivo. Sobre todo en las cadenas radiales de cobertura nacional, se ignora cuándo unos datos proceden de la investigación detallada de un reportero (la noticia) o en qué momento esos mismos datos nacen del parecer atropellado del locutor de turno. El público, casi siempre, toma unos y otros datos de un solo paquete, y así los devora, como la comida chatarra que se expende en cualquier cuchitril improvisado, atiborrada de ingredientes diversos; algunos de éstos, muy tóxicos. En mi libro ‘Manual de géneros periodísticos’ expuse lo siguiente: «Esta persona (el columnista), encargada de ajustar los registros de la realidad para publicarlos, encabeza el rebaño, y atrás le siguen aquellos confiados: los creyentes, los convencidos, los extraviados. Con experiencia, saber, tacto y predicción se conduce a un grupo humano».

Las secciones de opinión en los periódicos y revistas nacionales (y, claro, internacionales) amplían las posibilidades para formar un criterio por lo menos más ajustado a la relación de hechos. Preguntémonos y respondámonos con sinceridad si acaso las noticias que se reciben en radio y televisión no se repiten en las publicaciones periódicas del día siguiente. En unos y otros medios se encuentra el mismo discurso acompañado de los datos ya conocidos que lo conforman. Los periodistas trabajan, entonces, en la reafirmación de una línea doctrinaria. Por eso, precisamente, desempeñan un papel fundamental los géneros de opinión.

Espectadores de un tiempo

Tomemos como ejemplo los titulares de primera página de los dos diarios de mayor reconocimiento en Bogotá y hallaremos más elementos de juicio; quizás, sólo sea un pequeño indicio. El 30 de octubre de 2008, se informó acerca del escándalo de la destitución de veinte y siete miembros de las fuerzas militares implicados en la desaparición de una decena de jóvenes en distintos lugares de Colombia, y que fueron llevados a zonas distantes de su residencia y después fueron hallados muertos, muchos de ellos sepultados en improvisadas tumbas.

«¡Qué vergüenza!», era el titular ese día del diario El Espectador. Allí una emoción es la que resalta, un estado de ánimo, una sensación. Se desprende así que éste es el efecto que causó tan desproporcionado suceso en quien redactó tal titular. No obstante, nada especulativo sería afirmar que este anuncio también entraña la versión oficial de ese medio de comunicación. Aquí, (de nuevo lo aclaramos) no se está informando, sino que se comparte un estado emocional, que, al final, corresponde al sentimiento generalizado de los dueños o directores del medio. Un detalle más: en su condición de medio masificado y multiplicador, esa ‘vergüenza’, entendida como humillación y rebajamiento moral, es la que se quiere anunciar, sin indicarse (al menos en el titular) quién la padece: ¿los militares?, ¿el gobierno?, ¿todos los colombianos? Por una obviedad, nadie puede avergonzarse de un acto reprobable que no ha cometido; pero alguien sí debe sentirse aludido.

Por su parte, el diario El Tiempo sorprendió con una posición distinta: «Barrida ejemplar en FF.AA.». Con el adjetivo ‘ejemplar’, se induce (vaya contradicción) a destacar un hecho y a admitirlo como ‘ejemplar’, a pesar de que por sí mismo merece un repudio general: han muerto cientos de jóvenes. En ese titular se intenta mostrar cómo el gobierno corrige este genocidio, y se omite el hecho mismo. Que se sepa, ningún mortal común ha regresado del más allá. Por tanto, no habrá nunca un resarcimiento. En cuanto al verbo barrer y al sustantivo derivado de éste (barrida), el Diccionario de la Real Academia Española dice, respectivamente: «Quitar del suelo con la escoba el polvo, la basura, etc.» o «Destitución o despido masivo de empleados». Ahí, sin discusión, en ese anuncio silencioso y explosivo (¿otra paradoja?) del diario bogotano, hay una carga de opinión más que de información.

A partir de esta otra coyuntura de la historia y del periodismo nacional, por supuesto, no se puede afirmar que siempre se instrumentalice la información para sentar doctrina, Sin embargo, tan oportunas aparecieron estas versiones periodísticas, que prescindir de ejemplos tan dicientes constituía un acto de displicencia.
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* Jairo Valderrama es escritor, periodista e investigador. Asimismo es un destacado docente de periodismo en la Universidad de la Sabana.

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