Periodismo Cronopio

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Primavera

LA PRIMAVERA MEXICANA Y EL RETORNO JURÁSICO

Por Gerardo Antonio Martínez*

A Enrique Peña Nieto le gusta que lo mimen, que le hablen bonito y sobre todo lucir su atractivo su con las mujeres, a quienes él mismo considera son su mayor debilidad. Si no fuera porque se trata del virtual presidente electo de México, quienes no le conocieran pensarían que se trata de un actor de telenovelas, aunque para muchos mexicanos su inminente arribo al poder es una consecuencia de la producción televisiva de la mayor cadena creadora de culebrones en el país. México for export.

Las elecciones presidenciales en México se salieron del guión, aunque el resultado no distó mucho del desenlace que muchos esperaban. Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se impuso al izquierdista Andrés Manuel López Obrador por más de 6 puntos en la votación del domingo 1 de julio, a lo que los partidos que postularon a este último han levantado reiteradas quejas de inequidad en las campañas. Entre los reclamos enumeran  la compra y coacción del voto, la inequidad mediática y un presunto gasto desproporcionado en la campaña del PRI al grado de rebasar groseramente el tope de gastos permitido por la ley electoral.

Durante la semana posterior a las elecciones aún queda la duda de si el candidato de las izquierdas llamará a sus seguidores para protestar contra lo que considera una imposición de los medios de comunicación con mayor penetración en México y producto del fraude o si retomará su fuerza electoral para perfilar una nueva fuerza de izquierda más competitiva en las urnas. La solicitud para anular las elecciones es una opción que cuatro días después de la elección los representantes de los partidos de izquierda aún barajaban ante árbitro electoral.

En México surgió ya una nueva clase de protesta y organización social que desde las redes sociales está atenta a las decisiones de las instituciones y que sin duda marcará la relación del nuevo gobierno con la sociedad.

Frente a la amenaza del regreso del PRI a la Presidencia de México, una generación de jóvenes universitarios nacidos a finales de los 80 y principios de los 90 rompió desde hace semanas con los prejuicios de las clases sociales, retomó la palabra hablada, las consignas y demandas a voz en cuello.

Del Facebook tomaron el «Me Gusta» y del microblogging del pajarito azul se hicieron un nombre que antepuso una grafía marginal (#) y un número (132) que no deja de impacientar a los mexicanos de las generaciones mayores, quienes aún no entienden cómo estos universitarios pueden identificarse entre ellos con un número y una frase que viola las reglas básicas de ortografía: #YoSoy132.

Desde el 11 de mayo, estudiantes de casi una centena de instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas, sacudieron cada una de las actividades de los entonces candidatos a la Presidencia. Durante las campañas y a partir del nacimiento del #YoSoy132 no hubo evento público en que los candidatos no hicieran al menos una referencia a este movimiento estudiantil que con dos meses de vida ha replanteado la agenda pública y nutre lo que se perfila como una serie de protestas poselectorales.

Gestado en un principio como una manifestación por la presencia de Enrique Peña Nieto, candidato presidencial del PRI, en la Universidad Iberoamericana, los estudiantes ampliaron sus demandas al fomento de una competencia equitativa dentro de los medios de comunicación, la defensa de las víctimas de la ola de violencia detonada por el “combate contra la delincuencia organizada”, la defensa de los pueblos indígenas en resistencia y desde el 1 de julio en el aseo de las elecciones presidenciales.

Con las redes sociales como herramienta de comunicación, en las horas posteriores al 1 de julio, el movimiento #YoSoy132 se ha convertido en un fenómeno de movilización juvenil en un amplio número de las 300 Juntas Distritales del IFE distribuidas en el país.

La exigencia, como seis años atrás cuando López Obrador perdió oficialmente la presidencia de la República por alrededor de medio punto porcentual frente a Felipe Calderón, es el recuento de votos.

En estos centros operativos que este árbitro electoral tiene distribuidos en todo el territorio nacional, se han presenciado acciones de protesta durante la primera semana de julio. Ciudades con escasa participación juvenil en movilizaciones políticas han visto pasar por sus calles manifestaciones en las que miles de jóvenes exigen transparencia electoral y el castigo a los autores de posibles crímenes electorales.

Desde la norteña ciudad de Tijuana hasta Cancún, pasando por Hermosillo, Puebla, Xalapa, Morelia, Culiacán, Pachuca, Coatzacoalcos, Ciudad Juárez, Campeche, Oaxaca, sin contar a la ciudad de México han vivido escenas de exigencia a la autoridad electoral.

Sin embargo, la de 2012 es una realidad distinta a la de las elecciones de 2006. Los esfuerzos de los representantes del candidato de las izquierdas habían arrojado la recuperación de varios miles de votos y la visibilización vía redes sociales de cientos de actas del mismo número de casillas con inconsistencias evidentes y favorables, la mayoría de ellas, a favor del candidato del PRI.

La sensación que tienen muchos de los electores mexicanos es que la democracia se promociona por Televisa y se compra al mayoreo en Soriana.

En esta tienda de autoservicio se vivieron en las horas y días posteriores a la elección una fiebre de compras entre sectores populares de la población que, como revelaron varios medios, recibieron tarjetas de prepago por parte del PRI a cambio de su voto por el candidato presidencial de este partido.

Los monederos electrónicos de Soriana sustituyeron a la boleta electoral y la palabra Monex, institución financiera involucrada en las transferencias de dinero electrónico a favor del abanderado priísta, sustituyó al viejo mito del mapache.

Monex se convirtió en el nuevo instrumento del mapache , como se le conoce en México al personaje que regentea los votos de un partido. El mapache hace perdedizos los sufragios del candidato adverso o simplemente roba urnas a punta de pistola cuando la votación no favorece a su “jefaso”.

El mercado del voto

Juan Hernández García, plomero radicado en el municipio de Ixtapaluca, sale de su casa el domingo 1 de julio. Son las 7 de la mañana y acompañado de su esposa, Rocío Martínez. Antes de tomar la misa e iniciar el viaje hasta la colonia Héroes de Padierna, en la ciudad de México, donde viven sus suegros, él y su mujer piensan llegar temprano a las urnas a dejar su voto por el candidato que don Gabriel les había pedido en días pasados.

Toca su cartera y verifica que su credencial del IFE y la de su señora estén en su lugar. Juan Hernández nunca se ha metido en política. Dice que no le interesa y tampoco tiene tiempo para desperdiciarlo en cochinadas de políticos. Si los fines de semana tiene tiempo, lo dedica a su equipo de futbol llanero y a ver por televisión Pequeños Gigantes, el reallity show de Televisa en el que muchos niños buscan un espacio en el estrellato.

Antes de echar llave a su casa observa el costal de cemento que el PRI le regaló dos días antes, se toca la panza y sabe que el PRI le dio a su mujer una despensa bien surtida una semana antes. Vuelve a tocar su cartera y recuerda que también guardó en ella su tarjeta de prepago de Soriana que le dio el PRI para hacer su despensa hasta por mil pesos.

Juan Hernández nunca le ha gustado la política. Dice que no le interesa y tampoco tiene tiempo para desperdiciarlo en cochinadas de políticos. Pero hoy a diferencia de otros días votará por Peña Nieto, aunque para ser verdad le simpatizaba con Josefina, la candidata del PAN. Pero si algo valora Juan es su palabra. De regreso de la casa de sus suegros, él y Rocío harán las compras en Soriana.

El papiringo

Pocos recuerdan el día previo a aquellas fechas que marcan el viraje de una historia. Para el priísta Enrique Peña Nieto, la víspera de su primer descalabro con los jóvenes que después se agruparían en el movimiento #YoSoy132, fue un pic-nic.

Imagine usted a un candidato de apariencia joven, a pesar de tener 45 años corriditos, viudo y en el idilio de un segundo matrimonio. Imagine luego que es postulado por el partido político que monopolizó el poder en México durante 70 años, antes de ser expulsado por las urnas en el año 2000. Un candidato que entre sus mayores activos es soliviantar multitudes de mujeres que le gritan «papacito», «muñeco» y «hazme un hijo», pero que es incapaz de mencionar sus tres libros predilectos.

Mientras el candidato priísta agazajaba a un grupo de mujeres en la ciudad de México con motivo del Día de las Madres, con una comida y la actuación de la cantante Denisse de Kalafe, quien interpretó su clásico Señora, señora, estudiantes de la Universidad Iberoamericana organizaban lo que calificaron como “un recibimiento” para el candidato del PRI. Con pancartas que resumían las máculas políticas del candidato tricolor, y máscaras del ex presidente Carlos Salinas de Gortari (a quien identifican como su padrino político), alumnos de una de las universidades privadas más prestigiadas del país estaban por dar un golpe de timón a las campañas presidenciales y a unas horas de gestar este movimiento estudiantil.

Sin saberlo, daban lecciones prácticas de insurrección universitaria 2.0.

Contrario a sus oponentes en la carrera hacia Los Pinos, residencia oficial del gobierno mexicano, hasta inicios de mayo Enrique Peña Nieto avanzaba montado en caballo de hacienda, con el exceso de confianza que le daba ser el hijo consentido de las televisoras y el descontento generado por la vorágine de violencia que en el sexenio del presidente Felipe Calderón ha dejado 60 mil asesinatos relacionados con el crimen organizado.

A su modo de gobernar, de dirigirse a las multitudes, sin dejar escapar una sola muestra de cansancio o hartazgo, ese jueves el candidato prometió apoyos a las madres de familia, dio un discurso impoluto, correcto y sin salirse de los moldes que sus asesores le imponen.

Al terminar su discurso, bajó del escenario y extendió los brazos a ambos lados, lo que se ha convertido en su sello personal, cual Cristo Redentor pero con el agregado de una sonrisa conquistadora y un peinado remilgado.

Entonces, las asistentes piden fotos, el candidato se deja abrazar y él mismo toma los teléfonos móviles para sacar las fotografías con cada una de sus seguidoras, las mejillas bien juntitas y la sonrisa rampante. Tú y yo.

Por aquí le gritan «papucho». A lo lejos alguien más desata carcajadas al gritarle «papiringo», y una más arrojada lanza un grito de guerra que suena «Peña, bombón. Te quiero en mi colchón».

Como candidato y virtual presidente electo, Enrique Peña Nieto se sabe bonito y aprovecha el entusiasmo de sus seguidoras. Reparte carisma y ejerce ese derecho que posee todo el género masculino, pero que en ese momento se concentra sólo en él. El derecho a lo que los mexicanos llaman «tirar rostro», a presumir guapura como los grandes, con Enrique Peña Nieto deja de ser un acto de inocente flirteo y se convierte en un acto político, de corporativismo y acarreo de votos. Tú y yo.

…en territorio Ibero

Para enfurecer a los jóvenes basta un poco de arrogancia, exceso de seguridad y pertenecer a un partido que por asociación genera rechazo en una amplia franja de votantes nóveles.

Acusado de abusar del telepómpter durante sus apariciones públicas, para principios de mayo Enrique Peña Nieto estaba obligado a demostrar que los platós televisivos y los vivas orquestados de antemano en cada uno de sus mítines no definirían su campaña presidencial.

Su capacidad para evadir preguntas incómodas y desviar la atención de los entrevistadores había atizado para entonces un rosario de chistes que se extendían como polvorín en las redes sociales. Aun así, corrían cuarenta días de campaña y todo sereno.

La primera actividad pública de Enrique Peña el viernes 11 de mayo, luego de reunirse brevemente con algunos estrategas de su campaña, fue una entrevista radiofónica, después iría a la Universidad Iberoamericana, de origen jesuita y con amplia tradición en la educación de las élites mexicanas, pero con un amplio currículum en derechos humanos.

Peña sabía que su visita a esta casa de estudios generaría reacciones adversas, que enfrentaría reclamos y manifestaciones bien organizadas en su contra, como publicó ese mismo día El Universal en su primera plana. Cual cartel taurino, la corrida de ese mediodía no sería una cartelera estelar, sino una suerte de alternativa electoral para Peña Nieto, quien se estrenaba así en los redondeles de la oposición.

No habría sorpresas para el candidato priísta, quien al finalizar el foro respondió preguntas de los asistentes. Al tocar el tema de la actuación de su gobierno durante la represión sufrida por habitantes de San Salvador Atenco en 2006, encendió la protesta de los estudiantes.

La respuesta del candidato priísta, en la que justificó la acción de los cuerpos de seguridad, desató el enojo de un amplio grupo de estudiantes ante lo que calificaron  como un acto de cinismo por las violaciones a los derechos humanos.

Para ese momento, estudiantes asistentes al auditorio habían sacado máscaras del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, señalado como padrino político del aspirante, y enfrentaban las rechiflas de un corifeo de alumnos simpatizantes del priísta.

Con las manos manchadas de rojo, a semejanza de la sangre derramada por los macanazos de los policías a los habitantes de Atenco, el germen del 132 se abalanzó contra el candidato, quien fue rodeado por su cuerpo de seguridad. Las voces de ¡Fuera! ¡Fuera!, ¡La Ibero no te quiere! y ¡Atenco no se olvida! invadieron el auditorio principal de la Universidad Iberoamericana, que hasta entonces era vista por los estudiantes de las universidades públicas como cuna de niños bonitos, elitistas y alejados de protestas políticas.

Hasta ese día, los reflectores se habían dividido entre cuatro contendientes por la silla presidencial que luchaban por convencer a un electorado segmentado entre el voto duro e indecisos.

Para el 11 de mayo, el culebrón se tornaba en una tormenta de protestas callejeras y batallas cuyo terreno de batalla no era más que las redes sociales y las transmisiones televisivas que a la fecha ha resultado en una imagen vapuleada del candidato priísta.

Los productores de esta serie se veían obligados a presentar ese cintillo que exculpa y reconoce errores por las fallas de origen. La solución: una guerra sucia de intercambio de spots, con filtraciones de audios y documentos como torpedos electorales.
(Continua página 2 – link más abajo)

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