Periodismo Cronopio

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—Por la noche les agradecí y les propuse otra cosa. Hacer al lado de la sacristía dos piezas, en una me instalaba yo, y en la otra una sala donde la gente me esperaba. Me preguntaron que donde iba a preparar la comida y les dije que yo comía en las casas de ellos, y eso les encantó.
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—Empecé a desarrollar mi idea, que el pobre fuera sujeto, que fuera el dueño de su propio destino, pero me di cuenta que eso lo tenía bien claro, pero la gente me lo desbarataba. Eso fue muy doloroso, porque ellos mismos me quitaban la ilusión, sin exponérmelo me decían: «Usted tiene ideas muy bonitas, pero la vida es distinta».

La gente tenía otra idea de cura, pensaban que «Fede» era el salvador de sus males y el que les iba a dar y a solucionar todo.

— Me decían: «padre en qué nos puede ayudar usted», y yo les respondía, en lo mismo que ustedes: en nada. ¿Ustedes no tienen manos, no tienen boca, ni amigos? «Padre no hay escuelas», yo les respondía es que acaso yo tengo hijos o niños; ustedes son los que tienen, háganle ustedes, yo les ayudo, si ustedes hacen yo me les pego. Entonces todo lo que se hizo en el Popular fue así, yo realmente no hice nada, todo lo hicieron ellos.

La evolución del Popular se dio en cuatro etapas. La primera fue cesar el conflicto con la Policía. Fueron tres años en los que el padre Federico les ayudó a no bajar la guardia pero sin pelear. El padre anterior los había enseñado a ser muy guerreros. Aquí se dio un nuevo proceso con los habitantes del barrio, Carrasquilla les inculcó a no agachar la cabeza, que nadie los oprimiera, ni que los humillara. Como producto de este trabajo, se acostumbraron a luchar sin pelear, a no ceder pero sin violencia.

En uno de esos días cotidianos para los del Popular, de rehacer las casitas que les acababan de desarmar, llegó en una tarde un camión del Ejército con soldados y policías y montaron a todos los hombres que estaban en la zona, Federico, sin sotana, también fue uno de ellos. Fueron detenidos y pasaron la noche en el calabozo, hasta que en la madrugada uno de los detenidos grita que con ellos está un sacerdote, un guardia se acerca y le exige al padre salir, este le responde: «¿Por qué me voy a salir, si aquí me metieron ustedes? Yo salgo pero con cada uno de ellos. A las cinco de la mañana les dan orden de salida y les piden que se vayan, «es que nosotros no estábamos aquí, ustedes nos trajeron, ustedes nos llevan» y la ley no tuvo otra opción que llevarlos en el mismo camión que los transportaron al calabozo.

Federico siguió en la reconstrucción de viviendas y fue así como sin balas, ni muertos, ni enfrentamientos, la comunidad ganó la batalla. Planeamiento Municipal no regresó gracias a la sabiduría del padre Carrasquilla y al empuje de todos los del Popular.

La segunda etapa se desarrolló cuando lograron obtener el permiso para abrir las calles.

—Ahí me encontré con la sorpresa de que había un egoísmo bárbaro en ellos, porque no permitían hacer una calle si les quitaban un pedacito de terreno, es por esto que en el Popular solo hay dos calles paralelas: la 42 y la 47, el resto es un desorden.

La tercera etapa fue la estabilidad del barrio. Cuando obtuvieron los servicios públicos, ya no había por qué pelear. Presionamos mucho para que nos los implementaran y fue gracias a la ayuda de un funcionario de apellido Vásquez.

Y la última se dio creando corporaciones de vivienda y educación para la gente. Carrasquilla no tenía, ni quería hacer obras sociales.

—Las obras sociales solucionan los problemas externos pero no los internos y es por eso que logré crear corporaciones que acompañaran y ayudaran a que ellos mismos construyeran sus casas y con la ayuda de donaciones fue posible esto y la creación de una escuela.
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Federico supo lo que es enamorarse. Al llegar al Popular llamaba la atención, era joven, bien parecido, con facciones pulidas y alto; en ese tiempo usaba jeans ajustados a su cuerpo y camisas que lo hacían ver atractivo. Además era universitario y sus ideales enamoraban aún más.

—En ese tiempo, como lo veían a uno jovencito trabajando, cantidad de muchachas se enamoraban de uno y uno de ellas gracias a Dios.

Había una mujer en particular, era de estatura media, cabello castaño y de ojos grandes cafés. Se hicieron muy amigos, permanecían todo el día juntos compartiendo la labor. Un día se le acercó y dijo que no volvía más porque sentía fuertes cosas por él, y en ese instante Federico supo que no estaba enamorado solo.

—Me dijo que no era necesario que me retirara de cura, que si queríamos nos casábamos, pero le dije que no quería ese juego.

—Si me casaba con ella lo más importante en mi vida ya no iba a ser el pobre sino ella y es imposible tener dos exclusividades, desde ese momento nunca más volvió. Si hubiera tomado esa decisión, hubiera errado, mi única prioridad es estar con el pobre, ayudándole a renacer su dignidad, así como estoy viviendo no me hubiera dado para mantener una familia.

Este especial sacerdote dice no estar en contra del celibato, lo considera como una opción para vivir un tipo de exclusividad, de entregarle la vida a un solo ser. Federico piensa que todas las críticas son tontas, que las manejan con una antropología antigua, lo que realmente pasa, es que toda persona necesita una exclusividad que se puede centrar en una persona, en el caso de las relaciones de pareja o en una obra que hace por medio del celibato. Lo que le parece ilógico es que impongan el celibato, pues las imposiciones no son buenas.

Con la experiencia en el barrio, por la vida de Federico han pasado cientos de circunstancias que lo han marcado, entre ellas, se topó con Marta Acosta, una señora extraordinaria como él la considera, porque en su pobreza vivía siempre en función de los demás, todo lo que tenía lo repartía. Sufrió el abuso de un esposo que la maltrataba, y nunca respondió al mal con el mal, pero tampoco nunca agachó su cabeza.

— Marta fue esa mujer que me enseñó a amar más a la gente, no le importaba su vida, le importaba la de los demás, aún estando agonizando, a punto de morir por un cáncer, me pidió que le llevara un mercado a una señora que estaba pasando hambre.

Esta forma de vida admirable de «Fede» le ha dejado conflictos con personas que no entienden que esta es la razón y soporte para mantenerse vivo. Al principio tuvo un choque muy fuerte con su familia. El haber estudiado en Europa y ser el profesor estrella de la Universidad Pontificia Bolivariana hacían de él la persona más respetada y única para ellos, pero cuando pisó el Popular fue la decepción más grande, esperaban que mi labor fuera la que normalmente hiciera un sacerdote.

— Mí familia vivía en el barrio El Poblado, cuando iba a visitarlos era sátira por parte y parte hasta que me cansé y les dije que estábamos en lugares e ideas distintas, que no había razón para pelear, y quedamos en que no se interesaran por lo mío, que mi felicidad estaba con los pobres y allí se acabó la disputa.

Federico hoy vive en el Playón de los Comuneros, un barrio ubicado al nororiente de Medellín. Continúa su labor con los pobres y es llamado por comunidades religiosas de todo el mundo a conferencias y retiros. Por decisión de sus superiores, fue desalojado del Popular «a la brava», sencillamente porque vieron la necesidad de un cambio de cura, tal vez porque necesitaban a un sacerdote que hiciera lo que regularmente hace: brindar los sacramentos. De allí se dirigió a La Gabriela, un barrio marginado situado en el municipio de Bello, en donde siguió con su mismo trabajo, con la experiencia y aprendizaje que había logrado en el Popular.

— Siempre tuve conflicto con el obispo por mi modo de pensar y actuar. Me sentía más agotado en una iglesia que cuando trabajaba con la gente del barrio. No me quisieron dar parroquia y me quedé así.

De la mano de Federico se crearon obras sociales tales como: La Cooperativa Integral Popular, La Fundación para la Educación Popular y la Pequeña Industria FEPI, La Asociación Popular de la Industria y la Confección, APIC, el Centro de Salud del Barrio Popular, talleres de ebanistería, el Comité de Deportes Pablo VI, la Corporación de Vivienda Popular, CORVIDECO; la Corporación Monseñor Arnulfo Romero del Barrio El Playón de los Comuneros, la edificación de la Escuela Divina Providencia, de la mano de la Junta de Acción Popular, el Liceo Popular Nº 1 y la Institución Educativa Federico Carrasquilla.

La labor de Carrasquilla es insuperable, es admirable verlo aún ahí, con su cuerpo agotado, —que ya ha soportado una trombosis y un cáncer de próstata— escuchando al pobre, descubriendo sus valores, entrando en comunión con sus sufrimientos, revelarles sin palabras, solo con la pura presencia, que Dios está de parte de ellos, que son importantes para Dios; y para él, esto es lo más eficaz, que no solo es hacerles el bien, sino empujarlos a la acción.
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En un muro del barrio Popular Uno, se encuentra un grafiti que dice: «Federico, tú eres nuestro Cristo paisa», ¡Exagerado!, pensarán algunos, pero así lo sintieron los habitantes del Popular, que lucharon al lado de «Fede» para ver nacer el barrio.

Federico Carrasquilla es otra manera de ver la vida, es un hombre que ha enfrentado y esquivado obstáculos para defender sus propósitos. Es una persona única y asombrosa, que por su forma de ser, se ha convertido en un líder, a quien muchas personas siguen, escuchan, respetan y, sobre todo, quieren.
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* Daniela Escudero Pérez es estudiante de sexto semestre de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la UPB. Es una apasionada por la investigación y el periodismo narrativo, atenta a acontecimientos de interés social, observadora y sensible a la realidad en el ejercicio de su profesión.

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