Literatura Cronopio

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EL LISIADO

Por Luis Artigue*

Mi mesita tiene forma
de máquina registradora vieja
y sus cajones detestan el orden
como
invitando al melancólico reencuentro con las cosas.
Ha aparecido un álbum
con fotos amarillas de tanto recordarte
y todo
regresa resumido de repente:
el chispazo, el comienzo, el miedo fascinante,
la rebelión de Dios o su revelación,
el desamor, sudor, la piel cosida,
la brújula viciada
de los necesitados,
cierto viaje en carreta a donde todo empieza
y mis ojos de acueducto, el riesgo, el entusiasmo,
ese silencio de quien trata de tomar impulso
o abalanzarse
hacia tus labios, sí, de experta prestamista…

Todo estalló —qué palabras tan bélicas—
la primera vez que te referiste a mí como «un  lisiado»
aunque tenías razón;
ahora lo sé.

Cuando los jorobados
nos tumbamos en la hierba para ver las estrellas
en nuestra espalda hay un pedestal.


POR SI ACASO LA VIDA

Tomo opiáceos como un toxicómano
mientras deliro en la habitación seiscientos dos del hospital;
mientras voy y vengo en coche-cama de aquí a la ciudad de provincias de la muerte.

Me siento como un peón de albañil que se construye a sí mismo,
un peón explotado y mal pagado
al que repiten que podría ser peor;
al que los facultativos recetan resignación en píldoras.

Dar lástima no consuela.
La tutela angélica o una pensión del Gobierno
no resarce ni compensa.
Ahora que tengo motivos
no me quedan fuerzas para mearme sobre todo lo sagrado.
Pido vino y me traen leche con mermelada.
Pido whisky y la enfermera con el uniforme más transparente de toda la cristiandad
me trae arroz hervido y zumo de limón
pues no me dejan beber para olvidar
como los políticos corruptos.

Cuando pierdo la conciencia
e inicio el vagabundeo errante por mí mismo
creo que me siento como un exiliado sin pasaporte.
Todos mis viejos sueños y proyectos están pidiendo venganza
y la justicia, la belleza, la bondad, la inteligencia, mi amor por ti
carecen de importancia.

Venga, guárdate tus oraciones y tu compasión
para otro enfermo grave que se abandone a su suerte.
No me casaré en el último momento ni me confesaré.
No, no voy a luchar por nosotros
sino por mí.

En el fondo te doy asco, lo sé,
porque parezco una amapola hemofílica,
porque sueño que un funcionario de cultura analfabeto disecciona mi cabeza
mientras me meto el cañón de una pistola descargada en la boca,
pero me da igual.

Nena, vuelven la Codeína y el Valium;
me llevan con andador como a los Papas ancianos.

Deja de llorar;
me ayudaría algo más que te desnudaras ante mí
como en aquella playa solitaria.

Pase lo que pase
no pienses en el paraíso perdido sino en usar mi calavera
para beber champán alguna Nochevieja.

No te creas ninguna verdad de este mundo;
no.

Arrodíllate en algún retrete público
sólo una vez, en la más mística de todas las vigilias.

Si me sobreviene el sueño no elegido
tú al menos persevera orgullosa.

Y despierta.

GALICIA BLUES

Tan truculento el mar en Finisterre
mientras la lluvia parece el bombardeo
con el que el firmamento subraya su presencia.
Reviso
Esta abierta inmensidad.
Alguien creyó que aquí acababa todo
pero he venido hoy desafiando el clima
—bella injuria grisácea o motín en pleno cielo—
a un lugar donde todo invita ahora a tachar
los poemas que ponen tristeza en un microscopio.
Y grito
Como la rabia eléctrica que estructura las tormentas.
Cuesta creer que pueda acabarse
a tierra firme del amor abrigo
al avistar gaviotas planeando
con una facilidad natural, fundamental,
que abajo niega este abismo de belleza adictiva.
¿En fin son las guadañas verticales
de todo contemplado precipicio rocoso?
Finisterre es una emoción
puesto que recalar en ese fin del mundo conocido
como un peregrino exangüe al que le gustaría creer
menos en los caminos cortados que en el más allá
equivale
a cierta perspectiva límite para absorber vivencias
—mirar hacia abajo como aprendiendo a caer—
Es volver a Finisterre recibir la noticia
de que hay un tumor en un panal de miel,
que mengua el infinito,
sí, que el obsesivo cáncer que invade los departamentos
del cuerpo de la abuela
es su forma severa, penúltima, humanísima
de contradecir
a la eternidad.

Blues que me rompe:
al
menos
cuando

llegue a ti el sueño no elegido
dile a la muerte que la odio.
_______________
* Luis Artigue es poeta español (León, 1974). Ha publicado un libro de poemas sobre las prescindibles lecciones que enseña el coma profundo titulado Por si Aacaso la Vida, otro generacional de tono desencantado, Tu Aroma en la Licorería, ahonda en Safo como mito cultural personal en El Hombre de Cristal y Otros Poemas, y su poemario escrito bajo el influjo de la pureza pecaminosa de la música Tres, Dos, Uno… Jazz obtuvo el Premio Ojo Crítico de RNE: esos textos, junto con la plaquette Prohibído Fijar Carteles, han sido reelaborados y reunidos en el volumen Empezar por el Número Tres: Poesía 1995-2005. Con posterioridad fue editado su libro de poemas de viaje Los Lugares Intactos, y se anuncia como de próxima publicación en la Editorial Visor su nuevo libro La Noche del Eclipse Tú. Han visto la luz tres novelas suyas: El Viajero se ha Ido, Como es Lógico, Las Perlas del Loco Ventura y La Mujer de Nadie. Para más información su página web oficial es www.luisartigue.es

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