Cronoquimia diletante

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REPORTE DE ALGUNAS TENDENCIAS DE LA CIUDAD DE LOS ÁNGELES

Por Gloria N. Ramírez-Oliveri*

Tras siete meses de confinamiento a causa del virus infame, todo el planeta está experimentando cambios y nuevas tendencias. En los Estados Unidos, y específicamente en California, algunas particularidades han ido surgiendo con el paso de los días. Considerando que esta columna está dedicada a la observación, reflexión y registro fotográfico, su autora se reserva el derecho de escribir en primera persona.

Entre lo que he leído sobre nuevas tendencias, me llama la atención que las piyamas se hayan convertido en las nuevas prendas de moda y que la levadura esté escasa en los supermercados. En un país sin tiempo para preparar alimentos y cuya cultura gastronómica se basa en las comidas rápidas, «junk food», poder disfrutar de alguna delicia preparada al horno, definitivamente entusiasma los sentidos (por el sabor, por el olor, por la textura, por lo crocante, por lo esponjoso o delicado). En cuanto a lo que se ve por las redes sociales, también puede decirse que los elaborados platillos de los restaurantes han perdido protagonismo frente al auge que están ganando las fotografías y publicaciones de recetas caseras. Y entre lo que duele mucho, no se puede pasar por alto el aumento de la violencia doméstica, del consumo de drogas, del estrés, entre otros males. No hay que hacer mucho esfuerzo para sacar conclusiones; pues todos hemos sido afectados de algún modo.

Otro aspecto que preocupa en la antes muy limpia y ordenada ciudad de Los Ángeles, es el exceso de basura en espacios públicos: colchones, muebles, electrodomésticos, utensilios de cocina, cuadros y en general todo el mobiliario de las casas. Esta realidad saca a la luz otros males. El alto costo de los alquileres sumado al desempleo ha obligado a muchas familias a vivir en las calles, dentro de los vehículos, con familiares o en hogares de paso. Este es otro reporte que amerita tratamiento especial y que también causa dolor.

Para entrar en materia, presentaré hoy en «Cronoquimia diletante» una tendencia de mi entorno: El aumento en la construcción de ampliaciones o reformas de vivienda. No hay que ir muy lejos para descubrir que lo que sucede en mi barrio se replica en otros lugares de la ciudad. Lo que están buscando algunos propietarios de vivienda es refinanciar sus créditos a intereses más bajos, solicitar dinero adicional y convertir los garajes en espacios que se puedan alquilar. (ADU legislation).

Cuando la mayoría de negocios se cerraron desde el mes de abril, el trabajo de construcción fue de los pocos que no sufrió interrupciones y como el Coronavirus, también se disparó.

OJOS A LA OBRA

En la ciudad del «cine y sus estrellas», este reporte sobre la tendencia del trabajo de ampliación de viviendas o de ADU (Accessory Dwelling Unit) por sus siglas en ingles, podría comenzar como el guion de una película: exterior, calle. Ambiente de trabajo en una construcción de la ciudad de Los Ángeles.

Con algunas cifras en la cabeza, descubro que de los más de 10 millones de habitantes del condado de Los Ángeles, las cuatro personas que construyen un ADU (adición de vivienda) son de algún país de Latinoamérica y todas hablan español. Aunque el inglés es el idioma oficial de California, paralelamente con él se hablan otras 92 lenguas.

Ya en «la obra» y tras saludarlos, ellos me responden: «Buenos días». A ninguno parece importarle el porqué me presento en su sitio de trabajo con una cámara colgada al cuello. Al mirarlos, caigo en cuenta de lo peligroso que es el trabajo de construcción y del riesgo que corro al no usar un casco ni el calzado adecuado. En fotografía, como en un campo de batalla, la exploración del terreno debe ser lo primero.

Máquinas, voces, música, confusión. Ningún sonido es claro en el ambiente. Como mi intención es pasar inadvertida se me ocurre que para alcanzar mi objetivo, bueno sería transformarme en un pedazo de ladrillo, confundirme con una mancha de pintura, parecer otra viga que se fija en el techo u otro clavo que se martilla en la pared.

Para un documentalista o reportero gráfico, sería fascinante tener la posibilidad de transmutarse en algo o en alguien cada vez que intenta captar la realidad. Al respecto me produce gran curiosidad imaginar las fotografías que tomaría si pudiera trasladar mis ojos (y corazón) hacia la gota de agua que todavía chispea y que aún no seca en una botella tirada en el suelo. Asimismo, sería interesante explorar lo que sucede allá abajo si pudiera ser la ardilla que trepa sobre la última rama de un árbol de nuez que regala sombra a la construcción. A propósito, en mi trabajo, un serrucho también sería de gran ayuda. Con esta herramienta muy mal usada por los corruptos en Colombia [1], yo fragmentaría las escenas para verlas en dos dimensiones, como si se tratara de las hojas de un libro…

Pero mejor será que tome las fotos, porque con tanto ruido se me está saturando la cabeza y no quisiera correr el riesgo de que en este lugar de anarquía se me pudiera correr una teja [2].

Sigo observando y de repente la canción que produce un aparato amarillo y negro, con apariencia de ventilador, los anima a cantar.

«Y si con otro pasas el rato

Vamo’ a ser feliz, vamo’ a ser feliz

Felices los cuatro…»

Después, un trabajador con aspecto de astronauta —astronauta en un planeta en cuarentena—, como en Terminator, dispara ráfagas de clavos sobre el entramado de madera que enmarca la construcción. Cabe anotar que las armas de los actores de Hollywood nada le envidian a éstos martillos eléctricos, semejantes a pistolas. En este punto, los oídos ya están por reventar porque lo único que se escucha es: ¡ratatatatatatat! Esta parece ser la tonada que indica la acción.

Cansada del ruido y sofocada por el calor, salgo de la obra para reconocer que el trabajo de los constructores ha conseguido alterar el rumbo de un año raro y difícil para todos los habitantes del planeta y de la ciudad de Los Ángeles.

Comentario final: las pistolas de clavos de los constructores, son las únicas armas que tienen un propósito noble en la ciudad de Los Ángeles, porque gran parte de las demás están al servicio del crimen, de la irracionalidad humana y de la brutalidad policial.

NOTAS:

[1] En lenguaje coloquial colombiano se le dice «serrucho» a las maniobras que hacen los corruptos del sector público y privado para obtener ganancias a través de comisiones, sobrecostos y otras prácticas ilícitas.

[2] En Colombia la expresión «corrérsele la teja a alguien» significa enloquecer o perder la cordura.

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* Gloria Nivia Ramírez Oliveri, es Comunicadora Social – Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (1991), con un máster en Liberal Arts–Spanish en California State University Northridge, CSUN. Inició su carrera como reportera gráfica del periódico El Colombiano (1989), al registrar una de las décadas más difíciles de la historia reciente de Colombia. Sus fotografías se han publicado en diferentes medios periodísticos de Colombia y el exterior. La docencia y la investigación también hacen parte de su trayectoria profesional. Su tesis de grado (1991), Vigencia de la fotografía documental en la prensa escrita: Tras las huellas de Henri Cartier-Bresson en el contexto de Melitón Rodríguez, le abrió las puertas de la prestigiosa agencia de fotografía Magnum de París, de la que fue pasante en el año 1993. Es miembro de «Pacific Ancient and Modern Language Association», «PAMLA» y ha sido ponente de conferencias académicas en diferentes universidades de los Estados Unidos, país de residencia. Colabora con el equipo de investigación del programa de Periodismo en español de CSUN. Es editora auxiliar de esta revista y reportera «free lance».

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