Sociedad Cronopio

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LA CONTAMINACIÓN DESDE LA FAMILIA

Por John Mayshash*

El ser humano como ente social, requiere de un núcleo sólido importante para lograr fines de primer orden como la reproducción, la práctica de la convivencia, el aprender a compartir, la manifestación de sus primeras ideas y el desarrollo de su libre personalidad. Ese núcleo es la familia. Desde allí, desde la familia, ya somos contaminadores potenciales por falta de organización, educación y disciplina.

El aumento de la población, la concentración en las grandes urbes, el desarrollo de la industria,  de la tecnología y ese consumismo desmedido que nos afectan hoy, son causa importante de una contaminación de primer orden de la cual todos nos quejamos, sin meditar que cada uno de nosotros, se contamina individualmente, a nuestro amplio parecer, sin medir las consecuencias familiares, grupales y sociales que como entes o individuos aportamos cada uno de los seres humanos.

Somos los principales causantes de contaminación como grupo social. Producimos una gran cantidad de basuras. En promedio tres kilos diarios per cápita. La contaminación del agua es responsabilidad de cada uno en tres litros diarios; los malos hábitos como arrojar a la calle el chicle que masticamos cuesta a las municipalidades como la de París, alrededor de cinco euros por cabeza para mantener limpias las calles. Ese acto inculto y sucio de algunos peatones de orinar en cualquier lugar de la vía, afecta gravemente lugares públicos que, precisamente por ser públicos, nos afecta a todos.

El humo desprendido de los fumadores activos que daña los pulmones de los pasivos en cualquier reunión social o mientras nos tomamos un café, la alta concentración de humo industrial de las fábricas que cada vez están más metidas en las ciudades en lugar de estar en las afueras de ellas.

El monóxido de carbono producido por los motores de vehículos que hace muchísimos años deberían estar usando gas natural, como pocos en nuestro país, o hidrógeno, como en algunas partes de Suiza, los pesticidas y abonos que envenenan el medio ambiente y nuestros estómagos cada que consumimos un simple tomate. Ni que hablar de los alimentos que les suministran a las aves y otros animales de nivel industrial y que son de consumo familiar  que producen enfermedades como la obesidad.
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Cuando vas por la calle desprevenidamente, recibes contaminación del fumador, también del automovilista —no solo por el combustible que usa en su auto— sino debido a los altos decibelios o decibeles, con los que aturde sus oídos y los nuestros con los altoparlantes de su carro, al sobrepasar el umbral acústico que soporta el oído humano. Te contaminas con el desorden de los avisos y vallas publicitarias en diferentes sectores de tu ciudad por falta de una reglamentación de las alcaldías y el gobierno seccional.

En resumen, no hablemos más de la contaminación, hablemos de descontaminación. Discutamos cómo descontaminarnos nosotros mismos. Respetemos los lugares de no fumadores, aprendamos a reciclar en nuestra propia casa, organicémonos en grupos de vecinos para apoyar campañas contra el ruido, no arrojemos basuras en las calles. No consumamos baterías o pilas desechables, acostumbremos las recargables; no perturbemos la tranquilidad de nuestro vecino con fiestas ruidosas, no utilicemos el pito de nuestro auto frecuentemente. Entonces cambiemos el auto por la bicicleta siquiera dos veces por semana. Caminemos, aprovechemos al máximo el poco paisaje natural que aún nos queda. Son muchas las malas maneras de convivir que tenemos que cambiar para poder lograr la descontaminación individual o grupal que nos permitan vivir en sociedad. Pero cuando lo logremos, podremos plantear en serio, la descontaminación del planeta.

Un desequilibrio imparable

Es cierto. La contaminación es uno de los problemas más graves que afronta nuestro planeta. Causa malestar al hombre, a las plantas, a los animales, precisamente porque todos tenemos unas limitantes de tolerancia con respecto a sustancias o materiales que causan daño.
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Si bien es cierto, muchas veces las reacciones naturales de los elementos causan perjuicios a nivel global, incendios por temporadas de calor, heladas y bajas de temperatura por estados climáticos naturales, inundaciones y condiciones adversas como derrumbamientos de tierra o avalanchas que se provocan naturalmente. No obstante, la adición de elementos o sustancias de distintos tipos al medio ambiente por culpa del hombre moderno, son los principales causantes del desequilibrio natural de la tierra.

Afrontémoslo: la culpa es nuestra

Sí, la culpa es del hombre. De todos quienes vivimos ahora en este planeta, de los que anteriormente enumeré, de los otros que matan indiscriminadamente ballenas, delfines, osos y todo animal que encuentren representativo de unos pocos dólares para su bolsillo.

Es culpa de aquellos que sin pensarlo dos veces derraman ácidos tóxicos en los ríos y mares, de los que producen contaminantes en aerosol, de los que venden juguetes con plomo. Aquellos que siembran y riegan con químicos. No podemos excluir los taladores de bosques; asimismo, los que realizan todo tipo de pruebas nucleares y bélicas. Esos inconscientes que no reconocen que falta poco para que el planeta muera: personajes ruines que —por intereses económicos— contaminan con guerras inútiles, matan por el petróleo para sostener la venta de la gasolina en sus depósitos de petrodólares.

¿Somos culpables? La respuesta es sí. Sin embargo, tal y como preguntan los niños cuando hacen algo indebido,  ¿qué debemos hacer?

Mientras el planeta muere

Por hacer hay mucho,  ¿cuando empezamos?  Es la pregunta adecuada.

Cada que se reúnen los representantes de las naciones motivadas en aparentar que les interesa el futuro del planeta, creemos que sí se va a hacer algo.  Firmas más, firmas menos y no aparecen soluciones concretas.

No todos se ponen de acuerdo y finalmente todo se aplaza para una nueva y remota reunión que continuará con gastos más altos en su logística, con las mismas formulas de la pasada concertación y las negativas de los mismos gobiernos de siempre, cuidando sus mismos intereses económicos, mientras el planeta muere.

Organizaciones como “Green Peace” y “National Geographic” luchan por el bienestar de nuestro mundo. Las entidades gubernamentales solamente hacen estadísticas y proyectan planes para el futuro que muy pocas veces, por no decir nunca, se cumplen, mientras el planeta se desangra.

Un tercio de la deforestación del planeta se presenta en América Latina. Por eso, las riquezas naturales del Amazonas ya solo existen en la memoria de ciudadanos  como Kapax (Alberto Lesmes Rojas), que pese a la carencia de recursos económicos propios, desea continuar concienciando a las juventudes del problema y sobre la cruda realidad de la Amazonía.
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¡Estamos llamados a esta noble tarea! Reducir drásticamente las emisiones de gases CO2 y no incinerar residuos como plásticos, llantas, neumáticos, pilas, ya que son de alta toxicidad. Las dioxinas y los metales pesados son muy perjudiciales, son cancerígenos y afectan el sistema inmunitario, hormonal, reproductor y nervioso.

No verter en aguas de ríos, quebradas, arroyos, contaminantes con plomo, cadmio, arsénicos, aguas calientes de centrales nucleares, desperdicios de buques cisternas y canecas con medicamentos vencidos.

Qué terrible es la contaminación auditiva. Esta polución sónica perjudica grandemente. Los aviones, autos, camiones, buses, maquinarias de producción en serie, son dañinos no solo por los combustibles que usan sino por su alto nivel de ruido.

Estamos llamados a no quemar la tierra. No depurar el agua con procedimientos obsoletos como la filtración por medio de barros, canales sucios o por donde pasan también aguas negras. No mezclar fosfatos con aguas residuales domésticas.

Los derivados de la energía atómica son contaminantes fuertes, los desechos radioactivos no pueden ser eliminados. Por tanto, las plantas se limitan a almacenarlos en depósitos especiales que muchas veces son arrojados al mar. Es nuestro deber evitar esto. La única forma de evacuar estos desechos es haciendo pozos profundos en el suelo y almacenar  los residuos en cajas de plomo con paredes muy solidas, incorporando estos desechos a los ciclos biológicos.

Asimismo, exhorto a recuperar materiales como el cartón, el papel, el vidrio, la chatarra, envases de lata, por medio del reciclaje. Es una solución a la cual le falta fuerza en algunos países. Procuremos hacerlo, es rentable además, saludable.

Con los desechos orgánicos se pueden hacer abonos agrícolas. Con las grasas y huesos se puede producir alimento para ciertos animales.

Quienes tienen cierto poder en la economía, la política y la sociedad como organización, han de procurar un mejoramiento en todos estos pasos, hacer cumplir las leyes que se dictan con el fin de preservar el medio ambiente. No llenarnos la boca hablando sobre el tema. Desarrollemos programas serios y reales, nada de quijotadas que se queden inoperantes en el vacío.

Interactuemos, intercambiemos ideas. Las universidades son un verdadero potencial del pensamiento humano que deben contribuir a parar el biocidio.  Las facultades de biología y ciencias naturales deben preparar programas de concientización ambiental, acciones para sembrar, reforestar, cuidar los suelos, las aguas naturales, las riberas de los ríos, los lechos marinos.
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Los gobiernos y al sociedad civil tiene la obligación de planear jornadas de limpieza marina, descontaminación de las playas, de los montes y bosques donde está llegando el turismo que es otra de las entidades que contamina grandemente.

Cuando visitemos lugares colmados de valiosos recursos naturales, parques ecológicos protegidos, nevados, selvas, bosques, desiertos, es nuestra obligación no arrojar basuras. Cuidemos, protejamos,  no trasplantemos especies, dejemos todo en su hábitat, deberíamos pensar en explorar el campo nuevamente. Realizar jornadas campestres y agrícolas.

Quizás así —en medio del cataclismo y las pestes que se avecinan— amaríamos más lo que tenemos y nos comprometeríamos más con nuestra casa, el planeta tierra.
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* John Mayshash ha sido periodista y fotógrafo desde niño. Profesionalmente se formó en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Realizó estudios de Periodismo Cultural en España. Estudió artes visuales y fotodiseño en Francia. Ha colaborado como periodista integral en revistas internacionales como National Geographic, Geomundo, Vida Silvestre, Fotomercadeo, Viajes y Aventura. Es colaborador del periódico El Colombiano de Medellín. Dentro del periodismo cultural, se especializó en temas como la ecología y conservación ambiental. Es miembro colaborador voluntario de Proaves y conferencista universitario.

8 COMENTARIOS

  1. Es un excelente articulo para crear conciencia en nuestros niños para cuidar el planeta y hacer que los grandes seamos mas responsanbles con el medio ambiente.

  2. Muy interesante esta concientizacion de nuestra particular responsabilidad con el medio ambiente; y especialmente la forma en que permitimos afectar a nuestra propia familia por falta de cuidado y conciencia.
    Gracias John.

  3. Oportuno siempre el tema de la protección de la naturaleza, John hace una denuncia a muchos sectores, ojala que se escuchen estas palabras por muchos oidos y que su labor tenga eco.

  4. Excelente artículo que nos hace meditar sobre el futuro del planeta, nos hace caer en la cuenta de que nosotros también nos contaminamos a nivel individual con tanto vicio.
    Gracias por compartirnos este artículo a nosotros los lectores.

  5. Felicitaciones a John Mayshash por este artículo que «pone los puntos sobre las íes» a todos nosotros, la responsabilidad es de cada uno

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