Sociedad Cronopio

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Puerto

EL MAR Y LOS PUERTOS CARBONÍFEROS

Por Catalina Cabrales Durán*

«Primero estaba el mar, todo estaba oscuro.
No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas.
El mar estaba en todas partes.
El mar era la Madre; la Madre no era gente, ni nada ni cosa alguna.
Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria.»
(Mitología kogui)

Cuando terminé el bachillerato me fui a Ciénaga, Magdalena a trabajar, en las noches estudiaba en Santa Marta, Biología y Química. Todavía recuerdo los atardeceres, los azules verdosos ese paisaje llenaba mi alma y mis sueños: el sol, la brisa, la carretera, la gente y en especial el mar. Quería vivir junto al mar. Iba mucho a Bahía Concha, a las playas del Tayrona; todavía están ahí, en mis recuerdos los corales de Playa de Muerto, Neguanje, Taganga, los sargassun, el olor y el sonido del mar. Me gustaba mirarlo y mirarlo hasta perderme en su horizonte. Y caminar por las playas de Ciénaga a pesar de su mar turbioso. Todo ese mar, la marisma, al igual que los koguis y los arhuacos con sus mochilas y poporos, todavía están en mis recuerdos.

Veinte años después regreso y me encuentro con otra realidad. El paisaje ha cambiado, la carretera de la Y a Santa Marta ahora es una vía de doble calzada, donde transitan miles de tractomulas cargadas de carbón. Hay más edificaciones entre Bello Horizonte, Pozos Colorados y Gaira, muchos y nuevos hoteles y condominios. Y lo más sorprendente, en medio de esas construcciones aparecen los puertos. Entre Ciénaga y Santa Marta me encontré con cuatro puertos, —antes recuerdo estaba Prodeco en Don Jaca—, dos de estos puertos se localizan en la Bahía de Santa Marta: el de la Sociedad Portuaria Regional de Santa Marta y Puerto Zúñiga de propiedad de Prodeco; y en Ciénaga se construyeron los puertos de Drummond y el puerto Río Córdoba de la empresa Vale. La mayoría de ellos para sacar el carbón del Cesar y el Catatumbo. El cambio de paisaje me impresionó, ya el mar y por supuesto las playas que había conocido no eran los mismos. En vez de mirar los alcatraces ahora el espectáculo es mirar cómo se llevan el carbón.

El impacto social como ambiental que ha generado la construcción de estos puertos ha sido grande y ha suscitado muchas problemáticas y controversias donde los mayores afectados son los pescadores, los agricultores, y el sector turismo. Por ejemplo, en la Hacienda Papares, que era un espacio de negros ahora está prisionera entre dos puertos. Los cultivos de pancoger están siendo amenazados por el polvillo del carbón ya que este se impregna en las hojas afectando así la fotosíntesis. De igual manera, la zona bananera inmortalizada por García Márquez en Cien años de Soledad, el carboncillo está acabando con el banano de exportación porque ha bajado su calidad debido a las manchas que presentan y lo más grave es la presión ejercida para que estas tierras sean vendidas con el fin de ser convertidas en grandes depósitos a cielo abierto de carbón. Ya no se pueden identificar los paisajes descritos por García Márquez, ni los cantados por los juglares del vallenato. Así como el banano desplazó a los frutales, el carbón está desplazando al banano. El paisaje ha sido transformado tanto cultural como ambiental.

Los pescadores de Ciénaga se quedaron sin peces debido a la contaminación del mar, por lo tanto han tenido que desplazarse a aguas más profundas, hacia Taganga y el Parque Isla Salamanca. Y para remate están construyendo otro puerto, Puerto Nuevo. Javier Rodríguez presidente de la Asociación de Pescadores de Ciénaga, dice que aunque Puerto Nuevo ha socializado su proyecto van a realizar el dragado en la zona de más producción camaronera, con lo que los pescadores artesanales serán desplazados y se disminuirá la producción de esta especie [1]. Esta situación se presenta porque los puertos se construyeron en una zona tradicional de pesca, las concesiones se han dado sin tener en cuenta a la población ni los ecosistemas. Y es de precisar que la contaminación del mar se origina en el momento de hacer el traslado del carbón, la grúa que saca el carbón de la barcaza la tira a la bodega del buque, y en ese instante mucho del polvillo y los pedazos de carbón caen al mar, porque la almeja no cierra completamente. El carbón tampoco es humedecido para que no pierda su contenido calórico —así como su precio—, por tanto el carbón y su polvillo están por todas partes. El mar se llenó de carbón, el fito y zoo plancton están muriendo, sin que las autoridades ambientales tomen las medidas pertinentes, ya que los monitoreos marinos no son claros porque es la misma empresa la que los realiza, es común encontrar pedazos de carbón y peces muertos en las playas.

Según un informe de la Contraloría General de la Nación publicado en 2007, los derrames de residuos de carbón y esparcimiento de polvillo durante el tránsito de las tractomulas en su recorrido desde las minas al puerto de Santa Marta, afectan la calidad del aire y la salud y atenta contra el ecosistema. Y para completar el panorama el mar y las playas están siendo privatizados a pesar de ser bienes públicos consagrados en nuestra Constitución Política [2]. Estas zonas están vigiladas por empresas privadas, es constante ver lanchas rápidas vigilando y no permiten que nadie se acerque, en especial los pescadores que quieren trabajar o los ambientalistas que quieren inspeccionar la zona; ni turistas ni lugareños pueden transitar por estas playas «a pesar de que no puede haber propiedad privada que linde directamente con el mar y aunque para el caso de los puertos también se otorgan concesiones, así sea a cien años, pero nunca privatizaciones [3]».

Las quejas en la región son múltiples, «los líderes de la comunidad de Ciénaga libran desde hace varios años una batalla para evitar que la vocación agroecológica de su municipio sea modificada a minera» [4]. Alejandro Arias ha precisado que: «el MAVDT al dar respuesta a las quejas formuladas por lugareños y vecinos de las zonas de influencia del cargue de carbón por barcazas de la ciudad de Santa Marta, mediante Auto N.° 146 del 24 de enero de 2011, concluyó que tales afectaciones son meras confusiones. Visiones que hoy nos tiene caminando de la mano de un carbón que, para quienes vivimos en Santa Marta, es de verdad mientras que para el Ministerio de Medio Ambiente resulta ser de mentiras» [5]. La autoridad ambiental no está cumpliendo con su deber o se hace el de la vista gorda. El panorama queda completo con la construcción en la Bahía de Santa Marta de la Marina Internacional, privatizando las playas y quitándole así el derecho a la gente del pueblo a bañarse los domingos, como era la costumbre. Muy pronto Santa Marta, la ciudad más antigua de América, dejará de ser la Perla del Caribe.

La Ciénaga Grande de Santa Marta que hace parte del listado de la Convención Ramsar [6], tampoco se escapa de los tentáculos del carbón y sus puertos, por el momento no se han realizado los estudios sobre los impactos ambientales que pueda ocasionar esta actividad al ecosistema. La Ciénaga es una trama y urdiembre de caños, ríos, pantanos, planicies aluviales y lagunas costeras, por tanto un ecosistema frágil y de importancia ecológica fundamental para el país que fue abruptamente fracturado hace años por la construcción de la carretera Ciénaga-Barranquilla y que apenas en estos momentos el manglar se está recuperando lentamente y por tanto no resiste un impacto de esa índole.

Son muchos los afectados, tanto el turismo como los pescadores, al igual la población que tiene que padecer los problemas de salud ocasionada por la contaminación del aire, pero el más afectado en sin duda el ecosistema marino. La erosión hídrica causada por el dragado en especial por la construcción del megapuerto para la entrada de buques de gran calado, Panamax —Puerto Nuevo—, ha traído consigo la destrucción de la vida marina, el deterioro de las playas, la afectación del paisaje. La problemática ambiental de los mares en Colombia es delicada si se precisa que no sólo en esta zona se construyeron puertos, porque también los hay en La Guajira, en el Pacífico, y Cartagena.

En Colombia ha faltado una verdadera política para proteger el mar, a pesar de la importancia que este en la economía, en la cotidianidad de los pueblos, en la diversidad genética, biológica y química; en la farmacología, en la regulación del clima, en los imaginarios de sus pobladores, en la explotación de los recursos energéticos. Al mar no se le han dado su valor real y únicamente se han implementado políticas y programas inmediatistas que sólo cobijan y benefician a un pequeño sector económico dejando a un lado los derechos del mar y a las poblaciones que viven él. Siendo Colombia un país tan permisivo y folclórico, el control sobre el uso de los mares debe ser más enérgico y agudo y más aún teniendo en cuenta la fragilidad de estos ecosistemas y sólo por poner un ejemplo: ¿qué control se le hace a las aguas de lastres —son aquellas que usan los buques para mantener su estabilidad en la navegación— que al ser arrojadas a nuestras aguas muchas veces vienen en ellas especies invasoras que afectan nuestra biodiversidad? Por esto, y por muchos motivos, y como lo precisa el profesor Rengifo, es urgente que en Colombia se implemente una estructura académica, a falta de una estructura institucional, para el estudio sistémico de los problemas oceánicos» [7], y más aún cuando el que administra los mares es el Ministerio de Defensa Nacional con la Dirección General Marítima —Dimar—, un poco paradójico que esta sea la autoridad marítima nacional, por cuanto está más encaminada a proteger la soberanía que a otra cosa.

Es apremiante realizar una Evaluación Ambiental Estratégica de nuestros mares, con el fin de darles su importancia, conocerlos, aprovecharlos de manera que beneficien a las comunidades sin afectar los ecosistemas. Este abandono institucional ha demostrado que los mares sólo son usados para sacar nuestros recursos naturales, esa es la verdadera política de mares que tenemos aquí. Se llevan el carbón se llevan el petróleo dejan nuestras tierras infértiles, a la población más pobre y hasta nos quitan el derecho a disfrutar de nuestros mares y playas.

NOTAS

[1] De la Cruz, Leonor. El Heraldo. Líderes cienagueros exigen conservar vocación agrominera. https://www.elheraldo.co/local/l-deres-cienagueros-exigen-conservar-vocaci-n-agrominera-38192
[2] V. Artículo 101
[3] MUÑOZ CABRERA, Reynaldo. La Protección del Medio Marino, insular y costero. Universidad Externado de Colombia. Bogotá. D.C. Primera Edición, 2009. p. 67
[4] De la Cruz, Leonor. Op. Cit.
[5] ARIAS Alejandro. Primicia. En santa marta: el carbón está acabando con el medio ambiente. Enero 22, 2012 https://primicia.co/archivo/2012/en-santa-marta-el-carbon-esta-acabando-con-el-medio-ambiente/
[6] Es el Tratado Internacional «Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas» y Colombia lo adopta por medio de la Ley 357 de 1997 y con el Decreto 224 de 1998, designa como humedal Ramsar al sistema Delta Estuario del río Magdalena, Ciénaga Grande de Santa Marta.
[7] RENGIFO L. Antonio J., Colombia en sus mares UN periódico. Universidad Nacional de Colombia https://historico.unperiodico.unal.edu.co/Ediciones/114/2.html
____________
*Catalina Cabrales Durán es Administradora Ambiental y de los Recursos Naturales. Actualmente realiza una Especialización en Derecho del Medio Ambiente en la Universidad Externado de Colombia. Trabaja en la elaboración y ejecución de proyectos ambientales y está en la búsqueda del conocimiento de su país, sus riquezas naturales, así como sus problemáticas.

1 COMENTARIO

  1. Es muy deprimente cuando uno tiene unos hermosos recuerdos de estos paisajes del caribe .y mas cuando parte de tu vida ,lograron vivir dentro de esos parajes o santuarios ecologicos y derepente todo cambia . debido a los intreses economicos de las multinacionales que poco a poco van a cabando con un pais llamado colombia.
    El escrito de catalina recopila toda esta tragedia eclogica que esta acabando poco apoco con nuestras riquezas y parques naturales y ya es hora de despertar y sentar nuesra voz de protesta.

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