Sociedad Cronopio

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Austro

AUSTRO

Por Marta Lucía Fernández Espinosa*

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
(Miguel Hernández)

La tramontana y el solano habían traído diásporas de esporas ladinas, que se aferraron al verde olivo sudamericano; las botas militares parecían contener el suficiente alimento para su supervivencia trepadora, que ascendía a deglutir las últimas neuronas del cerebro medio, para expandirse a sus anchas en el antiguo cerebro reptil. Extendidas por las cuerpos sumisos y uniformes, arrastraban consigo ejércitos ávidos de sangre humilde. Manadas de saurios carnívoros gobernaban la América del Rio Bravo hasta la Patagonia. De esto hace apenas unas décadas.

Al este, nacionalismo y terror se conjugaban en la unidad soñada, los pobres se sumaban a los burgueses para defender la patria. La ilustración francesa moría y en su lugar se erigía el nacionalismo alemán. El resultado estaba calculado, la libertad debía ceder su lugar a la seguridad. Mecenas de filósofos, artistas y científicos se habían dado a la tarea de comprender a los seres humanos a profundidad, mientras creaban la banca medieval. En un islote al oeste del continente europeo se organizaban en gremios desde entonces, y aún lo hacen; los derechos exclusivos sobre las actividades comerciales e industriales, ya se habían fundado en el siglo XIV. Tal vez un par de defenestraciones en Praga les servían para experimentar de cerca lo que las multitudes logran cuando de defender lo que creen propio se trata. Del Solimán de los Turcos habían aprendido la diferencia de sus ejércitos mercenarios con un gran ejército permanente liderado por el Sultán. La nación soñada se crearía bajo la protección de un ejército nacional, y así asegurar un comercio constante para el mercado de la guerra; pero ese ejército no podría ser independiente. Los ejércitos mercenarios de la legión Británica habían consolidado la independencia en Sudamérica al mando de Bolívar. El capital más importante no era bancario y estaba en manos de jesuitas desde Trento (pastores de rebaños), la ideología estaba bajo control.

Sionismo y nacionalismo harían de Alemania un laboratorio y de Estados Unidos una falsa potencia, un país usado por el capital financiero, por eso los banqueros judeo-germanos emigraban desde Alemania, mientras banqueros ingleses fundaban sucursales en ultramar, a mediados del siglo XIX. En sus arcas llevaban las ganancias dejadas por las guerras de independencia en Sudamérica. La elección de Estados Unidos para la migración, pudo haber estado basada en sus claras manifestaciones histéricas capaces de fundar el infierno, estableciendo como verdad una alucinación colectiva, no hay mejor seducción que el miedo para el mercado de la guerra. Los puritanos, los que se negaron a cualquier manera de ilustración, los que reivindicaron el derecho a la ignorancia, los que juzgaban y mataban por avivamiento del espíritu, los parias del luteranismo. Estos iban a ser, mejores que los judíos, un pueblo elegido para promover el negocio de la guerra en el mundo. ¡De verdad que son el pueblo elegido!

Alemania. Allí estuvieron militares argentinos en la guerra franco prusiana. La ideología patriótica pretendía enceguecer y ocultar las diferencias económicas de las clases sociales. Industriales y banqueros van a invertir en las guerras civiles de finales del siglo XIX, de paso hacen propaganda al nacionalismo, en que se habían invertido capitales a través del mecenazgo. La filosofía alemana llevará a la dimensión subjetiva los atributos del poder objetivo de la monarquía establecidos hasta entonces. Nobleza y Aristocracia, ya no serán elementos hereditarios hematológicos y objetivos; sino construcciones ideales constitutivas de la nueva moral. De esto queda constancia en Fichte y no escapará el mismo Nietzsche. Pero ese sujeto en que se basará el pensamiento alemán, no podría prescindir del fundamento entregado por el alemán Leibniz, en el que los jesuitas habían hecho grandes inversiones [1].

Un cierto yoismo, una construcción del individuo soberano. Al iniciar el siglo XIX Fichte aludía, sin embargo, a un principio universal y genético que unía a los individuos en grupos humanos: la Nación. Esta nación está constituida por la lengua, la cultura, el territorio, las tradiciones y la historia común. Para la protección de esa nación, Johann Gottlieb Fichte proponía un Estado comercial cerrado. Serán estos los fundamentos del Nacionalismo Alemán como producto ideológico de la filosofía. No obstante, las guerras de independencia, la construcción de identidad política, no solo habían dejado deudas económicas en América, la nación había sido parida con sangre del pueblo, por ello la identidad nacional latinoamericana nace carente de xenofobia.

El viento del sur había empezado a soplar, una frescura inusitada envenena a las esporas del Solano y la Tramontana, una veta verde olivo empieza a ver con horror su prehistoria, ensangrentada por desamparados, para engordar empresas extranjeras: era 1923, la masacre de Uncía en Bolivia tuvo que ser cometida por el mayor Ayroa, los soldados se negaron a la orden de asesinar a los mineros. El Austro viaja lento, sin ínfulas de huracán, el nacionalismo había sido la cuna pero ya no la ambición, América Latina, esa América que somos, no tiene fronteras reales y los militares nacionalistas se sumaban a esa manera de conciencia diáfana. Las luchas de izquierda y el sindicalismo estaban controlados, en buena medida, por los jesuitas, a través de la teología de la liberación. Los jesuitas impidieron a la izquierda reconocer en el nacionalismo militar una oportunidad.

A la luz de la satanización contemporánea de todos los líderes gobernantes que se han opuesto a los intereses intervencionistas; es lícito poner en tela de juicio las versiones que hemos conocido acerca de Hitler. Lo que este nombre nos recuerda, además de los horrores dramatizados por Hollywood, es la palabra nacionalismo. De modo que se ha instalado la unanimidad global del sentido, el sinónimo entre nacionalismo y horror. Sin embargo, el nacionalismo tendría una vida útil, tan corta como el liberalismo francés. En lo sucesivo se aludiría a ellos como dos momentos sangrientos de la historia de la humanidad. Revolución Francesa y Nazismo se sumarán a la iconología judeo-cristiana del dolor, al lado del crucificado. Íconos que atemorizan y a la vez sirven para fundar la fe.
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Grandes capitales respaldaban a Hitler, todos ellos inmigrantes europeos recientes en estados unidos. Cabe destacar a Henry Ford, descendiente de anglo- irlandeses, que además de aportar dineros, escribió el libro The International Jew, the World’s Foremost Problem (el judío internacional, el mayor problema mundial); a Fritz Thyssen autor de I Paid Hitler (yo financié a Hitler), quien aportó miles de dólares al partido nacional socialista. En el grupo de industriales y banqueros se encuentra también Prescott Bush, el abuelo de Gerorge W. Bush. Este era quien manejaba las empresas de los Thyssen, que servían para enviar dineros de Alemania y blanquear el dinero de los nazis. Esta mafia financiera fue el origen de los capitales de la familia Bush.

Pero el ejército argentino se verá desorientado con la derrota de Alemania en 1945. Lo que no se esperaba era que el nacionalismo argentino empezara a depurarse de la xenofobia y que esto aconteciera precisamente dentro del ejército. «La realidad es bien distinta: en su solución entran en juego todos sus habitantes, todas sus energías, todas sus riquezas, todas sus industrias y producciones mas diversas, todos sus medios de transporte y comunicación, etc.; por lo que las fuerzas armadas tan solo son el instrumento de lucha de ese gran conjunto que constituye la nación en armas». Esto decía el General Juan Domingo Perón para explicar su Doctrina de la Defensa Nacional, en 1944 [2]. En cuestión de 20 años fue removida por la Doctrina de la Seguridad Nacional, que convertía de nuevo a Argentina en aliado de Estados Unidos. El militar Carlos Prats, comandante en jefe del ejército chileno, fiel a Allende fue asesinado en tierras argentinas el 30 de septiembre de 1974.

La República murió. Los enemigos aparente eran la URSS y el comunismo, con este pretexto se atacaba a los insurgentes; pero insurrectos eran, antes que nada los defensores del nacionalismo al estilo latinoamericano. Subversivos por querer nacionalizar los recursos naturales, la industria, la banca y hasta la Iglesia [3]. Por querer defender la Nación y la democracia. Ningún poder externo sobre la Nación Soberana, para eso existía el ejército, esa era la razón por la que debía ser sostenido por la totalidad de la población; y algunos países latinoamericanos lo intentaron: México, Bolivia, Ecuador, Argentina, Panamá, pero ninguno de estos militares permanecería. Golpes militares en contra de militares nacionalistas serían impuestos y dirigidos desde Estados Unidos.

Los años sesenta fenecían, a la plebe le estaba destinada la ideología pacifista del hipismo (indo-estadounidense), la cual se instauró con aquiescencia militar. En los setenta se pondría de moda la homosexualidad y el nuevo feminismo construido en Inglaterra. Los movimientos sociales habían abandonado las causas económicas de sus luchas. Francia y Alemania serán humilladas, sus principios filosóficos expuestos a la burla durante el siglo XX. A los franceses de Descartes les hará sofistas posmodernos que se burlan del liberalismo y la racionalidad. A los nacionalistas alemanes les caricaturizará con Hitler. Ni nacionalismo, ni liberalismo. La filosofía ha muerto, gritaba el siglo XX. La racionalidad ya no era el camino y los intelectuales aplaudían. Con el ícono de la Nación, y de la República (a la vieja usanza del Vaticano con el ícono de la cruz), los gobiernos americanos inflaban sus presupuestos para el ejército. Manadas de saurios carnívoros gobernaban la América del Rio Bravo hasta la Patagonia y los pueblos se acostumbraron a sostener con sus propios bolsillos a sus verdugos.
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El ejército nacional en América (del Rio Bravo a la Patagonia) también murió y en su lugar se implantaron «ejércitos Auxiliares» (en términos de Maquiavelo), que sirviendo como legionarios extranjeros, son liderados (no controlados, ya sabemos quién pone el dinero y las condiciones) por Estados Unidos. Recapitulemos, ha muerto la Democracia, la República, la Nación y el Ejército Nacional y apenas acababa la Segunda Guerra Mundial. Algunos militares inteligentes y realmente nacionalistas, acompañaron a América (no a Estados Unidos) a partir de la segunda guerra mundial. Los últimos morirían en Ecuador (Jaime Roldós Aguilera) y en Panamá (Omar Torrijos Herrera) al iniciar el gobierno de Ronald Reagan, en 1981. El capitalismo había perdido el ápice de cordura que alguna vez ostentó ¿cómo puede alguien pagar para que le maltraten, para que le torturen, lo desaparezcan, lo maten? ¿Cómo pueden sentir los pueblos el deber de sostener a un ejército al servicio de los enemigos de la nación? ¿Cómo pueden dedicarse las riquezas de la nación, a costear un ejército que de nacional no tiene más que el nombre? Se les había encargado la defensa de la nación pero no cumplieron su tarea: Hay multinacionales explotando nuestros recursos y las fuerzas armadas les sirven como centinelas. En la democracia, los pueblos tienen derecho a manifestar su inconformidad y las fuerzas armadas los han maltratado. Los nacionales han costeado a las fuerzas militares y estos les han asesinado convirtiéndolos en falsos positivos. No se alcanzan índices de bienestar en las naciones y se aumentan vertiginosamente los presupuestos militares en detrimento del gasto social del Estado.

Si se espera que el pueblo crea en la paz, en la democracia y en la nación, como asuntos realmente existentes, los pueblos han de decidir la eliminación de sus ejércitos, allí donde no cumplan la misión para la que fueron creados: la defensa de la nación; lo que incluye, a la totalidad de su población, su cultura, su tradición, su historia y su territorio.

Si se espera que creamos en su competitividad, los pueblos debemos exigir que los ejércitos ofrezcan mejores resultados con el menor costo posible. Así los banqueros de la guerra no se nutrirán más de la sangre del pueblo. Los vientos del sur soplan cálidos hacia el norte, llevan arenas del desierto y mareadas hacia el septentrión. Por su capacidad de trastornar a los seres y animales, han sido llamados «vientos del diablo»; en Grecia los llamaron Austro, Miguel Hernández los llamó «vientos del pueblo».

NOTAS:

[1]. Leibniz era el destinatario de información obtenida por los jesuitas en Oriente que sirvió como fundamento para su obra Ensayos sobre el entendimiento humano.
[2]. Los Carapintadas. Profesor Luis Mera. https://www.redaccionpopular.com/content/los-carapintadas
[3].Recuérdese al General revolucionario Gustavo Elías Calles y su lucha contra los cristeros. El general quería cortar todo vínculo con el Vaticano.
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* Marta Lucía Fernández es Licenciada en Historia y Filosofía (universidad Autónoma Latinoamericana). Especialista en planeamiento educativo (universidad Católica de Manizales) con diplomados en Gestión administrativa, adaptaciones curriculares y desarrollo de habilidades organizacionales en diversas universidades antioqueñas. Ha publicado el libro Pentimento, el cual le mereció una beca de su universidad. Sus investigaciones han sido todas trabajos de campo con comunidades a través de las cuales se generaron diversos proyectos educativos institucionales y manuales de convivencia, así como la construcción de aulas por gestión comunitaria y la creación de la educación de adultos como estrategia para minimizar el impacto de la violencia en un sector deprimido de Itagüí (Antioquia).

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