ECONOMÍA DEL CRIMEN. A PROPÓSITO DE CLEPTOPÍA, DE MATT TAIBBI
Escribe Pablo Bustinduy, traductor y autor del prólogo que acompaña al libro, que hoy el capitalismo únicamente puede ser estudiado desde la criminología. Y en efecto, esa es la sensación que se desprende tras la lectura del ensayo de Matt Taibbi, implacable redactor de la revista Rolling Stone y azote de los especuladores y conservadores de medio pelo de la sociedad estadounidense: su obra Cleptopía constituye una minuciosa radiografía de los crímenes políticos y financieros que cimentaron la crisis económica al otro lado del Atlántico, y que pronto salpicaron al resto de mercados occidentales. Pues si bien las primeras puñaladas se asestaron en Estados Unidos, el reguero de sangre ha manchado los pasos de banqueros, especuladores, aseguradoras, empresarios, políticos de todo el mundo y una larga serie de cómplices en ese descabellado plan por llenarse los bolsillos de billetes a base de burlar las barreras legales que propone el sistema.
Taibbi coge el bisturí y nos invita a acompañarle en su lúcida autopsia de los mercados financieros estadounidenses. En ese irreconocible cadáver aún quedan las marcas de dos armas distintas que fueron la causa de su muerte: por un lado, las especulaciones hipotecarias y la tremenda burbuja que se confeccionó al rebajar la tasa de riesgo de las inversiones hipotecarias, lo que permitió que cualquier avispado inversor de Wall Street sacara beneficios apostando en contra de la capacidad de las familias de asumir los costes de sus estratosféricas hipotecas. Los bancos llegaron a conceder préstamos hipotecarios sin avales y sin entrada a quienes no tenían la más mínima intención de pagarlos, y gran parte de esa deuda fue empaquetada, fraccionada y agrupada en una bolsa de riesgo de inversión triple A, que, traducido para los no iniciados, implicaba un porcentaje de riesgo mínimo —cuando realmente no era así—, lo que arrastró a bancos y a empresas a invertir en bonos basura y condujo a toda la economía mundial a un enorme agujero negro financiero del que aún no hemos logrado salir.
La otra arma que habría de acabar con la economía estadounidense, nos cuenta Taibbi, sería la especulación en el sector de materias primas. En pocos meses, la gasolina duplicó su precio. Y mientras tanto, el mundillo televisivo seguía a la caza de algún gesto desafortunado en tal o cual político, unas declaraciones impertinentes del famoso de turno o un debate inocuo sobre temas banales. Todo el mundo achacó por inercia el aumento del precio del combustible a una escasez del producto, pero no era así. Otras materias primas como el trigo o el gas también habían aumentado inexplicablemente su precio. Para cuando los telediarios le plantaron cara al asunto ya era demasiado tarde: los especuladores que actuaban de intermediarios, como la conocida firma Goldman Sachs, tenían carta blanca para manejar el precio de las materias primas, y sacar una buena tajada de ello. Lo que supuso una rápida subida de precios que explotó en 2008, fecha de defunción de los mercados globales.
La prosa de Taibbi no deja títere con cabeza. No se escapan de su mirada crítica ni Obama y su desafortunada reforma sanitaria, ni Sarah Palin con su discurso populista, ni el sector conservadurista con asociaciones como el Tea Party, o altos cargos como Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, ni por supuesto las grandes entidades financieras como Goldman Sachs, Lehman Brothers o la AIG (American International Group), líder mundial de servicios financieros y uno de los primeros pilares que tuvo que ser rescatado con dinero público estadounidense. Uno a uno, todos estos actores son interrogados por Taibbi y puestos bajo sospecha, siempre con un estilo descarnado, desenfadado y firme. En ningún momento llega a temblarle el pulso al autor cuando tiene que insultar a un banquero, poner en ridículo a una potencia económica mundial o burlarse de la actuación de un despiadado politicucho. Incluso cuando el lenguaje es necesariamente técnico y el asunto complejo, la prosa de Taibbi es capaz de guiar de la mano al lector y reducir la complejidad de los resortes financieros a una serie de conceptos que cualquier profano en la materia pueda ser capaz de comprender. Y disfrutar.
Pues la obra Cleptopía no es un libro para economistas, sino para lectores resentidos con un sistema que no cuenta con ellos, que es incapaz de representarles. Taibbi pone como muestra el conflicto de Westchester, «un ejemplo clásico de intromisión seudoprogresista mezclada con un mafioseo legal insoportable, hecho a medida de abogados corruptos y oportunistas»: a causa de una política demencial de recompensa a las minorías raciales, se dictaminó en los despachos de unos cuantos políticos y fiscales que varias familias pobres de condición negra o hispana se mudaran a barrios blancos de la localidad de Westchester, mucho más caros y lejos de sus puestos de trabajo, para evitar así una discriminación urbanística, lo que, a la larga, no hizo sino empeorar su situación. No corrieron igual suerte quienes dirigieron la operación, que se embolsaron cantidades astronómicas por sus tejemanejes de despacho, sus juicios, pleitos y regulaciones legislativas. La tesis de Taibbi es que en este reino de ladrones, en esta utopía de la estafa, la gente de la calle apenas tiene conciencia de las decisiones que otros toman por ellos, y por supuesto carece de la más mínima posibilidad de influir en un sistema corrupto y artificial que está diseñado para que unos pocos privilegiados saquen partido de su laberíntica composición.
Por ello mismo, el lector español no debe sentirse ajeno a los asuntos que trata el libro y al caudal de nombres de banqueros, políticos u organismos oficiales americanos que en él se manejan. Los pormenores descritos por Taibbi suenan sospechosamente familiares por estos lares. Nuestra duda, entonces, sería preguntarse en qué medida se parecerá nuestra economía nacional a este dantesco paisaje de especuladores vampíricos y burbujas financieras que aparece a lo largo de las páginas del libro. Probablemente, este tipo de delitos económicos que denuncia Taibbi tengan que ver más con un asesino en serie —la corrupción a escala planetaria— que con un crimen localizado. Quizá la única nación que no tenga fronteras sea la nación de Cleptopía.
+Cleptopía. Fabricantes de burbujas y vampiros financieros en la era de la estafa, de Matt Taibbi. Ed. Lengua de Trapo, 2012, 399 pp.
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* Jorge Fernández Gonzalo (Madrid, 1982). Doctor en Filología Hispánica con una tesis sobre la poesía de Claudio Rodríguez, ha publicado diversos ensayos y libros de poesía. Como poeta, es autor de cinco poemarios, con premios como el Joaquín Benito de Lucas (2003) y el premio Hiperión de poesía joven (2004). En su trayectoria como ensayista ha publicado Filosofía zombi (Finalista del premio Anagrama, 2011), La muerte de Acteón (Eutelequia, 2011) y Pornograffiti. Cuerpo y disidencia (Eutelequia, 2014). Ha traducido a Rimbaud y a Baudelaire, ambos en la editorial digital Lapsus Calami.