PERIODISMO GONZO: ¿CÓMO ES SER ROBADO POR LA POLICÍA MEXICANA?
Por Diego Leonardo González Rodríguez*
Eran las 4:13 minutos de la madrugada cuando el peor miedo que un mexicano puede sentir se me hizo realidad.
Se prendieron las luces rojas y azules de una patrulla de policía.
—Ojalá sea un federal, dijo mi compañero. Después me recomendó que escondiera la chequera.
—Buenos días, nos dijo el oficial que estrenaba un traje de policía azul, reluciente.
—Es una revisión de seguridad. Sáquese todo lo que lleva en los bolsillos.
Abrió con velocidad la puerta del conductor, le revisó los calcetines y le tocó los bolsillos de la chaqueta.
—Espere oficial ¿de qué se trata? Dijo sorprendido mi compañero, pero ambos sabíamos perfectamente de que se trataba.
Entonces el oficial se enfureció y le dio un puñetazo en el rostro a mi compañero.
¡Que se saque todo lo que tiene en los bolsillos! ¿O se quiere morir aquí?
Estábamos en la desocupada vía que de Texcoco conduce al aeropuerto del Distrito Federal. Ni una luz de consuelo, era el lugar indicado para cometer el crimen. Si se les complicaba el asunto podrían abrir fuego y huir. Si se les ocurría un secuestro podrían bajarnos del auto y subirnos a la patrulla. Las probabilidades estaban —están— del lado de los uniformados.
Para mi mala suerte apareció un segundo policía. Abrió la puerta de mi lado.
—No me mires hijo de la chingada, dijo.
Agaché la cabeza y estiré los brazos para que se diera cuenta que no sostenía nada en mis manos.
Yo seguía sin verlo y él repetía un «No me mires, hijo de la chingada».
—Sácate lo que llevas en los bolsillos. Me ordenó el policía de bigote y de unos 50 años de edad.
De inmediato esculqué los bolsillos de mi chamarra. Le entregué mi teléfono y la chequera de mi jefe.
—No me mires, hijo de la chingada. Acompañó el ladrido con un puño en mi cráneo.
—Tranquilo oficial, tranquilo oficial, tranquilo oficial. Para ese momento no me quedaba más que implorar que no perdiera la calma.
Arribó un tercer poli–delincuente que se encargó de revisar los asientos traseros de la camioneta.
El líder de la banda zafó las llaves del switch de la camioneta y le dijo a mi jefe:
—Entrégame todo lo que traes. Y le propinó otra trompada.
No dudó, entregó su teléfono móvil y todo el dinero.
—Eso es todo, oficial. Confirmó mi acompañante.
El uniformado lo volvió a castigar con la mano cerrada.
Yo sólo escuchaba los golpes y mantenía la cabeza entre los brazos a la espera de que algo me impactara.
—Que no disparen. Era la frase que se repetía una y otra vez en mi cabeza.
Antes de darse a la fuga los uniformados requisaron la billetera de mi colega, le sacaron el último billete de 500 pesos (30 dólares).
—No hagas cosas que no… Fue la última orden que dio quien parecía ser el líder de la banda. Los tres desaparecieron sin dejar rastro, sin llamar la atención, en completo silencio, sin perder la calma y con el botín en sus manos.
Mi jefe aceleró, buscó el primer retorno. Maldijo. Maldijimos. Guardamos silencio. Preferimos guardar silencio a denunciar la transgresión en una comandancia de policía. Maldijo. Maldijimos. Nos ganó la impotencia, el miedo, la rabia.
Ganaron las hienas en su patrulla, ganó la mafia policial que desaparece estudiantes, viola jovencitas y libera criminales. Ganaron los malditos y a nosotros no nos quedó más remedio que huir sin saber que ese puto recuerdo ya le había dado un tarascazo al corazón.
El acto criminal fue cometido el 16 de octubre de 2015. Los autores del hecho siguen y seguirán en libertad.
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* Diego Leonardo González Rodríguez es Comunicador social y Periodista egresado de la Universidad Los Libertadores. Responsable de comunicaciones de la Cumbre Mundial de Paz 2008. Editor de la desaparecida revista digital palabranet.net (2006–2010). Ha colaborado para la revista digital Cronopio (Medellín), Cinosargo (Chile), la revista de música Under Colombia (Bogotá), en 2011 cursó la maestría en periodismo del diario Clarín (Argentina) donde le fueron publicados un par de artículos como estudiante. Twitter: @leonard_diego.
Tristemente es una realidad en México! !! Hasta cuando !!! Diego Leonardo González