Sociedad Cronopio

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Gardel, en su Testamento Ológrafo daba testimonio de que Charles Gardès y Carlos Gardel, tal como Don Diego y el Zorro, son la misma persona. En los restantes documentos siempre había figurado como «Carlos Gardel, uruguayo». El 7 de noviembre de 1933, en Buenos Aires, Gardel redactó su Testamento Ológrafo (tres carillas de su puño y letra, reproducidas en anexo), donde declaró toda las verdades de su vida que quiso dar a conocer: dijo ser francés, aclaró su verdadero nombre y apellido, y afirmó que su madre era Berta Gardès.

Dada su función estratégica, ese documento fue depositado por El mismo cantor de la sonrisa eterna en el Cofre Fort del Banco de Boston, y se abrió luego de su muerte, en el siempre trágico mes de agosto de 1935, en presencia de su madre y de su apoderado y amigo Armando Defino.

No poseía misterio alguno. Con la prensa por neutral testigo, las autoridades del Banco, afirmarán que la última entrada de Defino al cofre, había sido en mayo de 1933, o sea, muchos meses antes de que Gardel depositara su testamento, acto que hizo el 7 de noviembre de aquel año. Por lo tanto, sería difícil para Defino u otra persona acceder al Cofre para cambiar o fraguar el documento redactado, además, innecesario, una vez que el apoderado era el «albacea testamentario» de la herencia. Pero había algo más en la caja, la cinta desaparecida de los archivos de los estudios Víctor, un paquete y una carta dirigida a su madre, que en aquella ocasión estaba muy tranquila a pesar de la pérdida de su único hijo y arrimo, comentó en periódico El Provincial de Corrientes. El testamento fue llevado luego a Tribunales y validado por el Juez, Dr. Horacio Dobranich.

La prensa especuló, en aquella ocasión, dada la condición de hijo único ¿por qué testó Gardel a favor de su madre? Pues, en circunstancias normales, su madre hubiera heredado automáticamente, ante la ausencia de esposa o descendientes. Pero en su caso, hubiera sido casi imposible que el dinero necesario para su nueva vida estuviese disponible pronto, porque, como él lo expresó en su testamento, en todos sus papeles figuraban sus datos ficticios, o sea: «Carlos Gardel, uruguayo», su identidad artística, y Berta figuraba como madre de «Charles Gardès», tardaría mucho en los tribunales acertar la herencia de la madre y ella pudiese acceder al metálico que podrían precisar. De allí la imperiosa necesidad de testar y aclarar su situación y la de su madre, persona de su confianza, a quien podía hacer los trámites burocráticos requeridos por su nueva identidad ficticia.

Además, si consideramos por un instante que su nacionalidad uruguaya, fuera construida por sobre la historia de que eran dos niños: un francés (Charles Gardès) y el otro uruguayo (quien luego sería, supuestamente, Gardel), que el niño francés murió y el uruguayo tomó su lugar, habiendo sido adoptado por Berta Gardès, percibimos que los lances inventados para ocultar sus misterios constituyeron un vicio al cual Gardel siempre recurrió para resolver sus problemas emocionales o no.

Siempre llama la atención, dando lugar a muchas fantasías, el hecho de que ambos niños (el francés y el uruguayo) hayan nacido en el mismo día y mes, pero en años diferentes (11 de diciembre de 1887 y 1890), y lo que es más llamativo aún, que ambos tienen el mismo nombre de pila Carlos o Charles. Si el niño francés falleció y fue sustituido pronto por un niño uruguayo; es extraño que no se sepa cómo y cuándo dejó de existir el segundo, ya que no existe Partida de Defunción, como tampoco hay Partida de Nacimiento que acredite que Gardel hubiera nacido en Uruguay. Por otro lado, sí la hay de su nacimiento en Francia, avalada por el Testamento Ológrafo, como ya vimos. La lógica y la documentación indican que Charles Gardès y Carlos Gardel fueron una misma persona, que fue hijo de Berta Gardès, y que nació en Francia, el 11 de diciembre de 1890, pero por diversos oscuros motivos e intereses personales modificó su identidad legal, así como su lugar y año de nacimiento. ¿Estaría este misterio resuelto a contento?

EL INOXIDABLE

Crear una identidad nueva era una estrategia recurrente en aquellos años. Una pretendida novia de El Inolvidable cultiva una mitología personal que aclara muy bien como se hacían por aquellos entonces, para tener otra oportunidad. Corrían años convulsos por todas las partes, guerras coloniales seguían desmontando fronteras, creando nacionalidades; la vieja Europa subsistía entre dos guerras, la Revolución Rusa y los cambios económicos impulsados por la industrialización y deseo de democratización, violentos movimientos que crearan nuevos proletarios de antiguos aristócratas y nuevos «aristócratas», fallidos o no, inventados por antiguos proletarios ahora magnates. Una mujer bella, de mucho pasado, poco presente, podría cambiar su futuro, bastaba recrear su pasado. Así ocurrió con Natacha, la princesa rusa olvidada, una alemana suicida que se presenta, y convence a muchos, que era hija del zar. Hasta que los exámenes de ADN de fines de siglo XX llegaron para destrozar los mitos, permaneció en plena majestad en los jardines de su tranquila casa en Estados Unidos, país de los «self made men» o women.

La tal «novia» de el Mito hizo lo mismo, inventase una historia de divorciada de un noble y se fue a Suramérica a alzar una vida nueva sin marcas del pasado, pues

Así aprendí que hay qué fingir
para vivir decentemente.
Que amor y fe mentiras son,
y del dolor se ríe la gente.

«Mi familia pertenecía a la clase intelectual húngara», narró la señora Ivonne Guitry a Nicolás Díaz, en Bogotá. «Ya tengo dieciséis años y viajo como una peregrina sin rumbo, tratando de disipar mi pena. Egipto, Java, Japón, el Celeste Imperio, todo el Lejano Oriente, en un carnaval de champagne y de falsa alegría, con el alma rota. Que va… Un buen tango.»

No tenía noción del valor del dinero. Alguna vez, uno de aquellos elementos que merodean siempre en aquel ambiente cosmopolita, descubre mi pena secreta y me recomienda el remedio para el olvido: Cocaína, morfina, drogas. Entonces empecé a buscar lugares exóticos, bailarines de aspecto extraño, sudamericanos de tinte moreno y opulentas cabelleras.

«En aquella época me volví loca. Mi pisito lujoso pero triste estaba ahora lleno de luz. No volví a los cabarets. En mi bella sala gris, al fulgor de las farolas eléctricas, una cabecita rubia se acoplaba a un firme rostro de morenos matices… Meses después, los habituales eternos de Palermo, de Florida y de Garón, se enteraban por la prensa de que una bailarina rubia, de ojos azules que ya tenía veinte años, enloquecía a los señoritos de la capital platense con sus bailes etéreos, con su desfachatez inaudita, con toda la voluptuosidad de su juventud [un sic bien grande] en flor.»

Rodeado por relatos como este, Gardel asistía en primera plana como era posible inventarse una biografía y vivir de ella, en aquel entonces. Podría ir a cualquier sitio, hasta su cuna Toulouse, o una de sus tierras inventadas, pero quería volver al Abasto y estar allí anónimo y tranquilo. De esto también no hubo secreto, estaba allí puesto en las líneas de Mi Buenos Aires querido, entre otras tantas letras que habla del amado barrio primero.

Mi Buenos Aires,
tierra querida.
donde mi vida terminaré.
bajo tu amparo
no hay desengaños,
vuelan los años,
se olvida el dolor…

Los trucos que aprendiera en el cine lo ayudarían. Y ¿cantar? ¡¡Ni en el baño!! Su voz única pronto sería reconocida.

EL MITO VIVIENTE

Gardel, El Inmortal, podría seguir viviendo en su mitología y Gardés podría hacerse otra vida, para tanto, del «accidente» en Colombia debería seguir a Panamá, territorio de nadie, donde se consigue hasta hoy cuentas en bancos sin mucha documentación y explanación del origen del dinero; pasaporte de cualquier nacionalidad, y boleto de navío bajo cualquier bandera para cualquier sitio. El mensaje publicitario gravado para la Casa Víctor, sirvió de aviso a su apoderado que después de Colombia, se iba allá y el plan debería ser puesto en marcha.

«Yo acabo de terminar dos películas Paramount, El día en que me quieras y Tango bar. Y voy a comenzar una gira que comprenderá Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Panamá, Cuba y México. Luego visitaré los otros países de nuestra lengua, donde espero tener el gusto de saludarles personalmente. Estoy ahora en los estudios Víctor de Nueva York registrando las canciones de El día que me quiera, la película que quiero de todo corazón y que dedico a los amigos de España y de América Latina. Estas canciones, como las de Tango Bar, las encontrarán ustedes en discos Víctor. Ahora cedo el micrófono a mi amigo Le Pera que es el autor de las películas y de las letras de las canciones.»

«Yo felicito a Gardel y a la Casa Víctor por este contracto [sic] y, cuanto a mí mismo, al placer de ver registrado mis canciones en discos de magnífica calidad se agrega la satisfacción de ver interpretado por un artista del gran talento de Carlos, adiós querido(s) amigo(s).»

EL MAGO

El mensaje estaba listo, bastaba hacer las malas, separar las cajas de dinero, que por aquellos entonces no eran problema que viajase con su dueño… y vida nueva, tranquilidad, libertad… Y así fue hecho, llegado en Caracas recibió en su hotel el representante de su agente de aduana. Presentado el falso accidente, muy caro debo decirlo, pues fue necesario un experto del cine, muy amigo de Le Pera y muy disponible al silencio, unos cuerpos de hombres, se precisasen de mujeres y de niños no habría problema, y un periodista desinformado.

Una buena comedia de horror en la olvidada Medellín. Gardel siguió su vuelo para el Panamá, como estaba determinado, allí recibió su nuevo pasaporte y su último nombre: Bertoldo Gañeras. Habría un cierto humor en la elección del nombre, y mucha poesía en el destino, Adrogué. La elección se debía por la ausencia de una sala de cine o de concierto en la pequeña ciudad de veraneo y por la pequeña doca, casi clandestina, que mismo antes de la guerra no tenía tranquilidad, sobresaltando la oscuridad con las llegadas nocturnas de una gente que no quería ver ni ser visto.

El silencio de Adrogué, local de forajidos culpables o no. Con el pasar de los años algunos los descubrieron. Empezó, pero emocionados y comprensivos con las razones de Don Carlos, las noticias de la guerra en Europa habían asustados a todos que no sabían todavía que el horror se transplantaría allí por las manos de los militares. Algunos solían hablar a veces para extraños de fuera del círculo que El Inmortal no había muerto tan joven, pero siempre parecía folclor, inocencia de viejos, deseo de apasionados, fantasías, ilusiones. Y así fue hasta la víspera de aquel día de 1976 cuando la sombra del horror cubrió otras vez Argentina, la plateada.

Todo esto me fue narrado a las puertas de una clara vivienda blanca, con un jardín interno, al final de una sesión privada de música, cuando un viejo aparato tocaba la grabación perdida, la única música de Gardel que nunca sonó fuera de aquel ambiente sacralizado. El ritual es muy sencillo, pues a pesar de esta revelación creo que nadie conseguirá ubicar el templo gardelista. Volvemos al ritual, llegan, saludan con leves sonrisas, siéntanse, y la música suena. Escuchan en silencio acordándose de los duros días idos y de la pacífica vida que ahora llevan. Las palabras individuales no suenan en el ambiente, una voz única habla todo que hay que hablar.

Carlos Gardel interpreta “Por una cabeza”. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=8dStp5hq294[/youtube]
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* Cándida Ferreira es doctora en Estudios Literarios por UFMG/Belo Horizonte, Minas Gerais, Brasil. Fue Directora del Instituto Cultural Brasil-Venezuela, en Caracas. Ganadora del premio de la Casa de las Américas por su libro «Leyendo en colores: Lecturas racializadas de literatura hispanoamericana». Actualmente, en la Universidad de los Andes desarrolla el proyecto Encajes estéticos, étnicos y éticos: Teorías, críticas y metodologías para el estudio comparado entre artes y literaturas Negras.

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