Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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Vampiros a plena luz del día

Por Manuel Cortés Castañeda*

vampiros en el ático

vampiros a doquier han hecho casa en mi delirio, han tomado posesión de mis sueños, han declarado estado de sitio en mi imaginación, han tomado por asalto mi intimidad y han cerrado la puerta y echado llave y refundido la llave en mi agonía…

y me chupan como se chupa lo que jamás se tiene, lo perdido, como se chupa más adentro lo que ya se ha chupado, lo otro que no es nuestro y que se ha ido… me chupan cada espejo, cada olvido… también el miedo me chupan y el silencio…

me chupan lo que tengo y que no tengo, me chupan hasta el fondo del abismo, lo sufrido, me chupan, lo poco que me queda a la intemperie, los huecos donde el tiempo se hace mierda… los desechos me chupan y hasta la sombra me chupan, lo podrido…

y me miran, me observan, me hacen señas, tan cerca como pueden, como quieren, me tocan, me murmuran, lamen, muerden, y los dedos me acuñan por debajo, uñas y dientes me meten a destajo, instrumentos, apéndices, badajos, mientras sonríen de asombro en mi delirio…

vampiros que no duermen cuando duermo y si despierto despiertan en mis ojos, siempre sedientos, hambrientos, con antojos y que me inyectan su sangre cuando muero…

el vampiro y su héroe

nací y crecí y me volví viejo y me salió caspa en el sueño, entre pistolas y fusiles y revólveres y pistoletazos y explosiones y balas perdidas y balazos a media noche y muertos al mayor y al detal cada amanecer… y heridas que no eran mías, y muertes que venían conmigo a tomarse una pastilla para los nervios debajo de la cama… y truenos y relámpagos y lluvias torrenciales y crecientes y toda clase de animales mal-heridos, comidos, desdentados, destazados… y humo y fuego y asco y sangre y nada…

crecí como crecían y se alimentan los que crecen para la guerra…. para derribar el bosque entero de un hachazo…. para partir en dos un animal salvaje de un solo puñetazo, para escribir con sangre en el viento la crónica del horror, las huellas del asco, los sedimentos del odio, las manchas del miedo, las cicatrices cada vez más heridas del amor… las heces del silencio, la podredumbre del delirio…

crecí a la grupa del caballo de los héroes que crecieron sin encontrar jamás la cima del sueño, un hueco en el delirio, la tierra estéril e infeliz hecha para los hombres…

y un día me desnudaron y me tocaron y me rezaron… y me respiraron de pies a cabeza como se respira por el hueco de la eternidad… y me sellaron las heridas que aún no tenía, me escondieron los balazos que aún no sentía, y me mataron la muerte que aún no me había matado, y me inyectaron la sangre que aún no había derramado… y de pies a cabeza con sus manos lentas y áridas me untaron y masajearon y embadurnaron con manteca de oso, manteca de lagartos, manteca de mujeres pre manteca de aves que nunca han parado de volar…

y un día me entregaron, uno a uno, en un paquete todos los héroes para que viviera con ellos, comiera con ellos, durmiera con ellos, soñara con ellos, me miara y me cagara con ellos… y los desempaqué uno a uno, Hopalong Cassidy, Roy Rogers, Bill de Kid, Tomahawk, Lone Ranger, la Mujer Maravilla, Arandú… y tantos otros que aun duermen debajo de mi cama sin saberlo ni ahora ni nunca ni antes ni después…

y un día cuando ya poco me faltaba para ser declarado hijo de Dios, consagrado, enaltecido… me pusieron un revolver en la mano, me pusieron una caja de balas en la mano, me pusieron un manual de la muerte en la mano, me pusieron una víctima en la mano, me pusieron mi primera herida en la mano, me pusieron… me pusieron mi primer bisonte desgarrado en las cuevas de Altamira, me pusieron… me pusienron un plomazo en el delirio… me pusieron…

yo lo fui todo sin haber sido nada, y nada fue todo para mí cuando nada había sido… y morí sin saber que se muere al nacer sin ser nacido… nacer fue para mi, un único balazo en las piernas del amor…

y todavía hoy con el revolver en la mano que me pusieron, y que ya yo no tengo aunque lo tenga, las balas y los muertos, las heridas… no he podido disparar mi primer tiro, no he podido cosechar mi primer muerto, no he podido ni apuntar como apuntan los que saben que los que mueren después primero mueren…

como esos niñas de la guerra que nacieron de un balazo la noche del parto… que llevan una herida que no deja de sangrar sin llevar ninguna herida… y que cuando el fotógrafo levanta la cámara en los paraísos del horror para tomar la foto que lo hará como a mis héroes, inmortal, levanto como ellos las manos y me rindo y me paralizo y les pido perdón por el miedo que se derrumba y enmudece y se hace pis y se caga a la vista de todos…

los dientes de Drácula

para la mujer que amo

también en los espejos donde me decías y me mirabas tantas cosas de amor, los recuerdos sangran y se desangran…

en los huecos de las paredes donde acuñábamos los secretos y el delirio a manos llenas, también las alimañas sangran y se desangran…

y de los besos que nos dimos debajo de las escaleras y en los escondrijos menos acostumbrados, los huesos también sangran y se desangran…

y en las palabras que escribimos con los ojos cerrados en las páginas de la intimidad, también el tiempo sangra y se desangra…

y en los frutos que nos comimos sin que la noche y el día se dieran la cara, los gusanos también sangran y se desangran….

y en el silencio que se echaba a nuestro lado después que me entregabas mi cuerpo y, tú, el mío, las caricias también sangran y se desangran…

y la luz que apagábamos una vez habíamos desaparecido en los sabores del alma y los olores de la nada, también sangra y se desangra….

sangra y se desangra el sol y la luna y tus pupilas y las mías sangran, como sangra y se desangra el animal destazado que se cuela en el telar de tus manos y de las mías…

…y de tu risa y de la mía, y de tus entrañas y mis entrañas y de todo lo que nunca me dijiste y no te dije, solo me queda la sangre donde gota a gota vienen a beber cada instante mis fantasmas…

el regreso de Drácula

para él las noches siempre eran las mismas y lo mismo y en las mismas. Meterse en lugares nunca imaginados para saciar una pasión que jamás había reconocido como suya. Bajo la lluvia intensa, o bajo una luna febril y generosa siempre los mismos gritos y las mismas heridas. Y su boca tan suya y tan ajena inundada de sangre sin el consuelo del tiempo que no le importa dejar para mañana lo que tienes que hacer hoy. Hizo todo cuanto pudo para borrar de un solo golpe su existencia miserable, pero la muerte no era algo hecho a su medida. Y cuando la maleta ya no daba mas de si y se rompía, se congraciaba en su desgracia imaginando que estaba muerto, o soñando que otros ya habían soñado mas de una vez este sueño perverso.

y una noche de esas que no aparecen en ninguna de las páginas de la agenda, -como todo lo bueno que nos sucede en este mundo-, tuvo un golpe de genio… le ocurrió, una vez se deshizo indiferente de unos niños malcriados que lo confundieron con un payazo de feria… en lo más inhóspito de su corazón vio una y otra vez la película de su vida: una sola imagen que se le desbordaba al infinito ilimitada y voraz sin una sola variante en la mismisidad del camino…un cuadro, el mismo de siempre, que se le reproducía en un laberinto de paredes irrepetibles y contínuas sin que nada hubiese cambiado desde el comienzo de la función. Un espectador sentado en una silla que no logra abandonar, esperando una secuencia diferente que ya sabe la misma… un cazador arrepentido que regresa a casa con una presa diferente a la que cazó….

y otra vez en sus pupilas la frecuencia interminable de un cuello delicioso que se doblega a la caricia de sus dientes y que antes de ser penetrado se penetra en ellos y se entrega; y el quejido irreverente del placer que se le desangra como un chorro de luz en el delirio de la lengua… y los dos agujeros de siempre que reclaman una devoción inapelable una vez establecido su reino… y en la misma secuencia, de la misma película, el amado que espera que se le repita el sacrificio sin que aun haya terminado su extravío…

 

vagó esa noche mas que de costumbre disfrutando como un iluminado de su mendrugo de pan… Se acariciaba en silencio su trozo de felicidad. Después de todo, no todos los días se tiene un golpe de genio… ni siquiera en la ducha donde tantos deseos muestran su cara en el espejo empañado de los días sin que nada nos importe… Vagó acariciando cierta nada inesperada y pensó que se había perdido, mientras, por primera vez, desde el final de los tiempos, una sonrisa le hería delicadamente los labios… una mueca ajena que se le metía en la boca como una virgen se mete indiferente los dedos en su delirio… sintió que había olvidado algo que no sabía recordar y tuvo miedo de saber que la felicidad se le subía en sus pasos como una víctima aun tierna que se pospone, pero a la que no-queda mas remedio que devorar…

unos cuantos pasos mas y ahí estaba al alcance de la mano lo que tanto había buscado sin saberlo… la puerta se abrió de inmediato como si su destino no fuera mas que hacer posible el destino de otros… entró traspasado por un rayo de luz que le hizo cosquillas en su odiada intimidad… una explosión de cosas desconocidas de le metió de lleno en el deseo como un dedo delicado acaricia una herida aun fresca…

tomó la mejor de las limas que encontró a mano en la pequeña ferretería y se limó los dientes con una sevicia hasta ese momento desconocida para él y sin poder ocultar cierta nostalgia… se los limó en todas direcciones hasta que sus manos entumecidas lo obligaron a abandonar su tarea. Dos hendiduras incompletas se le dibujaron en la boca por tanto tiempo sedienta y desnuda. Después como un sonámbulo se acercó a un pequeño espejo que colgaba de una de las paredes y se miró ensimismado su rostro desconocido… No podía creérselo. “No estaba nada mal”. Sintió frío y la respiración se le atragantó en la mirada. Lento pero seguro salió de la ferretería como si no fuera… Temblaba sin saberlo… después de todo nunca había sido lo que había tenido que ser y hacer…

ya en la calle agarró del brazo a la primera de las putas que le salio al paso ofreciéndole la delicia de su carne… estaba completamente desnuda debajo del abrigo que la cubría de pies a cabeza… la agarró y la arrastró delicadamente hasta los escondrijos de su nueva intimidad y desde ese mismo instante, como si se tratara de un amanecer que se ha extraviado para siempre en las fronteras de la noche, se dedicó como el mejor de los devotos al sexo oral…

yo, que desde entonces me dediqué ha seguirlo como si hubiese finalmente encontrado mi propio destino, puedo dar fiel testimonio de los hechos…

el té de Drácula

pasar de largo ante la sangre derramada y los ojos en blanco es solo un decir… las manchas se quedan en la ropa, aun cuando uses el desmanchador de mejor calidad en el mercado… y escuecen como una salsa picante en las mucosas…

en la bañera los días y las noches son una pesadilla a flor de piel sobre la leche derramada… en el piso de la ducha gota a gota la memoria se desangra… a una de las amantes se le ha interrumpido el periodo de momento, o de repente… también escuece en los cristales de la ventana…

la madre de los animales domésticos ha dejado de sangrar y se ha echado en los despojos… traga de su estirpe y se espulga y se propaga sin gastar una sola moneda… una mosca naufraga indiferente en lo que queda de la salsa…

en la lavandería te agarras unos calzones manchados quien sabe de quién y el sol entra a manotazos por la ventana… ya no-queda nada de salsa en el cuenco…

antes de acabar de pasar, recoges el cuchillo donde la muerte ha cancelado sus signos… y te pinchas, y te metes los dedos en la boca, y te chupas, ya que es lo único que queda…

te agarras en un último intento la compresa todavía fresca en el cubo de la basura, la pones en una taza de agua caliente y te alivias el apetito sin tener que recurrir al cuchillo una vez mas…

el sol acosado por las alergias sigue dando tumbos en el cuarto… la salsa picante ha perdido su efecto curativo…

Drácula

para annnalea

sin ser el vampiro que siempre quise ser, me miro al espejo y no veo nada… y cuanto más insisto en recoger los desechos, las primeras pisadas, las heridas que nunca cicatrizan, entonces la nada es mucho más que nada, y la soledad mucho más que estar solo, y el silencio mucho más que un hueco sin entrada y sin fondo…

las manos que antes se agarraban donde fuera para que yo me agarrara como fuera, tampoco están ahí, ahora, en el espejo, como estuvieron a la orden del día, cada día, tantas veces, aunque jamás supe nada de ellas y ellas que de mí nada supieron…

y los ojos que me mostraron todo lo que fue todo para mí sin dejar nada en el primer instante, ni nada ya después que todo estaba… ya no son ojos como siempre lo fueron y lo que miraron tampoco lo fue, aunque la luz se cuele por todas partes sin alumbrarnos nada…

entonces, y sin que lo sepa, me doy cuenta que soy el vampiro que nunca fui y me tiró a la calle cada instante a buscar unos senos abundantes donde calmar mi sed… donde poder dormir el instante de mi espejo… donde poder levantarme cada día sin tener que levantarme nunca más…

el vampiro y su sombra

lo único cierto es que nunca pude reconocer los lugares donde solía perderme, acosado por extraños quejidos que parecían caminar conmigo paso a paso… y no en el miedo, sino en el corazón… una vez logrado ese punto en que la materia herida traiciona los caprichos de la gravedad, cerraba los ojos con el propósito vano de identificar el rostro de mis perseguidores, que suspendidos en la intimidad purulenta de sus sueños se desvanecían como luminarias de sangre en una clonación indefinida sin tiempo y sin memoria…

lento pero seguro y como quien tira incansable de una cuerda de donde pende el último síntoma de la vida -que no da la cara a pesar del esfuerzo-, pedazo a pedazo armaba el rompecabezas de un rostro quizás ideal, o uno de esos que el olvido alimenta para su propia intimidad, y una vez sus ojos ya no podían escaparse de los míos o yo de los suyos me postraba ante él y allí se me iban los días implorando como el peor de los actores, que a la cabeza se le sumara un cuerpo desnudo donde poder cobijarme y aguantar la noche que multiplicaba sus pisadas en la materia virgen que vuelve y se cae y se castiga y se entrega a sus perseguidores…

ya no recuerdo cuantas veces cambié de identidad para prolongar un poco mas la agonía… abandoné la niña de mis desvaríos, todavía inocente en las orillas del tiempo, confiando en la generosidad de algún extraño… el gato famélico insiste debajo de la cama, la cabeza metida hasta la iniquidad en un hueco inexistente… la piedra cae una vez mas en las aguas del río y vuelve a la superficie incolora y brutal como la cabeza que ha sido cercenada de raíz apenas la víspera del horror…

golpe a golpe las horas regresaban a la puerta y se reagrupaban en la antesala del deseo que se rasgaba su máscara y su fetiche hasta que las pisadas se materializaban una vez mas en el ritual y el cuerpo desnudo que había soñado e implorado con tanto empeño y devoción, para mi dicha, se me metía en los brazos, jugoso y entero entre mis brazos, sólo que la cabeza, que me había sido fiel a los caprichos de mi reclamo, ya me había abandonado desde antes del comienzo de los hechos, dejándome con el descabezado a merced de la noche que se echaba a mi lado como un espanto que ya no quiere por ningún motivo terminar su idilio…

tampoco recuerdo cómo me las arreglé para regresar a casa una y otra vez, aun a sabiendas de que me había perdido para siempre con una cabeza sin dueño y un cuerpo sin memoria… los quejidos se me habían hecho tan familiares que de su mano me dejaba arrastrar y hacer como una cosa sin nombre que una vez ha echado a andar ya no quiere saber como parar… bailar y bailar y seguir lo mismo hasta que en la esquina del azar la puerta se abre y reconoces que debajo de la cama el extraño descabezado una vez mas te ha puesto a salvo…

abrí la puerta con el convencimiento de que no me quedaba mas remedio que ser yo y, para evitar cualquier sospecha innecesaria, entré como quien llega a casa cargado de regalos y de sueños… tampoco quería, ni nunca quise, que los míos salieran un día a buscar mis pisadas y las de mis perseguidores que, ante mi falta de descaro, se quedaban mudos y como ciegos esperando una explicación que de momento se les perdía como una puntada de mas en la tela del infinito, para no ir tan lejos…

en la cama estaba el cuerpo que noche a noche y día a día había adorado y deseado y malgastado para mi provecho y el de mi perdida identidad… solo el cuerpo desnudo, más jugoso que nunca y devoto que la cabeza, parecía haberse perdido definitivamente y para siempre en un mar de lamentos sin dueño y sin las huellas que la materia requiere para perseguir a los suyos que tanto necesita a la hora de la verdad…

me puse de rodillas e imploré e imaginé y a golpe de cincel sobre alguno de mis sueños me hice con los ojos que volvieron a mirarme como si fueran los míos y después los labios y la respiración a golpe de cincel, y la lengua y ya en mis manos mi obra, simulando ser un dios inocente me acerqué al cuerpo y le entregué mi identidad como una virgen entrega lo suyo y las estrellas al placer de la angustia… y a su lado lo hice mío, y me hizo de él, y me clavó los dientes en la garganta hasta el final de los tiempos y me chupó la sangre que aún gotea deliciosa en estas páginas… y en las pisadas uno a uno mis perseguidores se desvanecían en el deseo como una materia que ha perdido definitivamente su gravedad…

y la sangre corría como luminarias sin tiempo en los rincones de la memoria y se inundaba y me inundaba, y yo con su cabeza en la mía, y él con la mía en la suya, recogíamos el cuerpo de nadie y nos echamos a andar con la misma maleta sin dueño todavía a las puertas del día que vuelve y nos reclama una cabeza de más…

el cuarto de Drácula

el cuarto era pequeño, ligeramente triangular, un poco retorcido… podría decirse que era como un hueco que le había salido a la casa, y que no terminaba de hacerse,y sin que la casa supiera nada de ello, se hubiera dado cuenta de ello, lo hubiera sentido, sufrido, mal-olido…

en ese cuarto había encontrado refugio, se había convertido con placer en su propio prisionero, su carcelero, su perro guardián… en el síntoma de un delirio hasta ese momento desconocido para él… era como si cada día bajara la cremallera de los días esperando agarrar por las patas ese dolor tan parecido a la felicidad y quedarse solamente con los harapos del amanecer una vez el delirio de meterse donde no te llaman ya no sabe qué hacer…

las paredes parecían agacharse a cada instante para mirarlo más de cerca, observarlo, reconocerlo y el techo se venía al suelo como una boca desesperada que quiere agarrarse el úlltimo bocado… y entonces la desnudez era total, e indefenso se quedaba ahí mudo y ausente con sus entrañas al aire libre, destazado, buscando el último pedazo de su respiración, agarrado a los despojos de una pasión todavía sin nombre que salían a la superficie solo para volver desaparecer… agarrado de pies a cabeza a la sombra de su propia sombra para no despeñarse, para no perder el apetito, para no devorarse, para no seguir escribiendo con fuego en el delirio de su propia piel…

y escribía como un demente que solo sabe que su corazón es un hueco vacío que de repente solo quiere vaciarse, entregarse a su nada, derramar una sangre que no es la suya, ni de nadie… en las paredes que se retorcían y se quejaban como una adolescente penetrada y desgarrada, escribía y borraba y tachaba y arrancaba como si se hubiese dado cuenta que lo que escribía ya lo había escrito y borrado y tachado y arrancado y tirado a la basura…

escribía sin enterarse que escribía, que era lo único que había hecho sin darse cuenta, escribía fragmentos cada vez más fragmentos sin ningún valor, confesiones sin ningún valor, líneas desesperadas sin ningún valor que se quemaban sin aun haber entrado en las páginas, en las paredes, en el techo, en el delirio… sílabas adolescentes sin ningún valor que volvían a nacer debajo del pupitre antes de naufragar… escribía declaraciones de amor, infamias de amor, lamentos de amor, heridas de amor que se ahuecaban y se consumían sin dejar ni siquiera la marca de las patas sucias en el delirio…

y el cuarto y el techo se empujaban cada vez más hasta hacerse un nudo con su corazón regurgitado… se vaciaban, se llenaban de silencios prolongados a punto de quebrarse en pedazos… ranuras, huecos, agujeros, grietas… peldaños sin escaleras, escaleras sin peldaños, cicatrices sin heridas, heridas sin sangre y manos cercenadas que no saben, y agonías y palabras náufragas que se meten por donde no caben y se echan a volar una vez han perdido sus alas y en el aire solo queda el hueco de los días que no están porque nunca volvieron o estuvieron…

y él, sin que todavía lo supiera, como si no estuviera, como si el pequeño cuarto se hubiera arrancado también en su delirio, y se hubiera tirado a los perros-, se subía por las paredes sin subirse, y se caía sin caerse, y se hacía daño sin hacerse daño, y escribía donde fuera sin escribir una sola palabra, y agarraba y apretaba y lamia y comía y digería y vomitaba y volvía a comer de lo mismo agarrado al techo como una alimaña, crucificado en las paredes que volvían a derrumbarse sin que el cuarto sufriera para nada las manotadas certeras de su delirio…

fue allí donde la amó por primera vez… a pedazos, entera, hueco a hueco, agujero a agujero, delirio tras delirio, olores y sabores y materias en descomposición… fue allí donde le metió todas las manos, la cabeza toda, el cuerpo todo y le arrancó sus entrañas, su silencio, sus gritos, sus lamentos, olores nauseabundos, y la hizo suya a pedazos, a retazos, lametazos y sin que quede de todo aquello ni siquiera un poema de amor emborronado y manchado de sangre… fue allí en ese cuarto retorcido, y embrujado, donde un día le pidió que le prestara su cuerpo y él el suyo, para poder sentir con su cuerpo el otro cuerpo y ella el suyo… su sexo bien nacido entre sus piernas, renacido, abierto, consumido, y ella el suyo que cuelga y se desprende y se pierde y se llena y se derrama en el trasfondo… y se mete y se duele y que se pierde…

fue allí en ese cuarto entero y maniatado y desprendido donde finalmente pude ser ella, toda ella, solo ella… ese pequeño cuarto donde quizás alguien que nada sabe no termina de recoger mis huesos, sus olores, su aliento, mis delirios, mis huecos y sus huecos… ese cuarto ahora ya sin casa y sin vista a la calle, para volver a verla llegar otra vez como siempre llegaba dispuesta a cambiar mi nombre por su nombre y yo que aún me encanta llamarme por el suyo cuando me falta el aire…

vampiros gemelos

para armando romero

 

la visita fue corta… apenas lo suficiente o lo justo para ponerle los pelos de punta a la eternidad… apenas lo suficiente para que se abriera una grieta enorme en el delirio… para que todas las cicatrices volvieran a sangrar… para que se ampollaran los zapatos, y los sueños, y tantas noches de amor…

me puso en el cuarto de su hija… un cuarto enorme, pero demasiado pequeño por todas las cosas que allí había… uno de esos cuartos que parece que respira a manotazos y que a cada respiro se contrae y se cierra y se angosta hasta quedar en nada, hasta tragarse su intimidad, solo para poder desinflarse con más fuerza y con más fuerza volver a respirar…

para mi buena fortuna su hija ya no estaba… se había marchado de la mano de su primer amor… aunque uno no podía dejar de verla por todas partes cuando menos quería y cuando uno más se esforzaba para evitar que lo pisara, o se le echar encima en el momento menos esperado…

él mismo me había dicho unos meses antes que en ese cuarto había muerto el gato de la familia… un gato que había llegado a casa casi niño a arañar a la puerta y que los había acompañado desde no sé cuándo, -dijo… había muerto de hambre porque habían olvidado alimentarlo… y el mismo me dijo, como si nada, que habían sellado y cancelado el cuarto por no sé cuántos meses y días y años con el muerto adentro… bien muerto… y solo para evitar que alguien pudiera ver el rostro exacto de la desdicha, -me dijo… en la puerta todavía estaba el letrero que decía, “sellado hasta nuevo aviso”…”

cerca de la cama en el piso de madera estaba la marca perfecta del muerto… una sombra todavía en carne viva que invitaba al silencio… no le faltaba nada… se había quedado ahí entero como una herida que no cesa, como si se hubiera acabado de morir y se le hubiera olvidado morir… como si la muerte fuera la huella perfecta de un zapato que se ajusta perfecta y amorosa a su destino… lo tapé con una almohada sin darme cuenta…

antes de acostarme me subí una botella de güisqui al cuarto sin que él se diera cuenta con la idea de vestirme de fiesta, antes que el cuarto me comiera, si así fuera… de alguna forma tenía que hacerme a la idea de que el que iba a pasar una noche entera en ese cuarto no era yo, si no uno de esos extraños vagabundos que se quedan en cualquier parte sin saberlo y sin que nada importe como si cada noche y en cualquier lugar siempre estuvieran listos para morir…

no pude acostarme desnudo como siempre lo hago… solo la desnudez me ayuda a conciliar el sueño… tampoco quise quitarme al menos los zapatos, pues aunque no tengo la mínima confianza en mí, siempre he tenido una confianza ciega en mis zapatos… mi desnudez y mis zapatos han sido las únicas cuentas que he pagado a tiempo…

sé que pasaron muchas cosas en ese cuarto… y no es necesario nombrarlas para saberlas… la verdad, no lo sé, ni quiero, ni puedo… solo sé lo que vi y sentí y relamí y vomité y digerí como un criminal preñado que no puede evitar que su vientre siga creciendo hasta quedarse en nada… hasta convertirse en moraleja, puro cuento, pura mierda… hasta llegar a respirar al ritmo de este cuarto que exhala cuando inhala y que cuando inhala, exhala…

todo lo supe la noche de ese cuarto, pero cuando todo se sabe es cuando nada se sabe… lo que sí puedo decirles con certeza es que la huella del gato en el piso, esa fotografía sin tiempo, tan cerca de la cama y tan lejos a la vez, me ayudó a sobrevivir… fue un punto de referencia que dejé a la intemperie, una marca que arañé en el delirio, el primer escalón de una escalera en la ventana, un zapato que respira lo suficiente para que yo pueda encontrar el camino de regreso … la cuerda que ya nadie tira…

lo otro es el reverso de los hechos, la trastienda… Bob Marley desnudo en una pared acechándome con sus ojos de niña malcriada… los Beatles en la otra vestidos de novia haciéndome guiños y mostrándome sus tetas enormes, y sus vaginas y sus culos resecos y aplastados… y Hendrix que no se acaba de bajar de su pared, que no se cansa de bajar de su pared, y que se acuesta a mi lado y vuelve y se acuesta solo para volverse a acostar y que vuelve y se baja y me besa una y otra vez sin que yo me dé cuenta y como si fuera el mismo el que se besara…

y junto a la cama, de pie, la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás, como si estuviera desprendida del cuello, como si se la hubieran acabado de poner, como si se le estuviera cayendo todo el tiempo, estaba Jean Dean, esperando su turno para echarse a mi lado y besarme todo el tiempo, sin tener que besarme una vez más… y sin tener que meterse en la cama con Hendrix…

 

ese fue el reverso… y el adverso solo imaginar que la Monroe, ver que la Monroe, a hurtadillas, bajaba del pequeño rincón donde estaba escondida, donde la habían camuflado como un trapo viejo, donde todavía respiraba como un juguete roto… bajaba y se me metía por dentro, y me alumbraba por dentro, y me relamía por dentro, mientras toda la noche, sin rendirse un solo instante, me mostraba entre sus piernas y manos y garras, una verga enorme que no se rinde ni se acaba…

el espejo de Drácula

 para Annalea

desde que era muy niño siempre quise ser un vampiro aún mucho antes de saber nada de ellos, de su existencia, de sus sue

recuerdo como si fuera hoy mientras escribo que con una frecuencia inusitada robaba dinero a mis padres y amigos y desconocidos para pagarles a las niñas y chicas y hasta mujeres grandes que se dejaban besar en el cuello hasta que los besos y la felicidad se les teñían de sangre…

en las fiestas y festejos de todo tipo arrasaba con las billeteras y bolsos y bolsillos sin llegar a levantar nunca ningún tipo de sospechas, ya que para entonces yo había sido declarado por mi familia como un chico bueno que había decidido dedicarle la vida a dios… además nadie quiere, aunque quiera, que nadie se entere de que le han dado una buena suma de dinero para dejarse hacer un bonito moretón en el cuello, o cerca de la axila, o en la entrepierna, o de vez en cuando en alguna de las nalgas o en un seno…

por supuesto que el apetito era cada vez más urgente y voraz, -pues siempre pasa que entre más se tiene menos se tiene-, y el dinero y las carteras y los bolsillos cada vez eran menos… ya que todos tomamos precauciones cuando dos ha pasado la misma cosa más de una vez… así que pensé en trabajar, y lo intenté muchas veces, pero todavía era muy niño a pesar de mi estatura, y podía despertar sospechas… y, además, el trabajo no tiene que ver nada con los vampiros… vampiro que se respete solo sabe dormir y soñar y perfeccionar su gusto por la sangre…

luché, muchas veces como uno de esos héroes de los cuentos que buscan por todas partes en cada una de las páginas a quien besar hasta que logran el beso perfecto, el ideal y entonces ya no vale la pena seguir buscando y ni siquiera volver a besar… luché como un guerrero inigualable, hasta perderme en mi delirio, contra mi obsesión, mi gusto exagerado por la sangre, mi pasión desenfrenada por chupar y lamer y morder y relamer…

pero pudo más el sabor de un cuello ya casi reventado en el delirio… el temor delicado de los senos tatuados de quejidos y de lamentos… la redondez de las nalgas en mi silencio… los secretos de la entrepierna en mi apetito si cause… una axila desgarrada en mis largas noches en vela…

Fue entonces cuando, a falta de dinero para seguir sangrando en mis delirios, se me ocurrió escribir poesía… y me esforzaba como el que más para que mis poemas fueran tan buenos y aún mejores que el dinero que me robaba para pagar mis necesidades más íntimas… para que abundaran como una vez se habían multiplicándo las carteras y billeteras y bolsillos generosos en las fiestas…

y así poco a poco, volví nuevamente a mis clientes y ellos a mí, y yo les daba un poema y a veces hasta dos o tres de lo mejor de mi cosecha, para que se dejaran chupar la sangre, y se dejaban y me recomendaban otros clientes y pedían que les asignara por una buena temporada más de una cita en mi agenda… y yo les chupaba la sangre sin que mediara el tiempo y sin importarme que fuera la sangre que ya nadie quiere…

gramática de vampiros@

para Socorro

hablaban con una exactitud casi enfermiza sobre el tema en cuestión que algunos de los asistentes callaban en sus asientos llenos de espanto, temerosos de ser los siguientes en la carnicería, paralizados ante la pulcritud de los hechos narrados, discutidos, mostrados, acariciados, embellecidos, divinizados…

a mí, por mi parte, la sangre me corría a borbotones en la imaginación, y me inundaba de moscas la intimidad y se me vampirizaba en los oídos hasta que me oía y me veía y me sentía y me olía rodar por los acantilados de la infamia y el horror…

palabras dulcificadas, afeitadas a la perfección, “power points” delineados y adobados con la exactitud de una formula matemática, fotografías que cobran vida una tras otra en las pupilas insomnes y que nos quitan el habla y que nos observan cautivas e indiferentes desde el fondo de la iniquidad…

hubo un momento en que la gramática se quedó rezagada y se retiró a sus aposentos avergonzada, mamada, desmadrada… también las ideas y los conceptos y las ilusiones y los sueños se hicieron a un lado como un perro callejero que se prepara para su propio funeral…. Y la misma razón, ante tanta evidencia, se inclinó a medias como una prostituta vencida buscando un hueco donde guarecerse, desaparecerse, humillarse… y se quedó en vilo… Tampoco la lógica pudo soportar los hechos y se refugió a tientas en el absurdo. Las palabras ya sin ritmo y sin cause y sin dueño iban y venían como flechas enamoradas de una presa que de tanto morir ya no sabe como morir… y se estrellaban contra las paredes sedientas de sangre… y se untaban de mierda y de espanto y el aire se empapaba de lamentos y las entrañas se desgarraban con las piernas abiertas armando y desarmando gloriosas el teorema pluri-forme del horror…

al que se le había asignado reconstruir como fuera la gramática, de poner las cosas en orden, de eliminar los bemoles de la función… recoge la sangre a manotadas, chilla su bestia encarnada, da órdenes y se despelleja en su sabiduría, tirándose de los cabellos y sentado a medias sobre un ego informe y polimorfo que le hacía cosquillas en sus partes pudendas…

la perfección era tal y el seso de los participantes y asistentes y los que se quedaron y faltaron y no llegaron y se fueron, era de tal magnitud que los crímenes de los que hablaban empezaron a ocurrir en el lugar de la función. Ahí mismo en el auditorio de los sueños que se tocan con sus manos y nos tocan… muertas de ayer y de ahora y de siempre y de todos los días y de mañana y pasado, empezaron a aparecer y a hacer fila… otras a amontonarse en el lugar de la fanfarria… primero aparecieron los violadores y se desnudaban lentos y seguros, empujados y vigorizados por los aplausos de los sabios y la servidumbre. Inmediatamente después se ponían en fila, y preparaban su instrumento divino para macerar la carne de hoy, la tierna, la otra, la de siempre y de nunca y de todos los días y horas y décimas de segundo y de menos y de todavía en su capullo, una navaja…

se hizo un silencio, mientras los señores dueños del festín y las señoras y sus devotos y fans se arreglaban el pelo y repasaban el papel asignado… y entonces sí, hacían su entrada las mujeres violadas, traspasadas holladas, ahuecadas, deventradas, desangradas, agujereadas, olidas, destornilladas y hasta dulces en su dolor y sublimes en sus excrementos y beatificadas en el calor de sus órganos abultados, inflamados, desgarrados, trasbocados de tanta palabra sin gramática… y las fotografías sedientas que se salen de su personaje y relaman una vez más su nombre y su verdugo…

lo último que vi fue a los concurrentes en la misma fila, y quise escaparme pero no pude, su órgano tieso de tanta sabiduría, las pupilas inundadas con la misma infamia, también las mías y las tuyas y las de nadie, esperando su turno para penetrar en el hueco del tiempo que se calla y se tumba y se mete los dedos en la boca y se desgarra por dentro como un niño que no puede más y se defeca… hasta que solo queda el hueco vacío de la memoria y el olvido…

finalmente un tiro certero, perfecto, exacto… una explosión en la memoria y una mujer tras otra y otra y otra más y la otra y la misma, y la de siempre y la de nunca, que en la sala del claustro cae violada por las palabras que se divinizan en la boca… del académico, tú , yo , de los que no vinieron y se fueron y no están y también hacen fila, y aplauden y de despelucan y se llenan la panza, mientras los hijos soñados, los muertos, los de nadie, los de siempre, hacen fila para recoger las migajas…

La vieja y el vampiro

era la única casa de la manzana con una cerca desvencijada y arbustos ya medio muertos y maleza y tres perros que de tanto en tanto salían al porche a tomar el sol… tres perros enormes que mas que mascotas parecían tres animales prehistóricos, que todavía no han tenido la oportunidad de desaparecer, de consumar su destino, de ahogarse para siempre en las bodegas del tiempo… uno, en especial, cada vez que aparecía infundía miedo y hacía ciertas ganas extrañas de ir a la armería y comprarse un revolver…

También, y cada vez con mas frecuencia, había letreros en frente de su casa entre los arbustos y los perros, donde la vieja reivindicaba los derechos de los mas necesitados, entre ellos uno que cada vez que lo leía me ponía la piel de gallina: “Black Lives Count”, decía… según parece, cuando no estaba en su casa encerrada con sus perros, la vieja participaba en marchas en favor de los derechos de las minorías y especialmente de los animales que ella, según decían, había visto morir de hambre y a balazos en las postrimerías del tiempo…

Su casa, a decir verdad, le daba una mala imagen a la calle… hacía pensar a cada instante en la pérdida de valor… cuántas veces estuve tentado de arrancarle la cerca, echarle veneno a las malezas y arbustos y matarle los perros, -ya no recuerdo con exactitud… lo único cierto es que para sentirme a salvo, me había enseñado a mi mismo y acostumbrado a pensar y a ver que vivía en otra calle, en otra ciudad, en otro tiempo y que la vieja que vivía en la casa del lado era una total desconocida para mi, ya que no la había visto salir ni entrar en la casa desde el primer día que me había mudado a vivir allí con mi familia… y de los perros solo escuchaba algunas noches un aullido ya sin perro y sin tiempo que no ha podido marcharse del todo y se ha quedado atrapado sin saberlo en los agujeros de la desdicha…

Por fortuna había un callejón detrás de mi casa lleno de árboles y flores y de vez en cuando niñas que jugaban y gritaban como si hubiesen entrado de momento en su reino… un reino que yo cuidaba mas que cualquier otra cosa y que en silencio me había adjudicado como mi propiedad… y era por ese callejón que yo llegaba a mi casa cada vez con mas frecuencia, y cuando llegaban los amigos siempre los mandaba a entrar por la puerta del patio que daba a ese callejón… era otra forma de olvidarme de la jungla que cada vez mas se tragaba la casa de la vieja y desvaluaba la mía y las otras, como una plaga maligna dispuesta a tomar posesión hasta del último rincón donde los perros parecía que ya no cabían, o que poco a poco habían ido achicándose, borrándose o distanciándose del tiempo y sus resabios…

Hace unos días la vieja se marchó, o se murió, o se la llevaron unos familiares, o quizás se perdió en una de las tantas marchas de protesta en pro de los desposeídos de la tierra y aún no ha encontrado el camino de regreso, -dicen y comentan en la calle y en todo el barrio… los perros igualmente desaparecieron… solo queda el olor penetrante a orín y a mierda que pareciera cada vez mas intenso cuando regreso a casa, cada vez que me voy, cada vez que no estoy, cada vez que la vieja vine a visitarme en mis pupilas…

Ayer como de costumbre he regresado y he visto gente merodeando en la casa de la vieja y diciendo cosas y entre risas y sueños y señales y números y miradas que aterran como si miraran sin ojos y sin luz y sin tiempo… son los nuevos inquilinos, vino repentinamente a decirme mi mujer… están recién casados, compraron la casa y mañana mismo empiezan los cambios y reformas necesarias… no me dijo nada mas… me miro un instante a los ojos y luego desapareció como si nunca hubiese estado ahí y como si no me hubiese dicho lo que me dijo… sentí miedo y un sabor extraño hizo explosión en mi boca…

Era la única casa en la manzana con una cerca desvencijada, y arbustos ya medio muertos y maleza y tres perros que salían al porche a tomar el sol… tres perros enormes y uno, en especial, que cada vez que aparecía infundía miedo y hacía sentir ciertas ganas extrañas de ir a la armería y comprarse un revolver… un perro negro y peludo que en vez de orejas parecía tener cuernos y en el lugar de la boca una caverna que manaba un liquido lechoso cada vez que ladraba…

Hoy como siempre he regresado a casa directamente del trabajo como si me destino fuese simplemente ir y regresar… como si todo no fuera mas que seguir una cuerda con dos puntas, mano a mano, paso a paso, igual que el ciego que siempre repite los mismos gestos, el mismo camino, el mismo silencio y sin que nada a la vez haya sido lo mismo para él…

La calle ahora parece otra calle y las casas lucen como recién pintadas, parecen mas grandes, mas alegres y bonitas, casas de gran valor, como metidas de lleno en una explosión de luz… como si cada una, a cada instante, se preparara para echarse a volar…

La cerca ha desaparecido… de los arbustos no queda ni la sombra… la maleza ahora es una hierva uniforme y reluciente… también los perros han desaparecido y ya no queda ni siquiera el olor a orín y a mierda y los últimos ladridos parecieran finalmente haber encontrado el sosiego y la paz, el olvido tan anhelado, el último suspiro del silencio… y entonces veo que mi calle ya no es mi calle… que ya no vienen los pájaros a fabricar sus nidos entre los arbustos ya medio muertos y la maleza… que todo parece haberse ahogado en la garganta del tiempo, insectos y olores, y la vieja y los desposeídos de la tierra y letreros y marchas y tantas noches en vela…

Y entonces me doy cuenta que me hacen falta los perros y el olor a orín y a mierda, y el chillido estridente de los pájaros y la cerca… y entonces me doy cuenta que voy a echar de menos a la vieja…

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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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