Literatura Cronopio

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LA COTIDIANIDAD DE LO ABSURDO SEGÚN ROBERTO BOLAÑO

Por Fabián Buelvas *

El dos de agosto de mil novecientos noventa y nueve el escritor chileno Roberto Bolaño (1953–2003) dijo lo que quiso. Su discurso, leído durante la ceremonia de entrega del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, fue un agradecimiento a las coincidencias cotidianas, al lugar y a la generación a la que se pertenece, al oficio de escribir y, sobre todo, la revelación del profundo amor que sentía por la literatura.
Su prematura muerte contrasta con una profusa obra en la que figuran los poemarios Los perros románticos (1994), Tres (2000), los libros de cuentos Llamadas telefónicas (1997), Putas asesinas (2001), El gaucho insufrible, y El secreto del mal (obras póstumas: 2003 y 2007 respectivamente), las novelas Estrella distante (1996), Los detectives salvajes (1998), y la descomunal 2666 (2004, también publicada tras su muerte). Bolaño, quien vivió durante su adolescencia en México, regresó a Chile en 1973 sólo para ver cómo los militares acababan con el proyecto de Allende, se devolvió a México y emigró en 1977 a Blanes (un pequeño pueblo cerca de Barcelona), murió producto de un cáncer de hígado. Preferiría no morirme —dijo en una entrevista concedida en 2003— pero tarde o temprano la distinguida dama llega y es una puta caliente que le da diente con diente al más pintado. Por fortuna, Bolaño supo procurarse un espacio en este mundo vivo que, como todo lo vivo, no tiene remedio. Si el más allá existe —continuó— me matricularé de inmediato en algún curso que estuviera dando Pascal.

Bolaño equiparó su sentido del humor con situaciones de absurdo que se muestran como cotidianas, es decir, susceptibles de ocurrirle a quien sea. Él, quien se salvó de caer en manos de los militares pinochetistas gracias a que el policía que lo capturó resultó ser un amigo de la infancia, que en su estancia inicial en España (se abstenía de llamarlo exilio porque, decía, ningún latinoamericano puede considerarse como exilado en España) vivió del dinero que le generaban los concursos literarios de provincia que ganaba con frecuencia, rodeó a sus personajes de situaciones límite, excéntricas, para las cuales no estaban preparados (¿quién lo está?) y de las que salían, frecuentemente mediante la aparición de otro absurdo. Luis Antonio Sensini, personaje y título del primero de los cuentos que componen Llamadas telefónicas, es un hombre que mantiene a su familia a partir de los premios que obtiene en concursos de cuento (Bolaño hace aquí una alusión a su estilo de vida), cuyo hijo Gregorio Sensini había desaparecido durante la dictadura argentina. El narrador de la historia es el mismo Bolaño: Bolaño habla de Sensini, quien se parece a él. El cuento Sensini es una narración sobre premios literarios que, a su vez, obtuvo el Premio de Narración Ciudad de San Sebastián. En ambos casos, Bolaño se refleja y se observa a sí mismo. Este observar(se) en los demás es recurrente en varios personajes de Llamadas telefónicas.

En un breve texto sobre la fotografía, Bolaño evoca una escena que sintetiza el juego de poderes entre el observador–observado: El asesino duerme mientras la víctima lo fotografía. Esta frase, pronunciada casi en un murmullo por una voz resignadamente tranquila, me persigue o persigue a mi sombra desde hace muchos años. El asesino duerme. La víctima le hace fotos. Esta inversión de funciones se conjuga en la figura del detective, muy frecuente en toda su obra. Alguien que conoce a otros, quienes poco o nada saben sobre él; que, a pesar de su conocimiento, no pretende alterar el orden establecido porque no sabe ni le interesa saber cómo funciona el mundo. En Estrella Distante, Abel Romero es un tosco policía retirado que persigue a Carlos Wieder, un afamado piloto del régimen de Pinochet que dibujaba versos en el cielo con el humo de su avioneta, lo que lo elevó a la categoría de artista. A partir de la ayuda del narrador de la historia, un poeta chileno en ciernes (Bolaño observándose a sí mismo), Romero da con el escurridizo Wieder y lo mata. No hay drama o gloria alguna en el acto, sólo el cumplimiento del trabajo que le fue encargado. Nada más hay que saber al respecto. El detective no se salva de la ironía que es la persecución y muerte en un país extraño de un personaje tan particular como Wieder, pero su total ignorancia de los eventos que le rodean y le afectan le permite pasar inadvertido.

En el entramado de sus historias, Bolaño aparece como la víctima que hace fotos. Como fotógrafo, escoge el ángulo que le resulta más cómodo. La ironía que matiza las situaciones que afectan a sus personajes no es su invención sino su interpretación. Al fin y al cabo, él mismo suele aparecer para reafirmar que nadie tiene escapatoria, que todos estamos condenados al absurdo o a la ignorancia, y que él, como víctima que registra, puede decir al respecto lo que se le dé la gana.

Roberto Bolaño (Cortesía de Editorial Candaya y Teveunam). Clic para ver el video
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=f8ScYnZ_1OA[/youtube]
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* Fabián Buelvas (1985) es escritor y psicólogo barranquillero. Algunos de sus cuentos y reseñas han sido publicados en los espacios virtuales Colectivo Caribe y El Porta(L)Voz, la revista cultural Labrapalabra y las antologías Vista al cuento de 2008 y 2009 (Editorial Antillas). Actualmente escribe para la sección de blogs del diario El Heraldo, trabaja como cronista para varias empresas de la ciudad, y ejerce como investigador.

3 COMENTARIOS

  1. Buen texto @perrohijueputa, se atrevio a hablar de todo un maestro, lo hizo con estilo, clase, humor y altura, bien hecho, pocos pueden expresarse asi de alguien tan grande como Bolaño.

  2. «La ironía que matiza las situaciones que afectan a sus personajes no es su invención sino su interpretación». Bolaño fue un gran maestro sin duda alguna. Buen texto, Fabián!

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