Especiales Cronopio

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LA POBREZA ES LA «FINAL FRONTIER»

Por David Casacuberta*

Las fronteras son sin duda abstracciones, pero las abstracciones también causan daños. Algunas, como las fronteras, hasta matan. De tan abstractas, algunas fronteras no necesitan ni siquiera tener un referente físico. Un ejemplo bien claro son la fronteras que vamos a analizar en este texto: la frontera que separa, en nuestra flamante Sociedad de la Información (con mayúsculas, claro, y negrita o cursiva si hace falta), las personas que tienen acceso a las redes informáticas de telecomunicaciones y las que no. Lo que los anglosajones llaman «digital divide» y que normalmente traducimos por «división digital».
Tras esta frontera doblemente abstracta hay poco más que pobreza, falta de recursos económicos que impide en un primer nivel no tener acceso a infraestructuras como un ordenador, teléfono, módem, etc. y en otro nivel más básico y peligroso, falta de conocimientos para poder aprovechar esas redes de una forma realmente funcional. De eso vamos a hablar aquí.

MITO UNO: CON MÁQUINAS SE ARREGLA TODO

No hará demasiados meses, sobre mi ordenador aterrizó una propuesta de unos concienciados ingenieros británicos para crear un fabuloso sistema de comunicación inalámbrico en la India para así lograr que la población más pobre tuviera también acceso a la Sociedad de la Información (ya saben, ¡las mayúsculas!). Técnicamente, el proyecto era resultón: un satélite artificial, unas máquinas muy baratas hechas con piezas de máquinas viejas, un dispositivo de radio para captar la señal fácilmente. No faltaba, evidentemente, un sistema operativo políticamente correcto como Linux, junto a un protocolo informático la mar de ingenioso para garantizar que no se perdiera la información a pesar de utilizar la radio como sistema de transmisión.

En mi valoración al proyecto se me ocurrió comentar que qué pensaban que iban a hacer con ese equipo personas que probablemente no sabían leer inglés, un sistema como Linux les resultaría básicamente incomprensible y qué es lo que iban a buscar esas personas en Internet: ¿Quizás una página con unas flamantes Nike personalizadas? (Unas Nike que igual sus hijos estaban confeccionando de sol a sol, por un sueldo de miseria) ¿Quizás una página cinéfila donde se comentaban películas que ellos nunca verían? ¿o tal vez información de primera mano de «life of the rich and famous» para que vivan felices al saber que gracias a sus esfuerzos y su miseria, algunos viven vidas de lujo? Ingenuamente, les pedía una segunda parte del proyecto, una donde detallaran dónde se iban a instalar esas máquinas, cómo iban a adaptar los sistemas operativos a las lenguas autóctonas como hindi o urdu, quién se encargaría de fabricar contenidos que resultaran de utilidad a esas personas. Por lo visto, no habían pensado en esas cosas. Es más, ellos eran ingenieros. ¿Por qué tendrían que plantearse esas cosas? Huelga decir que ya no he recibido más proyectos para valorar…

Imagino que estos ingenieros obraban de buena fe —aunque a veces me asalta la sospecha de que pusieron el carro delante del caballo y querían una justificación ética para que les financiaran su juguete de Internet propulsado por ondas hertzianas. Poco importa. El resultado final es que la mayoría de propuestas para saltar esa grieta digital confían solamente en el músculo de ordenadores y redes de comunicaciones. Pero son los contenidos lo que hacen que una Red sea útil. Esas máquinas hindús conectadas por radio, sin campañas de alfabetización digital y contenidos relacionados con el estilo de vida de la comunidad eran tan útiles como un Ferrari sin gasolina.

MITO DOS: EL CÓDIGO ABIERTO ES MILAGROSO

Y sin duda lo es. El tipo de futuro que nos espera en el así llamado Primer Mundo depende de cuántas aplicaciones de código abierto, libre, vamos a tener para contrarrestar el software propietario, caro, mezquino y lleno de trampas a nuestra privacidad. Y para el tercero de los mundos también lo va a ser, sobre todo la creación de contenido (enciclopedias, manuales, periódicos, libros de texto) freeware de libre acceso que permitan obtener información y conocimiento a aquellos que no disponen de escuelas o bibliotecas al uso.

Pero faltan cosas al código abierto. En estos momentos, un sistema operativo abierto, y buena parte de sus aplicaciones, están pensadas para personas con conocimientos informáticos mínimamente refinados. Instalar un sistema o ejecutar un programa implica toda una serie de prácticas que ya resultan medianamente dificultosas para muchos usuarios de nuestra Europa. Imaginen lo complejo que puede ser para una persona que no ha visto un ordenador en su vida.

En ese sentido, como medida para facilitar el acceso a las tecnologías de la información y salvar la grieta digital, es mejor un Windows pirata como compañero de saltos que un sistema de código abierto.

Pero claro, no vamos a defender aquí la piratería. Sobre todo porque vaya usted a saber quién está leyendo esto. Bromas aparte, necesitamos código abierto simplificado, fácil de instalar y usar, tremendamente intuitivo que pueda utilizar una persona con conocimientos rudimentarios de informática. O ni siquiera eso. Y lo necesitamos para ayer.

MITO TRES: DE LA SOCIEDAD AGRARIA A LA INFORMACIONAL Y TIRO PORQUE ME TOCA

Seguro que han oído hablar del «milagro irlandés» y de cómo su sociedad pasó del medio rural al informático en menos que canta un gallo, gracias a una inteligentísima política del gobierno irlandés. Permítanme que ponga en duda esas suposiciones.

En primer lugar, no hay nada milagroso en ofrecer incentivos como ventajas fiscales, mano de obra más barata, inglés [sic.] y euros a multinacionales deseosas de maximizar beneficios. Me recuerda al «milagro español» de ofrecer enormes terrenos a multinacionales por cuatro duros y así generar puestos de trabajo. Esas multinacionales se fueron a países del Sudeste Asiático cuando descubrieron que la mano de obra era aún más barata allí que en España y que, gracias a la globalización, podían permitirse el coste de tener fábricas en la otra punta del mundo. Las fronteras son inútiles frente al poder del dinero.

El «milagro irlandés» ha sido más de lo mismo: concentración puntual en el tiempo de fábricas por condiciones ventajosas hasta que aparecen condiciones mejores en otro sitio y las fábricas desaparecen antes de que uno pueda decir «globalización». Y, por otro lado, los trabajos realmente creativos e interesantes nunca están a cargo de los nativos. En España se montaban las piezas y se empacaban las impresoras de Heweltt Packard. El I+D se llevaba a cabo en Estados Unidos.

El tiempo ha puesto en su sitio el supuesto milagro irlandés. La verdad es que les deseo lo mejor. Pero de todas formas, no parece que sea una solución a corto plazo para la brecha digital, pues a) En una población digitalmente analfabeta la gente no puede encontrar puestos de trabajo en la Sociedad de la Información. b) La riqueza ha de generarse a través de contenidos. ¿Qué contenidos se van a vender, y a quién? ¿Cómo crear un mercado propio de información cuando países virtuales como DisneyWorld o TimeWarner fabrican todo nuestro entretenimiento? c) No hay economía virtual sin una real. Los capitales reinvertidos del mundo industrial a las Industrias de la Información (también con mayúsculas, faltaría más) son los que facilitan el milagro irlandés. Sin ese capital de salida en países de la división digital no hay milagro posible.

MITO CUATRO: LA DIVISIÓN DIGITAL ES UNA COSA DEL TERCER MUNDO

Mira a tu alrededor. Seguramente a tus abuelos, quizás hasta a tus padres, eso de la revolución digital les suena a chino. El ordenador les asusta y temen que si lo tocan muy fuerte les saltará un virus o un hacker se colará y les robará los cubiertos de plata. ¿Acaso no tenemos pobres en nuestras ciudades que no tienen ni techo? ¿Tiene sentido preguntarse si tienen móvil, portátil y ADSL? La división digital no sólo separa países, también separa ciudadanos y es necesario también operar de forma local para cegar esas grietas lo antes posible.

MITO CINCO: LOS ORDENADORES SON BARATOS

A veces se sorprende uno escuchando tal respuesta al tema de la división digital. Sobre el papel es verdad: es mucho más barato un ordenador con router y la cuenta de teléfono que un piso, un automóvil o una carrera universitaria. Pero, recuperemos el primer mito: las máquinas no lo arreglan todo. Un ordenador puede acabar utilizado de pisapapeles o para aguantar la puerta cuando hay corriente de aire si la persona no sabe qué hacer con él. ¿Han visto alguna vez las estadísticas fluctuantes de los ciudadanos que se conectan a Internet? A una primera vista son espectaculares: en España, sin ir más lejos, se habla de un 100% de aumento por año. ¡La población de Internet se estaría duplicando cada año en nuestro país! Pero nada de eso sucede ¿Por qué? Porque de ese 100% más de un 50% se cansa al cabo de unos meses porque Internet no tiene nada interesante que ofrecerle. Insisto: las máquinas sólo solucionan la mitad del asunto: sin conocimiento de cómo usarlas y contenidos para disfrutarlas y sacarles partido no sirven ab-so-lu-ta-men-te de nada.

HACKEANDO EL BORDE DIGITAL

Ciertamente, más de una vez he soñado con un borderhack. Un hack virtual a la doble frontera virtual de la división digital. Y más que en grandes campañas orquestadas por gobiernos y apoyadas por funcionarios cuya única función es conseguir todavía más clientes, más espectadores para la versión de Disney y AOL-TIME-WARNER de la Sociedad de la Información, confío en llevar ese sueño a cabo, poco a poco, gracias a las acciones de individuos solidarios que den un poco de su tiempo a las siguientes causas.

DISEÑADORES SIN FRONTERAS

La informática ha dejado de ser cosa de usuarios. Es demasiado importante para dejarlo únicamente en sus manos. Que un sistema operativo o una aplicación funcionen correctamente y despenpeñen su contenido de forma correcta, sin colgarse es solo la mitad de la historia. La otra parte es la ‘usabilidad’: que se pueda utilizar fácilmente, se adapte a la forma en que nosotros pensamos y no en sentido inverso. De este modo, confío en que en un momento cercano proyectos de código abierto, con GNU y el sistema operativo Linux, atraigan también a diseñadores que creen interfaces atractivas y fáciles de usar, que piensen en formas de instalación que resulten cómodas y sencillas para el usuario, y en adaptar los sistemas a minorías étnicas, culturales o discapacitados para que todo el mundo, sin excepción pueda acceder al mundo de la información digital.

CÓDIGO COGNITIVAMENTE FÁCIL

Disfrutar plenamente de la Sociedad de la Información y crear implica al final saber programar. En ese sentido, espero más desarrollos en la línea de lenguajes de programación, como Python, llenos de utilísimas rutinas y fáciles de programar, que permitan a los muchos que se sienten repelidos por lenguajes fríos y abstractos, como C++ y primos, programar con mucha soltura y facilidad.

Ligado a ello, si no a programar, crear estándares cognitivos para poder instalar y adaptar software libre a nuestras necesidades de forma simple, intuitiva y nada abstracta.

CREAR CONTENIDO ANTI–GLOBALIZADOR

A veces imagino el momento supuestamente glorioso, ese del anuncio de «ha entrado en Internet por primera vez» de un habitante de un ghetto pobre y su frustación al ver ese inmenso ‘mall’ virtual lleno de posibilidades de compra, exhibición de lujo orgiástico y, en general, referencias a un mundo del que nunca podrá disfrutar.

En ese sentido es vital la creación de espacios alternativos donde se pueda sentir cómodo un chaval de las favelas, un preso de la Modelo, una parsi o un musulmán devoto. También es vital darles a esas personas las herramientas y sobre todo los ánimos para crear sus propias páginas: que las mil y una posibilidades de Internet no acaben siendo tan de baratillo como los cientos de canales de televisión por cable que ofrecen todos lo mismo: basura globalizadora.

POTENCIAR LOS INTERFACES SONOROS

El analfabetismo real —no poder leer ni escribir— es mucho menos raro de lo que nos podríamos pensar desde la cómoda Europa. Añadamos el problema extra de adaptar lenguas con alfabeto propio como el hindi o el chino a teclados occidentales. En ese sentido, alternativas como el Simputer, un ordenador con posibilidad de funcionar con la voz, de bajo precio y pensado para la comunidad hindú, es el ejemplo perfecto del tipo de herramientas que tengo en mente para hackear el borde digital. Es necesario avanzar desde esta perspectiva, generar tecnologías de código abierto fáciles de programar que permitan tener navegadores, procesadores de texto y sistemas operativos que funcionen mediante la voz y sean capaces de reconocer el habla continua.

CONTENIDO LIBRE Y EN EQUIPO

No sé quien dijo que Internet es un océano de conocimiento de pocos centímetros de profundidad, pero tenía más razón que un santo. Aunque uno puede encontrar todo tipo de informaciones acerca de los personajes de Star Trek, le resultará muy difícil ver instrucciones de cómo hacer ladrillos o un curso universitario decente de historia. En Internet faltan diccionarios, enciclopedias, manuales, cursos universtiarios, instrucciones prácticas de medicina, construcción, fontanería… Me fascinan proyectos como la Gnupedia o lengua libre, para generar una enciclopedia o un diccionario de la lengua castellana de dominio público que todo el mundo pueda usar. Estos proyectos son posibles por el trabajo de cientos de voluntarios que colaboran un poco para forjar estos vastos sistemas de conocimiento. Sin duda, es la línea a seguir.

MULTICULTURALISMO

¿No le molesta ver qué todas las páginas se parecen, los mismos referentes a la cultura de países virtuales como Fox, Polydor, Sony, HBO y tantos otros? ¿No nos estará trayendo la Red, en lugar de esa supuesta universalidad, una cultura multinacional de consumo? Uno de los rasgos más peligrosos de la globalización es la uniformización cultural: todos iguales para consumir todos lo mismo. ¡Rebélate! Crea tus propias páginas con contenidos autóctonos. En lugar de diseñar esa página a partir de lo que has visto en el Neo2 o en Wallpaper, ponle imágenes del folklore de tu tierra. O incluso del de otra comunidad cultural de la que te sientas hijo espiritual. Cuelga páginas en tu lengua. Haz arte dirigido a tu comunidad cultural y no a ese mítico «navegante universal» que es una ficción creada por las multinacionales. Frente a la homogeneización cultural de la globalización, diversificación cultural en lengua, contenidos, estilos, colores, sonidos, imágenes, interfaces… no disociemos el medio digital de nuestra cultura.

MICROCONCLUSIÓN

¡Deja de leer ya estas reflexiones de cuatro cuartos y ponte a trabajar! ¡Ceguemos para siempre la división digital!
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* David Casacuberta es experto en cultura digital. Profesor de filosofía de la ciencia en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su línea de investigación actual son los impactos sociales y cognitivos de las TIC. Ha publicado diversos libros, capítulos de libro y artículos sobre el tema, tanto en papel como en formato electrónico. Recibió el premio Eusebi Colomer de la Fundación Epson al mejor ensayo sobre los aspectos sociales, antropológicos, filosóficos o éticos relacionados con la nueva sociedad tecnológica con su libro «Creación colectiva». También es ganador del premio Ingenio 400 organizado por el Ministerio de Cultura de España y la Sociedad Estatal de conmemoraciones culturales al mejor proyecto de net.art con su obra (en colaboración con Marco Bellonzi) X-Reloaded.

También participa como profesor en diversos posgrados: el de Gestión Cultural en la Universidad de Barcelona, el de Teoría del Arte Contemporáneo en la Fundació Miró/Universidad Autónoma de Barcelona y el posgrado de Desarrollo Comunitario con el Ayuntamiento de Granollers/Universidad Autónoma de Barcelona. Trabaja para Trànsit Projectes (wwww.transit.es) en diversos proyectos financiados por la Unión Europea relacionados con la e-inclusión y las TIC y en cómo pueden utilizarse para luchar contra la exclusión social. En paralelo ha trabajado en proyectos de cultura digital como Autobahn —una cartografía de la música electrónica para la Mediateca del Caixaforum e Hiperiment— el hipertexto en juego para el Centro de Cultura Contemporánea. También es co–responsable de la programación semanal de la Mediateca de CaixaForum, dedicada al arte y cultura digitales.

Es asesor de forma estable para el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en cuestiones relacionadas con la cultura digital como hiperliteratura, videojuegos experimentales o innovación en investigación cultural.

También es miembro de think–tank español de eDemocracia www.edemocracia.com, con un interés especial por los procesos de e-participación. También es el secretario del capítulo español de Computer Professionals for Social Responsibility y el representante español para la coalición internacional European Digital Rights (www.edri.org).

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