Cine de Cartelera Cronopio

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Brillo

Proyecto Cinetaller – Santiago Andrés Gómez © Adriana Rojas, como Sandra, en Nunca (Gómez, 2009)

LO QUE BRILLÓ PERMANECE

Por Santiago Andrés Gómez Guevara*

«La muerte no existe»

(Regi Andrej Tarkovskij, Leszcylowsky, 1988)

Hace dos años terminamos esta película, producida por Proyecto Cinetaller, Locomotora y mi viejo amigo Juan José Montoya. Surgió de una historia que me contó una exnovia, historia a la cual intenté ser del todo fiel. «Esto pasó en la realidad, pero no tiene explicación en la realidad», fueron las palabras preliminares de ella cuando me relató su experiencia. Al fin, mi intento de conservar ese misterio, aunque lo considero exitoso, no ha conseguido ni el quizá relativo pero real impacto social que sí tuvieron, por ejemplo, Clemencia (1997), o incluso la ciertamente discutida La muerte de Pedro Canales (2003), y casi nadie la entiende, pero a quienes les gusta lo dicen con sinceridad y entusiasmo.

Para empezar, hay que decir que yo tampoco entiendo el significado de lo que sucede en la historia, pero sí estoy seguro de que nada queda sin decir. O sea, todo el que vea Nunca logrará saber qué es lo que pasa, aunque para todos sea imposible explicarlo.

Con eso me basta: lo demás debe ser interpretación.

VANGUARDIAS Y DIGNIDAD

Uno de los mayores aportes que han hecho a la humanidad algunas formas transgresoras o vanguardistas en el arte, como el cine moderno, o el de un escritor tan abstracto como Borges, o del propio rock psicodélico (y hablo de aportes objetivos, sociales, y sin duda políticos), es el reconocimiento de que cada vida es única, que nadie puede compararse con otro.

Borges lo dice varias veces: en un poema se pregunta cuántas cosas pierde el mundo con la muerte de un ser humano (lejanos atardeceres, figuras de recipientes apurados con placer alguna vez, tonos maternales apenas recordados), y en un libro de conversaciones señala que las muertes de la explosión atómica de Hiroshima fueron todas muertes individuales, no la de un montón genérico.

Igualmente, el cine moderno, como el rock psicodélico, descubre el absoluto o la verdad que subyace en la percepción, la validez y constante prevalencia de lo subjetivo.

Para el cine moderno, especialmente, el realismo se muestra más intenso y verdadero cuanto más fragmentario. En películas para las cuales lo más importante no es tanto lo que pasa (como sí sucede en cambio en el cine clásico), sino a quién le pasa, el ámbito de lo desconocido es una dimensión cuyo trazo y énfasis resulta indispensable para la expresión de una identidad igualmente ambigua, vacilante, siempre en el filo de tal o cual decisión, y siempre en la incertidumbre ante el vaivén de consecuencias impredecibles.

Proyecto Cinetaller – Santiago Andrés Gómez © El vértigo de la revelación… Sandra «vuelve a ver» la guitarra de su novio.

No podemos definir a nadie de un solo tajo, no podemos hacerlo si no es cometiendo una injusticia, injusticia quizá relativa, sin embargo, o en todo caso inevitable según convenidos patrones sociales de conducta —sobre el tema habría que leer de nuevo el intranquilizador texto de Vargas Llosa sobre El extranjero, de Camus, llamado «El extranjero debe morir», publicado en La verdad de las mentiras (Alfaguara, 2002, pp. 203-211)—.

Pero más allá de su rendimiento públicamente aceptable o inaceptable, cada quien es un ser profundamente indescifrable, y su misterio y su dignidad inviolable no los agotan ni siquiera las condenas que pueda hacer alguien que haya sido su peor víctima.

PENSAR MUCHO O PENSAR BIEN

Por eso para tomar decisiones que afecten la vida de cualquiera, empezando por la de uno mismo, conviene pensar. A los filósofos e intelectuales en general se les tilda, como se tildó hace poco en toda Colombia al candidato presidencial Antanas Mockus, de complicados o indecisos, y se alaba justamente la actitud expresada por su oponente, Juan Manuel Santos, de decidir y actuar en vez de pensar tanto.

Por supuesto, pensar mucho no basta, como nos lo enseña el mejor pensador de la historia, el príncipe Hamlet de la tragedia de Shakespeare, pero de hecho, según Harold Bloom, el peor problema de Hamlet es que piensa no mucho, sino extraordinariamente bien, pues en últimas, del angustiante «ser o no ser» de su famoso monólogo, descubre que uno debe pasar forzosamente al estremecedor y, por lógica, igualmente vacío «sea lo que fuere» del último acto, justo antes del desenlace de la tragedia (tragedia al final de la cual termina expresando, en su postrer aliento, la voluntad ineludible de que luego de su muerte perviva de él un buen nombre, una imagen favorable).

Y es que pensar con acierto tampoco garantiza que las cosas funcionen mejor. A veces, o siempre, una reflexión certera y ponderada encuentra los desvíos más imprevistos.

Proyecto Cinetaller – Santiago Andrés Gómez © El cine absorbe, recompone y piensa el caos de la experiencia. Fernando Puerta (camarógrafo) y Edward Barragán (asistente) durante la grabación de Nunca

ANARQUÍAS, TIRANÍAS Y DEMOCRACIAS

Aceptar entonces la anarquía o el caos insuperable de la vida, además de su magnitud inconcebible, como descubre en sus propias formas el cine moderno, acentuaría lógicamente la necesidad que tenemos de un mínimo orden y un mínimo conocimiento.

Una anarquía descriptiva, no programática, sustenta o explica la existencia de las tiranías, como una reacción, pero entenderla de esa manera, como una condición ineludible de la sociedad y de la realidad, evitaría en cambio la tentación de poner el «orden por encima de todo».

Debemos transar con el caos, con lo impredecible y con la maldad o el simple instinto de supremacía del ser humano, de cada individuo y por supuesto de la colectividad. Los derechos del hombre provienen de la conciencia de una necesidad de reconocimiento a cada ser, pero al mismo tiempo de la urgencia de tal reconocimiento en función de una vida social más armónica.

Así tocamos el tema central de Nunca, un cortometraje sobre el aborto.

LA VIDA NO ES SAGRADA

Yo no alabo ni propongo el aborto como medida ideal ni como algo positivo. He sabido, por experiencias ajenas, que suele ser traumático, aunque también he sabido de mujeres que, con varios abortos a sus espaldas, consiguen construir una vida ejemplar y satisfactoria.

Del mismo modo, creo que llegará un momento en que tal vez deba haber abortos indiscriminados por obligación, por necesidad social frente a una explosión demográfica absolutamente insostenible. Porque la realidad es tan cruel, que así como hoy por hoy el periódico El Colombiano dice que debemos defender el derecho a la vida de los que no han nacido, y atacar el aborto por más que ciertas circunstancias indiquen que debe practicarse (por ejemplo para proteger la vida de la mujer embarazada), al mismo tiempo ese periódico, y mucha gente, pasa por alto o justifica los asesinatos de gente ya nacida, porque al parecer son muertes necesarias para la sociedad.

Hablo en este caso, por mencionar un ejemplo notable, de secretarias, empleadas del aseo y magistrados del Palacio de Justicia que murieron por las granadas, roquets y disparos con que el Ejército Nacional destruía recintos en que aquéllos estaban encerrados, sólo porque con ellos estaba un puñado de guerrilleros que los coaccionaban. A El Colombiano, y a casi todo el país, le importa poco, o no le importa nada, que la reacción de todo el gobierno, y no sólo de dos o tres militares, ante la Toma del Palacio de Justicia, en 1985, pasara por alto y acabara con la vida de estas personas, desoyendo la súplica del presidente de la Corte Suprema por un cese al fuego para abordar una solución que no afectara a los rehenes, ni que luego, para «salvar la patria», se atropellara la humanidad de muchos que habían quedado atrapados en el combate, como la hija de un senador, una estudiante que visitaba ese día el Palacio y que por las influencias de su padre pudo salvarse y contar luego cómo los retenidos bajo sospecha fueron torturados y, casi todos, asesinados.

No habría pues lugar a escándalo cuando sencillamente no quepa ya nadie en el planeta, o en Colombia, y haya que practicar abortos, o matar recién nacidos, pero eso casi nadie cree que pueda pasar: y todo indica que será tal cual.

Proyecto Cinetaller – Santiago Andrés Gómez © «¿Y ese man sí te zarandea bien ese culo?»

NO SE MUEVE LA HOJA DE UN ÁRBOL SIN LA VOLUNTAD DE DIOS

 

En su lugar, actualmente los grupos más influyentes, por lo menos en Medellín, condenan el aborto, como decíamos, por más que el niño venga con malformaciones horrendas, o por más que sea hijo de una violación infantil y la niña corra peligro durante el embarazo, y también se prohíbe la existencia de la Clínica de la Mujer por creencias religiosas y prejuicios morales que se ponen inapelablemente por encima de necesidades sociales y humanitarias, con la doble moral más primitiva y al mismo tiempo refinada e hipócrita.

Porque hay que ver si no practican métodos de planificación como la píldora o el condón muchas de las parejas que socialmente los atacan, hay que ver si no afirman que en la vida debemos aceptar «la voluntad de Dios», pero al mismo tiempo censuran a la mujer que quede embarazada antes de que sea apropiado, y muchas veces diciendo que ella «arruinó su vida», pero exigiéndole al mismo tiempo que tenga al niño, «aunque sea para regalarlo».

Ese niño es una chispa de vida, y en mi película lo sostengo así: es un alma… A mí en lo personal me duele terriblemente la situación que narro, pero sé muy bien que ningún valor es absoluto, ni siquiera la vida (sin gritos, a Sócrates lo mataron por resultar inconveniente para la sociedad, y a Osama Bin Laden también, y hay que ver cómo en estos días mucha gente decente celebra el cáncer de un conocido individuo).

«Well, the biggest man you ever did see was – was just a baby»

(B. Marley, Coming in from the Cold)

El aborto, desde la perspectiva de Nunca, es una tragedia en el sentido griego, determinante, del término: una encrucijada sin solución final, pues siempre hay algún imperativo previo, y una serie de consecuencias irrevocables. Es el origen de una experiencia transformada o, sin rodeos, trastornada, una herida, es al menos el síntoma de una incongruencia social insoportable, en la que se pone en juego todo lo que más valoramos.

(Continua página 2 – link más abajo)

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