Sociedad Cronopio

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EL TRABAJO SOCIAL EN TIEMPO DE CRISIS: UNA REFERENCIA A ESPAÑA

Por Milagros Brezmes Nieto*

EL TRABAJO SOCIAL COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL

No afirmo nada nuevo al decir que el Trabajo Social es una de las respuestas que articulan las sociedades democráticas para afrontar sus necesidades y problemas. Evoluciona teniendo diferentes características, según sea la sociedad y los diversos momentos históricos, aunque conserve rasgos definitorios que configuran su identidad a lo largo del tiempo.

La Historia del Trabajo Social confirma esta aseveración pudiendo observarse, tanto en Europa como en América, similitudes y diferencias que tienen que ver con el recorrido de cada nación, pudiendo constatarse rutas similares pero con variados ritmos y caminos.

Si nos situamos en los primeros años del Trabajo Social en España hemos de ubicarnos en la dictadura franquista; durante ella los principales rasgos fueron su carácter asistencial y benéfico y su fuerte contenido ideológico (fascista y católico).

Los cambios en el régimen político y en la sociedad hicieron que cada vez fuese más necesaria una intervención técnica que matizase las características señaladas y por ello se reconocieron los estudios, tratando de racionalizar los procesos de ayuda, formando a determinados profesionales: asistentes sociales.

Todo ello supuso el primer paso para superar una práctica muy pobre y un desarrollo disciplinar muy escaso que esencialmente tomaban como modelo las aportaciones del mundo anglosajón.

Por supuesto la relación entre los diferentes componentes no fue mecánica. Se produjeron modos de actuar y pensar muy críticos con la realidad y la profesión, pudiendo encontrar colectivos lo suficientemente activos como para influir en el resto, marcando nuevos caminos que posteriormente habrían de recorrerse. En este proceso necesariamente hay que considerar las aportaciones del pensamiento crítico procedentes de Latinoamérica que enriquecieron sustancialmente al Trabajo Social español.

En definitiva se trata de poner de relieve que el Trabajo Social no era, ni es ajeno a la sociedad en la que lo consideremos y por ello para él es fundamental la construcción de sociedades democráticas en las que se hagan realidad los derechos sociales.

TRABAJO SOCIAL Y DERECHOS SOCIALES

Las sociedades democráticas tienen como seña de identidad la creación y desarrollo de los derechos sociales, facilitando el crecimiento y consolidación de profesiones de ayuda, que se dirigen fundamentalmente, aunque no exclusivamente, a colectivos vulnerables de la sociedad para que éstos puedan ejercer los derechos y, por tanto, hacer realidad la democracia.

El Trabajo Social se encuentra entre las profesiones señaladas y necesita para crecer, consolidarse y adquirir identidad, superar el asistencialismo y la beneficencia. Es decir, precisa que las personas sean consideradas ciudadanos con derechos. Lo que sólo se produce en un marco democrático, en sociedades que se preocupan por el bienestar de la población. No existe verdadera democracia si hay sectores que no tienen acceso a los derechos sociales que se han reconocido por ley pero no se hacen realidad.

La relación entre Trabajo Social y derechos sociales se pone de manifiesto al considerar los diversos Códigos Deontológicos de la profesión. En ellos con frecuencia se hace explícito que el Trabajo Social tiene como objetivo el bienestar social y también que los trabajadores sociales están obligados a las defensa de los derechos de los ciudadanos; lo que no puede entenderse sin la defensa de los derechos sociales.

Volviendo a España, la muerte del dictador en 1975 abrió el camino hacia una época en la que fue posible ir construyendo una nueva sociedad que permitió que el Trabajo Social se fortaleciese, con el reconocimiento universitario de los estudios, y creciese, fundamentalmente a través de la creación del Sistema Público de Servicios Sociales. Es decir, gracias a nuevas formas de respuesta a las necesidades de la sociedad, se articularon medidas para que los ciudadanos hiciesen realidad los derechos sociales, que supusieron que el Trabajo Social adquiriese un puesto relevante.

También es cierto que el recorrido no ha estado exento de debilidades y contradicciones. El reconocimiento de derechos no ha sido tan firme ni claro como hubiese sido deseable. Los Servicios Sociales se crearon y crecieron de una manera desigual y con una financiación insuficiente e inestable de forma que el Sistema presenta grandes lagunas y debilidades. Todo ello hace que al hablar del Estado de Bienestar algunos lo denominen de Medioestar.

Sin embargo, no podemos olvidar que la democracia en España permitió que el Trabajo Social evolucionase muy positivamente, tanto disciplinar como profesionalmente, haciéndolo visible, aunque su status no es tan sólido como parecería y que, en más ocasiones de las deseables, sus fortalezas son más un deseo que una realidad.

Hay que reconocer que el gran salto dado en España en el reconocimiento de los derechos sociales ha posibilitado políticas sociales que hacen frente a las dificultades de colectivos desfavorecidos, articulando medidas en las que han sido protagonistas los trabajadores sociales.

Las limitaciones de las respuestas han hecho que los sistemas de protección social, entre ellos los Servicios Sociales, sean los grandes perjudicados en la actual crisis económica que pretende resolverse de manera esencial con recortes que afectan de manera significativa a todas las profesiones que se desarrollan en ellos.

TIEMPO DE CRISIS, TIEMPO DE RECORTES

No deja de sorprenderme que nuestros sistemas políticos hayan olvidado quién originó la crisis, cómo se originó y quiénes se están beneficiando de ella. La crisis es utilizada como justificación de gravísimos recortes de los derechos sociales, dejando al Estado del Bienestar reducido al mínimo y estableciendo graves limitaciones en los derechos laborales. Parece que se ha producido una ruptura entre gran parte de la población —que se ve obligada a defender lo que ya creía consolidado— y sus dirigentes. Con ello estamos resaltando que la crisis económica está afectando negativamente y poniendo en peligro los valores democráticos.

En este panorama el Trabajo Social en España se encuentra en un momento difícil. La profesión ve en peligro numerosos puestos de trabajo (tanto en las administraciones como en el tercer sector) y, además, reverdecen y es más frecuente encontrar actuaciones que tienen que ver más con la beneficencia que con derechos de ciudadanía, y que no precisan ser realizadas por ningún profesional.

Una vez más el Trabajo Social tiene que hacer frente a su contradicción intrínseca: la sociedad lo sanciona en la medida en que contribuye a que las demandas sociales transcurran por vías que no la cuestionen o la pongan en peligro y, a la vez analizar, identificar y tomar las medidas precisas para que las causas de las problemáticas desparezcan. Es decir, al Trabajo Social se le pide que mantenga el equilibrio de una sociedad que es la generadora de las deficiencias que sufren las poblaciones, y, al mismo tiempo, que afronte las causas que están en la propia sociedad.

En estos momentos la contradicción es más evidente. Ya he dicho que muchos Códigos Deontológicos obligan a los trabajadores sociales a la defensa de los derechos sociales. Derechos que están siendo recortados en numerosos casos por gobernantes que han sido elegidos democráticamente, y que, además, son frecuentemente sus empleadores. Se les contrata para canalizar el malestar social y tratar de justificar la situación, articulando intervenciones que nos remiten a formas de «solidaridad» de épocas que creíamos superadas.

Se apoya y alienta el asistencialismo frente a la defensa de derechos; se potencia y utiliza el voluntariado como mano de obra barata, etc. En este marco los trabajadores sociales se sienten atrapados, teniendo que hacer frente a situaciones carenciales graves con recursos cada vez más escasos que no responden al concepto de ciudadano, sino de beneficiario de prestaciones asistenciales.

Por poco que se conozca la Historia del Trabajo Social, ha de verse esta realidad como ya vivida y, por ello, se debe recordar que se ha de tratar de responder a las situaciones individuales sabiendo que se trata de problemas colectivos. La intervención no ha de limitarse a la gestión. Se trata de conseguir que las personas sean conscientes de que lo que están viviendo no es único y de que las posibles soluciones han de pasar por la reflexión y la actuación conjunta de todos los afectados (problemas colectivos requieren respuestas colectivas).

En definitiva el Trabajo Social ha de hacer el esfuerzo de situarse, sin ambigüedades, en la defensa de derechos. Esto tiene una doble dimensión: por un lado, los Colegios Profesionales han de realizar una labor de denuncia y participación en todas las actuaciones que se lleven a cabo en la sociedad que pongan de relieve la protesta frente a los ataques al Estado de Bienestar; por otro, los profesionales, sin dejar de ayudar a las personas en la solución de sus necesidades, han de articular intervenciones que permitan a los grupos y colectivos tomar conciencia de su realidad y organizarse para que los derechos sociales sean una realidad y contribuir a mantener una sociedad verdaderamente democrática.
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* Milagros Brezmes Nieto es Diplomada en Trabajo Social y Doctora en Sociología. Durante años trabajó como trabajadora social con ancianos, personas con discapacidad y familias. Ha sido vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca (España), lugar en el que actualmente es profesora del Área de Trabajo Social y Servicios Sociales. Tiene numerosas publicaciones sobre los sectores con los que ha trabajado y sobre educación. Entre ellas cabe destacar los libros La intervención en Trabajo Social: Una introducción a la práctica profesional y El Trabajo Social en España: Una profesión para la democracia.

2 COMENTARIOS

  1. Estoy de acuerdo con el comentario, a mí esta profesora casi me quita las ganas de continuar estudiando Trabajo Social

  2. Resulta impresionante ver cómo personas sin empatía con l@s alumn@s son capaces de dedicarse a la docencia de una profesión como la de Trabajadora Social.
    Aplíquese el cuento y deje de prodigarlo. Es muy hipócrita hablar de respeto y de defender los derechos humanos si no somos capaces de empatizar con nuestr@s propi@s alumn@s y les miramos por encima del hombro. Respeto para tod@s.

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