Periodismo Cronopio

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A la película del mundo le faltan subtítulos —es una de las varias cosas que le faltan— y yo vine a constatarlo en China de la más radical de las maneras, es decir, no entendiendo nada cada vez que alguien me hablaba en mandarín. Eso, sin embargo, no fue impedimento para que un repertorio de señales elementales tuviera una función comunicacional sucedánea del idioma, habiendo permitido relacionarme con la gente y lograr que en un restaurante popular chino me sirvieran un plato de arroz con pollo y en un bar una cerveza china, de la que nunca había oído hablar. Vi con los ojos y con la imaginación a la China auténtica del sur más hondo, donde la revolución se inició a las primeras de cambio, porque Mao vio que era posible hacerlo. La excentricidad de los usos y de las cosas de ese lugar, al borde de lo remoto, me aportó un paisaje geográfico y humano que hasta días atrás mi mirada desconocía.

Me voy de China llevándome los ahorros de una experiencia única. Si la quisiera vivir de nuevo debería inventarla. Dejo una mirada que aún no ha terminado de ver. Me llevo un patrimonio de muy poco que hoy es todo lo que puede ser: apenas tres palabras en chino, que casi puedo pronunciar muy bien: Nǐ hǎo (hola); Xièxiè (gracias); y Wūlāguī (Uruguay). De las tres, la última es la que me sale mejor, creo.

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* Eduardo Espina es poeta y ensayista uruguayo nacido en Montevideo, Uruguay, y radicado desde 1980 en Estados Unidos. Sus libros más reciente son La imaginación invisible. Antología (1982-2015). Editorial Seix Barral, 2015, el cual figuró en varias listas de los «mejores libros de año. Su otro libro The Milli Vanilli Condition: Essays on Culture in the New Millennium, fue publicado por Arte Público Press, 2015.

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