Literatura Cronopio

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SIN UNA SOLA PALABRA

Por Rafael Allen*

A Zubayda

Cuentan que hace algún tiempo un soez hombre, despreciado por el mundo entero llegó a la vida de la más bella e inteligente mujer, Zubayda, ella, sólo comparable con la luna plena, brillaba con luz propia; de día, su inteligencia daba el fulgor que sólo es comparable con el mismo Apolo, de noche, las estrellas salían, nada más, para contemplar la armonía que ella es. Sus cabellos rizados como las ondas del silencio, llegan hasta su cintura, donde descansan en sus caderas pronunciadas como dos notas musicales; sus ojos tenues en la alegría de la propia vida, brillan iluminando al paso de sus miradas, que son vida, que son muerte. El rubor de sus mejillas, es el color del sol cuando se oculta entre las altas montañas; el arco de sus cejas se forma del más dulce viento de un amor cautivo; sus lunares entretejen las formas del destino, caprichos y azares que dibujan el color de la vida. Sus dos senos, dos flores desnudas, mostrando su sexo en la alegría de la aurora que despierta a la nueva vida. Sus piernas, la infinitud del arco iris, colores que nadan en el tiempo que traspasa su armónica manera de danzar. ¡Oh, mi último deseo y mi última fe! Eras tú, mi bella Zubayda.
Todo inició como nacen los sueños de las panteras, en medio de noches llenas de estrellas y soledades disueltas en llantos. Sus palabras llenaron el ambiente donde compartieron poemas y risas, que se convirtieron en suspiros y miradas que nos llenaron de alegrías pasajeras, las murallas de la pasión fueron traspasadas. Mi único deseo era ‘falar’ y escanciar las copas de licor… Las palabras nos embriagaron, las trampas del encantamiento fueron ambas postradas y en combusta lid unieron sus labios, quedando embriagados de lujuria.

Tus labios eran soñados desde antes que las pulsiones nos llevaran al más bello imaginario de unir nuestros cuerpos. La imagen de tus senos enfureciendo de pasión al paso de mis labios embrujan mi recuerdo; solo una noche, que bien puede ser la vida misma. Temo a tu belleza, al correr de los dados que fueron arrojados  esa noche, donde tu humedad cubría todo mi cuerpo y yo sólo, sólo puedo decir que te vi.

Cómo pintar con palabras algo que fue más sentido y anhelado, un deseo latente, oculto a nuestros ojos, como las rosas que florecen en los témpanos de hielo. Mis palabras no dicen nada, no consiguen reflejar lo que sentí  en ese instante donde el rojo amor en medio  sirvió de cómplice en la noche y en la madrugada.

Cómo soportar el tenerte al lado y no poder decir que quiero besar tus labios, tocar tus senos como un acto sagrado que sólo es posible en lo oculto de dos que un día perdieron su razón y vivieron su propia locura. Estas letras tendrán que ser quemadas por el silencio que unirá el deseo —o mi deseo de volver a estar con vos— de encontrar el instante para ser uno, llenos de locura, y brindando por la lujuria que permite escapar de esto que no sé qué es, pero fue.

No te besé la boca sino cuando
me decías que el viento te besaba…
Si te gocé, ello fue si te gozaba
también Eros…: con él te iba gozando.

Yo sólo sé decir cómo es «amando»
—ni supe ni sabré cómo es «amaba»…—
Más libre soy si tengo el alma esclava:
y esclavo soy, joyoso, duro y blando.

Leo el gris…

Las palabras de un gran poeta reflejan los sueños de la locura que fue enfrentar tus besos y tu cuerpo. Paso el tiempo recordando, en búsqueda de un por qué, y termino diciendo que volvería sin más a caer en la red de la pasión de tus besos y de tu cuerpo. Soy esclavo del instante, pero sé reconocer cuándo y por qué debo parar, y tus senos, tus labios, tu cuerpo y tú me hacen frenar en la cascada del tiempo. Tu  fresca lujuria, tu armonía en la palabra que llega a mis ojos como un viento cautivo del sur, son presagios de que he quedado impregnado de ti. Pero las circunstancias —te ví que llevabas un vestido y un amor— no permiten que el rojo amor en medio nos convierta en esclavos de él.

¡Puedo confesar! Te confieso como el susurro del viento; día tras día pienso en ti, noche tras noche siento tu cuerpo, tu aroma penetra en mis poros, tu olor a sexo enciende mi pasión, recuerdo cómo te desnudé, cómo te besé, cómo penetré tu cuerpo para perderme en él, donde me he refugiado para no encontrarme nuca más…

Escribo escuchando la canción que quisiera cantarte al oído: El día que me quieras… Cómo nos ríe la vida, cómo el hado juega con nuestro tiempo que postrado está para ser encontrado en otra vida. Podré besar esos labios bajo la lluvia que encubrirá nuestro secreto inconfesable. Sólo pido que permitas escribirte en un juego de imaginación, con palabras que pueden ser arrastradas por ese viento sureño.

Está el fatum presente,
los zapatos andariegos prestos
están a ser infinitos

dueños de un cuerpo, nos desborda
la propia vida.
No quería jugar quería vivir,
donde está mi vida hoy:
en juego de muerte
sombras de llanto de no querer
comprender mi flor de ruina.

Tendré que terminar en
tumbas que yo
he de cavar en nombre de mi dolor.

En furia con mis deseos
ando perdido con mi cabeza,
harta de locuras, llena de dolor
dudó en mi llanto pero sólo
está él.

Decisiones no conozco que den
Alivio, sólo llanto, tristeza y muerte.
Quiero jugar por la rosa que llenó
mi alma en noche de vida y silencio.

Promesas en noches de lluvia;
vanas y de nunca esperar,
fatuo sin palabras que decir,
quiero arrojar al viento
tu destino y  mi vida.

¡El fatum presente está!
Tú creyendo que no muero
al encuentro de esa noche.
Cambio de silencios y estás ahí
en esa noche, desnuda y sin
quien llore pensando en
la noche de vida y muerte.

El viento preso por su furia parte deslucido a nuevos rumbos, consume con rabia las grandes praderas desérticas de amor y llanto, sólo quería ser libre para correr entre montañas y campos donde los niños sienten su furia en sonrisas de llanto y temblor.

Mi cuerpo extraña tu cuerpo que lejano está de razón, no del deseo infatigable de ser devorado por ti. En impaciente silencio espero el momento de fuga, donde el mundo se pierde y sólo los dos estamos enfrentados ante la lujuria.

Comprendo que un juego permita nuestra ausencia, pero no ver tus ojos por miedo a perderte me asusta más. Quiero que no partas, pues sueño con vos, siento tus miradas como sables que inquieren para saber si mis besos son de verdad, si mis palabras no son de un fingidor que finge su dolor…

Unas palabras para tus labios darán razón de esto «que si amor no fué, ningún otro amor sería».

Aquel último beso
Que doblegó mis rodillas
Ante tu amor

Siempre se espera un
Llanto después de un beso
Pero sólo lágrimas de alegría
Brotaron de mi alma

Besos, miradas
Contrarias de ausencia
Afligen mi silencio hoy.
Espero un encuentro clandestino
Que el Hado nos prohije en
Silencios de muerte

Los días pasan con sus horas y segundos, yo esperando tu llegada, nunca llegarás, lo sé, lo sabes, pero te espero porque te pienso como un caudal de mares esperan unirse con la tierra. Pensar que  las noches pasan y tú no estás, hacen que muera mi alma. Sé que tendré que decir adiós sin importar qué dolor me cause, sólo me importa el dolor que puedas tener. Sólo imagino si piensas en lo que un día ocurrió y quedó tatuado en mi mente —pensar, que gran sandez—. Bueno, si tengo que decir adiós lo diré con gran ímpetu, el mismo que me obliga a escribirte como un ritual, que se desea una y otra vez.

Las sorpresas llegan con las noches, que son días o medios días; se escribe de mañana o de noche; la importancia de descubrir las palabras, ¡de mentir! Entenderás las palabras que juegan con pensares, dolores, mentiras, olvidos, llantos… No indagamos más de lo que creemos, ¿creemos en palabras? Pero cuando miro tus ojos y son encaminados a otros rumbos por miedo a encontrar algo que no sabemos qué es, el pánico se apodera de mi, mi mente pierde todo horizonte. Qué fui, por qué aposté, azar, abur abur…

La sombra de medio día en fuga presta está para zarpar a viejos mundos de soledades y dolores, donde lo único visceral es mi llanto o mi muerte. ¿Parto sin ti? ¿Debo ser arrastrado por el silencio y el miedo? Sólo cierra los ojos y vive, dice mi razón, pero, tus besos y tú…

Presta está la media noche donde todo termina, sólo el olvido de que fue un único instante nos devuelve a nuestras propias tinieblas, como si entráramos al último infierno, donde ya nada importa… solo tú…

No estoy más libre que condenado a está prisión, donde las rejas son el silencio y la fuga final para cuatro manos, que terminará con el canto trágico de la última saudade. Si no fuera trágico sería hermoso, bello o silencioso, sin más que dos que se hablan en silencio para que nadie interfiera en el canto en honor a Eros, a ti…

Silencio
de un llanto…
Miseria de una
vida sin sombra.

Ella no vendrá;
el óbolo compró
mi silencio.

Imploro su
llegada,
no llega.
La orilla de mi
lecho la espera.

Será que las noches pasan, pienso que soy yo quien decide partir pero duele, pasan las noches y no puedo olvidar, mis labios preguntan por los tuyos y no tengo respuesta alguna para decir que quiero besarlos. No respondes a mis noches de soledad  y decido decir:

Una historia, un sueño: Mientras la lluvia espera nuestro llanto, yo trazo con la tinta que brota de mis ojos tus palabras…

Brindo por tu llegada. Mi cuerpo se alegra, mi vientre profundo siente el aroma de tus risas y el soplo de tus miradas… tengo tanto miedo como sueños; listo estoy para el terror del paso de tu vida por la mía…

En la alborada de tus días, no era yo un presente, ¿hoy, medio día de nuestras vidas, qué somos?

Nuestro sino se cruzó al despertar del fruto de la vida… una risa se apodera de mi, eres tú, fruto de encantos y risas…

El dulce secreto de vivir un amor; somos niños que jugamos a las escondidas, pero que queremos nunca ser encontrados, ahí, donde nuestros cuerpos se entrecruzan en forma de uno y todos sus secretos se convierte en suspiros y sueños…

Jugamos, sí, ésta vez a rayuela, entre el cielo y el infierno, pero en el paso que damos del uno al otro nos convertimos en amantes–niños, que sólo pueden lanzar a un número desconocido sus pasiones.

Unas últimas notas encontradas en el regazo de un amor que vivió oculto, será la más fiel prueba, que si amor no fue, ningún otro amor sería. Las historias de amor empiezan como todos los cuentos de hadas —érase una vez—, la coincidencia se perfila para unir lo que el fatum en su desear ha determinado; azar y necesidad  se unen para marcar el tic tac de un nuevo tiempo que nace a la vida. ¿Qué notas se encontraron en el regazo de ese amor?

¿Qué es el amor? Se preguntó él, en una y mil —si no noches, sí vidas— auroras, donde las pasiones se confunden con el llanto y éste desasosegadamente a costumbres que hacen perder lo único descriptible de lo que es el amor. ¿Qué es el amor? Se pregunta bajo las sombras que cubren la vida, su vida; no responde, camina, traspasa las inagotables selvas de cemento donde sin importar, uno es más o menos de esos búhos estáticos —rectos, retóricos—; los días sumados unos con otros, hacen que el amor muera en el olvido de nuestro sentir. ¿Qué es el amor? El movimiento incesante de azares y necesidades, la brasa perpetua de fuego de dos o más, hasta un infinito. ¿Qué es el amor? Las condiciones a priori que la sociedad impone, las conductas preestablecidas de bueno, malo, bello, feo, negación del cuerpo por la razón. ¿Qué es el amor? Ya no vale la pena, todo está perdido, todo se ocultó…

El amor siempre es una espera —un vacío—, una espera eterna, pues nuca se sabe qué, ni cómo llegará. La espera puede ser tan eterna como el mismo agujero sin fondo, donde vaciamos todos nuestros llantos, siempre a la espera, siempre esperando, siempre, siempre. El amor, puede ser un instante, el instante puede ser uno o miles, nunca repetidos, nunca iguales, siempre otro instante, pero sólo ese instante irrepetible, fugaz, perpetuo a la memoria. ¿Qué es el amor? ¿Un instante que perpetuamos? O, ¿El no saber qué instante es ese instante?

Fugaz eternidad. El tiempo de improviso me ha disparado una flecha que me ha herido y me ha obligado… a hacer un busto estático, sin aliento y en pérdida de una vida que sólo anhela un amor eterno pero fugaz, esto es, el amor de un instante que se pierde en el vacío junto a las lágrimas de las pasiones y de los tormentos, en la nada que es el amor…

La casa de los fantasmas fue abierta, quizá sea por el viento que trajo con él el hálito de lo más inesperado. La forma como se siente en cada instante, es diferente en cada huella. Creí que amar era como soñar, olvidando el dolor que causa tal actuación, llega hasta la muerte, para dejarnos en la peor desolación, creemos qué es felicidad, cuando no es más que la maraña de culpas, individualismos, mentiras mal buscadas, sin freno en mano profesamos una fe a la vida perdiendo el entusiasmo de soñar y dejar soñar.

Siempre soñé con un amor en cada puerto, no fui marinero, ni andariego; con las mujeres esperé ser uno y mil siempre, amarlas en ese instante que es fugaz pero que queda como huella de vida que sentimos.

No quieres verme
no quieres mis palabras
no quieres las letras.

Tuyas son, pues mías eran al entregarlas
con fuerza para esperar tu llegada
no tardas
pero estás ahí en silencio.

Tardas en el tiempo
pero estás en mi como el tiempo en el movimiento no kantiano…
No estás, porque no quieres estar, me dejas esperando como se espera el miedo de la ausencia
pero estoy aquí mintiéndome con tu presencia.
No te escondas que muero sin tus palabras.

Dónde estás corazón, que mi vida sin ti es como la del ave sin el viento. Dónde estás viento del sur. Las lágrimas están en el vacío de tu ausencia; donde postras las sombras de mi pasión. Yo sólo pienso que tú estás en otro universo, que no es el mío. Sigo esperando tu llegada y tú no llegas. Creo que no llegarás, porque estás en otras vías lácteas, de donde la luna no refleja mis ojos en búsqueda de tu amor extraviado. Seguiré esta noche a la impronta de tu llegada. Unos momentos más de mi vida a tu espera, que llegan a ser eternidades de llantos de las ánforas que eran de agua dulce y se formaron en agua de mar. Entre ensueños transcurre la espera, palabras de las mil y una noches, que sólo llegan con tu recuerdo.

Un instante bastaría para perderme en la muerte de tu ausencia, dónde estás que mi luna te ha buscado y no te encuentra, ya no quieres estar, ya pronto estarás o estás ahí en mi ausencia de muerte. El sol de las tardes es la brisa de las mañanas, tus besos los sueños que gano con los dados arrojados al viento, simpleza del tiempo, pues pasa como una pequeña broma, te busco y no estás, te llamo con gritos silenciosos y no te encuentro, hoy  he creído que ya no estarás más, pues la noche y el día en juntura brotaron en otro mundo tu vida. Nunca te busqué, llegas como el viento del sur, partes el mundo de un hombre en caminos estultos, sin elección, tonto y necio. Quiero verte y tu recuerdo me duele, duele el alma, duele el cuerpo y tú, airosa en viento del norte, esquivo y postrado al deseo de no amar, sólo gozar en el cuerpo. Machorra en madores de aquí y de allá y, este, mi cuerpo extrañando tu humedad que partió a buscar tu aedo en tierras impenetrables para un bausá.

ÚLTIMA LUNA

Llegas, partes, quedo sólo…
Te quedas en mi mirada,
te pienso y estás aquí,
el amor llega con tus ojos,
pero partes y sólo veo tus
huellas que siento en mi
vientre.

En cada instante te veo,
te pienso
estás penetrada en mi ser.

Albur de destino
sueños de vida,
muerte sentida en tu vientre.

Sigo pensando en tus huellas,
te pienso y son borradas
por el viento y el oleaje de
nuestro mar.
Pero aquí duele
en mi vientre.

Cabellos negros que descansan
en mi regazo
te ví en mis sueños
desnuda, besabas mis
sombras que lloraban
por tu cuerpo
ausente.

Y si lo que quieres es ver mis mortajas, ahí las tienes, puedes quemarme y decir que con mi llanto te entregaste al desenfreno de la pasión. Sin importar el dolor que sentía al derramar mis lágrimas, tú pavoneabas mi dolor como una victoria. Yo te digo que te amo y tú partías a celebrar tu triunfo. Hoy sólo estoy sin amor y sin mi soledad. El color del viento me recuerda el soplo de belleza —camina en volcanes y ama en mares—.

Ayer queriendo ser
una hoja marchita, duro e
inmóvil, estaba mi cuerpo,
era yo quien quería
volar con el viento
su sonido y su
querer llorar
llorar como
flor desnuda, alegre
pero muerta en vida.
De pena muere la flor
al ser arrancada de su corazón.

El viento sólo decía
di palabra, dile que
quieres decir que todo
es y ya no fue.

Grita perdón…
¿De qué?
Dirán tus labios
hacia fuera…
Quieres matarme
me pregunto una y mil noches
hazlo pues sin tus ojos
esquivos  y sin querer
amar he muerto.

Un saudade que mata
matará hasta la eternidad.

Toda historia tiene un final, qué final puede ser este, que fue interrumpido por impías verborreas de cínicos idiotas, intentando alabar a un amor que sólo goza con su cuerpo y ríe dejando arrastrado al otro, mientras ella se vanagloria de su poder de idiotizar para arrasar a delirios de dolor y muerte. Qué final puede ser, no otro, sino éste que fue. Ella, Zubayda, herida quedó por estos rumores, él, por miedo nunca dijo nada, ella siempre creyó en esas verborreas, él murió sin su mirada, ella jamás le perdonó su silencio, su cobardía, su correr por miedo…

Esto no tendrá sentido… si tú no…

Qmar Al-Zamán.
________________
* Rafael Allen es filósofo. Editor de la Revista de Filosofía de la Universidad Libre de Bogotá. Coordina la revista virtual www.conlasunas.com

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