Rayuela libraria Cronopio

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el jardin de los suplicios

«EL JARDÍN DE LOS SUPLICIOS» O LA LÚGUBRE DECADENCIA DE LOS BÁRBAROS

Por Luis Fernando López Noriega*

I

Las escaras enrojecidas en un par de nubes que detonan estruendosos truenos y arrojan llamas a los oscuros bosques, incendiándolos en el sin fin del mundo, reverberando y exhalando un sopor asfixiante, como de horno crematorio recién abierto al humor de los días de inicio de las lluvias en el trópico, sólo anuncian la continuación de mi insomnio crónico, sufriente de animal triste, fragmentado en múltiples visiones de sombras que atraviesan mi biblioteca una, dos, tres veces, me respiran en la nuca helada y tiesa como si estuviese en una fase de rigor mortis en la que no puedo tragar ni siquiera saliva porque estoy aterido, aterrado, después de haber finalizado una lectura ardiente de la novela de Octave Mirbeau El Jardín de los Suplicios (ed. Impedimenta 2010) Varias reflexiones surcan mi sien abultada y venosa para luego esbozar líneas desordenadas en el papel de una escritura asmática, de bestia espectral, de súcubo del averno que proviene de mí mismo: ¿Es acaso esta novela una señal del decadentismo de una era en plena fase de destrucción? ¿Es la belleza que nace de la podredumbre una visión de un nuevo renacimiento? ¿Acaso la naturaleza exuberante, las flores exóticas y carnívoras, las peonías que abren sus pétalos a partir de la muerte y el sufrimiento de los cuerpos supliciados, me hablan del fin de la modernidad eurocéntrica, voraz, en absoluto olvido de los ideales de la ilustración? ¿Es el sexo y el cuerpo que ostenta el personaje femenino central, Clara, capaz de arrastrar al narrador de la historia a una región ignota en donde suplicio, sufrimiento, muerte, y belleza, se entremezclan en cópula infinita, formas livianas, flotantes, sobre ese caluroso sitio, para despertar la razón de nuestra propia decadencia y la necesidad urgente de crear otras formas de esplendor, de libertad creativa, de arte…?

II

Sin embargo, lo que no sabía yo de esta mujer que se enuncia enigmática, excéntrica, porque define otro centro, y porque destruye el centro masculino, europeo, racional, y es enfocada por el narrador bajo su descripción como «una existencia excepcional», «una alegría febril llevada hasta lo extravagante. (…) Sentimental y filosófica, ignorante e instruida, impura y cándida, misteriosa en fin, con lagunas… Fugas… Caprichos incomprensibles, voluntades terribles…» Lo que no sabía yo como lector enfebrecido de esta novela era que ella había sido tomada por esas plantas frondosas de aquel jardín de los suplicios, lugar de torturas de todo tipo, pero también sitio sobre el cual crecían, como los juicios desvariados que se aplicaban a los castigados, bellezas de la naturaleza que devoraban la sangre y la carne desmembrada de los suplicantes, hormigas, escarabajos de colores exuberantes, pavos reales y faisanes que acompañaban los ritos de las torturas…

Ella era la Eva de los paraísos maravillosos, flor también ella, flor de embriaguez, fruto sabroso del eterno deseo. Yo la veía errar y saltar entre las flores y los frutos de oro de los jardines primordiales, ya no con aquel moderno vestido de piqué blanco, que ceñía su cintura flexible e hinchaba su busto, semejante a un bulbo, potente de vida, sino en el esplendor sobrenatural de su bíblica desnudez (pag. 81).

De hecho, es Clara quien devela la decadencia de los tripulantes europeos que navegan con ella y el narrador rumbo a las regiones orientales, aún dominadas por la máquina colonial. Es ella quien los atrae con su belleza y espíritu excéntrico. Pero Clara es consciente de este poder de atracción y los manipula a todos en ese barco justo cuando, en medio del infinito tedio y el abrasador calor, deciden jugar cartas para matar el tiempo.

Así, cada uno de aquellos tripulantes masculinos desea poseerla. Y en ese imperioso instinto, incitados por ella igualmente, son capaces de contar las barbaridades que habían cometido en nombre de la colonización.

Clara se dirigió al explorador:
—Así pues… —dijo con voz maliciosa— ¿No es una broma? ¿Es verdad que ha comido usted carne humana?
—Sí, ciertamente —Respondió orgullosamente y con un tono que establecía una indiscutible superioridad sobre los demás. —No había más remedio…Se come de lo que se tiene…
—¿Y a qué sabe? —Preguntó ella, con asco.

Él se quedó un rato pensando. Después, esbozando un gesto vago, añadió:

—Bueno, pues… ¿cómo se lo explicaría? Imagínese usted, adorable miss… Imagínese usted la carne de cerdo… Cerdo un poco marinado en aceite de nuez.

Negligente y resignado, prosiguió:

—No es muy bueno… Pero tampoco es que se coma eso por gusto…Yo prefiero un asado de cordero o un filete…
—¡Desde luego! —Consintió Clara.

Y como si, por urbanidad, quisiera aminorar el horror de aquella antropofagia, precisó:

—Porque, sin duda, ustedes comerían sólo carne de negro…
—¿Carne de negro? —Exclamó él con un sobresalto. —¡Puagh! Por suerte, querida miss, no nos vimos reducidos a esa dura necesidad. ¡Gracias a Dios nunca nos faltaron los blancos! Nuestra comitiva era numerosa, formada en gran parte por europeos: marselleses, alemanes, italianos, un poco de todo…Cuando el hambre acuciaba, abatíamos a un hombre de la comitiva, con preferencia un alemán. El alemán, divina miss, es más graso que las demás razas… Y cunde más. Y además, para nosotros los franceses, ¡es un alemán menos! El italiano es seco y duro… Está lleno de nervios. (pag. 85) 

III

De esta manera, una vez en el jardín de los suplicios, Clara y el narrador, inician su recorrido por ese lugar de exuberancia botánica.

Dejamos la alameda circular de la que partían otras alamedas sinuosas hacia el centro, bordeando un talud plantado con gran cantidad de arbustos raros y preciosos, y tomamos un pequeño sendero que avanzaba por una depresión del terreno y llegaba directamente a la campana. Senderos y alamedas estaban enarenados con polvo de ladrillo, que da al verde del césped y del follaje una intensidad extraordinaria, y como una transparencia de esmeralda bajo la luz de una lámpara. A la derecha, prados floridos; a la izquierda, más arbustos. Arces rosas, frotados de pálida plata, de oro vivo, de bronce o de cobre rojo; mahonias con hojas de cobre dorado anchas como palmas de cocotero; eleagnus que parecen cubiertos de lacas polícromas; pyrus empolvados de mica; laureles sobre los que espejean y mariposean las mil facetas de un cristal irisado; caladium con nervaduras de oro viejo que sostienen sedas bordadas y encajes rosas; thuyas azules, malvas, plateadas, empenachadas de amarillos enfermos, de anaranjados venenosos; tamarindos verdes, tamarindos rojos, cuyas ramas flotan y ondulan al viento semejantes a menudas algas en el mar; algodoneros cuyas borlas vuelan y viajan sin cesar a través de la atmósfera; el sauce y el alegre enjambre de sus semillas aladas; clerodendros abriendo cual parasoles sus amplias sombrillas encarnadinas… Entre aquellos arbustos, en las partes de sombra, anémonas, ranúnculos, heucheras, se mezclaban con el césped (pag165).

Esta exuberancia y belleza no contrasta con la crueldad de las torturas y en general con una atmósfera cargada de sangre, carne viva, enrojecida por el látigo de los verdugos, la maloliente estancia de las cárceles y las máquinas de dolor que aún supuran restos de órganos de los supliciados. Este conjunto, por el contrario, genera la belleza del lugar y gesta poco a poco la idea de una lectura otra de los verdaderos sufrimientos que en vida nos toca padecer.

¡Oh, sí, el Jardín de los Suplicios! Las pasiones, los apetitos, los intereses, los odios, las mentiras; y las leyes, y las instituciones sociales, y la justicia, el amor, la gloria, el heroísmo, la religión, son las flores monstruosas y los repulsivos instrumentos del eterno sufrimiento humano.

IV

Clara, como personaje femenino que se distancia de los otros modelos humanos propios de la novela decimonónica tradicional, y aún más, que demuestra un distanciamiento radical frente a la voz del narrador masculino, en realidad efectúa una crítica al modelo colonizador europeo, destructor, voraz, corrupto, y corruptor, el cual se aplicaba a sangre y fuego en Oriente y África entera. Me pregunto si el día de hoy seguimos presenciando sus efectos sobre nuestros países. Hoy día, en momentos en que conocemos las ideas de intelectuales que han dedicado su vida al desarrollo de fundamentos que precisamente critican los efectos del racismo en los habitantes de estos países, las estructuras mentales que persisten a pesar de la pérdida paulatina, evidente, del poder hegemónico de Europa. Clara, en comparación con personajes de las novelas más conocidas que también denuncian el horror del colonialismo eurocéntrico, tales como Marlow en El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad; si lo pienso con detenimiento, igualmente tendría que decir que ahí ubicaría a H. G. Wells con La Isla del Doctor Moreau, cuyo personaje central es Prendick; y otras novelas que darían para un trabajo más riguroso de revisión y análisis. Clara, como sigo pensando, finalmente pronuncia unas palabras que definen su compromiso ético y moral, y que concentran toda una significación, además de emocional, asertiva, incitándome a realizar una reconstrucción de mi propia Memoria Histórica la cual debo, obviamente, actualizar en los territorios que habito. Clara pronuncia con voz suave: «¡Nunca más…!» ¡Nunca más!

___________

* Luis Fernando López Noriega. Es doctor en Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Profesional en Lingüística y Literatura. Realizó estudios de análisis del discurso y en Literatura Hispanoamericana. Profesor de literatura Latinoamericana en la Universidad de Córdoba–Colombia. Miembro del Grupo de Investigación de Memoria Histórica de la Universidad de Córdoba. Ha publicado diversos artículos que exponen los resultados de sus investigaciones sobre la novela colombiana en revistas especializadas como Poligramas, de la Universidad del Valle, y Cuadernos de Literatura Hispanoamericana, de la Universidad del Atlántico. Publicó un libro de investigación sobre la novela en el Caribe colombiano después de García Márquez: Calibán y Afrodita, la novela en el Caribe colombiano después de la modernidad. Zenú editores, Montería 2013. Ganador del Premio Nacional de Cultura en la línea de Narrativas de Vida del Centro Nacional de Memoria Histórica, Bogotá, 2011.

14 COMENTARIOS

  1. Muy bueno su artículo profesor Luis Fernando López Noriega, ya que, nos ofrece una visión profunda del «El jardín de los suplicios» de Octave Mirbeau. Destaca cómo la novela critica la hipocresía y la moralidad represiva de la sociedad burguesa de la época, buscando estremecer a los lectores y confrontarlos con una realidad despiadada. Su análisis invita a reflexionar sobre la pertinencia de estas críticas en el mundo contemporáneo, resaltando la importancia continua de la obra de Mirbeau en el ámbito literario y social actual.

  2. Felicidades, gran texto profesor, de gran apreciación, me gusto mucho muentran que una época que estaba tan mal y pasaba tantas condiciones no obstaculizó para mostrar que la belleza puede salir de lugares oscuros e inimaginables. el personaje de Clara, es muy completo y llamativo ademas que nos invita a meditar en la importancia de recordar el pasado para no repetirlo.

  3. Muy buen análisis crítico de la novela «El Jardín de los Suplicios». Luis Fernando López Noriega, destaca la figura de Clara como un personaje que desafía los roles tradicionales y critica el colonialismo europeo. La conexión entre la exuberancia botánica del jardín y la crueldad de las torturas plantea una visión profunda sobre el sufrimiento humano. Además, nos invita a cuestionar la persistencia de las estructuras mentales coloniales que todavía están presentes en la sociedad actual. En general, la crítica ética y moral de Clara invita a una reflexión sobre la historia y el poder hegemónico europeo, Podemos afirmar que aún existen estas consecuencias y América Latina al igual que Clara debería decir: «¡Nunca más…!» ¡Nunca más!

  4. ¡Felicidades, profesor Luis Fernando! Excelente articulo, que honor tenerlo como docente.
    En este articulo examina la novela «El jardín de los suplicios» escrita por Octave Mirbeau, la cual hace una crítica feroz a la sociedad francesa de la época, especialmente a su hipocresía moral y su obsesión por el placer y el sufrimiento.
    El autor realiza una crítica a la hipocresía y la moralidad represiva de la sociedad burguesa de la época. Por tanto, interpreta a la obra como una denuncia social que busca sacudir a los lectores de su complacencia y confrontarlos con la realidad más cruda y perturbadora.

  5. Una reseña particular y fuera de lo común, completamente llamativa. Me gusta cómo utiliza recursos literarios para esbozar la crítica principal del texto reseñado.

  6. La reseña hacia hecha por el profesor Luis Fernando nos muestra una intención critica no solo hacia el colonialismo Europeo, sino a un sistema social y político en general. Pese a tener el tema nombrado con anterioridad como protagonista, detrás de lo leído hay una critica hacia los ideales políticos que maneja el mundo entero. La exaltación de poder de unos hacia otros, el hecho de «comerse» al que menos importancia tiene; se puede ver como una metáfora global la cual nos ha acompañado desde siempre. Siendo Clara la representación del pueblo que no se doblega y que busca quebrar ese cristal histórico de poder.

    excelente el trabajo realizado por el profesor Luis Fernando, es todo un honor tenerlo como docente y ratificar el trabajo tan magnifico que realiza con cada uno de sus estudiantes; invitándonos a ser personas criticas y pensantes para la sociedad.

  7. Excelente texto profe 👏🏼👏🏼👏🏼
    Me gustó mucho el personaje de Clara que muestra todo su empoderamiento y reflexión, y la crítica al colonialismo, sin duda de los mejores textos que he leído.

  8. Muy bueno, que talento el de este compañero, me alegra saber que jovenes como yo pueden tener la oportunidad de dar a conocer su talento, ojalá poder estar en el lugar de el.. Felicidades 👏

  9. «El Jardín de los Suplicios» o la lúgubre decadencia de los bárbaros, Luis Fernando López examina la novela de Octave Mirbeau, explorando temas como la decadencia humana, la crítica al colonialismo europeo y la rebelión de personajes como Clara contra los roles de género y las estructuras mentales coloniales. Se resalta la coexistencia de belleza y crueldad en el jardín de los suplicos como metáfora de la humanidad en declive, y reflexiona sobre la relevancia contemporánea de estos temas, llamando a una reconstrucción de la Memoria Histórica y una confrontación con las injusticias del pasado colonial.

  10. Muy buen artículo, profe Luis Noriega. Considero de suma importancia resaltar la parte introductoria del artículo, ya que, el estilo permite pensar que está empleando un lenguaje tipo prosa poética por medio del que comparte su experiencia personal al terminar de leer la novela El Jardín de los Suplicios de Octave Mirbeau, explorando temas profundos que incitan a reflexionar, como son el origen de la belleza y el sufrimiento. Además, describe experiencias de forma metafórica, así pues, atrae la atención del lector incitándole a leer el libro en cuestión. En ese sentido, en este artículo se observa un análisis detallado de la novela, exponiendo los temas y características de la obra, articulándola con aspectos sociales, temas como el colonialismo, la belleza, etcétera, llevando a una reflexión acerca del ser humano, su comportamiento y la sociedad.

  11. Exelente profe! Me pareció interesante los temas que toca y como lo hace, es erótico, bizarro y crítico. El personaje de Clara con todas las características de una femme fatale.

  12. Este texto es una obra de arte literaria que cautiva gracias a su profundidad temática. La habilidad del autor para crear una atmósfera cargada de simbolismo, la exuberancia de la naturaleza con la crueldad de la condición humana, generando una reflexión profunda sobre la decadencia de la sociedad y la búsqueda de redención. La exploración de temas como el colonialismo, la belleza y el sufrimiento humano se entrelaza magistralmente a través de la voz de Clara.

  13. Excelente reseña, me gustó la crítica al colonialismo europeo a través del personaje de Clara. ¡Buen trabajo!

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