Por Víctor Alejandro Tapia Hernández*
- GÉNESIS
El origen del Nadaísmo fue la inconformidad, criticar un sistema que faltaba a la verdad. El Nadaísmo nació como respuesta a lo que apestaba, a un fallo en el pregón de la realidad, al considerar estético un enjambre de ideas conservadoras que no se separaban del tabú. A la pregunta del por qué existe todo y más bien nada, se le dan respuestas muy ligadas al escepticismo, al negativismo y al nihilismo. Camus se preguntó sobre lo que sintió el primer hombre al verse inmerso en la vida, Gonzalo Arango pensó cómo el último hombre razonaría, cargando el peso de la tragedia, del resentimiento, de la impotencia, del martirio, de una incapacidad para razonar y aceptar que todo al fin de cuentas se convierte en nada.
El Movimiento Nadaísta les quitó el asiento a los académicos y el velo a los intelectuales, saboteó sus creencias y su marcada obsesión por lo absoluto. La herencia del artista debería ser su obra entusiasta al servicio de la sociedad, proponiendo un cambio y no un montón de escuetos textos y pinceles usados que dan testimonio de sufrimiento y sacrificio.
Si bien el psicoanálisis dice que cuando algo no quiere cambiar, se victimiza y delibera con violencia, no tiene otra alternativa, así que el Nadaísmo estaba luchando en contra de la resignación. El Nadaísmo viene con el lema de que toda la vida está por vivirse y que es necesario exaltar lo vivo y sepultar lo muerto. El Viejo Continente ardía por el legado bélico y la insurrección de movimientos obreros, mientras que en Colombia, país del Sagrado Corazón, de la institucionalidad, se trataba de obedecer los mandamientos, la urbanidad, el dogma; y todo lo que era contrario, se sindicaba de prohibido, profano, oculto. La melancolía por el cambio desentrañaba múltiples obstáculos impuestos por un sistema clerical y movido por la soberbia de las altas esferas, todos ellos creían firmemente en el establecimiento y la explotación laboral. Así que, por decirlo de alguna manera, la lectura de Sócrates, Aristóteles, Platón, Nietzsche y Camus, revolvió el mundo de las ideas conservadoras y anticuadas.
- ÉXODO
Gonzalo Arango gestó el Primer Manifiesto Nadaísta luchando contra sí mismo. El amor y la desesperación lo llevó a enfrentarse contra la razón: entonces o era el amor o la libertad, pero no las dos cosas juntas. Con el amor se fingía esclavo de una devoción por la inmortalidad y el deseo entre cobijas y olor a asafétida, cigarrillo y café. Y en la libertad el poder para comer empanadas, hacer festivales de poesía y de literatura y apoderarse de la noche para soñar o para escribir.
No voy a citar años ni épocas, porque donde la nada existe no importan tales inventos humanos, es de considerar que hay cosas que escapan a la ambición humana, simplemente el Nadaísmo vino al mundo en la noción pesimista de un viajero que no tuvo sino para el pasaje en un viaje que no terminaba en ninguna parte. Con un dolor de muela que no cesaba, que estorbaba, en un mundo al que no le importaban las caries de otro. El abrelatas de la vanguardia se llamó Nadaísmo.
En Colombia no sucedía mucho pero el aire que llegaba desde Europa pregonaba un levantamiento cultural, el fondo y la forma tenían relevancia histórica, se estaba planteando el divorcio de las viejas conciencias y las ideas solapadas de antaño. Las viejas vestimentas apestaban y había que revisar la concepción religiosa que no permitía el Big Bang, el pensamiento libre, el neutralizar las ideas y los libros en un lugar llamado infierno y no contentos con ello, los prohibía por oponerse a un cambio. Era imposible sostener las ideas preconcebidas de la religión, del sexo, de la prosa y el verso rígido, de la métrica y el ritmo, es por eso que el Nadaísmo, en mi opinión, triunfó en todas las artes y acuñó un sello de rebeldía, de funcionalidad. Simplemente se creó para ser utilizado por quien quiere hacer y decir las cosas de otra manera.
«El no dejar ni una fe intacta, ni un ídolo en su sitio», suena a que el movimiento descarta de una vez toda concepción, la revisión que se realiza a lo que hasta ese instante se aceptaba y creía como verdadero. El manifiesto surge como creación literaria que litiga, que insta a la acción. Es claro que el movimiento Nadaísta se enfrenta a otro movimiento muy difundido por la época y que viene más estridente y sus afiliados son demasiados: la violencia.
La vestimenta los distinguía junto con esa capacidad de torcer todo a base de oratoria, su insolencia con el prójimo al no aceptar a Dios sobre todas las cosas, y el abuso de sus letras en una especie de anarquía sobre el sexo y la revelación: el hombre sabe que muere. Tres cosas además nos hacen ser iguales: esta tierra, la vida y un camino que no conduce a ninguna parte.
El cambio es constante, no podemos bañarnos en el mismo río dos veces, ni pretender que cuando salgamos del río seamos los mismos. El Nadaísmo es el río y no podemos esperar salir de la misma forma como entramos, menos después de oír decir a Gonzalo que «nada es de nadie», estamos aquí para soltar y no para aferrarnos.
Los místicos Poetas se la pasaban en lugares como cafés, bares y billares, antros, mercados, en las calles la mayoría de veces, en donde suplantaban a reales intelectuales, posando con cigarrillo enredado entre los dedos y vestimenta desenfadada, dispuestos a bailar al ritmo que la vida les impusiera.
«Todo es mío, en el sentido de que nada me pertenece» sonaba a la elocuencia que tuvo el comunismo, o mejor la radical izquierda que pregonaba: «Para todos, todo». Aunado esto al sentido de pretender que Dios se corte la barba y que la Virgen de los Milagros recibiera descargas eléctricas, constituyó un «delito» que según ciertas personas merecía la excomunión total de los integrantes del Movimiento Nadaísta.
A quiénes sino a los nadaístas se le ocurriría aquel inventico fantástico de poner todo en duda, a temblar las estructuras clericales, irrumpir en la conciencia de una juventud que iba a la deriva, corriendo más por miedo que por convencimiento, sin tener seguro un sentido para sus vidas. Al final no es de eso de lo que trata la vida: de equilibrio, de compensar. Lo que ocurría en la sociedad colombiana era el caldo primigenio básico para el surgimiento del movimiento del Nadaísmo, nada era original, todo era imitación de lo que ya en el viejo mundo se usaba y había sido el resultado un cambio que se sucedía a raíz de la cruenta guerra que cobró de millones de víctimas. ¿Por qué para nosotros resultaría tan fácil copiar sin saber el sacrificio que se había vivido? Lo bueno de esta rebelión con tintes proféticos es que no se necesitaba pagar las indulgencias para acceder a un pedazo de cielo, estaba todo por descubrirse y todo por lo cual dudar. La vida era un obsequio maravilloso y la razón aún más. El ejecutor de todo era un muchacho nacido en Andes, Antioquia, humilde, de corta estatura, pero de mirada penetrante y atuendo descolorido, con la voz pausada y elocuente aprendida en la universidad de la vida. Gonzalo Arango se llamaba y leyó desde un atrio lo impreso, al parecer en un rollo de papel higiénico, los preceptos de un Nadaísmo que más parecían postulados de campaña publicitaria política.
Unirse al movimiento nadaísta no admitía medias tintas, se estaba o no, se militaba o no. Era un sinsentido muy íntimo, personal. La gente asistía al teatro buscando obras y autores diferentes, pedía canciones con nuevos contenidos en la radio, solicitaba libros atípicos en la librerías y bibliotecas, insistía en las aulas que se dejara la oración para después; la gente ya quería saber de Aristóteles, de Sócrates, de Nietzsche, de Baudelaire, de Rimbaud, de Proust, de Camus, de Fernando González Ochoa, y la respuesta obvia era que algún Nadaísta los había nombrado en sus conferencias. Esto era el fenómeno de la publicidad y de la fama, de la capacidad para hacer de una idea una marca.
Si en la evolución del ser humano algo fue creado, es debido a una práctica bastante común: la imitación. La naturaleza yacía como una cascada que todo lo alimentaba. No fue hasta un tiempo considerable en que el hombre se viera a sí mismo como creación majestuosa que primó la necesidad de aumentar sus sentidos: gafas para sus ojos, audífonos para sus oídos y después sonares, y para el resto de sentidos se dijo que no eran tan importantes; y, sin embargo, la más grande de las habilidades, que es la deducción, se basa en el uso del olfato, el gusto y el tacto. Y mientras tanto, ¿qué hacía el mundo con sus adelantos? La respuesta era competir y anular al otro, al que consideraba no sólo el oponente, sino el enemigo.
- HECHOS DE LOS APÓSTOLES
En la elaboración del Primer Manifiesto Nadaísta, Gonzalo solo hizo el «alboroto»; el verdadero ícono y coautor era un ex seminarista conocido bajo el seudónimo de Amílkar U, el fuerte de su participación era que trabajaba en una librería, y en tanto que se mantenía al día con las últimas obras remitidas del primer mundo, conocía una gama de empedernidos lectores, así como artistas de marcada ideología; toda esa gama de mezclas de colores y variantes, así como el manejo de los idiomas, le valió a Amílcar Osorio su fama de fundador del Nadaísmo. Jaime Jaramillo Escobar aprendió de Gonzalo Arango a declamar frente al río y a disputarse con los pájaros las guayabas maduras. Gonzalo declaró su amor por el mundo de las ideas planteado por Platón y criticó la manera como los maestros de su época intentaban de todas las formas posibles lavarles el cerebro.
Gonzalo Arango reclutó en Cali a Jota Mario Arbeláez y a su hermano de seudónimo de Jan Arb a pesar de que ser poeta no era considerado un verdadero oficio. Gonzalo, con don Jesús Arbeláez, padre de Jota y Jan, se entendió a las mil maravillas y escribió alguna vez una frase aliviadora para calmar el sufrimiento: en caso de cualquier agonía «morir es como cambiar de traje». Los nadaístas mostraban tintes estoicos al persistir y empeñar hasta sus máquinas de escribir por defender sus ideales y pagar el arriendo.
También fue reclutado Elmo Valencia, alias «el monje loco», con su idea de Islanada en el sentido de un paraíso perdido en el que nadie tiene la obligación de trabajar.
Se unieron al movimiento Eduardo Escobar, Malmgren Restrepo, Alberto Escobar, Jaime Espinel, José Rafael Arango, Álvaro Medina, Rafael Vega Jácome, Dukardo Hinestrosa, Leandro Velasco, Armando Romero, Humberto Navarro, Pablus Gallinazo, Darío Lemos y la cuota femenina a cargo de Dina Merlini, Fanny Buitrago, Patricia Ariza y Rosmary Smith. La lista es de no acabar, no tanto por la falta de memoria, sino porque el movimiento se diversificó, no solo hacia la literatura, sino a todo el arte, como la pintura, la escultura, la música y demás.
Si alguien fue determinante para el florecimiento del movimiento fue el Brujo de Otraparte, el Maestro «eternista» Fernando González Ochoa, quien mostró simpatía por estos jóvenes que iban desnudos a consagrar con sus manifiestos el culto estético de una sociedad creyente que había apelado al absurdo del vivir por vivir. El monstruo de Envigado, docto en los viajes a pie y apasionado por las jornadas de admiración a la naturaleza, evocó el derecho de todo hombre a la libertad de pensamiento, al fluir, al fin de la esclavitud y al auge del tiempo y la distancia, que permitían deducir que todo está por vivirse y que esas mentes hambrientas de saber estaban en capacidad de enfrentar a un sistema clerical y manipulador. Era tanto como una desigual lucha entre David y Goliat, o un enfrentamiento a un tanque de guerra con escupitajos.
Ahora mismo la versión del actuar de los nadaístas es sinónimo de escándalo, de instigar, de profanar, de la bohemia narcótica y sicalíptica o picaresca. Al menos la actividad literaria valía para considerar que alguien trabajaba, o para engañar a la familia diciendo que el Nadaísmo es el arte de «nadar» sin tocar el agua. Para Gonzalo el Nadaísmo era una irrupción en lo religioso, en cabeza de la Madre de Jesús recibiendo insulina o choques eléctricos o algo anodino. «El Nadaísmo es el dolor de muela que me dio cuando iba camino al infierno». Audaz, sagrado y profundo armatoste de demolición.
En realidad, nadie sabe ni da fe de cuántas batallas personales se libraron en la confusión mágica del Nadaísmo, cuánta hambre y desazón, cuánta lágrima, sangre y sudor costó; asumo también que hubo risas y burlas; y la emoción al obtener el primer manifiesto firmado por los Nadaístas, aún con la fama por el piso y el ego muy inflado al advertir que ahora el goce se lo darían en la cama y que toda complicación subyacente solo era manía del género humano al tener tiempo libre y la mente sin saber qué hacer.
Es estúpido estar muerto o no nacer, sin duda es necesario evocar un manifiesto para aprovechar la vida, porque es el paraíso que se nos ha otorgado, por ello hay que reconocerle su cuota de optimismo, de accesibilidad, de valor, de juicio; cada quien atesore lo que le sirva de este movimiento e ignore eso de los ismos que fundamentan extremos insondables, límites que suponen ser adictos en extremo, fanáticos que piensan que el vacío significa la ausencia de todo y, por lo tanto, que la vida carece de sentido.
- LOS REYES
Como movimiento de vanguardia, el Nadaísmo surgió en el contexto de las guerras de Corea y de Vitnam, además del descubrimiento de las drogas sintéticas, que algunos calificaron como el éxito científico que creó la felicidad en un laboratorio.
Colombia vivía su propia guerra interpartidista, los pueblos y ciudades se llenaron de pasquines amenazantes con una letal ortografía y del horror del destierro de familias completas, solo los potentados políticos y trabajadores del estado tenían garantizado el día siguiente. En los campos comenzó el suplicio de la persecución, y la presunción de culpa siempre recaía sobre los humildes. Gonzalo Arango enfiló su máquina de escribir hacia la defensa de las voces apagadas y las dejó gritar en páginas de crímenes sin castigo. Si la literatura no era capaz de detener el horror, ¿entonces para qué seguir con esto?
María de las Estrellas y Luis Ernesto Valencia, dos niños de genial porte y algarabía, llenaron de poemas crédulos las paredes, y dicen que la infancia les durará toda la vida, y aunque dé «envidia de la buena», así fue, porque según testimonios estos niños tuvieron una existencia breve, pero muy fructífera en cuanto a su aporte a la composición literaria. Ansiaron la locura y vieron que a la gente lo que le llamaba la atención era el espectáculo, así que entre dioses y magias lidiaron con ese afán que le da a los adultos, que a veces parece ansiedad y a veces ganas de hacer sobre lo hecho, y dejaron a un lado sus juegos y juguetes y se sentaron a escribir sus versos con palabras sinceras bajo el pregón que los borrachos y los niños nunca faltan a la verdad. El Nadaísmo fue la mano mística que meció su cuna.
El movimiento coincidió con la contracultura Hippie. De lo que se trataba era de fomentar el amor y la paz. Es de autómatas eso de preferir los escritos melancólicos y apagados de los autores de siempre, por eso las bibliotecas de época se sacudieron del polvo y comenzó un desorden frenético agarrando la profundidad para que el espíritu saltara. Bien o mal, la promesa del Nadaísmo era echar todo por la ventana y luego lanzarse. Ese designio dictaminó que lo fundamental yacía en la acción, en la expresión formal de la vida y la negación de lo anticuado; hacer y, sobre todo, dudar era un sentido creador.
Por el contrario, el contexto reinante había producido jóvenes embarazadas que se desangraban en consultorios clandestinos. Las parejas hacían del amor un arte enigmático, fingiendo muchas veces ser felices ante el influjo de la ley natural, el silencio cómplice y el errático recelo de la sociedad que no les perdonaba no tener un trabajo, un hábito, y un traje negro para ir a la iglesia a confesar sus pecados. Nadie quería faltar a alguna ley divina que le complicara el acceso a la eternidad, el cuerpo se quedaba en la tierra y el alma se iba al cielo y Dios era el único camino.
Para los nadaístas entregarse al solaz, al hastío de no-hacer, podría cobrar su precio. Era menester subir al monte a pregonar como Zaratustra. Sacar más bien el ingenio de pedir sin parecer que se pide, el gesto de necesidad o el pretexto de que la vida es tan genial y cruel que a veces hay que arriesgarse. La literatura es una forma de emprender, la creación mágica de experiencias puede venir del pasado o convertirse en realidades cuando se las proyecta al futuro y se quiere modular el presente con el control de la conciencia.
- LOS SALMOS
Un fantasma recorría Europa, el comunismo como hálito oscuro y fragmentado que decía que venía expropiando personas, ideas y cosas. Si los más intelectuales no sabían qué o en qué consistía el capitalismo, menos sabían de qué se hablaba cuando se mencionaba el comunismo. Esos movimientos económicos tomaron nombres de países y personas. Mao en China, Fidel en Cuba. El cántico fundamental de los poetas es de la esperanza en defensa de la belleza, de la estética. Hacer poesía no solo se limitaba a escribir, sino a sacarse de las venas los versos, involucrar la vida en el quehacer literario.
Las nociones del Nadaísmo surgieron porque la rutina abordaba la vida, era aburrido el hábito de vivir, de respirar por el solo hecho de heredar una carga de cromosomas que nos catalogaba como vinculados a la especie humana. Luego la criticada propiedad privada y el derecho a heredar (a veces Gonzalo Arango era hostil atacando al terrateniente). El movimiento se inclinó por un desapego emotivo.
El manifiesto en contra del Congreso de Escribanos Católicos, el saboteo con asafétida y la intromisión en torno al orden canónico elemental tampoco eran una novedad, ya en Cali se había escrito contra la estatua de «María», que rememoraba la obra de Jorge Isaacs, y se amenazó con dinamitarla si no era reemplazada por otra en homenaje a las piernas de Brigitte Bardot. En la radio las voces reclamaban por qué no se había condenado las acciones de este movimiento con la ejemplar excomunión o con la declaración de enemigos públicos. Las voces listaban los delitos formales en contra del Sagrado Corazón de Jesús y su progenitora, la mismísima virgen María. Gonzalo Arango fue a parar a la cárcel y luego la Iglesia le dio el perdón para que pareciera que ese nadaísta hijo pródigo regresó a su seno.
Gonzalo hizo un relicario de ideas y enfiló a la alabanza sacrificando su furia irracional, seguía vistiendo de negro, pero dignificó su alma al hacer un espacio a Dios y admirar su creación. Seguía en su cabeza, sin embargo, la concepción de que la vida bastaría para realizar toda la obra y mientras hubiera vida existía la esperanza de que así fuese.
El impacto del movimiento de vanguardia surtió en los jóvenes adeptos y escolares, limados por una educación oscurantista, que brillaba por oponer una y mil desdichas al que se inclinara por el arte; en definitiva, solo había culto por la urbanidad y las buenas maneras, o bien en la academia o en un convento o seminario, el amor a Dios sobre todas las cosas ganaba camino contra el amor a la sabiduría promulgada por los griegos.
- EL CANTAR DE LOS CANTARES
El movimiento Nadaísta dio rienda suelta al sentir bajo la premisa de la libertad, de la duda y la cautela, y no a la especulación que había sobre el alma, detrás de la cual estaba el origen de la esclavitud. El amor es una fuerza posible y es el pretexto perfecto para motivar, el motor ideal para propiciar progreso, no así las prohibiciones y el celibato que van en contra de la fuerza natural.
Congraciarse con la belleza, con la estética del cuerpo humano, era el objetivo. Es vidente que el arte nadaísta no se medía ni avergonzaba de las partes íntimas, más bien perseguía que el ser y sus formas fueran fuente de admiración y de fortaleza, no como una amenaza sino como una cultura del cuidado y la perfección. Porque si bien el cuerpo es un medio, el fin requería poseer una salud y una fuerza física plenas. Migramos hacia el milagro de ser responsables por lo que tenemos. No hay resurrección, ni eternidad, ni paraíso prometido; más allá de todo solo nos queda la vida y la salud. Por ello debemos valorar el conocimiento, la acción pensante para nutrir el cuerpo y, abnegados, triunfar sobre nosotros mismos.
Lo femenino no es ajeno al nadaísmo. Las mujeres que rodearon a Gonzalo Arango, desde su mamá, sus hermanas y sus primeros amores, las caracterizaba una entrega diligente y moderada, la ilusión de la felicidad y la confianza en Dios. Eran respetuosas con Gonzalo Arango, a pesar de su posible ateísmo. Cuando él conoció a Angelita en San Andrés, experimentó una mágica transformación hacia lo espiritual. Aunque más tarde Angelita fue calificada como la Yoko Ono del Nadaísmo, se tejieron mitos alrededor de su historia de amor con Gonzalo: que vivían en un garaje, que ella quemó sus escritos, que le obligó a confesarse, que le hizo elegir entre ella y los amigos, etc.
Por la lectura de sus escritos se presume que Gonzalo accedió a un camino místico, en el que las palabras «amor», «Dios» y «Providencia» emanan un deseo de liberarse y no atarse, de querer y saber, de estar en línea con la naturaleza y de eclipsar el dogma como enemigo de las cosas bellas que imposibilitan el querer. Los demás nadaístas inventan una última cena en donde Gonzalo supuso que dejó limadas todas las asperezas en la relación con los demás integrantes del grupo, y se despidió de todos, estaba dispuesto a irse para el otro lado del mar. En esa historia Gonzalo se corta las uñas, se limpia los dientes y cambia su sobretodo y su peinado, vende sus libros y un dibujo que el Maestro Botero le regaló y aspira a volar. Lo que hace el amor jamás lo podía deshacer la distancia, nunca renunció a ser él, así los demás lo sindicarán de haber traicionado la causa. Era como si por dar un beso se cometiera el delito grave y condenable y al fin, debiera intentar resarcirse pagando con la vida. Él mismo decía que para resucitar hay que morir, pero todo era parte de la metáfora. En su escrito «yo recojo mi cadáver» refuerza más la idea de que hay que compadecerse de uno mismo, para que los demás lo compadezcan o lo que es lo mismo hay que quererse para que los demás lo quieran o amen, o no sé.
- LOS EVANGELIOS
Cualquier fenómeno que sea para el mortal imposible de descifrar, tendría que ser calificado como poético y no como sobrenatural, como se acostumbra. La dicha está en hacer y querer y cumplir el propósito para el que fuimos creados, tal y como un perro sigue su olfato, el poeta tiene un instinto que le hace aullar a la luna o a la soledad o a la nada. El éter del que habla la metafísica, el origen del ser y la conciencia son producto de la evolución y del peso del tiempo sobre las estructuras moleculares y celulares.
A partir de los evangelios, Gonzalo Arango avanzó hacia su transformación, pero nunca lamentó su pasado. El poeta es el ser místico más cercano al profeta, pero es un simple mortal y víctima de sus versos o manifiestos proféticos. Posee unos sentidos más sensibles que el resto y llora la pérdida del sentido de sus letras. Canta si hay guerra, silba si llueve o truena, es melancólico en la oración o vacío en el credo. Vuela alto junto con su imaginación y esconde lo que piensa para que no exista esa intrusión en el lenguaje íntimo.
El milagro en los nadaístas fue que devoraron la literatura del momento, y aunque su velocidad de lectura no fue tanta, sí lo fue la capacidad de comprensión. Aturdían con sus traducciones estéticas y redefinían los conceptos. El sistema capitalista no era tan malo, malos eran los que se afiliaban a ese sistema. Los nadaístas se alejaron del agua porque pocos sabían nadar y se arrimaron más bien a magos espiritistas y pitonisas que auguraban toda una travesía sin necesidad de drogas, ni sexo, ni dinero; todo lo demás vino como secuela o como añadidura a lo jovial, lo nuevo.
Gonzalo el místico ya no escribía con odio, era un ser distinto. El amor lo convirtió, el dolor le era ajeno, en sus cartas se le oye dedicado en absoluto a un crecimiento virtuoso, cree en la vida y en lo que le secunda, ama el hecho de existir y persistir, ama el mar y el viento y deja su pesimismo, se ve que no viste de negro y que ensaya sonreír más seguido, tiene fe en la persistencia y la esperanza en la política, saluda al presidente como un poeta de la acción. Sus amigos no lo dejaron invicto, era un traidor, un inquisidor de su propia filosofía.
Gonzalo, el de Andes, investido de fama, fuma en donde es prohibido. No sabe bailar, no sabe dormir, pero no se baja de su máquina de escribir por nada del mundo. Graba en una cinta sus poemas y réplicas y anuncia que la era atómica ha llegado, sus textos llenos de analogías camuflan una verdad: uno es responsable de lo que crea. El grito o aullido es porque la gente está esperando el milagro de la vida eterna o que se descubra vida en otro planeta, o que Marilyn solo se haya dormido, o que cese la guerra, o que los nadaístas dejen de jugar billar para que anuncien la buena nueva de quién es el elegido. El silencio es sepulcral, se les ha caído el cabello y los dientes, se les ha varado la máquina de escribir, se han ahogado en lagunas mentales o de verdad. Lo más nefasto es que los dieron por muertos y tuvieron que ir a desmentir la falsa noticia, más por necesidad de ser algo que por ser los reos que entraron a la cárcel por robarse unos repollos. El poeta canta cada que necesita plata. «A mí la fama que me la den en la cama». Reza y así quizá endereza la vida o el mundo o la nada.
- LA SABIDURÍA
Sócrates y Platón, Sor Juana Inés de la Cruz, Alan Ginsberg, Nietzsche, Rimbaud, Camus, Maiakovski. El movimiento nadaísta no era hecho de recortes, no era exclusivo ni tenía la sustancia de algún alquimista, tampoco era producto de algún sistema o resultado o la secuela o la promesa incumplida, ni el atavismo, ni el egoísmo, ni la formalidad, ni el hábito, ni un delirio, ni algo que surgió de la ansiedad, aunque sí hizo su parte la desesperación traducida en nada. Los intelectuales vienen después, hombres comunes y corrientes que dieron con algo que los representase. El credo ocasionó que tuvieran esa sabiduría para armarse de valor y confesar desnudos sus sueños.
Cree usted un movimiento que se denomine amor–ismo y defiéndalo y reitere que el amor es lo que más seduce y a lo que debemos la existencia, y liste los puntos que le harán triunfar con su movimiento, pero comprobará que no es tan fácil, que su doctrina tiene que edificarse con una intención, que a la gente ya hastiada de amor (y hasta víctima) tiene una definición previa; que lo que a usted le parezca, a los demás les tiene sin cuidado, y muchos le irán a desanimar de que siga promulgando «el amor» como iniciativa, que las personas se deben amar en silencio y en la complicidad de sus soledades, que hay varias clases de amor y que nadie quiere que le impongan unas ideas sobre este. Usted quizá precisará que para amar primero hay que amarse a sí mismo, y todos le aplaudirán sus frases pero alguno le indicará que es muy difícil llevar a cabo esas iniciativas porque estamos en la era en que las personas son superficiales y solo persiste el contacto virtual, frío, espontáneo, ni tan ameno, ni tan cercano.
El nadaísmo usa la canción, el teatro, la escultura, la pintura, su facción de oratoria, su súplica de no perderse ni la vida, ni el tiempo, ya que, como el Budismo Zen declara, aquí todo es pasajero, además de propenso a desaparecer, a irse por el drenaje, así como las letras que salieron y fueron declaradas una filosofía de alcantarilla, aunque el olor sí se lo quedaba debiendo y pedía a gritos estar del lado de lo maravilloso. La gente siempre criticó su estilo sarcástico, apremiante, difuso. La vida se confrontaba, en medio de las drogas sintéticas y el azar, contra un término que parecía definir la rutina sin sentido: el absurdo.
¿Qué hacer para no suicidarse?, ¿qué sentido dar a esta carga que parece la vida?, ¿hay algo más divertido que el sexo?, ¿el bien y el mal dependen de algo o alguien? Pero, ¿por qué existe todo y no más bien nada? La sabiduría viene de cuestionarse. Los peripatéticos caminaban y se cuestionaban, la gente abandonó la acción y se dispuso a juzgar para evadir pensar. Lo uno y lo otro parecen difícil, ya que la evolución nos ha dotado también de impresiones y de la posibilidad de eliminar la competencia. El Nadaísmo, como todo, tuvo sus detractores, su gente que no quiso andar.
- LAS CRÓNICAS
Vivir todo lo posibilita. El escenario desde donde el Movimiento Nadaísta lanzó sus textos fueron festivales de literatura y poesía auspiciados por personalidades del mundo artístico, como Fanny Mickey y Marta Traba. De más está decir que fueron los Yetis los encargados de dar a la poesía el carácter revolucionario, de tertulia, de frenesí para un público joven que clamaba por la renovación de las ideas, el inconformismo recitado en términos de lucha, de confrontación. En los titulares de prensa se anunciaban los muertos, pero también el auge de los nuevos artistas, y entonces comenzó una especie de carrera entre los muertos y lo que hacían los vivos.
Irónicamente Gonzalo Arango ganó más adeptos tras su muerte que cuando vivió. La revelación de su correspondencia, de sus textos inéditos y audios grabados dieron pie a una revelación mágica, crucial. Algo que se suponía una filosofía de confrontación, de repente se hace espiritual y mística con toques de franca esperanza por lo que se está por vivir. El movimiento como tal mantuvo a sus representantes trabajando a toda máquina en poemas que se jactaban de todo lo humano, con poetas que se confesaban aventureros y escribían desnudos, o en máquinas de escribir robadas, o sostenían poemas de la ofensa en que se desencarnaban como locos, o que se iban a vivir a una Isla-nada, o que simplemente estaban en contravía de lo establecido.
Entonces el movimiento clausura su etapa más fructífera, sin renunciar al legado que cada quien lleva. Comienza una etapa descriptiva en donde intenta descifrar a un Gonzalo Arango trémulo de pasión, tierno y sosegado al que se sindica de haber hecho eco de las ideas que Amílcar Osorio tuvo de todo su trajín de idiomas, lecturas y viajes. Claro está que los discípulos abnegados al límite, comenzaron a decir que Gonzalo era el mismo Mesías, de una carga energética única y con una voz de mando y mente de credo controversial. Persisten muchas historias de vivencias en la que se debe decidir entre su literatura y el amor, o cuando hay que trastear las ideas con todo y huesos a otra parte. El Nadaísmo se empeña en decir a su modo que hay pocas cosas que importan, que hay que ir y abrazar una causa tierna.
Gonzalo Arango entrevistó a personalidades del mundo del deporte, del medio artístico. Siempre eludió recordar su etapa misional dentro del movimiento que algún día creó y del que fue expulsado, etapa en la que se dedicó a él y a su pasión y se dice que fue feliz. Tal y como un dios fingido, lleno de expectativas y dispuesto a edificar un reino propio, dejó su labor de convencer a alguien. Su inspiración, a parte del amor, fue la evocación de la belleza y la expresión de la existencia en forma de una mujer, un pájaro, un mono parado sobre el hombro, y evocó que su etapa de desesperación ya había pasado como si fuese un huracán, como si bastase un aliento fuerte que apagase su cigarrillo, como un parpadeo en medio del desorden y luego sentir que todo vuelve a su orden. Su máquina de escribir se había silenciado a voluntad. El arte de no desear nada se llama felicidad y tal como los estoicos o Buda lo anunciaban, era un estado armónico entre el ser y el no ser.
- EL APOCALIPSIS
Gonzalo Arango muere para vivir.
Dicen que los hombres mueren, pero las ideas no. Que solo queda el olvido y el polvo, y que a lo mejor los poetas no le temen a la muerte, ni al olvido porque ya conjuraron todo en sus letras. ¿Acaso nadie le teme a está especulación?
A mí personalmente me queda la duda de si Gonzalo montó esta paranoia como un acto teatral que llamó de la nada al nadaísmo, o nada bajo el cielo raso, o a lo mejor fuego en el altar, como una forma de que la iglesia dejara la exclusiva explotación de un solo ídolo.
Muchos preguntan por el fin del Nadaísmo, pero a ciencia cierta con lo que nadie contaba era con la aparición de nuevo material respecto a su líder carismático, hoy llamado el Profeta de la Oscuridad Nueva, y no tanto por ser vidente, ni representar una oleada oscura o vestir de negro o aludir a las artes místicas, sino porque a Gonzalo le cortaron la luz eléctrica, pero no la certidumbre de que allá afuera existía una justificación amplia y suficiente que dejaría a todo el mundo tranquilo: el vacío no existe, ni existe esa confusión externa, el conflicto es humano y es lo que limita las condiciones en donde se ejecuta la realidad.
El fin es conveniente, lo mismo que la resurrección.
En la penumbra de las ideas, desde el origen del Nadaísmo y su supuesto fin, quedan miles de representantes haciendo la intrigante parodia teatral, la justa doctrina de dudar para crear, de escenificar la realidad para sentirse un poquito más vivos y menos dependientes del mercado de valores o de las superpotencias mundiales.
Lo interesante de esto es que no hay en el mundo un movimiento tan apremiante ni multicolor que haya puesto de cabeza el orden cultural, no hay evidencia de que estos genios se encuentren otra vez e instauren un nuevo lenguaje disruptivo y lideren una filosofía para la acción. Existen manifiestos que desentrañan el arte, que invocan al autoanálisis, que culpan al mismo devenir histórico de lo indigna que es la especie humana, que viendo que todo es fugaz, no junta sus manos para ayudarse mutuamente.
Algo que merece la pena es realizado a voluntad y disciplina. El movimiento fundado por Gonzalo Arango repercute en la fama de los escritores que rescatan el contenido presente de lo que se mueve, en dar la razón a lo que algún día se conceptuó como la acción al servicio de lo maravilloso. No era el fin último erradicar sino cambiar de base. La contradicción es necesaria, la caída, el fracaso, la noción de pérdida, la conciencia de que es efímera la vida y también el sueño, y que por lo tanto hay que aprovechar el discurrir de las cosas para impactar a la historia.
Esta aventura que no acaba aquí, sino que cada enero, en memoria del cumpleaños de Gonzalo Arango, se celebra en varios sitios de Colombia y del mundo un reencuentro para recordar el movimiento nadaísta. También en el mes de septiembre se conmemora a Gonzalo en su partida a la nada. Cada vez aparece material inédito y nuevos textos que conducen a una nueva visión de la filosofía nadaísta, algo que aún está por descubrirse en medio de un mar de duda y sentido creador.
«Desde el punto de vista de la lucha, no llegar también es el cumplimiento de un destino y bien o mal he cumplido».
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* Víctor Alejandro Tapia Hernández es contador público. Nació en Ipiales, Nariño, el 6 de mayo de 1978. Es autor y cultor del blog https://xervantex.blogspot.com/ en homenaje al Movimiento Nadaísta Colombiano y al Profeta Gonzalo Arango.