Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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EL VERBO AMAR

Por Manuel Cortés Castañeda* 

«para la mujer que amo y que dice que me ama»

esconderse siempre fue mi helado preferido, el pedazo de carne que en el plato dejamos para el último instante, el baldado de agua que nos echamos en la cabeza cuando el amor atiza…

me escondía bajo las enaguas de mis hermanas… en la copa del árbol más alto, me escondía… me hacía el gallo en el gallinero… debajo del agua del charco para asustar a mis hermanos, me escondía… en casa de las putas donde nadie se atrevía a poner los pies, me escondía… en las penas que me inventaba a toda hora, sin razón alguna, me escondía… en los cuentos de fantasmas, me escondía… en la agonía de los animales muertos, me escondía… en mis heridas sin cause, me escondía y me perdía y desaparecía…

esconderme era como un lujo para mí, un triunfo sin adversarios, mi pequeño destino, las primeras aristas de mi delirio… mi gloria insignificante sin personajes…

después cuando aprendí a leer me escondía, a la vista de todos, en los libros… cada palabra era un escondite inexpugnable, cada personaje un agujero sin salida, cada final inesperado un hueco divino donde pasaba días enteros sin enterarme de nada, ni de nadie…

con el tiempo aprendí todos los trucos de estar sin estar, de ser sin aún haber sido… y lo mejor de todo fue que aprendí a esconderme de mi mismo con tal éxito y habilidad que pasaba días enteros con sus noches, buscándome sin que apareciera por ningún lado… y cuando ya había renunciado, agotados todos los recursos, entonces me encontraba por ahí todavía sin nombre y sin memoria y me echaba al hombro y me llevaba a casa y me bañaba y completamente desnudo hacía una fiesta de bienvenida debajo de la cama…

y un día, acostumbrado a mis hermanas como estaba, me escondí debajo de las enaguas de una de sus amigas mucho mayor que yo… y entonces el mundo entero se derramó en mis pupilas como el agua de una fuente sagrada y mis manos y mis labios conocieron para siempre el placer de la vida y los designios de la divinidad… escondido en el agujero ideal ya no quise salir de mi escondite ni siquiera para consolar a los míos… y allí me perdí como pude con la esperanza de no encontrarme nunca más… y ahí permanezco para siempre sin nombre y sin memoria, bien escondido como nunca antes lo había hecho, mientras escribo poemas sin sentido y leo libros de autores desconocidos…

amor

suspiros que se le escapan a la nada…
lamentos sin bocas…
heridas en las paredes…
lamidos a la intemperie…
gota a gota una agonía
sin cuerpo y sin alma…
solo silencios
y desechos…

los latidos que le sobran al corazón
los que le faltan
los que se quedan varados
en cada espasmo…
los que ruedan
y se pierden
en el abismo…
los que se ahogan
haciendo click
en las pupilas…

un invierno sin tiempo
entre las sábanas…
una pérdida repentina
de la respiración…
pasos de nadie
huellas de nadie
miradas de nadie
sangre de nadie
agujeros de nadie…

lágrimas sin ojos
olores que ya no huelen
lluvias de caspa
estrellas en el tiesto de la basura
gritos que se pudren en la garganta…
dedos que meten los huecos…
lenguas que se muerden
y se tragan
y se desangran
en el delirio…

y en el hueco que falta
siempre en el hueco que falta
una explosión de ríos en la intimidad…

y en la mirada el mismo fantasma de siempre
el mismo niño de siempre que recoge sus huesos
uno a uno sus huesos, y se larga con la cola entre las piernas
escribiendo con mierda en el aire sus primeras heridas…

fábrica de velas

para la mujer que insiste en que me ama.

antes que tú llegaras a mi vida, prendía una vela en mi pequeño cuarto cada anochecer… pero antes que la luz iluminara mis sueños, mis delirios, mis noches en vela, una mano ciega, sin cuerpo y sin palabras, abría la puerta, entraba al cuarto, apagaba la llama y escondía la vela…

entonces, con los ojos bien cerrados, yo iniciaba mi exilio debajo de la cama, amarrado con las sábanas a las patas del miedo, inventando los números, cifras inimaginables, paraísos perdidos, seres extraños que se detenían de momento en el camino para apretar un poco más los nudos de las sábanas, lavarme las manos y escuchar con su oído abandonado en mi pecho los últimos latidos de la muerte…

pero un día que no estaba en mis páginas llegaste tú, como si ya hubieras llegado desde antes, desde siempre, desde nunca… como si hubieras estado a mi lado todo el tiempo debajo de la cama, en mis noches en vela, mis sueños, mis delirios, lavándome las manos, tu corazón palpitando por el mío y la vela permaneció encendida, la misma vela de siempre, la misma llama, la misma luz, la de tus ojos, la de tu silencio, la de tus noches en vela, tus sueños, tu mirada, alimentando los últimos vestigios del amanecer…

llegaste toda, bien completa, y el niño trasquilado y maltratado, ya casi calvo debajo de la cama, todavía sangrando en las muñecas, los tobillos, las pupilas, empezó a crecer… y crecieron los ríos y cantaron los pájaros y le nacieron ventanas a la noche y la cocina se inundó de delicias, las tuyas, tus olores, tus sabores, y las paredes se iluminaron de palabras y un día te vi desnuda y me puse de rodillas frente a ti, también desnudo como me encontraste un día debajo de la cama ya hecho un asco, y te miré a los ojos y yo mismo por primera vez apagué la llama y escondí la vela para siempre…

cocina hiperrealista

y si me trago la sombra de tus sueños
la sombra que me arrastra a tu sustancia
bien metido de patas hasta el cuello
y que tu sombra a mi sombra le de forma

una boca le de, una mirada
un apetito sin tiempo en el silencio
y que el delirio a la medida de tu sangre
bulla al amanecer con tus desechos

tragarme todo lo que quema y arde
lo que clava alaridos en el pecho
tragarme entero los ríos y la tarde
tragarme el amanecer, toda la noche

tragarme el hueco que le falta al grito
también la grieta que al lamento se abre
tragarme el protoplasma, el átomo, el desagüe
los placebos tragarme, lo que trago tragarme
y su desmadre

los delitos tragarme y que tu sombra ruede
y a mi sombra calle
borre a mi sombra, borre su apetito
arranque su silencio, haga pedazos
la quimera, el delirio, los zarpazos

y que las uñas pierda, pierda la mirada
los dientes pierda, pierda lo que entraba
y que solo tu sombra a la intemperie
sea mi sombra que al tragarte acaba…

delirio

primero fue el delirio y sus fantasmas
que cabalgaban como cabalga el tiempo
dejándonos heridas en el alma
y en la carne los huecos del momento…

el delirio fue pulgas, fue vómitos, desechos
y en los huecos la sangre que no acaba
fue una puerta que estaba y que no estaba
fue a cada instante estar vivo cuando estabas muerto…

después al monstruo le creció la lengua
le pusieron antenas a su nada
una lengua que entraba y que tragaba
y el monstruo sus antenas masturbaba…

y entonces fue ese día cuando tú llegaste
y metiste tus manos en mi nada
y al monstruo vi en tus ojos que se ahogaba
y con tus manos le clavé mi nada…

no pasó mucho tiempo y el delirio
salió de su agonía, su emboscada,
y ahora es solo leche entre tus piernas
y el monstruo aúlla, se derrama y traga…

y allí dormido en la fuente del delirio
vuelvo a ser mío sin haber nacido
y salgo y entro y me pierdo en mi agujero
con todos mis fantasmas que no fueron…

y en las heridas tus dedos, tus sustancias
una puerta que se abre cuando quiero
y si una pulga me sale y se agiganta
cuando amanece le prendemos fuego…

felicidad

olió como un demente los útiles de la escuela y algo hizo clic en su intimidad… olía y tocaba y se reía y en el firmamento había siempre unas cuantas estrellas de mas…

y el día que lo llevaron a la tienda a comprar su primer par de zapatos, caminaba sin tocar la tierra, a largos pasos, y de vuelta a casa con sus zapatos nuevos le habían salido alas a la demencia, páginas al silencio, deliciosas secreciones al miedo…

y cuando le cortaron por primera vez el pelo como él quería, como lo había imaginado, soñado, disfrutado, las pupilas se le dilataron hasta rebozar los limites y todo no fue mas que luz en su ceguera… otra estrella mas en el firmamento de su intimidad…

y la primera camisa que le coció una de sus hermanas a la medida, con arandelas en el pecho y mangas como campanas que no dejan de sonar, todavía hoy en día la guarda consigo como esperando todo el tiempo el día apropiado para volver a soñar…

y caminaba por todos los rincones de la noche con sus pantalones de cuero, como si no lo supiera, casi sin darse cuenta, como si fuera el único habitante de la ciudad… un vampiro sediento que se desmaya con solo ver la sangre…

y entonces un día recibió una carta de amor, una carta escrita de cosas que él no sabía que sabía, y acudió a la cita y temblaba y sudaba y al silencio y al miedo y al delirio les salieron escamas, grietas inesperadas y lápices y borradores y cuadernos, partidos, emborronados, desgastados…

y acudió a la cita aunque ya no recuerde el lugar, aunque los huecos eran cada vez mas grandes en su intimidad… acudió a la cita, y unos segundos antes de ser devorado, lamido, tragado, digerido, no pudo recordar dónde había dejado sus zapatos nuevos y su camisa de arandelas y sus pantalones de cuero…

desperdicios

como el sol
que se desprende
y cae y entra
y en el fruto
se hace fruto,
se hace labios,
se hace manos,
se hace huecos,
se hace sombra
se hace tú…

como el fruto que se cae
y se hace alas, vuela y sube
y en el sol también se quema
grito, herida, noche, sangre
grieta y luz…

Igual yo que me desprendo,
caigo y entro, me despojo
y en el hueco de tus sueños
yo me ahogo
y me hago nada,
tu silencio, tu mirada,
todo y nada,
tus despojos…
me hago tú….

y tú subes, te rebosas
y derramas otra cosa,
y te exprimes y succionas,
regurgitas en mis huecos
los secretos de tu amor…

unas veces tu me quemas,
otras veces me maduras,
tantas veces me perforas,
y otras tantas me encadenas…

me desfloras, me envenenas
y me muero cuando mueres
una muerte sin dolor…

tanto así como el gusano
abro ciego mí camino,
sigo a tientas, entro en vano
arrastrando mi destino
solo un monstruo
nada humano
solo pulgas
nada luz…

tú me pudres, yo te pudro,
tú me quemas, yo te quemo,
me maduras, te maduro
me digieres, te digiero,

y en el hueco que nos falta
y el que queda y el que estaba
fruto y sol son mierda y luz…

 

despojos

voy por ahí arrastrando mis despojos
haciéndome el que nada tengo y quiero
y asusto a los incautos cuando puedo
con el olor que expele mi agujero…

y empujo y meto uña y muerdo y pelo
y me sacudo a veces como si fuera un cuero
esperando asustar a mis captores
que me siguen a pasos de mortero…

y unto con sangre y mierda las paredes
y arrastro cual fantasma mis delirios
mis cadenas arrastro, mi suplicio
mi abismo arrastro, arrastro el precipicio…

y el miedo va conmigo en mi jornada
dispuesto a dar su sangre hasta la nada
va también mi inocencia, mi mirada
una criatura vacía y trastornada…

olores que despiertan sin mañana
vampiros que vigilan la alborada
un golpe ciego sin tiempo y sin ventanas
un agujero debajo de la cama…

la bella durmiente

siempre quise sorprenderla desnuda sin que se diera cuenta, tirada en la cama desnuda, sin que se diera cuenta, y si se hubiese dado cuenta, hiciera como si no se hubiese dado cuenta y yo también…

yo sé que le gusta estar desnuda y mirarse y tocarse todo el tiempo, toda entera, siempre haciéndose la que no sabe lo que hace, como si hubiese aprendido que sus ojos no son suyos, y sus manos tampoco, y sus dedos que nada saben de sí, ni de ella, ni de sus senos que tampoco saben de los dedos, ni de sí, ni de los ojos que la miran todo el tiempo, como si no miraran y las manos que la tocan toda, todo el tiempo, como si no tocaran…

sus ojos por ahí, tan solos, olvidados… las manos en cualquier parte, perdidas, refundidas… sus dedos a montones, tan solos sin sus manos… desnuda en cuatro patas, suspendida en el aire, toda entera en el lavamanos, un hueco que le sale a la intemperie, un agujero vivo en las paredes…

una boca que flota en el delirio, una tetas que ruedan por doquiera, y lenguas a montones en las grietas, y lamentos y gritos y materias, y formas y sustancias y desechos, donde me ahogo y me muero y me castigo, perdido y relamido en mi agujero y metiendo los pedazos donde quiero…

yo sé que le gusta estar desnuda, y que le gusta que yo la mire y que simule que no la he visto, ni la estoy mirando, mientras ella simula que no sabe que yo la he visto y que no está desnuda, para que yo la pueda seguir mirando todo el tiempo y que ella no lo sepa y yo tampoco…

el náufrago

para annalea

a la deriva en su desnudez yo me he ahogado
y me he salvado y perdido y maltratado
y sumergido y comido y re-encontrado…

y vuelto a la deriva yo he soñado
y tenido y perdido y malgastado…

atado hasta la madre en el silencio
comido hasta la madre en lo sangrado…

y una vez todo y nada, refundido
lamido vomitado, digerido
junto a su desnudez yo me he quedado…

varado, ensimismado, transmutado
metido bien a dentro, desformado
clavado, bien abierto, bien hinchado…

perdido, remachado fusilado
y a tientas malgastando lo soñado…

el barco ha naufragado en su delirio
y el náufrago en su isla se ha quedado
ileso, iluminado, bien sellado…

tragando lo de siempre, bien tragado
metiendo lo de siempre, bien metido
sacando lo de siempre, bien sacado…

bien dormido en la cueva
donde siempre he estado…

ella

para annalea

fue el primer sol que iluminó mi vida
y le puso estrellas a la noche…

fue siempre así cuando estoy, cuando no estaba
una vela encendida debajo de la cama…

fue como fue la herida donde el tiempo acaba
la herida que se abre igual que una mirada…

fue huellas que se quedan sangrando en el delirio
señales que se prenden al fondo del abismo…

fue antorcha que un fantasma se agarra en el silencio
y avanza y se estremece mirando mas adentro…

fue grieta que se cierra con una luz adentro
la grieta que se abre desnuda como el viento…

fue sangre que a las puertas del día se enloquece
y el tiempo se levanta con manchas en el vientre…

fue llama que arde y quema como un amor distante
la llama que sazona la carne mas que adentro…

fue el paso ese que damos y que siempre está en vilo
un paso en la mirada que alumbra lo perdido…

fue levantarse antes de haberse aun caído
fue hoguera que en la herida se lame lo sufrido…

fue despertar la lengua donde nunca hay olvido
allí donde se encienden los huecos prohibidos…

fue rascar en la nada lo mejor del olvido
y regresar a tientas cargado y bien comido…

fue un hueco donde todo se pudre y sube y llueve
un hueco que se queda como se queda un río…

 

fue seno y otro seno que suman lo lamido
un corazón que late al ritmo del olvido…

fue cosa que se entrega sin ser aun nacido
y al entregarse estalla de luces lo podrido…

fue todo lo que tengo sin tiempo y sin medida
un orificio ciego que aprieta y que respira…

fue ella con sus ojos abiertos en los míos
fue ella y solo ella tan ella… cuando he sido…

finalmente

y tenía que haber sido yo
precisamente yo
hoy
ahora
a la misma hora de siempre
en este mismo instante
el que tenía que caerse en este hueco
que ha estado ahí desde siempre
desde el comienzo
y mucho antes del comienzo
y donde nadie se había caído nunca
ni estuvo nunca a punto de caerse
casi a punto de caerse
en vilo
apenas amarrado
en el silencio
un traspiés
una sombra
un desvarío…

yo
precisamente
yo
ahora
a la misma hora de siempre
en este mismo instante
yo
que tanto quise
siempre
caerme en un hueco
esconderme en un hueco
y perderme y buscarme
y no encontrarme
en el hueco de todos
y de nadie…

un hueco a la medida de mis sueños
mis gritos
mis delirios
mis temores…
desde antes
mucho antes
que mi padre se cayera
y se perdiera
en los huecos de mi madre
y le pusiera escaleras al silencio
nudos a la agonía
poleas al desenfreno
sílabas al canto de las sirenas…

y a mi madre
que tanto le gustaba
saberse en otros huecos,
recogerse,
aceitarse,
relamerse
y verse a cada instante
en las pupilas
de otro que un hueco
la miraba
el hueco de la cerradura de la puerta,
el hueco del delirio
el hueco de la nada…

el hueco donde mis ojos
mis dedos
mis temores
el silencio
y una herida
que tampoco es mía
aun sangra
y se pudre
y se desangra…

(Continua siguiente página – link más abajo)

2 COMENTARIOS

  1. Muchas gracias Tony. Agradezco tu generosidad y se me encapricha la piel cuando dices que has aparcado temporalmente a Borges y a Neruda. No merezco tanto. Lo que necesites estoy a tu entera disposición…
    Manuel

  2. Descubrí a Manuel Cortez Castañeda no hace mucho tiempo. Descubrí su estilo de poesía en prosa, su prosa, su particular uso del vocabulario mezclando lo popular con el resto. Tanto me interesó, que los cuentos de Borges y la poesia de Neruda quedaron apilados a un costado, quizás no los abra por un largo tiempo. Hay mucho por leer de Manuel Cortez Castañeda

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