Invitado Cronopio

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EL HÉROE DEL SUR

Por Miguel Falquez-Certain*

Aquella mañana esplendorosa de junio, Nedjelko y yo nos dirigimos con resolución, aunque muertos de cansancio, a esperar el paso de la ansiada procesión.

Sofocado por la tos, la noche anterior no habíamos dejado de consumir cigarrillos y café en la oficina de Dragutin junto con los otros camaradas de la Unión. La desesperación en que vivíamos todos, despojados de nuestras tierras y sin prospectos luego de habernos mudado a la ciudad, sólo había encontrado un respiro de esperanza en las reuniones convocadas por el coronel.

Pronto cumpliría veinte años y mi vida sólo veía centrada su esperanza en la unificación que nos devolviera tanto la libertad como la dignidad que nos había arrebatado el imperio.

Nedjelko se aseguró de tener a salvo la bomba en la mochila y nos perdimos en la multitud de traidores que vitoreaban desde las aceras la llegada del heredero. Sudando a borbotones, nos abrimos paso con sigilo, cuidándonos de no despertar sospechas. Allí venía ya sonriente con Sofía, ese pobre mequetrefe que sólo se constituía en un símbolo de la opresión maldita.

A pocos metros de distancia, Francisco Fernando me miró a los ojos y le sostuve la mirada por unos segundos que me parecieron siglos. Si la pequeña que estaba a mi lado no hubiera dejado caer el helado, tal vez mi figura cadavérica con ojeras de tantas noches de insomnio me hubiera delatado. En ese mismo instante Nedjelko extrae la bomba y la arroja con resolución a la carroza imperial, pero con tan mal tino que el taco rebota y cae debajo del coche que les sigue, explotando con gran estruendo. Sin embargo, Francisco Fernando y Sofía quedan indemnes.

El torbellino de gente arrastra a los espectadores y militares en todas las direcciones y aprovecho para escaparme y tender mi celada.

En el hospital, el heredero llega con su esposa y el General Potiorek para visitar a los heridos. Pienso que es el momento perfecto para asesinar al colaboracionista junto con el indeseado. Entonces saco mi pistola y disparo. El general se aparta a tiempo y cae Sofía junto con su marido el archiduque.

Por fin mi patria será libre.

LA ENCRUCIJADA

―Quinientos seiscientos, Capitán ―me dicen al otro lado de la línea, confirmándome que lo quieren muerto.

Entro al cuarto y lo veo tirado junto a la pared con las manos amarradas en la espalda, sucio, sangrando de una pierna, junto a dos cadáveres tirados por el suelo de tierra. Estoy más que seguro de que lo odio por su crueldad en La Cabaña, que he luchado contra ellos desde mi adolescencia; cuando recuerdo su arrogancia posando con los chinos y los soviéticos, luciendo su abrigo de invierno, siento que los ojos se me llenan de lágrimas.

«Al fin te agarramos», pienso con rabia y alegría y entonces recuerdo las fotos que tomé de su diario en la agenda alemana con fotos entreveradas: un niño en triciclo, una fiesta, una niña en su cuna y un osito de peluche, y súbitamente desfallezco. «Pero si él es el culpable de todo», pienso con ira, procurando encontrar las fuerzas que se me van agotando. «Coño, muerto te he de ver. Y eso que todos pensábamos que lucharías hasta el final. Te dejaste agarrar, Papakanzal, papá cansado, comandante…»

―Lo menos que puede hacer es contestar, usted ha invadido a mi patria ―le increpa Zenteno, pero él permanece en silencio.

―A mí nadie me interroga ―es lo primero que me dice cuando quedamos a solas.

―Comandante, yo no he venido a interrogarlo. ―No sé de dónde me ha salido la voz. ―He venido porque quiero hablar con usted.
Y él se me queda mirando, como tratando de descifrar si le digo la verdad o si me estoy burlando. Cuando me ve serio, me pregunta si se puede sentar y me pide que le quite las amarras. Llamo a un soldado y entre los dos lo ayudamos a sentarse en un banco. Todo lo que le pregunto me lo contesta con evasivas y una sonrisa socarrona.

―Ya sabe que no le puedo contestar eso.

Y de pronto me espeta:
―Tú no eres boliviano.
―¿Y de dónde cree que sea, comandante?
―Eres cubano por mucho que trates de disfrazarlo y yo no hablo con traidores.

Si supiera mi nombre sabría que mi tío era ministro de Batista, pero me quedo callado. Le pide al soldado picadura prometiéndole regalarle la pipa. Terán le entrega dos cigarrillos y los deshace al instante. Prende la pipa y aspira. Yo sabía que los bolivianos lo iban a matar, que tenía que morir ese día y ni yo ni nadie podríamos detener la historia. Saco mi Pentax 35 y su sonrisa se vuelve una mueca de burla. En el otro cuarto hay un disparo y se escucha la sordina de un cuerpo desplomándose sobre el suelo. «Quinientos seiscientos». Pongo la velocidad en 2.000 y tiro la foto.

―Mi capitán, ¿cuándo lo van a matar? ―pregunta la maestra; la noticia de su muerte ya la difunden por todas partes antes de tiempo.

―Es mejor así. Díganle a Fidel que pronto habrá una revolución triunfante en América―. Se le olvida que está herido, se levanta y camina sin cojear. ―Y que mi mujer se vuelva a casar, que trate de ser feliz.

―Vengo a hablar contigo―le dice Terán.
―Quiero que sepas que vas a matar a un hombre.

El chaparro le dispara y el cuerpo del Che se desploma contra el lodo. Le han quedado los ojos abiertos.

Afuera se escucha el ruido ensordecedor del helicóptero.
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* Miguel Falquez-Certain es poeta, ensayista, cuentista, dramaturgo, traductor y crítico de cine baranquillero. Es autor de seis poemarios, seis piezas de teatro, una noveleta y un libro de narrativa corta, Triacas, por los cuales ha recibido varios galardones. Tradujo al español los dos guiones de Peter Buchman para las películas del Che dirigidas por Steven Soderbergh (The Argentine y Guerrilla). Reside en Nueva York desde hace tres decenios.

11 COMENTARIOS

  1. Extraordinarios. Ambos relatos están hechos de silencios y angustia. Falquéz-Certain logra en pocas palabras lo que a otros nos toma novelas enteras.

  2. Espero que en este libro se reconozca y resalte el gran mérito del dictador (ya se puede decir tirano) de Castro: hizo de Cuba uno de los países má grandes del mundo con el gobierno en Moscú, el ejército en Angola y el Pueblo en Miami. Eso sin mencionar que mandó matar a tanta gente, com al referido en este «invitado del mes».

  3. ¿Podrá alguien decir si además de vender remeras y tatuajes este guerrillero hizo algo por Argentina? Es novedoso: para algunos hay asesinos malos y asesinos buenos, como este.

  4. Estos dos cuentos me gustaron inmensamente. En ellos, el autor Miguel Falquez-Certain trasporta el lector a traves de su dominio de la palabra a dos mundos y culturas muy diferentes pero que comparten personajes heroicos de mucha transcendencia historica.
    Deberian seguirle publicando para que podamos internarnos cada vez mas en el mundo fascinante de uno de los grandes escritores e intelectuales de nusestra epoca.

  5. Un relato magnifico del poeta y ensayista Miquel Falquez-Certain,a quien tengo el honor de conocer.

  6. EXCELENTE RELATO DE UN ASASINATO VERGONZOZO.SOLO MIGUL FALQUEZ,EN TAN CORTO E IMPACTANTE RELATO,HA LOGRADO TRANSPORTARNOS AL MOMENTO PRECISO DEL ASESINATO DEL COMANDANTE GUEVARA.

  7. EXCELENTE RELATO DE UN ASESINATO VERGONZOZO.
    SOLO MIGUEL FALQUEZ,EN TAN CORTO E IMPACTANTE RELATO,HA LOGRADO TRANSPORTARNOS AL MOMENTO PRECISO DEL ASESINATO DEL COMANDANTE GUEVARA.

    BESOS:FRANCIA RIBON.

  8. Extraordinario e imaginativo relato de colección sobre el asesinato del Che Guevara, el profeta. Sus ideas e inquietudes sigue vigente en américa latina, donde prevalece la injusticia social.

    Saludos
    Ernesto Amor

  9. Hay emoción contenida.El autor crea la impresión de que no sobran palabras.Todos los estilos son buenos, menos el aburrido, y estos cuentos mantienen su expectativa.

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