Literatura Cronopio

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LA BAILARINA SONÁMBULA LLEVA LOS OJOS ABIERTOS

Por Alberto Bejarano*

La bailarina sonámbula lleva los ojos abiertos, curados de viche. Las malas lenguas, no la mía, dicen que es una imitadora bogotana de La María del Carmen de Cali, la de Andrés Caicedo, cuarenta años después. Como si fuera una llorona loca, una Susana loca, o san Juan, despojada de sí misma. Es más bien, digo yo, una usurpadora del ritmo de su madre. Quienes todavía se cruzan con ella en algún rincón oscuro de las madrugadas heladas, atiborradas de revulus de hombres abatidos y de jóvenes apurados; saben que no miento. Hablo conmigo mismo como si estuviera hablando con ella, contigo, esfinge solitaria, patinadora mocha, fañosa saltimbanquiadora, acompasada perra de los dioses muertos: bailarina sonámbula.

No te vistes de seda ni a la moda ni ciñes adornos de Menina fatal. Tu pelo corto, tus gafas caídas, tus largas bufandas que colgaban de la silla, no alcanzaban a decir nada de ti, era tu corsé interior el que te definía, como buena mujer bogotana de abolengos coloniales, descendiente de vascos mercaderes que en estas tierras se enriquecieron. Judía o mora o las dos, mora Morita Mora la la la Ladina, Dima, como un lamento guajiro de contrabando apretujado bajo los rieles del tranvía quemado. El origen, tu origen, es traqueteo de bueyes cansados, de mulas embarradas, de fango, fango fango, a lo Pete Rodríguez (el pete del Boogaloo no el conde de Pacheco).

Sabes que estoy hablando de ti en voz alta. ¿Te chocará cuando me escuches? Tintineo de copas de fondo acompañan este relato hecho de ronroneos, de una seguidilla de flashes de la memoria que lo azotan a uno a medida que el tiempo se disuelve, lenta y a la vez presurosamente como la escarcha de los viejos nevecones que no se desfrizaban solos, a los que había que apurar manualmente, cincelarlos con cuidado, evitando que el gas saturnal se escapara de su eterno cautiverio entre los hombres. Así como hay ladrones del fuego, los hay del hielo. Los del fuego buscan la libertad, los del hielo el olvido. Los desfrizadores somos parias, animales malditos, ratas de laboratorio que roen las partidas de matrimonio de las notarías. Ronroneadores del run, run: rinrines congelados. Las sílabas se me pegan a la lengua seca. Dejaré de dictar un momento (…), salud, brinda conmigo por los muertos, nosotros, tomate este viche curado conmigo, bailarina sonámbula. Se que estás despierta a esta hora, como aquel gato que vimos una vez en una posada de Honda. ¿Te acuerdas? Mi voz ahora es ronca. Quizá no la reconocerías si me escuchas hablar en la radio en mi programa de madrugada para los supuestos amantes del insomnio. A estas horas, buscando quien nos desfrice, a los ropavejeros tullidos, nos toca encomendarnos a san Felipe, el santo de los no madrugadores, de las gentes de poca fe que no creen que al que madruga dios les ayuda. El que trasnocha, con salsa, el diablo le jala las patas. «No firme el papel, no firme qué va…» Cantaba Willie Colón ya sin Héctor ni Rubén, «ese hombre es el diablo, te digo», el infierno no son los otros, es cosa más íntima, es levantarse temprano a hacer vueltas en una notaría, a firmar los papeles de un divorcio, a hacer un trasteo, a cambiar las guardas de la nueva casa. Rompe saragüey. Rompe. Digo rompe, no digo suelta como en otros tiempos, cuando conocí a la bailarina. Ya lo sé, no le hablo a la misma persona, ya no tienes el pelo corto ni tus gafas cuelgan ni usas bufandas. Eres más ligera ahora. Tu pelo largo se balancea y usas vestidos más ceñidos.

No vibrábamos en el mismo ritmo: tú flotabas, yo volaba. Agonías en la pista. Guaracha vs. boogaloo. Guerra fría no declarada en la pista. Apriétame, no, sí, gira, no, sí, no te salgas del ritmo, sigue la melodía, shame you fuckin trumpet… Reviéntate, sigue mi solo, haz tu solo ahora, vuela. No, flotemos. Mira cómo bailan los cubanos de raíz, lo que dice Carpentier, Cabrera Infante, Miguelito Cuni… No, baba o roco Richi Ray, soy el rey del boogaloo… ¿Las paces? Una tregua. No nos gustaban los mismos sitios. Tú eras Ruñidera la faisana, yo Trucutu el fariseo.

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* Alberto Bejarano escribe poemas y cuentos cruzados de dos en dos, publicados en revistas, antologías y algunos concursos. Su primer libro de cuentos: «Litchis de Madagascar» se publicó en enero de 2011 en la Editorial El Fin de la Noche en Argentina. Su segundo libro de cuentos «Y la jaula se ha vuelto pájaro» se publicó en noviembre de 2014 en Bogotá, por la editorial Orbis. Trabaja en su tercer libro de cuentos. Prepara su primer libro de poesía visual.

Ganador del concurso de cuento Moleskin, España 2011.

Ganador del concurso de cuento Boaventuriano de Cali 2011.

Finalista en el concurso de ensayo Anagrama 2013 con un libro sobre Bolaño.

Finalista en el concurso de Novela corta «Oscar Wilde» 2014 en España con su novela «A tientas».

Tesis de doctorado en la Universidad París 8 sobre Roberto Bolaño. Es profesor universitario en Colombia y lo ha sido en Brasil.

 

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