Literatura Cronopio

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LA LEY DE LAS BESTIAS

Por Andrea Medina*

Aquella era una noche especialmente oscura; la niebla bajaba de las montañas, brindando una atmósfera calmada y, al mismo tiempo, amenazadora. La temperatura era cercana a los siete grados centígrados.

Casi nadie transitaba por la calle América después del atardecer, salvo algunos trabajadores del supermercado adyacente que no tenían más opción, debido a sus descabellados horarios de salida. Una cajera la recorría, posterior a la media noche, a paso acelerado, sosteniendo su bolso con fuerza contra su abdomen y echando vistazos sobre su hombro.

Los ataques a mujeres habían ido en ascenso el último año. Todas las mañanas veía el noticiero matutino, y en la sección «Vigilante Nocturno», no dejaban de aparecer nuevos rostros. Una adolescente era violada o una prostituta asesinada con arma blanca por uno de sus clientes, cuando este se negaba a pagar por sus servicios y ella comenzaba a gritarle. Tenía la aterradora sensación de que si tenías una vagina, estabas muerta.

Los monstruos nocturnos salían de cacería en la capital con más libertad que nunca. El paso que marcaban regía los lugares menos transitados por la policía nacional. Los habitantes parecían haberse dado por vencidos, sometiéndose al chantaje y a la intimidación. Entregaban sus barrios a aquellos en el poder callejero. Sus extremidades se entumecían y sus mejillas perdían el color cada vez que se cruzaban con uno de esos matones por la acera.

La cajera no caminaba sola dicha noche; una sombra camuflada en la penumbra de las esquinas la seguía con sigilo, haciendo crujir la arena al pisar con sus botas industriales. Estaba seguro que la joven no había notado su presencia: la sorprendería por la espalda. Metía la mano en su bolsillo cada pocos segundos para sentir el poder de su navaja retráctil, lista para ser usada sobre la garganta de la mujer.

Ella se dirigía a su parada de autobús. El hombre aceleró el ritmo de sus zancadas, preparado para ejercer su calculado movimiento de contención sobre la clavícula de su víctima número once. Cuando se ubicó detrás de ella, a unos tres metros de distancia, esta se detuvo de golpe. Impulsivamente, él hizo lo mismo. No se esperaba tal acción. Sacó su navaja y la sostuvo con firmeza.

—Hola, muñeca —dijo en tono burlón.

—Hola, Michael —respondió ella, serena y dispuesta para lo que seguía.

El hombre sintió que la temperatura de su cuerpo bajó de golpe. ¿Cómo sabía su nombre? Perdió los estribos en seguida, exigía que le dijera cómo demonios lo conocía.

—¿Eres una de las rameras de Luis, eh, chiquita? ¿Te mandó a que me hicieras un trabajito y luego me lo cortaras? —farfulló. Un ligero toque de pánico se percibió en su voz, a pesar de que era lo último que quería demostrar en ese momento. Sabía que Luis vendría por él por haberse acostado con su hermana, pero habían pasado dos meses ya, así que no pensaba en el asunto muy seguido últimamente.

La mujer giró y mostró su mejor sonrisa, tan grande y mecánica que parecía la de un fenómeno de esos que se presentan en espectáculos de feria. Pero lo que lo detuvo a reflexionar fue que sus facciones le eran locamente conocidas. Ella notó su desconcierto y sintió una pequeña satisfacción en forma de cosquilleo que subía por su pecho.

—¿Quién crees que soy, Michael? Piénsatelo bien. Anda, tú puedes.

Aquella persona era idéntica a otra que ya había pasado por el filo de su puñal, la víctima número tres. Tenían que ser hermanas.

El orgullo férreo del criminal no permitió que se diera cuenta que estaba frente a alguien a su nivel y sedienta de ajuste de cuentas —porque para este, las mujeres, tan débiles y sin valor, siempre estaban a merced de su piedad—. Pero su actuación de palomilla indefensa paseándose a través de una calle oscura y solitaria le había salido de las mil maravillas, eso sí debía admitirlo.

—¿Y qué quieres, princesa? —comenzó a reír—. ¿Que te diga que lo siento y que no fue mi intención cortarle el pescuezo a tu hermanita, o lo que sea que fuera tuyo?

Claudia se encajó las uñas con ira en la palma de las manos. Sabía que esa escoria no viviría para gozar otra noche más, pero no podía soportar que hubiera llegado hasta este crepúsculo sin que nadie tuviera el coraje que tuvo ella. Había tenido que soportar una existencia sin su otra mitad, con su madre sin poder volverla a mirar a la cara sin ver a la hija que ya no estaba, observando cómo caía una desafortunada tras otra en las noticias. Tuvo mucho tiempo para prepararse. La policía sabía muy bien quién era el asesino, solo que no podían encontrarlo, pero Claudia finalmente lo hizo. Se adentró en su mundo y se puso frente a él para que la cazara. Y ahí se encontraban ahora, mirándose fijamente y escuchando la respiración del otro. Michael ya no reía.

El corpulento hombre se fue hacia ella, mientras esta se metía la mano en la parte trasera del pantalón y sacaba una calibre 45.

El cuerpo del buscado asesino Michael Fernández fue hallado al día siguiente, no muy lejos de la calle América. Un universitario pasaba por el lugar cuando resbaló con la sangre encharcada que salía de un callejón sin salida. Gritó despavorido pidiendo ayuda. Al occiso se le adjudican los cargos de asesinato, narcotráfico, fraude y violación. Un pequeño triunfo para la comunidad. Se presume que se trata de un ajuste de cuentas por lo personal del crimen, fue torturado varias horas antes de morir y recibió múltiples disparos en ambas piernas. No hay testigos y nadie oyó las detonaciones.

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* Andrea Medina colombiana nacida en Venezuela. Estudió Educación en el Instituto Universitario de Educación Especializada. Ha publicado diversos relatos y microcuentos en revistas literarias de América Latina. Obtuvo un reconocimiento en noviembre de 2017 por parte de La Sirena Varada de Editorial Dreamers por su participación en el cuarto número de la revista, siendo posteriormente invitada a colaborar en la edición anual. Escribe literatura policíaca, misterio y thriller psicológico.

Correo: andreamedinawriter@gmail.com

Facebook, Instagram & Twitter: andreamedinagb

 

5 COMENTARIOS

  1. Excelente!!! Pensar que sería la víctima y luego un final extraordinario!!! Extraordinaria redacción!!!

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