Literatura Cronopio

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¿QUIÉN ES BARTLEBY?

Por Antonio Arenas Berrio *

«—Bartleby, ¿podrías decirme dónde naciste?
—Preferiría no hacerlo.
—¿Querrías decirme algo sobre ti?
—Preferiría no hacerlo.
—¿Por qué razón te niegas a hablar conmigo? siento simpatía por ti».

A PROPÓSITO DE LA NOVELA CORTA BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE, DE HERMAN MELVILLE

Un abogado en la ciudad de Nueva York contrata un escribiente por medio de un aviso de prensa. Al comienzo el amanuense es muy ágil y realiza sus labores de forma voraz y oportuna, pero cuando el abogado le solicita revisar las copias que él mismo ha hecho se niega a realizar la tarea logrando alterar y contradecir a su jefe.

Bartleby, en la ficción corta de Herman Melville, es fundamentalmente un copista que se niega a copiar y revisar lo que el mismo ha copiado. Es un vago, un tío raro, un incubo intolerable, un demente, un rebelde, un héroe alienado, un nómade, inmóvil en medio de una oficina y unas paredes, un ser solo en el universo, un nuevo Cristo, un hermano, una figura flaca y pálida y respetable que inspira compasión. Un luchador contra un sistema deshumanizador y materialista de la sociedad de su tiempo, donde el dinero y la utilidad son lo más importante. Una víctima de la sociedad que se niega a adaptarse a las normas establecidas. Un ser con resistencia pasiva que eleva su triunfo. Es también el modelo único de escritor o copista que ha dejado de escribir, un nuevo estafador de la literatura que no logra ser reconocido. Un luchador solitario forzado al fracaso. Un individuo que no habla, no lee, no come.

Ahora bien, «El triunfo del comportamiento de Bertleby frente al abogado significa su ruina. La clave del asunto reside en que Bartleby evade responsabilidades sin negarse a asumirlas; él prefiere no hacerlas. Por paradoja, quien lo exime de realizar algunas tareas es aquel que se las solicita, pues Bartleby sólo expresa su deseo condicional de no actuar» (Bartleby, 1990). La novela de Melville refleja la delación contra la soberanía paterna del abogado, y reprocha la inmunda caridad y compasión cristiana. Herman Melville en su obra: «No cesa de desarrollar la radical oposición de la fraternidad con relación a la caridad cristiana o la filantropía paternal. Liberar al hombre de la función de padre, engendrar al hombre nuevo, al hombre sin particularidades, reunir la humanidad y la originalidad constituyendo una sociedad de hermanos a modo de una nueva universalidad. Pues en la nueva sociedad de hermanos la filiación es sustituida por la alianza y la consanguinidad por el pacto de sangre, cada varón, así como cada mujer es su hermana de sangre: es lo que Melville califica como la comunidad de solteros que arrastra a sus miembros a una mutación ilimitada» (Gilles Deleuze, «Preferiría no hacerlo»). Pero Bartleby es también la idea del escritor malogrado que renuncia a escribir, el que ya no quiere ni tiene ganas de escribir. La novela es una deliberación sobre el transcurso de la creación literaria.

Herman Melville, angustiado por la idea de escribir una novela, al mismo tiempo se siente inepto para hacerla. Ahora bien, desde el comienzo de la novela corta, Bartleby el abogado–narrador, expresa las dificultades presentadas para razonar sobre la vida de Bartleby, nos dice que: «No hay material alguno para redactar una biografía completa y satisfactoria de este hombre» (Bartleby, 1990). Hay datos en la vida de Bartleby que no se conocen y no se dejan someter a la literatura, a contar su vida y entender su personalidad porque su aspecto es la suficiente prueba de lo irreflexivo de sus rarezas y su comportamiento extraño.

El abogado–narrador ha de renunciar a contar la historia completa de la vida de Bartleby. Se escoge la novela corta o el relato para hacer una no–literatura, frente a la común literatura tradicional. Herman Melville sacrifica la literatura para representar algo así como la no–novela de Bartleby. Una especie de filo–literatura, donde alcanzamos a saber que escribir es fundamentalmente copiar, es decir, multiplicar un original que de pronto no se lee, ni se comprende del todo. Una voz en la escritura que apenas tiene vida, no tiene connotación pública, una voz que arroja palabras sobre palabras. Frases, y menos frases, sin música, sonidos, color y engaños. Escribir es callarse, escribir es no hablar. Bartleby es el síndrome del no, antes que Kafka, Samuel Beckett, Robert Walser y toda esa pléyade de los escritores del no, de la pulsión negativa.

La fama y la vanidad son ridículas para algunos escritores. Un escritor en su silencio podría gritar no soy nadie, soy Bartleby. Sea como sea, el relato Bartleby, el escribiente, de Melville, contiene una mínima introducción y termina con un pequeño epílogo que no expone más la historia. El abogado–narrador nos dice que Bartleby, es el escribiente más insólito y anómalo que nunca hayamos visto sobre la faz de la tierra. Una figura sobre la cual no se puede afirmar nada. Un lector puede preguntarse al terminar de leer la novela: ¿Quién es Bartleby? ¿Cuál es el tema de esta novela corta? ¿Qué ha pasado? Bartleby ha dejado de escribir, no escribe y para eso fue contratado, siempre que el abogado–narrador le pide algo, él le responde: «Preferiría no hacerlo». Él es un hombre de preferencias, prefiere no escribir. Es un escribiente que prefiere ser desobediente y contradecir al jurista que lo contrató para escribir.

Bartleby, en la ficción es «un escribiente silencioso, aislado cuyo único contacto con los demás de su entorno consiste en recibir periódicamente, a cambio de unas monedas, algunas galletas de jengibre, y en negarse a cualquier participación en la vida de aquellos hombres (el abogado y sus tres empleados), repitiendo cada vez que se le pide algo que le exigiría establecer una relación con ellos que «preferiría no hacerlo». Es un individuo de cuyo origen nada sabemos a ciencia cierta, ni antes, ni después de terminar la lectura, de cuyo pensamiento jamás nos enteramos; de cuyos hábitos acabamos por ser ignorantes. Tal vez no exista en la literatura ningún personaje tan enigmático como éste, tan inabordable e impenetrable, tan desconocido. Y, a medida que trascurre la obra, su aislamiento se va ahondando» (Bartleby, 1990).

Bartleby ha dejado de escribir, le lleva la inversa a su jefe, no quiere irse de la oficina donde se ha instalado a vivir, el abogado–narrador tiene que desocupar el lugar, su oficina. Por eso Bartleby, es encarcelado por vago, lo llevan a una prisión, donde muere de hambre. Antes de morir ha pronunciado y dejado en el ambiente una formula filosófica fatal: «preferiría no hacerlo». La fórmula se repite entre diez y doce veces en el relato, logrando contradecir al abogado–narrador y perturbar el entorno laboral. ¿Pero cómo interpretar este comportamiento de Bartleby? Este es un hombre incomprendido que no halla lugar en el mundo, es el hombre de las desesperanzas, un hombre que se ha negado rotundamente a la acción de escribir y de revisar lo que el mismo ha copiado, rehúsa a toda actividad que lo separe del lugar donde está ubicado, donde vive y duerme.

En el relato, el abogado–narrador intenta cambiar su funesto destino. Ahora bien, Herman Melville le escribe a su amigo Nathaniel Hawthorne a propósito de esta situación. «A un espíritu que dice no con truenos y relámpagos, el mismo diablo no puede forzarlo a que diga sí» (Bartleby, 1990). Bartleby actúa y vive como un pájaro solitario. Por eso, en la obra vemos una realidad y un entorno que se sobrepone a otra realidad. Ver la simple vida de Bartleby nos lleva al corazón de la opresión y el sometimiento. Empero, Bartleby el escribiente, es una novela corta perfecta, con un síndrome establecido, la literatura del no. La fuerza negativa. La atracción por la nada. La renuncia a la escritura. Hay un nuevo lenguaje, insinuando asimismo una lectura literal que produce comicidad, sin cambiar nada de lo escrito por el autor. «Preferiría no hacerlo» es una fórmula ideológica que trasciende toda negación, toda voluntad. La novela es la negatividad paciente. Ser en cuanto ser y nada más, creando un lenguaje de las preferencias. Bartleby no establece una lucha de clases, no representa un pueblo, le falta un pueblo. Es un rebelde frente a un mundo explotador, frente al trabajo y al mundo laboral, sus relaciones y la actividad productiva. Es un devenir revolucionario, no es una oveja descarriada, sino una nueva conciencia laboral que no entra en razón.

No escucha. No se mueve. No oye a su patrón. El abogado–narrador representa el mundo del dinero y el trabajo. Bartleby es otra cosa distinta, es un isolato: un individuo alienado, para quien la vida social y laboral carece de sentido y utilidad, prefiere no participar en esta. Bartleby es un protagonista que voluntariamente prefiere la soledad, la exclusión y todo vínculo social y establecer relaciones con sus semejantes. No obstante, al ser un personaje de preferencias, la novela corta está llena de visiones:

· Hay una visión política: Bartleby es un luchador solitario que sufre una espantosa desesperanza, no hay que tener compasión de él. Parece víctima de las circunstancias, es culpable de todo lo que le pasa. Es un rebelde que subvierte el orden establecido, el establecimiento, la noción de justicia.
· Hay una visión religiosa: No hay compasión, ni caridad. No hay que tener compasión de él. La caridad y la misericordia cristiana no actúan en su comportamiento, ni sus sentimientos.
· Hay una visión filosófica: Bartleby es un ser para la muerte. Un pesimista, no ama la vida, vive sin comer. Pero se sacrifica para encontrar en la humanidad nuevas formas de potenciar la vida distinta a las del trabajo.
· Hay una visión literaria: Es alguien que renuncia a la escritura. Un método y una forma prudente de decir no.
· Hay una visión psiquiátrica: Es un loco, un demente, un solitario, se aísla, un reprimido social. Un ser que existe pero no existe.

El mundo de Bartleby es el infinito del sin nada, el del desposeído y el extraño, su historia no se hace nunca aprehensible y concebible en un mundo laboral. En la novela quien realmente se trasforma es el abogado–narrador y cuando cambia no quiere ya saber nada de Bartleby ni de su antigua oficina de abogados. La verdadera trasformación en la novela la sufre el abogado–narrador. Bartleby es la mejor perspectiva nihilista del mundo, total soledad y vacío. El personaje Bartleby es más un fantasma que una persona real… Bartleby muere sin saberse quién es…

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* Antonio Arenas Berrío. Narrador y ensayista colombiano. Autor, entre otros, del libro Esa gente del barrio. Correo-e: antonioarebe1@hotmail.com

 

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