Literatura Cronopio

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Al acecho

AL ACECHO DE NUESTRAS VIDAS

Por Sergio Germán Cervantes Rodríguez*

«Mientras el espacio permanezca,
Mientras la esencia del ser permanezca,
Yo permaneceré…
Para ayudar, para servir,
En orden de hacer mi propia contribución»
(Oración del Dalai Lama: Tenzin Gyatso)

¿Cuál sería el sentido de existencia de la muerte para estar al acecho de nuestras vidas? Si lo pienso por un momento y con otras palabras: ¿La muerte tiene algún sentido para seguir existiendo y hacernos «sufrir»? Si cupiera la posibilidad de responder esta pregunta en lo real, me imaginaría que la representación de la muerte es la de una secretaría administrativa que mantuviera el control sobre la lista de quien vive y quien muere.

Con su guadaña al lado de la computadora, sentada sobre un escritorio de caoba reluciente, de carácter caucásico y rasgos europeos, el pelo recogido, unos treinta años, nariz fina y mirada penetrante. Una trabajadora incansable, que no descansa, no se toma tiempo sabático, no tiene preferencia en raza, credo, color o nacionalidad. Y que se la pasa firmando documentos de extradición al más allá sea quien sea, si estás en la lista, te toca irte. Así es como la imagino: siendo una dicotomía entre algo muy hermoso pero que no descansa, que tiene un carácter administrativo que no nos gusta, como si del IMSS se tratara. Y si me tocara recibirla con tiempo, en la sala de espera, gracias a el pase de una enfermedad terminal, alguna sentencia de muerte o con el suicidio; trataría de comprenderla, de darle sentido, de aprender a despedirme ¿No es eso fácil ni para el humano más disponible a sus acechos? ¿O me equivoco?

Así le doy sentido a mi muerte, aprendiendo a despedirme, si es que tengo el tiempo, porque no sabemos con exactitud las condiciones de nuestra partida. Al principio creo que sería reclamar ¿por qué? O ¿Para qué? Pero sé que el navegar en ese barco de soledad llamado muerte se me daría en compañía: con mis seres queridos, amigos, hermanos y familia. Incluso no esperaría que ellos comprendieran, pueden hacerlo, pero será a su tiempo y el del trabajo sería yo. Cada quien vive su vida como su muerte, son experiencias únicas, no podemos ponernos en los zapatos de otros, como lo menciona Chris McCandles en su biografía escrita por Jon Krakauer: «El verdadero significado de las cosas reside en la relación personal del fenómeno, con lo que significa para nosotros» (Krakauer, 2008). Ahí es donde entra la experiencia personal como diferenciador de lo aprendido, yo lo manejaré a mi forma, yo me enfrentaré conmigo mismo y la vida, pero los demás lo harán a su manera.

No puedo negar que le tengo pavor a la muerte, no sería normal el no tenerle miedo, por estar enamorado de la vida: de tener una familia excepcional, amigos leales y, si se pudiera, una familia propia. Ahí radica el problema de morirme: de los lazos que fundé en mi vida terrenal, ni siquiera lo material cuenta; eso no me lo llevaré, sino por todo el amor del cual nos desprendemos para esperar del otro lado. Creo que es un proceso bastante difícil, pero con su aprendizaje al final mejoramos, el inicio puede ser arduo pero al terminar siempre es hermoso si tuvimos algo por lo que vivir, recordando a la fundadora de la tanatología: Elizabeth Kübler-Ross. Pero ¿Qué pasaría con la muerte de alguien cercano: amigo, familia o hijo?

Ahí el caso es distinto, sigue la misma experiencia individual, pero la situación se presenta diferente, no soy yo quien se va sino alguien a quien amo. En este problema reside la idea de dejar ir, despedirse tal vez, pero de soltar poco a poco. Porque nos encariñamos y nos olvidamos que esa persona no es eterna, que incluso nuestros instantes no son eternos, que todos los recuerdos quedan en el pasado y que no sabemos su futuro. Se nos olvida que la vida es endeble como una rama que se resquebraja con el tiempo. Entonces la idea de perder a quien amamos es algo también difícil de digerir, pero ¿Cómo lidiar con ello?

No es algo fácil pensar en ello, sinceramente, pero las experiencias me han dado a entender que el tiempo es de gran ayuda, la fortaleza de sus recuerdos como apoyo también son hermosos: no como un proceso enfermizo pero sí como la voluntad de no dejar morir su esencia, de que te perteneció de alguna manera esa persona, que no se ha ido de tu corazón y ella te ayuda a seguir viviendo. Que incluso puedes seguir viviendo conforme a lo que ella te enseñó. Tal vez no esté presente pero su esencia ya es parte de ti, el dolor no se irá pronto pero si algo aprendes al vivir con ello es a esperar que tiempos mejores lleguen, que la filosofía de Dios no es jugar a los dados y que no hay mal que por bien no venga.

Por último, está la forma un poco más distante; pero no por ello menos difícil: la de enseñar a otros a enfrentar la muerte ¿Cómo decirle al alguien que todo irá bien cuando no eres tu quien está en su lugar? Porque nuestro trabajo en esta profesión es ayudar tanto emocional, cognitiva y conductualmente a un paciente que lo necesite. Tal vez no tengamos conciencia completa sobre el dolor que padece esa persona, pero nuestro esfuerzo mínimo es tratar de comprenderla y ofrecerle una despedida digna ante la muerte, sea de algún familiar cercano a él o de la persona en sí.

Es admirable el trabajo de quienes enseñan estos caminos sobre la muerte: los tanatólogos. Pues ellos lidian con el tema diariamente, no es que se alejen sentimentalmente de la muerte pero sí buscan maneras para darle sentido a la dama de negro. Al menos tratar de desahogar enojos, tristezas, animar al paciente, hacer cosas que no se ha atrevido realizar y tomar decisiones antes de partir. Recordar con fortaleza quiénes somos en la vida, para así enfrentar la muerte. Como lo menciona en La Rueda de la Vida la doctora Kubler-Ross: «Es importante que hagan lo que de verdad les importe […] solo así podrán bendecir la vida cuando la muerte esté cerca» (Kübler-Ross, 2006). Para finalizar quisiera mostrar lo que la muerte de seres queridos alrededor de mi vida, ha sido capaz de inspirar, en letras y versos escritos, en mi mente y corazón. No hay nada mejor para decir lo que los científicos, filósofos y psicólogos no pueden decir en unas cuantas palabras, y que gracias a la poesía los seres humanos hemos sido capaces de hacerlo:

EN UN INSTANTE

I
Y dicen y dicen
Que la muerte es parte de la vida
Pero lo contrario es exactamente más razonable:
La vida es parte de la muerte

Porque la vida se dirige a la muerte misma
Y no la muerte a la propia vida
No hay una sin la otra
Pero el orden es irrevocable

II
Tengo miedo de perder el miedo
Al abrazo incógnito de la dama eterna
Del brinco al abismo perpetuo
Pero lo contrario es suspicazmente aceptable:
Tengo miedo de perder el miedo a la vida

De adueñarme de ella
Vivirla despierto y con la mirada fija
Sé que algún día tendré mi encuentro con su guante blanco

Al final disfrutaría pensar:
Viví la vida como viví la muerte
En un instante y sin el tiempo
Sin miedo a lo que sigue después
Sin temor a morir en vida.
____________
* Sergio G. Cervantes estudió Periodismo en la Universidad de Colima (México), actualmente se encuentra estudiando la licenciatura en psicología en la Universidad Vizcaya de las Américas. Trabajó como reportero gráfico en Milenio Colima, ha publicado poesía, artículos, fotografía y notas periodísticas en diversos medios colimenses tales como: Revista Mujer, el suplemento cultural Ágora, El Comentario, El diario Avanzada y Milenio Colima.

2 COMENTARIOS

  1. Gracias, profe Schulte, sus palabras me animan a seguir con más motivación hacia adelante…

  2. Sergio.- Es un orgullo para mi , no sólo después de haber releido tu trabajo en papel y despues aqui, el verlo publicado, quiero expresarte que es un placer tenerte entre mis alumnos; Tu dedicación, entrega y pasión con que realizas tus estudios se ven reflejados en la seriedad con que los abordas.

    Una vez más te felicito y te pido que sigas por este camino, y asi como tu me lo comentaste, te pido que hagas lo mismo…. se fuente de inspiración para tus compañeros!!.

    En hora buena !!!

    MDO José de Jesús M. Schulte.

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