AL CALOR DE LA PRÉDICA
Por Alessandra Molina*
[blockquote cite=»Austerlitz. W. G. Sebald» type=»left, center, right»] Sobre las razones que pudieron inducir al predicador Elías y a su pálida mujer, en el verano de 1939, a recogerme en su casa, sólo puedo hacer conjeturas, dijo Austerlitz. Al no tener hijos, como no tenían, confiaban quizás en poder contrarrestar la congelación de sus sentimientos, que indudablemente les resultaba más insoportable cada día, dedicándose juntos a la educación de aquel chico de cuatro años y medio, o quizás pensaron que estaban obligados ante una instancia más alta a realizar una obra que excediera la caridad cotidiana y supusiera entrega personal y sacrificio. Posiblemente creían también tener que salvar de la condenación eterna a mi alma no rozada por la fe cristiana.[/blockquote]