Sociedad Cronopio

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NECESITAMOS INTÉRPRETES

Por Cecilia López Montaño*

El pasado mes de septiembre de 2010 estuvo en Colombia el ex presidente de Chile, Ricardo Lagos y, de nuevo, sorprendió al país por su conocimiento sobre Cambio Climático y sobre las especificidades de nuestro país en éste tema. Pero más allá de sus valiosos aportes en este y muchos otros temas, lo que muchos envidiamos es su capacidad para pensar en su país, en analizarlo y en reconocer avances y temas por resolver. Nada de triunfalismo se le ha notado: ni siquiera cuando estaba en el poder durante su exitosa presidencia. Prueba de su capacidad analítica sobre la sociedad chilena se observa en el artículo que escribió recientemente sobre el Bicentenario de Chile.
No sólo evalúa el camino andado sino que ya plantea los retos para el tricentenario. Visión con pasión es de lo que carecemos los colombianos y de lo que no dan muestra sus líderes. El ex presidente inicia su análisis planteando que: «2010 es una fecha símbolo en el camino de Chile hacia el tercer centenario». Empieza marcando el norte, ese que se pierde cuando una sociedad vive sumergida en una coyuntura, no siempre gloriosa, como es el caso de Colombia. Y es que el futuro, el horizonte, lo deben empezar a diseñar los líderes, porque esa es parte de su verdadera definición. Sólo aquellos que logran vislumbrar lo que está por venir a riesgo de ser criticados por aquellos que sólo viven el presente, son los que tiene la capacidad de orientar a una Nación. Su balance de los 20 años de gobierno de la Concertación en Chile no se queda sólo en los logros, sino que, precisamente porque se trata de pensar en el futuro, identifica las tareas pendientes, y señala las posibles dificultades que se avecinan.

Nadie se atrevería a dudar que un país que logra en ese período bajar la pobreza del 40% al 15%, en este mundo latinoamericano tan desigual e injusto, se deba catalogar como exitoso además de haberlo hecho en un proceso de modernización de su economía. Pero no se queda en Chile sino que plantea retos para América Latina y por ello probablemente hoy se le reconoce cono uno de los líderes de la región.

Las preguntas que se plantea son las siguientes: ¿Cómo será la democracia cuando no haya analfabetos digitales? Da entonces por sentado que Latinoamérica tendrá una verdadera revolución digital y que, a partir de esa realidad, la organización política y la participación ciudadana serán muy diferentes a la actual.  Y por ello se pregunta ¿cómo será la relación entre el gobierno y los ciudadanos? Probablemente en Chile será más fácil que en Colombia y en otros países de la Región, porque su nivel educativo es ya muy superior, pero ese cambio se dará en algún momento sin duda y los gobiernos deben preparase para ello.

Reivindica la política y plantea que «después de la crisis financiera mundial de 2008, es cuando, para muchos, la Política (así, con mayúscula) está de vuelta». Un buen y oportuno mensaje para Colombia donde la política está realmente en crisis sin que muchos de sus actores lo reconozcan. Pero también critica la forma actual de ejercer la política: «las dirigencias políticas, como es obvio, no miran a la próxima generación, sino más bien a la próxima elección que determinará la suerte de los suyos». Se pregunta además: ¿Qué tipo de sistema debería imperar? Cada día toma más fuerza en América Latina la idea de si estos regímenes presidencialistas, que tienen todavía rasgos autoritarios, no deberían evolucionar hacia sistemas parlamentarios, en los que el poder del Ejecutivo que se ha desbordado con frecuencia, tiene que someterse de alguna manera al poder legislativo, tan desprestigiado, especialmente en Colombia.

Sobre este tema del sistema político, afirma «hoy es posible instalar un debate a fondo sobre la posibilidad de mantener el sistema actual o avanzar hacia otro semipresidencial». Y, probablemente lo más oportuno: «El gran desafío democrático es cómo ser capaces de compatibilizar las exigencias de corto plazo de la dirigencia política con las necesidades indispensables para que el país defina la estrategia del futuro». Y por ello afirma: «Ello hace impostergable que las instituciones del saber estén vinculadas a las necesidades del conocimiento futuro (…) de ahí la necesidad de avanzar en la creación de institutos prospectivos en el seno de las instituciones del conocimiento».

Todos sus planteamientos van dirigidos al futuro, de manera que se pueda garantizar que, al aceptar y enfrentar nuevos retos, se creen las condiciones para que el Tercer Centenario de esta parte del continente tenga motivos reales de celebración. En síntesis, Chile tiene en Lagos no sólo un visionario y un intérprete de su país, sino de toda la región latinoamericana.

Este tipo de personajes son los que poco se dan en Colombia. Hace algunos años Antanas Mockus expresó esta idea: se necesitan intérpretes en Colombia. Y tiene toda la razón, más ahora cuando Colombia no logra salir de la violencia que se recicla pero no se elimina, cuando la corrupción se desborda y cuando la desigualdad, el desempleo y la marginalidad no tienen esperanza de solución a corto plazo. Más ahora, cuando la dirigencia colombiana parece desconocer las profundas necesidades de la mitad de los colombianos. Pero somos de malas. Nunca hemos tenido, como México por ejemplo, un Octavio Paz, un Carlos Fuentes, un Monsiváis, que, con sus reflexiones, se convirtieron no sólo en pensadores sobre América Latina sino que analizaron, vivieron y sintieron realmente su México.

Pero una vez muerto el ex Presidente López, que cuando hablaba hacía temblar al país, ahora nuestros ex presidentes están dedicados «a la manzanilla para copar el poder regional, a manejar la política para ubicar bien a sus herederos o a seguir en peleas pequeñas, en vez de usar su valiosa experiencia de haber manejado el país en momentos tan difíciles, para ayudarnos a entender nuestra sociedad y empezar a dibujar un futuro mejor». No obstante, es necesario tener esperanza y estimular a la gran cantidad de intelectuales jóvenes, hombres y mujeres, para que piensen en la necesidad de que, con sus habilidades, le ayuden a esta sociedad colombiana a entenderse, a comprender sus falencias, sus habilidades y su verdadero potencial, de manera que se encause un debate mucho más positivo que el que se ha dado hasta ahora.

El Tercer centenario no se puede celebrar tan mal como se hizo esta vez con el Bicentenario en Colombia que, a diferencia de Chile y México, ni siquiera despertó emoción patriótica:  demasiada farándula y poca reflexión. A pesar de que la alegría de los colombianos es una gran virtud que les ha permitido sobrellevar tantos dramas, esta sociedad no puede quedarse allí sino analizarse seriamente para tener, como otros países hermanos, qué celebrar en el Tricentenario. Pero para lograrlo es necesario empezar desde ya a valorar los análisis serios y profundos sobre el cómo y el por qué.
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* Cecilia López Montaño es economista de formación, con una maestría en Demografía, así como una experta en trabajos en el ámbito de post-grado en Economía de la educación.  Ha sido consultora para organizaciones de desarrollo internacional, incluyendo UNICEF, PNUD, IPPF, el Banco Mundial, BID y CEPAL. Fue Senadora por el Partido Liberal para el periodo 2006-2010 y en agosto del 2008 fue designada vocera de dicho partido en el Senado de la República. Durante 20 años ocupó numerosos cargos en el Ejecutivo colombiano, como viceministra de agricultura, Directora de FONADE, Embajadora en Holanda, Directora del Seguro Social y más recientemente, Ministra del Medio Ambiente, Ministra de Agricultura, Directora de Planeación Nacional. Así mismo entre 1988 y 2000, fue directora de PREALC, el programa de empleo para América Latina de la OIT en Chile. Entre sus publicaciones figuran más de 10 libros. Colabora como columnista en numerosos periódicos colombianos. cecilia@cecilialopez.com, www.cecilialopez.com

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