Sociedad Cronopio

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Moneda Euro

EL REY ESTÁ DESNUDO

Por Alfredo Mason*

A través de la televisión y la prensa escrita se nos muestra todos los días la gravedad de la crisis europea, en donde la «saña opulenta» de la que hablara Mario Bededetti se ha vuelto sobre sí misma.

Quizás el hecho de haber sido hasta ahora más objeto que sujeto de la historia, nos permite a los latinoamericanos tener una perspectiva distinta de esa crisis, a lo que se contempla cuando se lo hace desde ella misma. Ubicados desde acá, nos preguntamos sobre el meollo de la cuestión, ya en el número 31 de Cronopio  hablamos de la situación económica, pero ello refleja solo un aspecto. Ahora hablaremos de la política.

Ya en los lejanos setenta, un observador de los inicios de la unificación europea y del proceso de transnacionalización del capital, Juan D. Perón, en un mensaje dirigido al secretario de las Naciones Unidas, Kart Waldheim, abogará por que «los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobrestimación de la tecnología, y de la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esa marcha» (Las Bases, Buenos Aires, 16.5.1972). Se había iniciado una creciente incentivación al despilfarro, por eso la primera pregunta es —como siempre se hace en la acción política— ¿quién se benefició con ello? Los bancos, en especial los alemanes y los franceses y ¿quiénes transformaron un negocio financiero en política de estado? En primer lugar la burocracia de Bruselas e inmediatamente, la dirigencia —tanto de derecha como de izquierda— que como la nobleza polaca que pintara Jan Mateyko, festejaba alegremente el «extrañamiento» propio de la debilidad del ser. Los intelectuales llamarán a eso la post–modernidad.

Pero ello ocurrió porque hubo una dirigencia europea que renunció a aquello que define a un político: conducir las expectativas y esperanzas de un pueblo hacia la concreción del bien común, pues en lugar de ello se transformaron en promotores del consumo y las leyes del mercado. Lo cual nos muestra, a las claras, que existe una asintonía entre los gobernantes y sus pueblos, y será por eso que aparece tanto en la calle de Madrid, Lisboa o Atenas como en el discurso de las Ciencias Sociales la aparición de una crisis de representatividad.

El «extravío» de la lista Lagarde con los nombres de los 2.059 griegos con cuentas en uno de los cinco bancos más grandes del mundo, el Hong Kong and Shanghai Bank Corporation (HSBC) en una sucursal de Suiza, que habrían fugado capitales y evadido impuestos, como el juicio al periodista Kostas Vaxevanis por denunciarlo, es una clara muestra de ello. Al respecto cuenta que «en Grecia la cogió un ministro e hizo una copia en un CD que se perdió. Ahora dice que no se acuerda de lo que pasó. Luego la cogió (el ex–ministro de Finanzas y ahora líder del Pasok), Evangelos Venizelos, que parece ser que también la perdió». (El Universal, Caracas, 4.11.2012).
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En este caso, los gobernantes cuidaron más a los poderosos que a su propio pueblo, y cuando aparece alguien que denuncia ello es considerado responsable de un delito. No es casual que venga a nuestra memoria otro griego, Platón, cuando en la República expresaba que el desorden político era fruto del intercambio de roles entre gobernantes y comerciantes.

Al igual que en las relaciones matrimoniales, cuando hay dinero, muchos problemas parecen no existir, se tapan. Hace muchos años que en Europa se creía que un sistema democrático y representativo era aquel en donde no gobernaba un militar —como padecíamos los latinoamericanos— y que se permitieran los tsunamis culturales o político culturales, como hacer caricaturas de Mahoma o las grandes marchas gays. Europa era entonces una fiesta… con dos hipotecas.

Hubo una retroalimentación endógena que justificaba todo. Por ejemplo, cuando los propios bancos como la Banca Nazionale del Lavoro, frente a las magras tasas internas, les ofrece en el 2001 a los jubilados italianos bonos de deuda pública argentina al 14% anual, nadie desconfía, pues no ven a la propia dirigencia como defensores de los intereses del capital financiero internacional.

Los intelectuales que podrían haber aportado alguna visión disidente eran marginados del aparato cultural o terminaban centrados —por izquierda o derecha— en un solipsismo y alejados de cuanto pueda interesar al hombre de nuestros días, transformándose en especialistas de lo mínimo, portadores de incertidumbres y escapándosele la visión del todo.

Cuando una dirigencia pierde esa relación vital con su pueblo, con las expectativas y esperanzas del hombre común, sobrevive generando una realidad virtual, donde las cuestiones a tener en cuenta son aquellas que se generan dentro de ese mundo dirigencial. Otra de las consecuencias del movimiento endógeno.

Un hecho ocurrido en Madrid muestra hasta qué grado la política europea ya no es algo de esa tierra… aunque tampoco sea celestial. Hernando Calvo Ospina, periodista colombiano de 51 años, colaborador de Le Monde Diplomatique y residente desde hace 25 en París, se quedó el pasado 6 de mayo en tierra, en el aeropuerto de Barajas, porque un funcionario de la embajada estadounidense le impidió embarcar a un tercer país: Cuba.
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Él lo cuenta así: «Me pidió mi pasaporte y me dijo que no podía subir al avión porque la ruta sobrevolaba durante unos minutos el espacio aéreo estadounidense y yo estaba en una lista de personas que pueden atentar contra EE UU. Yo había hecho ese mismo vuelo el octubre anterior y no me había pasado nada» (El País, Madrid, 24.9.2012).

Ello obedece a que EE UU y la Comisión Europea firmaron el pasado diciembre (2011) un acuerdo —aprobado en abril por el Parlamento de Estraburgo— que obliga a las compañías aéreas europeas a suministrar al Departamento de Seguridad de EE.UU., antes del despegue, datos de pasajeros (el nombre, la fecha de nacimiento y el sexo), no solo de vuelos con origen o destino en EE UU., sino de aviones que sobrevuelen el espacio de ese país (cuyos destinos pueden ser Canadá, Cuba y México). Las razones que alegan son de seguridad: la posibilidad de que uno de los viajeros secuestre el avión y cambie la ruta. El lector atento dirá que he cometido un error, pues para ir de España a Cuba no hay que pasar por sobre los Estados Unidos… eso era antes, cuando vino Colón. Para poder obtener la información de quienes van a Cuba, las compañías aéreas han debido modificar sus vuelos y hacerlo durante unos minutos sobre espacio aéreo estadounidense. ¿Qué diferencia hay entre este hecho y el establecimiento de «centros de entrenamiento» de los Estados Unidos en Chile, para preparar «soldados de paz»? (El País, Madrid, 11 de noviembre de 2012).

En Europa, como en todas partes del mundo, los hechos más significativos son los emblemáticos [sic], aquellos que encierran un simbolismo mayor que el hombre común percibe y que, un dirigente, cuando lo es realmente, es capaz de darle nombre. Para una dirigencia que se ha distanciado de su pueblo, esos hechos son necesarios, es el statu quo y ante la incapacidad de reconocer su error, haciéndole pagar el costo al mundo financiero, sacrifican a su propio pueblo.

En el marco de esa lógica de necesidad, ha desaparecido el mundo de la libertad y surge la dinámica (o el determinismo) de la historia; están convencidos de que hay algo que en el futuro no podrá sino realizarse. Desde los orígenes de la modernidad, el pensamiento europeo ha sido utópico, pero de una utopía garantizada: ella será sin más, el sentido de la historia, nada podría impedir su realización y lo que antes era el lugar de la sociedad socialista hoy lo ocupa la sociedad de mercado y despilfarro, y la historia se desarrolla para que esa realización sea posible.
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El político que no comprende el significado de esos hechos es derrotado, no por una ley determinista sino por el poder que hoy hegemoniza el escenario de Europa: el capital financiero. El signo de la derrota de tal dirigencia lo encontramos en la reacción que hubo frente a la ingerencia estadounidense en el aeropuerto de Barajas: será la Organización de Consumidores y Usuarios quien eleve su voz por lo sucedido. El argumento de la protesta estriba en no haberle informado al pasajero que sus datos personales iban a ser entregados a otro país. Se reduce la soberanía a una cuestión de lealtad comercial.

Frente a una crisis profunda como la actual, con una dirigencia que concibe la política como consenso entre los lobbies, con oligarquías partidocráticas y sin dirigentes populares, la cuestión es quién es capaz de poner un límite a este avance del extrañamiento de Europa. Ese límite que San Pablo llamara «katechón», que impide la disolución, que aferra al ser y no al extrañamiento de la nada. ¿Quién es capaz de gritar el rey está desnudo, y así tener un punto firme de partida para reconstruir la cuna de nuestra civilización?
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* Alfredo Mason (masongalvan@yahoo.com.ar) es Licenciado en Filosofía. Profesor en la carrera de Comunicación Social, Universidad del Salvador (Buenos Aires). Asesor en la Jefatura de Gabinete de Ministros, provincia de Buenos Aires. Algunas publicaciones: Aproximaciones a la trama del poder transnacional (1987); Teoría del estado (1997); Perón y el arte de la conducción (2009).

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