LAS PROSAS LIBRES Y SUELTAS DE JULIO CORTÁZAR
Por Jorge Edwards*
No es fácil hablar de las prosas libres y sueltas de Julio Cortázar como si fueran diferentes de otras creaciones suyas, como si pertenecieran a otro género, a una categoría determinada. Podríamos sostener que la prosa de Cortázar, en sus piezas breves, en sus cuentos, en sus crónicas, en sus novelas, en La vuelta al día en ochenta mundos y en Rayuela, siempre tiende a la informalidad, a la libertad expresiva. En una época en que todavía pesaban las exigencias académicas tradicionales, en que el modernismo se había transformado en una retórica, Cortázar ensayó desde sus comienzos una ruptura: en el estilo, en el lenguaje y hasta en la actitud del escritor. Por consiguiente, la separación, la clasificación que propongo en el título de este ensayo tienen algo de arbitrario. En su conjunto, la prosa de Julio Cortázar tuvo siempre un elemento de búsqueda, de experimentación, de lucha contra academismos ambientales, contra escrituras anquilosadas. Fue, Cortázar, desde sus primeros pasos, el escritor de la ruptura contra la manera hereditaria, consagrada, de escribir.