SOBRE STEFAN ZWEIG Y EL LIBRO DE LA VERGÜENZA
Por Memo Ánjel*
«Y como se ensombrece su interior,
se ensombrece también el mundo externo».
(Stefan Zweig. Magallanes).
UN VIAJE AL FINAL
En la promoción de la película Das Wunder von Bern (El milagro de Berna), se lee: Jedes Kind braucht einen Vater. Jeder mensch braucht einen Traum. Jedes Land braucht eine Legende (Cada niño necesita un padre, cada hombre necesita un sueño, cada país necesita una leyenda). Antes de suicidarse, esta frase bien la pudo pensar Stefan Zweig. En 1942, en Brasil, el escritor y biógrafo estaba huérfano de patria, había perdido los sueños porque antes que grandeza lo que veía era una decadencia terrible y ya no había opción de leyenda, pues los escritores e intelectuales de la tierra que lo había acogido lo acusaban de estar colaborando con la dictadura. Y si bien esto nunca fue una realidad, como bien lo denunció Jorge Amado, ya que antes que pruebas lo que sentían sus acusadores era envidia y odio, pues Zweig, aún en el exilio, seguía produciendo y vendiendo sus libros en tirajes de más de cien mil ejemplares, lo cierto es que la acusación entró en su corazón sensible como la puñalada que narra la letra del tango: con rabia de esta vida.