LA NIÑEZ DENTRO DE UNA BURGUESÍA QUE CAE
(O de como Natalia Ginzburg habla de granujas)

Por Memo Ánjel*
«Y que el mundo está echado a perder
por culpa de gente así, gente que
se lo toma todo al pie de la letra».
(Natalia Ginzburg. Nuestros ayeres.Tutti i nostri ieri).
LA BURGUESÍA
Para una escritora comunista como Natalia Ginzburg, la burguesía no es una idea o algo que se sale a ver sentados desde un café o caminando por la ciudad. Ver a los burgueses, con sus atavíos y maneras, suele ser un entretenimiento para muchos: pasa en París, en Buenos Aires. Los burgueses (cuando existían, claro que algunos persisten), tienen un estilo muy peculiar: viven vidas ajenas, han maquillado los orígenes y cuentan historias de lo que no fueron o imaginaron viajando, de gente que conocieron y no volverán a ver, y de lo que han comprado porque eso es calidad de vida o al menos ya lo tienen. Y esto de ser burgueses no es ni bueno ni malo, que cada cual, si puede, se hace la vida y la goza en pequeños espacios que sazona con sueños, asombros, poses, impertinencias, con ayeres y postales. Los burgueses (yo persisto en serlo), a diferencia de los yankees, se toman la vida por la parte que engorda y así, de una u otra manera, mueren satisfechos. Y hablo de los yankees como mal ejemplo, porque estos se la pasan acumulando y así ni se enteran de que están vivos. Mueren como si su fin fuera ser un sistema de tuberías por fuera, lo que en arquitectura se llama brutalismo.