LA BIBLIOTECA DE BABELIA
Por Homero Carvalho Oliva*
A mis amigos bibliotecarios, especie en peligro de extinción.
En homenaje a Jorge Luis Borges, que concibió
al universo como una infinita biblioteca.
«La biblioteca se defiende sola, insondable como
la verdad que en ella habita, engañosa
como la mentira que custodia».
(Umberto Eco).
Babelia es una ciudad de la Gran Amazonía, fundada en el año del Señor de 1890, a orillas del río Lete, por ciento cuatro personas que habían llegado a la zona, desde distintos países, en busca de fortuna, atraídos por el auge de la goma elástica. En pocos años se convirtió en una pequeña urbe, en medio de la selva, que centralizaba el comercio de la región llegando a tener la aduana que producía mayores ingresos económicos para el país, recursos que sostenían el erario nacional que pagaba la burocracia estatal. Desde su puerto salían barcos cargando miles de bolachas de caucho, navegaban por el río Mamoré hacia el Amazonas, pasaban por Manaos, llegaban al océano Atlántico y se dirigían a Inglaterra; de allí retornaban con las mejores mercancías de Europa. Babelia se llamaba así porque los fundadores hablaban diferentes idiomas y, el día de la fundación oficial del caserío, un suizo quien, años más tarde tendría un hijo que se convertiría en un famoso poeta, creador de un género concreto de poesía, recordó la mítica torre y aceptaron su sugerencia, «así como Roma viene de Rómulo, Babelia de Babel», sentenció.