LA FIESTA NEGRA —Tercera y última entrega—
Por Rafael F. Narváez*
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8: 45 de la mañana. Estoy cansado, sin haber dormido por mas o menos 20 horas. La cafeína me está abandonando rápidamente. Regreso al túnel del segundo piso. Atravesarlo, con la procesión de musculosos, toma mas o menos 15 minutos. Muchos están solos, reclinados contra las paredes del túnel, creando esos ya familiares «chiaroscuros», un cruce entre Rembrandt y la pornografía gay. «Six packs» por todas partes; tremendas panzas por aquí y por allá; muchos pantalones abajo, penes afuera, erectos, flácidos. Algunos tipos son sumamente solicitados, con caseritos pugnando por su atención. A otros nadie los mira. Algunos parecen exultantes, otros están serios, y otros tienen los ojos desenfocados y parecen decaídos y tristones.