PASIÓN DE BARRABÁS
Por Francisco Morán*
En la novela Barrabás [1], de Pär Lagerkvist, al personaje homónimo lo indultan, y en su lugar crucifican a Cristo. Eventualmente, Barrabás es enviado como esclavo a una mina donde se hace amigo de un esclavo griego llamado Sahak. Barrabás descubre que Sahak era cristiano, cuando éste le mostró la placa de esclavo que llevaba colgada. Todos los esclavos tenían una, y en ella estaba inscrito el nombre del propietario. En el caso de las minas, el propietario era el Estado romano. En el reverso de la placa de Sahak unos «signos extraños, misteriosos e indescifrables» representaban el nombre de Cristo. Barrabás, por supuesto, y acertadamente concluyó que su amigo «era cristiano, que era esclavo de Dios» (Barrabás 89-90). Por tanto, en la placa que lleva al cuello Sahak puede decirse que se reconcilian como instancias esclavistas, esclavizadoras, Cristo y el Estado romano. Cabe notar asimismo el descubrimiento de Barrabás de que a su amigo lo complacía «sobremanera» escucharlo hablar sobre «la extraña luz que parecía envolver [a Cristo]», por lo que «prefirió no mencionar el hecho de que, recién salido de un calabozo, podía haber sido deslumbrado por el sol». Esta explicación racional no hubiera alegrado a Sahak, ni probablemente a nadie. «En cambio», Barrabás comprendió que «si omitía la explicación del prodigio, Sahak estaría muy contento y querría oír de nuevo y siempre el mismo relato» (87-8) (énfasis mío). Barrabás encarna, pues, el cristianismo del no, una fe negativa; y digo esto porque se obsesiona con Cristo como cualquier cristiano, y desea creer fervientemente. Su problema es, pues, el de quien quiere creer y no puede. Aunque no sea ampliamente conocida, hay también un martianismo del no, igual que uno del sí. Del segundo puede decirse sin exagerar que, como Sahak, quiere oír siempre y de nuevo el mismo relato. Al primero le basta la corazonada, la cita escogida. El segundo es fácil de reconocer. Como Barrabás, tiene el rostro marcado por una cicatriz. Y no pasa mucho tiempo antes de que suscite la sospecha y la repulsión.