DE FAMILIA & FABULACIONES
Por Alemka Tomicic*
FINAL DE FIESTA
De las escasas oportunidades en las que mis papás hacían fiestas en la casa, recuerdo con amargura la manera como finalizaban. No es que terminaran con algún accidente o una discusión encendida por el alcohol —al menos eso hubiese sido algo—. Simplemente acababan, desaparecían, y con la partida de los últimos invitados, comenzaba un exasperante ritual de exterminio de cualquier huella o señal de lo que allí había acontecido. No importaba si la fiesta terminaba a las ocho de la tarde, la media noche o a altas horas de la madrugada: El ritual iba igual. Se apagaba la radio y se encendían todas las luces para revelar la proporción de la «catástrofe». En silencio, y formando un equipo extremadamente coordinado, mi papá recogía la vajilla sucia mientras mi madre preparaba una lavaza en la cocina. Desde mi pieza escuchaba el encendido del calefón, el agua correr y el sonido de los cubiertos golpeando la loza y las copas. Una vez que todo estaba lavado, se producía un nuevo silencio que era interrumpido por el rasgueo de la escoba de paja que mi papá manejaba con una impresionante habilidad. Mi mamá, simultáneamente, secaba y guardaba el ejército de loza y cubiertos.