EMELINA CUNDEAMOR: ENTRE LA MÁSCARA Y LA AUTENTICIDAD
Por Juanamaría Cordones-Cook*
«Mimicry reveals something in so far as it is distinct from what might be called an itself that is behind. The effect of mimicry is camouflage…. It is not a question of harmonizing with the background, but against a mottled background, of becoming mottled –exactly like the technique of camouflage practiced in human warfare.
»…the being gives of himself, or receives from the other, something that is like a mask, a double, an envelope, a thrown-off skin , thrown off in order to cover the frame of a shield. It is through this separated form of himself that the being comes into play in his effects of life: and death».
(Jacques Lacan)
Estos epígrafes de Jacques Lacan anticipan la mímica con su efecto de camuflage y el juego de toma y daca de la relación intersubjetiva que emplea como moneda de intercambio algo parecido a un doble, a una máscara, todas formas separadas del ser auténtico que constituyen elementos esenciales de la obra que trataré, Emelina Cundeamor (1988), de Eugenio Hernández Espinosa. Originalmente estrenado por el Teatro Caribeño en los ochenta por la actriz Trinidad Rolando [1], este monólogo fue repuesto en varias oportunidades por esta misma actriz, y más recientemente, en el 2001 y el 2003, por Monse Duany [2], quien aclamada por el público y la crítica, entrega una nueva versión artística con diferentes acompañamientos musicales en la sala teatro del Museo de Arte Colonial y luego en la Bertold Brecht. Durante una hora, Monse Duany nos conduce bailando y cantando por el mundo de Emelina Cundeamor con sus experiencias y emociones, mientras se rebela vehemente e histriónicamente contra su situación personal y social con un gran sentido del humor.